Un día Xóchitl fue a la oficina de su caballero. Él no se encontraba. Mientras lo esperaba, se metió a su privado y pudo ver un librero, con un letrero:“Mi Biblioteca”.
Por viagramanusa@yahoo.com.mx
Xóchitl: Me
entretuve en la pequeña biblioteca surtida de libros antiguos, la mayoría
bonitamente encuadernados y bien conservados. En medio de un buen surtido de
temas, me sorprendió encontrar una pequeña colección de libros con contenido
claramente erótico o abiertamente pornográfico según se miraba. Había varios
con textos mayoritariamente en inglés, francés, italiano y español, muy bien
ilustrados con grabados donde damas jovenzuelas y bellas doncellas salían
expuestas obscenamente en todo tipo de posiciones, y eran tomadas sexualmente
por caballeros unas veces; faunos, demonios y demás seres extraños de toda
condición y pelaje, pero siempre poseedores de llamativos órganos sexuales.
Traía mi almuerzo, y mientras lo
desguataba, me puse a leerlos y me
encontré con relatos eróticos, y miré un reconocimiento a mi Caballero, mi
hombre, que en el 2006 recibió un reconocimiento en Europa del autor del mes
por sus relatos eróticos. Sentí un poco de celos, que mi amado hombre, ya desde
antes de conocerlo, tuviera esa inquietud de escribir esos relatos, los cuales
en mi tiempo, los escritos para mí, me habían despertado la feminidad
escondida, reprimida, sin poder ejecutar mis fantasías. Nuestros relatos
mantienen viva la llama de nuestro amor, de la pasión, la sensualidad, la
intimidad, un erotismo que nos mantiene unidos como pareja.
El caso es que después de comer mí almuerzo, y
tras aquella lectura de calientes proezas sexuales que había contemplado y
leído, me sentía ligeramente excitada, y una creciente y caliente sensación me
surgía de entre los muslos. Yo no soy de las que acostumbra auto estimularse,
tocarme para darme placer, más bien añoraba la presencia de mi caballero,
quería tenerlo cerca para tentarlo y seducirlo y que así, lograra apagarme el
ansia de su intimidad caliente que mi creciente lascivia demandaba.
Deseaba que llegara a la oficina, o que me
hablara para vernos en algún lugar. De todas formas, el calor de mi entrepierna
no menguaba y, para mi sorpresa, al poco rato me vi a mí misma rozándome la
vulva por encima de mi pantaleta. De repente, algo estupefacta por lo que
estaba haciendo, me preguntaba por qué hacía aquello allí, en la oficina de
forma tan despreocupada, pero, pensé: ¿qué de malo había, por otra parte, en
aliviarme el cosquilleo de mi cuerpo? Así que, sonriéndome a mí misma, y
dándome un golpecito como de ánimo, me dije: ¡vamos mujer, por qué cortarte,
date un premio, bonita! Me senté en el sofá cama, puse los cojines en mis
glúteos, abrí las piernas para introducirme un par de dedos por dentro del
encaje de la pantaleta. ¡Uffff! Escalofríos recorrían mi cuerpo mientras en mi
mente recordaba la imagen de aquellos enormes penes reproducidos en los
grabados antiguos de posturas sexuales milenarias, recordé los momentos en que
mi hombre había estado conmigo. Recordé las palabras de mi caballero cada vez
que hacíamos el amor por teléfono, los pasos que me indicaba, como colocar mis
dedos, donde tocarme, estimularme, hasta, que… ¡Exploto con un gran orgasmo!
¡Ahahahahahahaha! Aquellos libros y relatos habían conseguido incrementar mi
libido, habían logrado el objetivo de ponerlo al rojo vivo y llegar a la
cúspide del placer.
A pesar de haberme auto estimulado y haber logrado un rico orgasmo, añoraba a mi hombre, mi Caballero; así que me quité todo lo que llevaba encima, la blusa, la falda, la pantaleta ya húmeda, mi entre pierna chorreada de mi néctar, así que comencé a pasearme en la oficina exhibiendo mi esbelta desnudez. Me sentía muy caliente, como si me estuviera mostrando ante invisibles extraños. Un cierto pudor y nerviosismo se me mezclaba con una obscena sensación. Me contemplé en el espejo. Me vi exuberante y atractiva. En mis firmes y grandes pechos destacaban mis prominentes pezones oscuros. Bajo mi suave vientre, quería dejarse ver mi joya más preciosa, con el ligero abultamiento del monte de venus, recubierto ligeramente de un cuidado vello, y que insinuaba el comienzo de la abertura en la vulva. Y ocurría lo mismo por detrás de mí trasero, del cual mi hombre se sentía especialmente orgulloso y yo satisfecha de mi tentadora desnudez.
A pesar de haberme auto estimulado y haber logrado un rico orgasmo, añoraba a mi hombre, mi Caballero; así que me quité todo lo que llevaba encima, la blusa, la falda, la pantaleta ya húmeda, mi entre pierna chorreada de mi néctar, así que comencé a pasearme en la oficina exhibiendo mi esbelta desnudez. Me sentía muy caliente, como si me estuviera mostrando ante invisibles extraños. Un cierto pudor y nerviosismo se me mezclaba con una obscena sensación. Me contemplé en el espejo. Me vi exuberante y atractiva. En mis firmes y grandes pechos destacaban mis prominentes pezones oscuros. Bajo mi suave vientre, quería dejarse ver mi joya más preciosa, con el ligero abultamiento del monte de venus, recubierto ligeramente de un cuidado vello, y que insinuaba el comienzo de la abertura en la vulva. Y ocurría lo mismo por detrás de mí trasero, del cual mi hombre se sentía especialmente orgulloso y yo satisfecha de mi tentadora desnudez.
Al pasearme tuve una fascinante sensación de
percibir como si unos ojos me espiaran, como si mi hombre se recreara
contemplando la oscilación de mis senos al andar, queriendo acercarse a la
profundidad de mis pliegues, deseando comprobar la tersura de mis muslos y de mis
glúteos, acariciándome ligeramente los pechos, tocándome suavemente el culo y
acercando los dedos a mis ingles. Me sentía desafiante y hermosa, embrujada y
seductora, provocándome a mí misma con mis gestos.
Necesitaba que mi caballero estuviera ya presente. Acabé recostándome en el sofá cama, cubriéndome con mi ropa, adormeciéndome y echando una larga y tranquila siesta. Soñé situaciones sugerentes y agradables, flashes y luces intermitentes me iluminaban, y me veía totalmente desnudaba a la orilla de un lago de aguas tibias, en las que luego nadaba despreocupadamente. Vivía la sensación de enredarme las piernas entre plantas acuáticas, que me acariciaban los pechos y el vientre, y esa sensación soñada se me mezclaba con un insinuante roce que me subía por los muslos desnudos junto a un suave cosquilleo de dedos que me tentaba la dureza de mis pezones.
Necesitaba que mi caballero estuviera ya presente. Acabé recostándome en el sofá cama, cubriéndome con mi ropa, adormeciéndome y echando una larga y tranquila siesta. Soñé situaciones sugerentes y agradables, flashes y luces intermitentes me iluminaban, y me veía totalmente desnudaba a la orilla de un lago de aguas tibias, en las que luego nadaba despreocupadamente. Vivía la sensación de enredarme las piernas entre plantas acuáticas, que me acariciaban los pechos y el vientre, y esa sensación soñada se me mezclaba con un insinuante roce que me subía por los muslos desnudos junto a un suave cosquilleo de dedos que me tentaba la dureza de mis pezones.
En algún momento, me pareció percibir la
presencia de mi hombre, como si su sombra o esencia de desplazara por los
bordes del sofá cama, y me abrazaba, como rescatándome de lo profundidad del
lago.
Estaba en el sofá cama, totalmente desnuda, sin
importarme, ya que la única persona que pudiera entrar por la puerta sería mi
hombre. Mi Caballero, que cuando me viera, sabría inmediatamente que lo estaba
esperando, y que estaba lista para ser suya y de nadie más.
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