Por Sandra Rosalía
Tijuana Baja California México
Septiembre del 2018.
Esa tarde sostuve una plática por teléfono
con el hombre con quien entonces yo mantenía una relación de pareja, a la vez
que la esposa de este señor, durante ese mismo tiempo, hacía lo propio con mi
marido. En cuanto a este hombre se refiere, el insistía constantemente en que
realizáramos cierta fantasía sexual juntos, que le provocaba mucho placer, y
que de sólo evocarla cuando estábamos juntos, lo llevaba a poseerme como
desquiciado. La fantasía se trataba de encontrarme en algún lugar público al
cual él iría a buscarme disfrazado para parecer una persona desconocida,
abordándome posteriormente con el fin de tener sexo conmigo, de acuerdo a las
siguientes circunstancias: Se planeaba que yo llevara una falda corta y
procediera a empinarme lo más posible en ciertos sitios públicos en donde casi
no hubiesen personas, y darle “flashazos” mostrándole mis pantaletas, así como
mis medias con liguero, además de tocarme yo discretamente mis nalgas
introduciendo mi mano debajo de la falda y por arriba de los calzones cuando
nadie o escasas personas nos pudiesen ver; así como por enfrente también,
sobando mi clítoris levemente; mientras que él me seguiría a prudente
distancia, hasta que después de un rato yo saliera del lugar; llegando
finalmente a mi auto, el cual yo estacionaría para tal fin lo más lejos
posible, evitando con ello a posibles personas ajenas que pudiesen interrumpir
con su presencia dicho juego, y en donde él me abordaría sexualmente sin darme
mayor tiempo a negarme, como un extraño que no pudiese evitar la excitación de
lo visto, siendo arrastrado a poseerme. Por diferentes razones, nunca me había
decidido a llevar a cabo este juego, quizá por el tipo de hombre que me lo
solicitaba en ese entonces, alguien que no lograba despertar aquella fibra
sensitiva necesaria para la explosión de un deseo incontenible, o quizá también
porque la rutina de la relación ya estaba acabando con ella; o porque no se
habían conjugado los factores necesarios para ello. Sólo que, durante aquella
tarde calurosa, un extraño ardor invadió mis genitales, subiendo hasta mi
mente, despertando la inquietud por realizar aquella fantasía anhelada durante
todo ese tiempo de parte de aquel hombre. De tal manera, realicé una llamada telefónica, llegando con él al acuerdo de que este
llevaría cierta ropa por medio de la cual me fuera fácil reconocerlo,
incluyendo una gorra de beisbol de sus adorados Yankees de Nueva York, gafas
oscuras y una peluca tipo “los Beatles” de la época de aquella famosa banda.
Tuve un largo baño de burbujas, practicando el autoerotismo hasta obtener
varios orgasmos y al salir, escogí una pantaleta transparente de color rosa,
con bordes negros, colocándome una falda de vuelo, que eventualmente se llegaba
a alzar con el aire cuando yo caminaba, sin que aquella excitante tarde yo
realizara esfuerzo alguno por contenerla, tal pareciera que la sedosa falda
invitara con su ocasional vuelo a los hombres a ver mis nalgas, lo cual debido
al subyugador ardor que me invadía, yo le permitía a la falda volar libremente.
Debajo de mis bragas, portaba un liguero negro de tres ligas en cada lado, con
broches de metal, que sostenían el encaje amplio de las medias negras de lycra
que portaba, muy suaves al tacto y que debido a ser de este material las
medias, estas se fijaban fuertemente a la parte más alta y gruesa de mis
muslos, por lo cual el liguero representaba más bien una prenda de incitación
erótica, mientras que ante los eventuales levantamientos de la falda por el
aire cuando caminaba rumbo al supermercado que previamente había elegido para
nuestro juego con aquel amante que les cuento, escuchaba silbidos a mis
espaldas, al caminar hacia este. Mientras conducía mi auto rumbo a la cita, con
la frescura del aire acondicionado operando, el cual yo sentía recorrer mis
piernas, nalgas y clítoris, a la vez que me estremecía suavemente al escuchar
en la voz de Manoella Torres, la melodía “acaríciame” que dadas las
circunstancias de la aventura aquella, quedaba “ad hoc”, aunque en este caso,
mi amante ya fuera conocido ampliamente por mi persona, y que por lo mismo,
debo admitir que en ese momento, tal hecho le restaba cierta emoción al juego
erótico.
Me
estacioné lo más lejos que pude en el último piso del enorme centro comercial,
en donde de hecho, no se encontraban autos estacionados en los 10 cajones
aledaños, mismo lugar en el cual ya antes mi esposo y yo habíamos jugado al
“dogging” (mostrarnos de auto a auto sosteniendo relaciones sexuales cada uno
con su pareja), con otras tres parejas, por eso fue por lo que lo elegí para
aquella noche. Cuando caminaba rumbo al super, el viento jugaba con mi falda
alcanzando a elevarla en dos o tres ocasiones hasta mi espalda, acariciando de
paso mis nalgas y muslos, exponiendo sin pena mis bragas trasparentes a la
vista de los que esa tarde tuvieron el acierto de pasar cerca… Al llegar al
interior del mercado, sentía un atrevimiento inconmensurable que me recorría
internamente, y me hacía voltear a ver a los hombres que pasaban cerca de mí,
este arrebato sexual que yo sentía, era similar a lo que se contaba en aquella
leyenda urbana que escuchaba de niña, cuando las mujeres mayores les decían a
las chicas adolescentes que se cuidaran de aquellos hombres malvados, quienes
subrepticiamente eran capaces de “echarles yohimbinas” en las bebidas para que
estas jóvenes se calentaran sobremanera y terminaran con una fiebre genital
incontenible, dándoles las nalgas a estos depredadores quienes así abusaban
sexualmente de ellas, y era de causar risa debido a que algunas de aquellas
chamacas y algunas no tan chamacas quienes llegaban a salir embarazadas,
alegaban haber sido víctimas de la nefasta “yohimbina” empleada en veterinaria
para las vacas.
Recuerdo que cierta vecina cuyo cuento de
hadas a este respecto yo escuchaba cuando niña, aseguraba al marido haber sido
poseída por varios hombres que la habían obligado a ello, despertándole el
deseo arrollador a través de aquella droga…en fin. Del tamaño excitante de los
mitos en torno a esta prodigiosa droga, era la quemante necesidad que yo
concebía de ser cogida en ese momento por quien fuera en aquel super…La espera
de mi amante se me hacía imposible, mientras que dentro del carrito del
mandado, yo depositaba lo que fuera, cuando al fin, a lo lejos distinguí al tan
ansiado hombre, y sin pensarlo dos veces, me agaché tocándome la punta de los
zapatos para enseñarle todas las nalgas envueltas en mi sutil prenda rosa,
también mis medias y el excitante liguero de tres ligas. Deambulé
disimuladamente entre los pasillos, y sin voltear a verlo directamente, sabía
que mis nalgas se encontraban expuestas a su lasciva mirada, subiéndome
cautelosamente con una mano la falda ampona, mostrándole mi erótico liguero de
tres tirantes por nalga, fingiendo acomodar una de mis medias, hasta que semi
oculta de miradas extrañas, di paso a frotar mi clítoris, entrecerrando los
ojos, mientras que mis aletas nasales se dilataban cual coneja en celo, e
invitando con ello a mi amante a seguirme; cabe hacer notar que a duras penas
fui capaz de contener mi deseo de continuar con aquel frenético masaje genital.
Lo mismo hice con mis nalgas y tetas, a la vez mortificada por las cámaras de
seguridad, por lo cual di paso a irme a las cajas a pagar para llevarme mi
mandado e irme al auto, en donde ya deseaba meterme para que me cogiera
fuertemente mi amado. Mientras dirigía mis pisadas rumbo al auto, que se
encontraba como ya señalé líneas arriba lejos del elevador, mis tacones
resonaban en el cemento por la poca gente en ese último piso, mientras intuía a
mi hombre unos pasos detrás, ya que en el amplio elevador, cuando nos subimos
varias personas a este, el hombre pidiendo permiso a los ahí presentes, se
situó detrás mío, a la vez que yo empujaba levemente mis nalgas hacia su
pierna, sintiendo como su mano me acariciaba el borde de la media, llegando en un
momento hasta el socavón entre las nalgas, causándome un jadeo casi
incontenible cual perrita cansada. De tal manera que, al bajar del elevador, me
alejé caminando a mi auto de las otras personas quienes también se bajaron en
ese último piso, pero cuyos autos estaban más cerca comparados con el mío. Al
abrir la cajuela mecánica de mi auto con el control de la llave, me empiné de
nalgas exageradamente con el fin de colocar las bolsas dentro de ella, y en ese
sublime instante, al fin lo sentí untado a mis nalgas, con aquel firme garrote
parado, y causa de tantos orgasmos anteriores en mi persona…Mis bragas se
llenaron de agua vaginal, empapándolas y empecé a agitarme por un orgasmo que
se acercaba, y que parecía ser bastante violento; mientras que yo no sabía si
lograría mitigar los gritos de placer. Mi amante tiró levemente de mi abundante
cabellera hacia él, besando mi cuello, casi “chupeteándolo” por lo cual hube de
contenerlo para evitar las marcas que estos dejan, a la vez que escudriñaba con
lo limitado de mi vista debido a mi posición, aquel entorno para evitar a algún
mirón furtivo que pudiese arruinar el juego, mientras que mi amante me condujo
al auto, y al abrir la puerta de atrás, me empujó con cierta fuerza,
introduciendo su rostro entre mis nalgas aspirando como una abeja el néctar de
una flor…En ese instante me sacudió un orgasmo y grite ¡intensamente! Me tiro
la pantaleta hacia abajo rápido, y quitándomelas totalmente, ayudándole yo con
movimientos de piernas, me embestía con su verga por detrás salvajemente,
dándome picones que aterrizaban en varias partes: en mis nalgas, mis muslos etc.…
etc.… estando yo “empinada de culo”, manteniendo una pierna arriba del auto y
la otra debajo, y entre el furor de la calentura, sentí como una de aquellas
estocadas de verga traspaso accidentalmente mi culo, gritando de dolor que por
favor me la sacara de ahí… Solo que diciéndome este: “por favor mi amor…no te
quites”, me di cuenta que se trataba de otra persona y no del hombre esperado,
percatándome que debido a la terrible excitación por mí nunca experimentada, me
causó una grave confusión mental con el efecto de no buscar comprobar
fehacientemente que se tratara de mi amante, y entre el estupor y el miedo,
súbitamente fueron superados por la calentura previamente experimentada durante
aquel día, ya que el macho en cuestión se afianzaba de mis nalgas, dándome
“duro y duro” como un animal salvaje destrozando a su presa, mientras que yo
separaba mis nalgas con ambas manos gritando de la calentura, tratando de dar
cabida a la manguera aquella que atravesaba violentamente mi ano, logrando
albergar sólo la mitad de ella… El hombre pujaba y jadeaba empapado de sudor,
sosteniéndose de mis paradas nalgas, pero su gruesa verga se doblaba a mitad
del camino… inútilmente tratando de empalmarme hasta adentro, mientras yo me
auto acariciaba el clítoris tremendamente excitada debido a que en realidad me
estaba cogiendo un extraño…en cierto instante se despegó de mí, y volteándome
subió mi blusa extrayendo mis tetas del brassier, chupando y lamiendo mis
parados pezones, besándome en mi boca entreabierta, e introduciendo su lengua
hasta mi garganta, y cuando se retiraba me decía palabras de amor, a la vez que
su saliva caía dentro de mi boca; para esto mi cuerpo ya había experimentado varios
orgasmos, y recostándome en el asiento trasero de mi auto, y colocándose el
hombre mis muslos en sus hombros, me la introdujo de nuevo por mi desembocadura
intestinal, gritando yo de placer y dolor debido a que en esta ocasión si se me
fue hasta el fondo, rebotando nuestras caderas al chasquido de los golpes
debido al violento mete y saca… El hombre jadeaba muy fuerte y no terminaba,
mientras yo temía que llegase un auto o el guardia que hace rondas de vez en
cuando en una patrulla, cuando convulsó se sacudió encima y dentro mío,
eyaculando torrentes de leche. Antes de sacarla de mi trasero, me proporcionó
muchos besos en boca y cuello, haciendo que me agitara de nuevo por otros
pequeños orgasmos, y finalmente extrajo toda aquella verga de mi cola. Yo
permanecía de pie temblorosa, tanto del temor que en ese momento me invadía,
como de la intensa excitación como jamás antes había experimentado, con mis
faldas arremangadas a la cintura, dándome cuenta de ello, procediendo a bajarla
y buscar con mi vista mis coquetas bragas que yacían casi debajo del auto,
quizá pateadas accidentalmente en el fragor de la calentura cuando me las
bajara el hombre, mientras a su vez le ordenaba al individuo que no se acercara
a mí. El hombre retrocedió unos pasos, mientras ahora yo llorando de nervios me
puse mis pantaletas, dándome cuenta de que un extraño había eyaculado dentro de
mi sin condón, y me mi mente me decía que debía irme rápido a casa para aplicar
los paliativos médicos que se recomiendan para cuando existe ruptura de condón,
buscando mis llaves temblorosa, que se encontraban botadas en el piso trasero
del auto, las tomé y me fui a abrir la portezuela del chofer, cerrando mientras
tanto la puerta abierta en donde me habían propinado soberana “culeada”
instantes antes.
Me trepé
al auto, y encendiéndolo apliqué reversa,
quemando llanta, mientras el hombre intentaba darme un papel con lo que creo
era su teléfono y quizá su nombre escrito sosteniéndolo en una de sus manos,
mientras que, con la otra, pegaba levemente con la palma de su mano sobre la
ventanilla con el fin de que yo la bajara y tomara el papel. Al descender un
piso del estacionamiento, recordé que siempre llevaba en mi cajuela un
“neceser” con ropa interior limpia, y varios medicamentos, entre los que se encontraban
los empleados para en caso de tales accidentes, así como unas mini toallas
sanitarias, y sin pensarlo dos veces, me detuve y busqué el neceser. Una vez de
nuevo dentro del auto, pujé y me extrajé cuanto pude de mi floreado trasero sobre una toalla de baño limpia,
aplicando luego el medicamento con mis dedos lo más adentro que pude de mi
recto, colocando posteriormente entre mis calzones y el ano una mini toalla
para evitar escurrimientos y manchar tanto las bragas como el asiento del auto,
mientras hacía fila para pagar, no sé si alguien me habrá visto, pero nada me importó.
Así llegue a casa, en donde se encontraba mi amante con su esposa, y mi marido
angustiado quien me preguntaba que en donde había estado por no tener respuesta
telefónica, mientras que mi amante me interrogaba alzando la voz visiblemente
molesto, preguntando si acaso no había yo recibido sus mensajes, y es que
durante el trayecto a nuestro supuesto encuentro, la misma excitación –al igual
que la grave confusión de personas- hizo que me olvidara de colocarlo en
timbre, y jamás me di cuenta. En ese mismo momento traté de recordar la imagen de mi cogedor furtivo, y me di cuenta de que
ni la ropa era parecida a la que me dijo mi amante que llevaría, y la gorra ni
al caso tampoco. La de aquella persona que me cogiera intensamente en mi auto
llevaba sobre su cabeza una gorra de una marca de autos (creo); y acerca de la
peluca acordada con mi amante y yo ¡nada! ni tampoco gafas negras... En ese
instante, me percaté que los mensajes en mi teléfono de parte de mi amante eran
para cancelar nuestra cita de aquella tarde, pero al no recibir respuesta de
parte mía, dijo que entro en pánico y vino a buscarme a casa… De tal manera yo
entre sollozos, habiendo ya bajado del inmenso avión emocional, les relaté a
los tres lo ocurrido, montando en cólera mi amante, quien dijo no creerme (ya
me encontraba yo en el mismo lugar de aquellas “mentirosas de las yohimbinas”),
por lo cual poniéndome de pie le dije “hasta aquí llegamos… retírate de aquí…”
quedando estupefacto, mientras que sentí en ese instante la manera como me
punzaba mi ano tremendamente embestido por el gran cuerno del hombre extraño
que me cogiera con tanto frenesí… ¡y me excite de nuevo! Cuando mi ahora ex
amante y su esposa se fueron de casa, yo fui directo al baño a pujar para
expulsar todo el posible resto de semen y el medicamento, y recordando la
intensidad de lo vivido en el estacionamiento, estando ahí sentada en el
escusado, me masturbé teniendo un fuerte orgasmo que me llevó a gritar de
placer, y acto seguido procedí a bañarme con agua fría, experimentando otro
orgasmo muy intenso, e igualmente sucedió en otras ocasiones cuando estando
sola evocaba el desmedido encuentro, procediendo a acariciarme como loca con mi
vibrador… Al tiempo, estando en un café revisando unos documentos de mi trabajo
con unos colegas, al retirarse estos, sorpresivamente se sentó cerca de mí un
hombre como de 36 a 40 años, y antes de que yo pudiese reaccionar, el individuo
procedió a saludarme. Por el timbre de la voz reconocí a la persona del
estacionamiento de aquella tormentosa noche de emociones intensas, mientras que
él pidiéndome que me tranquilizara, se identificó conmigo… La impresión
inusitada que me ocasionaba tal encuentro en ese momento con esta persona de
nuevo, y dadas las circunstancias de la manera como nos habíamos conocido
antes, me provocaban una mezcla de curiosidad, pero sobre todo no me dejaba de
“dar cierta pena” por mi comportamiento irrefrenable de hembra en celo que
había presentado en aquella ocasión. Conforme avanzaba la plática, me fui
relajando (y el también porque al principio lucia muy nervioso), comentándome
que me había localizado casualmente una vez cuando yo iba con mi esposo al cine
en la misma plaza en donde me encontraba ahora, y también en donde casualmente
se localizaba el super de nuestro encuentro accidental, procediendo a seguirme
hasta saber el lugar de mi oficina. Una de las cosas que más alivio nos dio a
los dos, es cuando este hombre me demostrara mediante exámenes de laboratorio,
la ausencia de padecimientos transmisibles: “Me los hice para que cuando nos
conociéramos, usted viera que soy un hombre sano y limpio” me dijo sonriendo
amablemente. Ninguno de los dos fue capaz de olvidar la tremenda intensidad
erótica del encuentro de aquella noche de calor intenso en el
estacionamiento…De ahí nació una nueva relación con diferentes aventuras
sexuales.
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