Tuesday, September 18, 2018

UN ENCUENTRO SEXUAL ACCIDENTAL



Por Sandra Rosalía

Tijuana Baja California México

 Septiembre del 2018.


Esa tarde sostuve una plática por teléfono con el hombre con quien entonces yo mantenía una relación de pareja, a la vez que la esposa de este señor, durante ese mismo tiempo, hacía lo propio con mi marido. En cuanto a este hombre se refiere, el insistía constantemente en que realizáramos cierta fantasía sexual juntos, que le provocaba mucho placer, y que de sólo evocarla cuando estábamos juntos, lo llevaba a poseerme como desquiciado. La fantasía se trataba de encontrarme en algún lugar público al cual él iría a buscarme disfrazado para parecer una persona desconocida, abordándome posteriormente con el fin de tener sexo conmigo, de acuerdo a las siguientes circunstancias: Se planeaba que yo llevara una falda corta y procediera a empinarme lo más posible en ciertos sitios públicos en donde casi no hubiesen personas, y darle “flashazos” mostrándole mis pantaletas, así como mis medias con liguero, además de tocarme yo discretamente mis nalgas introduciendo mi mano debajo de la falda y por arriba de los calzones cuando nadie o escasas personas nos pudiesen ver; así como por enfrente también, sobando mi clítoris levemente; mientras que él me seguiría a prudente distancia, hasta que después de un rato yo saliera del lugar; llegando finalmente a mi auto, el cual yo estacionaría para tal fin lo más lejos posible, evitando con ello a posibles personas ajenas que pudiesen interrumpir con su presencia dicho juego, y en donde él me abordaría sexualmente sin darme mayor tiempo a negarme, como un extraño que no pudiese evitar la excitación de lo visto, siendo arrastrado a poseerme. Por diferentes razones, nunca me había decidido a llevar a cabo este juego, quizá por el tipo de hombre que me lo solicitaba en ese entonces, alguien que no lograba despertar aquella fibra sensitiva necesaria para la explosión de un deseo incontenible, o quizá también porque la rutina de la relación ya estaba acabando con ella; o porque no se habían conjugado los factores necesarios para ello. Sólo que, durante aquella tarde calurosa, un extraño ardor invadió mis genitales, subiendo hasta mi mente, despertando la inquietud por realizar aquella fantasía anhelada durante todo ese tiempo de parte de aquel hombre. De tal manera, realicé una llamada telefónica, llegando con él al acuerdo de que este llevaría cierta ropa por medio de la cual me fuera fácil reconocerlo, incluyendo una gorra de beisbol de sus adorados Yankees de Nueva York, gafas oscuras y una peluca tipo “los Beatles” de la época de aquella famosa banda. Tuve un largo baño de burbujas, practicando el autoerotismo hasta obtener varios orgasmos y al salir, escogí una pantaleta transparente de color rosa, con bordes negros, colocándome una falda de vuelo, que eventualmente se llegaba a alzar con el aire cuando yo caminaba, sin que aquella excitante tarde yo realizara esfuerzo alguno por contenerla, tal pareciera que la sedosa falda invitara con su ocasional vuelo a los hombres a ver mis nalgas, lo cual debido al subyugador ardor que me invadía, yo le permitía a la falda volar libremente. Debajo de mis bragas, portaba un liguero negro de tres ligas en cada lado, con broches de metal, que sostenían el encaje amplio de las medias negras de lycra que portaba, muy suaves al tacto y que debido a ser de este material las medias, estas se fijaban fuertemente a la parte más alta y gruesa de mis muslos, por lo cual el liguero representaba más bien una prenda de incitación erótica, mientras que ante los eventuales levantamientos de la falda por el aire cuando caminaba rumbo al supermercado que previamente había elegido para nuestro juego con aquel amante que les cuento, escuchaba silbidos a mis espaldas, al caminar hacia este. Mientras conducía mi auto rumbo a la cita, con la frescura del aire acondicionado operando, el cual yo sentía recorrer mis piernas, nalgas y clítoris, a la vez que me estremecía suavemente al escuchar en la voz de Manoella Torres, la melodía “acaríciame” que dadas las circunstancias de la aventura aquella, quedaba “ad hoc”, aunque en este caso, mi amante ya fuera conocido ampliamente por mi persona, y que por lo mismo, debo admitir que en ese momento, tal hecho le restaba cierta emoción al juego erótico.

 Me estacioné lo más lejos que pude en el último piso del enorme centro comercial, en donde de hecho, no se encontraban autos estacionados en los 10 cajones aledaños, mismo lugar en el cual ya antes mi esposo y yo habíamos jugado al “dogging” (mostrarnos de auto a auto sosteniendo relaciones sexuales cada uno con su pareja), con otras tres parejas, por eso fue por lo que lo elegí para aquella noche. Cuando caminaba rumbo al super, el viento jugaba con mi falda alcanzando a elevarla en dos o tres ocasiones hasta mi espalda, acariciando de paso mis nalgas y muslos, exponiendo sin pena mis bragas trasparentes a la vista de los que esa tarde tuvieron el acierto de pasar cerca… Al llegar al interior del mercado, sentía un atrevimiento inconmensurable que me recorría internamente, y me hacía voltear a ver a los hombres que pasaban cerca de mí, este arrebato sexual que yo sentía, era similar a lo que se contaba en aquella leyenda urbana que escuchaba de niña, cuando las mujeres mayores les decían a las chicas adolescentes que se cuidaran de aquellos hombres malvados, quienes subrepticiamente eran capaces de “echarles yohimbinas” en las bebidas para que estas jóvenes se calentaran sobremanera y terminaran con una fiebre genital incontenible, dándoles las nalgas a estos depredadores quienes así abusaban sexualmente de ellas, y era de causar risa debido a que algunas de aquellas chamacas y algunas no tan chamacas quienes llegaban a salir embarazadas, alegaban haber sido víctimas de la nefasta “yohimbina” empleada en veterinaria para las vacas.
Recuerdo que cierta vecina cuyo cuento de hadas a este respecto yo escuchaba cuando niña, aseguraba al marido haber sido poseída por varios hombres que la habían obligado a ello, despertándole el deseo arrollador a través de aquella droga…en fin. Del tamaño excitante de los mitos en torno a esta prodigiosa droga, era la quemante necesidad que yo concebía de ser cogida en ese momento por quien fuera en aquel super…La espera de mi amante se me hacía imposible, mientras que dentro del carrito del mandado, yo depositaba lo que fuera, cuando al fin, a lo lejos distinguí al tan ansiado hombre, y sin pensarlo dos veces, me agaché tocándome la punta de los zapatos para enseñarle todas las nalgas envueltas en mi sutil prenda rosa, también mis medias y el excitante liguero de tres ligas. Deambulé disimuladamente entre los pasillos, y sin voltear a verlo directamente, sabía que mis nalgas se encontraban expuestas a su lasciva mirada, subiéndome cautelosamente con una mano la falda ampona, mostrándole mi erótico liguero de tres tirantes por nalga, fingiendo acomodar una de mis medias, hasta que semi oculta de miradas extrañas, di paso a frotar mi clítoris, entrecerrando los ojos, mientras que mis aletas nasales se dilataban cual coneja en celo, e invitando con ello a mi amante a seguirme; cabe hacer notar que a duras penas fui capaz de contener mi deseo de continuar con aquel frenético masaje genital. Lo mismo hice con mis nalgas y tetas, a la vez mortificada por las cámaras de seguridad, por lo cual di paso a irme a las cajas a pagar para llevarme mi mandado e irme al auto, en donde ya deseaba meterme para que me cogiera fuertemente mi amado. Mientras dirigía mis pisadas rumbo al auto, que se encontraba como ya señalé líneas arriba lejos del elevador, mis tacones resonaban en el cemento por la poca gente en ese último piso, mientras intuía a mi hombre unos pasos detrás, ya que en el amplio elevador, cuando nos subimos varias personas a este, el hombre pidiendo permiso a los ahí presentes, se situó detrás mío, a la vez que yo empujaba levemente mis nalgas hacia su pierna, sintiendo como su mano me acariciaba el borde de la media, llegando en un momento hasta el socavón entre las nalgas, causándome un jadeo casi incontenible cual perrita cansada. De tal manera que, al bajar del elevador, me alejé caminando a mi auto de las otras personas quienes también se bajaron en ese último piso, pero cuyos autos estaban más cerca comparados con el mío. Al abrir la cajuela mecánica de mi auto con el control de la llave, me empiné de nalgas exageradamente con el fin de colocar las bolsas dentro de ella, y en ese sublime instante, al fin lo sentí untado a mis nalgas, con aquel firme garrote parado, y causa de tantos orgasmos anteriores en mi persona…Mis bragas se llenaron de agua vaginal, empapándolas y empecé a agitarme por un orgasmo que se acercaba, y que parecía ser bastante violento; mientras que yo no sabía si lograría mitigar los gritos de placer. Mi amante tiró levemente de mi abundante cabellera hacia él, besando mi cuello, casi “chupeteándolo” por lo cual hube de contenerlo para evitar las marcas que estos dejan, a la vez que escudriñaba con lo limitado de mi vista debido a mi posición, aquel entorno para evitar a algún mirón furtivo que pudiese arruinar el juego, mientras que mi amante me condujo al auto, y al abrir la puerta de atrás, me empujó con cierta fuerza, introduciendo su rostro entre mis nalgas aspirando como una abeja el néctar de una flor…En ese instante me sacudió un orgasmo y grite ¡intensamente! Me tiro la pantaleta hacia abajo rápido, y quitándomelas totalmente, ayudándole yo con movimientos de piernas, me embestía con su verga por detrás salvajemente, dándome picones que aterrizaban en varias partes: en mis nalgas, mis muslos etc.… etc.… estando yo “empinada de culo”, manteniendo una pierna arriba del auto y la otra debajo, y entre el furor de la calentura, sentí como una de aquellas estocadas de verga traspaso accidentalmente mi culo, gritando de dolor que por favor me la sacara de ahí… Solo que diciéndome este: “por favor mi amor…no te quites”, me di cuenta que se trataba de otra persona y no del hombre esperado, percatándome que debido a la terrible excitación por mí nunca experimentada, me causó una grave confusión mental con el efecto de no buscar comprobar fehacientemente que se tratara de mi amante, y entre el estupor y el miedo, súbitamente fueron superados por la calentura previamente experimentada durante aquel día, ya que el macho en cuestión se afianzaba de mis nalgas, dándome “duro y duro” como un animal salvaje destrozando a su presa, mientras que yo separaba mis nalgas con ambas manos gritando de la calentura, tratando de dar cabida a la manguera aquella que atravesaba violentamente mi ano, logrando albergar sólo la mitad de ella… El hombre pujaba y jadeaba empapado de sudor, sosteniéndose de mis paradas nalgas, pero su gruesa verga se doblaba a mitad del camino… inútilmente tratando de empalmarme hasta adentro, mientras yo me auto acariciaba el clítoris tremendamente excitada debido a que en realidad me estaba cogiendo un extraño…en cierto instante se despegó de mí, y volteándome subió mi blusa extrayendo mis tetas del brassier, chupando y lamiendo mis parados pezones, besándome en mi boca entreabierta, e introduciendo su lengua hasta mi garganta, y cuando se retiraba me decía palabras de amor, a la vez que su saliva caía dentro de mi boca; para esto mi cuerpo ya había experimentado varios orgasmos, y recostándome en el asiento trasero de mi auto, y colocándose el hombre mis muslos en sus hombros, me la introdujo de nuevo por mi desembocadura intestinal, gritando yo de placer y dolor debido a que en esta ocasión si se me fue hasta el fondo, rebotando nuestras caderas al chasquido de los golpes debido al violento mete y saca… El hombre jadeaba muy fuerte y no terminaba, mientras yo temía que llegase un auto o el guardia que hace rondas de vez en cuando en una patrulla, cuando convulsó se sacudió encima y dentro mío, eyaculando torrentes de leche. Antes de sacarla de mi trasero, me proporcionó muchos besos en boca y cuello, haciendo que me agitara de nuevo por otros pequeños orgasmos, y finalmente extrajo toda aquella verga de mi cola. Yo permanecía de pie temblorosa, tanto del temor que en ese momento me invadía, como de la intensa excitación como jamás antes había experimentado, con mis faldas arremangadas a la cintura, dándome cuenta de ello, procediendo a bajarla y buscar con mi vista mis coquetas bragas que yacían casi debajo del auto, quizá pateadas accidentalmente en el fragor de la calentura cuando me las bajara el hombre, mientras a su vez le ordenaba al individuo que no se acercara a mí. El hombre retrocedió unos pasos, mientras ahora yo llorando de nervios me puse mis pantaletas, dándome cuenta de que un extraño había eyaculado dentro de mi sin condón, y me mi mente me decía que debía irme rápido a casa para aplicar los paliativos médicos que se recomiendan para cuando existe ruptura de condón, buscando mis llaves temblorosa, que se encontraban botadas en el piso trasero del auto, las tomé y me fui a abrir la portezuela del chofer, cerrando mientras tanto la puerta abierta en donde me habían propinado soberana “culeada” instantes antes.
 Me trepé al auto, y encendiéndolo apliqué reversa, quemando llanta, mientras el hombre intentaba darme un papel con lo que creo era su teléfono y quizá su nombre escrito sosteniéndolo en una de sus manos, mientras que, con la otra, pegaba levemente con la palma de su mano sobre la ventanilla con el fin de que yo la bajara y tomara el papel. Al descender un piso del estacionamiento, recordé que siempre llevaba en mi cajuela un “neceser” con ropa interior limpia, y varios medicamentos, entre los que se encontraban los empleados para en caso de tales accidentes, así como unas mini toallas sanitarias, y sin pensarlo dos veces, me detuve y busqué el neceser. Una vez de nuevo dentro del auto, pujé y me extrajé cuanto pude de mi floreado trasero sobre una toalla de baño limpia, aplicando luego el medicamento con mis dedos lo más adentro que pude de mi recto, colocando posteriormente entre mis calzones y el ano una mini toalla para evitar escurrimientos y manchar tanto las bragas como el asiento del auto, mientras hacía fila para pagar, no sé si alguien me habrá visto, pero nada me importó. Así llegue a casa, en donde se encontraba mi amante con su esposa, y mi marido angustiado quien me preguntaba que en donde había estado por no tener respuesta telefónica, mientras que mi amante me interrogaba alzando la voz visiblemente molesto, preguntando si acaso no había yo recibido sus mensajes, y es que durante el trayecto a nuestro supuesto encuentro, la misma excitación –al igual que la grave confusión de personas- hizo que me olvidara de colocarlo en timbre, y jamás me di cuenta. En ese mismo momento traté de recordar la imagen de mi cogedor furtivo, y me di cuenta de que ni la ropa era parecida a la que me dijo mi amante que llevaría, y la gorra ni al caso tampoco. La de aquella persona que me cogiera intensamente en mi auto llevaba sobre su cabeza una gorra de una marca de autos (creo); y acerca de la peluca acordada con mi amante y yo ¡nada! ni tampoco gafas negras... En ese instante, me percaté que los mensajes en mi teléfono de parte de mi amante eran para cancelar nuestra cita de aquella tarde, pero al no recibir respuesta de parte mía, dijo que entro en pánico y vino a buscarme a casa… De tal manera yo entre sollozos, habiendo ya bajado del inmenso avión emocional, les relaté a los tres lo ocurrido, montando en cólera mi amante, quien dijo no creerme (ya me encontraba yo en el mismo lugar de aquellas “mentirosas de las yohimbinas”), por lo cual poniéndome de pie le dije “hasta aquí llegamos… retírate de aquí…” quedando estupefacto, mientras que sentí en ese instante la manera como me punzaba mi ano tremendamente embestido por el gran cuerno del hombre extraño que me cogiera con tanto frenesí… ¡y me excite de nuevo! Cuando mi ahora ex amante y su esposa se fueron de casa, yo fui directo al baño a pujar para expulsar todo el posible resto de semen y el medicamento, y recordando la intensidad de lo vivido en el estacionamiento, estando ahí sentada en el escusado, me masturbé teniendo un fuerte orgasmo que me llevó a gritar de placer, y acto seguido procedí a bañarme con agua fría, experimentando otro orgasmo muy intenso, e igualmente sucedió en otras ocasiones cuando estando sola evocaba el desmedido encuentro, procediendo a acariciarme como loca con mi vibrador… Al tiempo, estando en un café revisando unos documentos de mi trabajo con unos colegas, al retirarse estos, sorpresivamente se sentó cerca de mí un hombre como de 36 a 40 años, y antes de que yo pudiese reaccionar, el individuo procedió a saludarme. Por el timbre de la voz reconocí a la persona del estacionamiento de aquella tormentosa noche de emociones intensas, mientras que él pidiéndome que me tranquilizara, se identificó conmigo… La impresión inusitada que me ocasionaba tal encuentro en ese momento con esta persona de nuevo, y dadas las circunstancias de la manera como nos habíamos conocido antes, me provocaban una mezcla de curiosidad, pero sobre todo no me dejaba de “dar cierta pena” por mi comportamiento irrefrenable de hembra en celo que había presentado en aquella ocasión. Conforme avanzaba la plática, me fui relajando (y el también porque al principio lucia muy nervioso), comentándome que me había localizado casualmente una vez cuando yo iba con mi esposo al cine en la misma plaza en donde me encontraba ahora, y también en donde casualmente se localizaba el super de nuestro encuentro accidental, procediendo a seguirme hasta saber el lugar de mi oficina. Una de las cosas que más alivio nos dio a los dos, es cuando este hombre me demostrara mediante exámenes de laboratorio, la ausencia de padecimientos transmisibles: “Me los hice para que cuando nos conociéramos, usted viera que soy un hombre sano y limpio” me dijo sonriendo amablemente. Ninguno de los dos fue capaz de olvidar la tremenda intensidad erótica del encuentro de aquella noche de calor intenso en el estacionamiento…De ahí nació una nueva relación con diferentes aventuras sexuales.

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