Monday, October 29, 2018

Mi compadre disfruta de mis nenes



Por Punky Pow

No podía creer lo que veía y más por qué mi nena estaba disfrutando esa lengua experta de Román. La escena no me horrorizó sino que me llenó el cuerpo de una extraña y deliciosa sensación de placer.
Me llamo Elmer y tengo dos nenes, ella ( Pam) de 8 añitos y él (Gino) 2 años mayor. Soy viudo hace 2 años.
Desde entonces mi nena duerme en mi habitación, a pesar de tener la suya. Mi nena es una princesa hermosa, delgada, tez blanca, unos ojos café oscuro intenso y sus nalguitas igual de grandes que las de su madre.
Soy ingeniero químico y trabajo en una dependencia local, casi todo el día estoy en la oficina y el espacio que le dedico a mis hijos es o muy temprano o ya muy tarde.
A mi nena es a la que más cuido, en las noches duermo abrazado a ella.
Un día poco antes de cenar, tocaron a la puerta y apareció mi compadre Román , él era un tipo de treinta años, cuerpo atlético y soltero. Media un metro ochenta y era un tipo bien parecido, le encantaba andar cogiendo, eso explicaba por qué no se hubiera querido casar todavía.
Me pareció extraña la visita pero a la vez me llenó de agrado, ya que no muy seguido lo veía.
Cenamos y nos pusimos al día y fue cuando me pidió apoyo para quedarse unos días en casa.
Al principio no me gustó la idea pero los niños se veían emocionados de tener visitas.
Lo instalé en la habitación de Gino. Pasaron un par de semanas y Román seguía en casa, a los niños se les veía contentos.
Una noche sentí que Pam, en la madrugada salía al baño, no presté atención y seguí durmiendo, pero mi subconsciente se quedó pensando que mi nena las últimas noches salía en las madrugadas al baño y se tardaba en regresar, finalmente desperté inquieto y esperé a que mi nena regresará, no lo hizo y salí de la recámara a buscarla.
Salí sin hacer ruido, sólo quería saber qué hacía mi nena, para poder arreglarlo, la busque en el baño de la planta alta y no estaba, baje un par de escalones y Mis ojos se abrieron a más no poder ya que no podía creer lo que veía y más por qué mi nena estaba disfrutando.
Sobre la mesa de centro de la sala estaba Pam acostada, con su batuta de dormir alzada hasta el cuello y totalmente encuerada, no se movía, y en medio de las penumbras tampoco distinguía que estaba haciendo, hasta que de pronto apareció Román, completamente desnudo y con su enorme verga erecta, no podía pensar sólo veía la escena y me quedé paralizado.
Román se acercó a mi Pam, a mi nenita y se hincó, abrió las piernas de mi nena que cooperaba gustosa y sin hacer más espectáculo empezó a chupar la panochita de mi princesa. Entre lo que podía distinguir y lo que sabía de Román, esa lengua experta de Román le estaba dando el mejor sexo oral a mi nena. En ratos alzaba un poco la cabeza Román y después volvía a probar los placeres de esa vagina que hasta ese momento para mí era desconocida.
Mi nena por su parte sólo daba pequeños gemidos, y en momento soltaba unas pequeñas risitas, como de complicidad.
La escena no me horrorizo sino que me llenó el cuerpo de una extraña y deliciosa sensación de placer. No podía concebir que Román estuviera teniendo sexo con mi Pam.
De pronto Román enciende la luz de su celular y la coloca de tal forma que se ilumina la vagina de mi nena, la tenía sin un sólo vello, rosadita, y súper lubricada con saliva por el tiempo que Román estuvo haciendo sexo oral, en ese momento fue cuando Román acercó uno de sus dedos y se lo introdujo suave y lentamente en la vagina a mi nena, acercó su cara a la vagina y cuando sacaba el dedo lo metía a su boca , para lubricarlo más supongo, y después lo volvió a introducir delicadamente, en momento sacaba el dedo y volvía a introducir su lengua.
Yo para ese momento estaba más que duró de la verga, el morbo de ver la escena me había puesto cachondo sin pensarlo.
Pero no le di importancia y seguí observando sigilosamente la escena.
Después de unos minutos en que Román siguió, se frotó la verga con algo que parecía ser lubricantes, mi nena seguía tranquila recostada sobre la mesa, sólo en momento levantaba la cabeza y volteaba a ver a Román, quien le acariciaba leve entre sus pezones y después ella se dejaba tocar sin mayor miramiento.
Román acerco la verga. La apunta a la entrada de mi nena y yo sólo pensaba que con tremenda vega destrozaría a mi princesa.
Intentó introducir la cabeza pero al parecer los quejidos de mi nena no lo ayudaron así que decidió masturbar en la vagina de Pam.
Supongo que eran muchas las ganas que Román tenía de correrse que inmediatamente soltó un chorro que llegó a la cara de mi nena, y ella gustosa lo lamió de su sonrisa labios y lo trago, el resto de la copiosa venida Román la depositó en la vagina y estómago de mi nena.
Yo no podía creer lo que había visto, y cuando pensé que el espectáculo había terminado. Román ya con la polla semiflacida intenta meterla a la vagina de mi nena, logrando introducir sólo la cabeza pero mi nena creo se asustó y corrió al baño.
Me regresé a la recámara, aún con la vega tiesa, y termine masturbándome, pensando en cómo mi nena había disfrutado de, sexo oral. Al poco rato mi nena regresó a la cama me dio un beso y me dijo papi te amo.
Se durmió inmediatamente, al poco rato se escucharon unos pies descalzos que lentamente subían la escalera, era Román, que ya despechado regresaba a dormir.
Luego me levanté y mi nena seguía dormida, así que fui a tocar la puerta de la recámara de Gino, y al ver que nadie contestó, abrí la puerta, no encontré ni a Gino ni a mi compadre en la cama, y escuché correr el agua de la regadera, me acerqué silenciosamente y abrí un poco la puerta de, baño, y para mi sorpresa sólo estaba Román tomando una ducha, se transparentaba su figura sobre la cortina de baño, estaba dando la vuelta para irme cuando entra al baño mi nene y sin mayor miramiento le empieza a mamar la verga a Román.
Continuará…


MI SEGUNDA VEZ A LOS 13 EN UN CENTRO COMERCIAL



Por  Haruko 

Después pues de haber vuelto de la excursión en el bosque, cada que veía a Carlos o escuchaba su voz yo temblaba y se me ponía la piel chinita como de gallina, no sabía porque pero el solamente verlo de lejos o escucharlo me ponía nerviosa y mi rajita se ponía húmeda, al mismo tiempo que un calor me hacía ponerme roja de la cara.
Esto lógicamente no pasó inadvertido para mis amigas, las cuales ya sabían desde hacía tiempo que Carlos me gustaba mucho, siendo así que empezaron las típicas preguntas, porque no le dices que te gusta, yo solamente me agachaba y les decía que no empezaran y lo lógico ellas más adrede me decían, el colmo fue una vez que estando comiendo helado en una plaza comercial, llegaron Diego y Carlos, yo estaba comiendo mi helado pasándole la lengua cuando Carlos me saludó.
“Hola Sandy se ve rico tu helado me das una probadita” yo volteo a mirar y él sin dejarme responder le pasa la lengua al helado yo me le quedo mirando toda roja de la cara y por la sorpresa un poco de helado tenía en mi cara, Carlos me mira sonriendo y sin decir nada con su dedo lo recoge de mis labios y se lo lleva a la boca, “sabe más rico este que el del cono ha de ser por lo duce que son tus labios, bueno nos vemos me dio gusto saludarte y ver que estas bien” yo me puse más roja que un tomate, mis amigas se quedaron con la boca abierta mirándome y Carlos les dice “Cuídenmela bien porque ya saben que le gusta perderse nos vemos chicas guiñándoles un ojo” mis amigas sin perder tiempo le dijeron “Si nosotras te la cuidamos, aunque sería mejor que la cuidaras tú, eso la pondría más feliz” Carlos regresó y sentándose a mi lado me dice “eso es verdad Sandy, ya sabes que el día que ocupes yo te puedo cuidar como cuando estábamos en la primaria después de todo para eso son los amigos” esto lo dijo tomando mi mano donde estaba mi helado y pasando sus labios y lengua por mis dedos yo estaba temblando.
Cuando miré a ver a Carlos él me sonrió diciendo “ya está limpia tu manita ahora come tu heladito o te mancharas tu ropita, bueno chicas me retiro les encargo a la princesita va” mis amigas en coro le dijeron que si y como otra vez estaban por hacerle platica llego diego “hola niñas que tal sus helados” ellas lo saludaron y él me mira sonriendo, “a ti no te pregunto porque parece que estas un poquito malita, toda rojita de tu carita y temblando nena, pero si no te terminas tu helado se derretirá”, “Carlos ya vámonos tengo que regresar a mi casa temprano, además aquí no dejas a las nenas comer su helado por estar platicando y se puede manchar o mojar alguna solo por tu presencia, si es que no lo está ya” riendo mientras me miraba.
Yo apreté mis piernas y me puse más roja aun de la cara, Carlos le contesta “está bien, vámonos sólo quise pasar a saludar a mis pequeñas amiguitas de la primaria y a la princesita que siempre lleve de la mano hasta su castillito” sonriéndome “nos vemos Sandy disfruta tu helado, pasándole la lengua para comer otro poquito, que es muy dulce aunque no tanto como quien lo tiene guiñándome el ojito”
“Bueno nos vemos chicas y tu nena ve a que te revise un doctor porque creo que tienes calentura” dijo Diego.
Mis amigas se rieron y le dijeron “tal vez si tiene calentura” riéndose yo sólo me agaché apenada y Carlos se regresa y dándome un beso en la frente me dice “tranquila princesa no dejes que te molesten va, me alegro mucho verte tan alegre” yo en ese punto sentía que flotaba, además que el calor que sentía en mi rajita era tanto que sentía casi que me hacía pipi, sólo atiné a decir entre cortadamente, “gra-gracia, qu-que te va-valla bien” a lo que diego dijo riéndose “y a mí no quieres que me valla bien nena o porque la discriminación?”, Carlos le dijo que me dejara en paz y a mis amigas las regañó también “No la molesten cuando me valla se bien que les fue mal en los exámenes y solo quieren vengarse porque a ella le fue bien, así que no sean malas con ella recuerden que las conozco desde hace mucho y saben que ella no se defenderá porque las quiere mucho pero no abusen”.
“Está bien no la molestaremos más lo prometemos” sacando algunas la lengua, cuando se fueron Carlos y diego yo comencé a chupar mi helado porque se estaba derritiendo otra vez y a una de mis amigas se le ocurre decir, “Sandy a que sabe la lengua de Carlos te gusto su sabor” yo me atragante y me puse roja de la cara “to tonta yo como voy a saber eso”. Mis amigas se rieron mucho y Sofía una de mis amigas desde el kínder me dice “siempre que te decimos que nos dejes probar tus helados dices que no porque lo llenamos de babas y ahorita te lo estabas comiendo como si fuera el más rico helado del mundo sin importarte que Carlitos le pasara su lengua dos veces por eso te pregunto Sofía que a que sabía o será que ya la probaste sin el helado, princesita” soltando la carcajada todas al mismo tiempo.
Yo me le quedé viendo roja de a cara y sin responder me seguí comiendo mi helado a lo que ellas me dijeron “va a llorar la princesa ya no la molesten” terminé mi helado y les dije voy al baño, Sofía me dice “si princesa no sé cómo no te hiciste pipi con semejante lengua en tu helado y no olvides lavarte bien la frente por o del besito” yo sólo me giré y les saquee la lengua cosa que siempre hago. Desde más pequeña como señal de mi enojo y ellas más se reían.
Al llegar al baño y bajar mi pantaleta estaba toda mojada, cuando toqué pude ver que era la misma pipi pegajosa así que por más que limpié mis pantaletas no se secaban, así que mejor me las quité y las metí en mi carterita que llevaba, cuando termine de hacer pipí y me limpie sentí unos toquecitos tan ricos que volví a pasar mi mano por mi rajita, cerré los ojos y lo primero que vino a mi mente fue Carlos dándome el besito en la frente, eso me trajo los recuerdos de lo ocurrido en la excursión ese simple recuerdo hizo que la mente se me pusiera en blanco y mi cuerpo se pusiera tenso y saque mucha babita, me ocupe sujetar de la puerta para no caerme y morder mi labio para no gritar.
Salí después de un rato y después de lavarme bien las manos regresé a la mesa donde mis amigas me veían riéndose como tontas, “todo salió bien Sandy” me pregunto Sofía, “creímos que estarías llorando como la bebé que eres pero parece que la bebé ya sabe hacer cositas no aptas para su edad y tu carita roja lo demuestra” dijo entre risas lupita hermana de Sofía, no sé de qué hablan ya no molesten que no se me olvida aun lo que me hicieron hace rato dije con tono molesto y la cara roja pero más que de coraje de miedo y vergüenza de que ellas supieran algo.
Sofía les dijo que ya me dejaran en paz, todas se disculparon y se empezaron a reír diciendo que de seguro no podría dormir por lo que había pasado con Carlos, además está el otro chico que vino es guapo no les parece dijo lupita, si y sabe cómo hacer que Sandy se derrita de vergüenza aunque creo que ya lo habíamos visto de algún lado no creen, yo les dije quien Diego, ellas me miraron todas juntas y me dicen como sabes su nombre si no lo dijo o ya lo conocías de otro lado.
Es hermano de Wendy la niña que se cambió hace poquito a nuestro salón, a ella la escuche decir su nombre y además creo que es amigo de Claudia la hermana de Janeth, Sofía se empezó a reír y me dice “solo eso Sandy no olvidas decir lo más importante, es amigo de Carlos y por lógica ya sabes su nombre y de seguro ya habías platicado con él para saber más sobre tu terroncito de azúcar o como le decías en la primaria” yo me puse roja de la cara otra vez y lupita remato diciendo “si es cierto recuerdo cuando la llevamos a casa de mi abuelita y le dio el beso en el cachete a nuestro primito, desde hace mucho que lo acosa la princesita así le dice Carlos a la bebé que no”
Yo me quedé callada eso si con la cara roja entre coraje y pena, Sofía al ver que me empezaban a salir lágrimas de coraje les dijo “ya no sean sangronas, ya se les paso la mano, Sandy discúlpanos” yo sólo sonreí y les dije bueno me acordé que tengo algo que hacer las veo luego chicas, me di media vuelta y me marché de ahí, apenas salí del local corrí lo más rápido que pude sin mirar siquiera por donde iba, hasta que choque con alguien cayendo al piso de sentaderas, quedando con las piernas abiertas, “porque no te fijas por donde corres perrita linda, veo que sigues siendo tan curiosita como la otra vez, y tú rajita tan linda como la recordaba”, yo abrí los ojos y frente a mi estaban Carlos y Diego, “porque corres como loca y sin pantaletas he putita acaso tanto te calentó vernos con tus amigas?” Diego se reía mientras me decía eso, yo cerré las piernas y me tapee apenada.
Carlos se acerca y dándome la mano me dice “hoy iré a casa de mis padrinos y espero que estés muy linda porque mis padres y los tuyos irán a una cena cerca de la feria, como tú no puedes entrar mi padrino me pidió que te cuidara mientras ellos cenan así que esta noche tu y yo jugaremos otra vez, pero sólo nosotros a este pobre no lo dejaran ir porque su hermanita está castigada y él la cuidara, así que como premio de consolación jugara contigo un ratito aquí espero que no te moleste” cuando me dijo esto último me acaricio la cara y yo solo atine a decir que estaba bien.
Diego le dijo a Carlos “oye no olvidas algo, aunque creo que no será posible porque la putita no trae calzoncitos” Carlos dijo “es verdad Sandy linda le prometí a Diego que lo dejaría quedarse con tu ropita interior la próxima vez, pero no tendrás de casualidad tus calzoncitos guardados o de verdad saliste así sin nada abajo, eso sí me sorprendería mucho porque desde que te conozco sé que siempre te pones en juego el corpiño y las pantaletas”, yo me puse roja y le dije que si las traía en la bolsa, Diego sin decir nada me quito la bolsa y sacándolas las olio de donde estaban húmedas, luego me las puso así como estaban diciéndome “de seguro te mojaste como la putita que eres verdad Sandy, pero sabes está bien para mi mientras más aroma a ti tengan será mucho mejor pero ahora vamos a jugar a ese local que están reconstruyendo ahí nadie nos molestara y Carlos cuidara que nadie nos interrumpa verdad amigo”, Carlos Sonriendo le respondió “Claro que sí, pero recuerda nada de golpes en la carita o en ningún lado, además no ocupo decirte que su culito es sólo mío”.
Diego sonriendo me toma de la mano y me lleva con él hacia el local que decían, apenas habíamos cruzado la cortina cuando escucho la voz de Sofía preguntándole a Carlos “oye primo no viste a Sandy por aquí, estábamos molestándola un poquito pero creo que se nos pasó la mano y salió corriendo, ya las demás están apuradas es la primer vez que viene a esta plaza comercial y de seguro no sabrá como regresar a su casa” Carlos se escuchó enojado y le dijo “Mas les vale a ustedes que no le pase nada a la princesa, sabes de ante mano que Mis padrinos la dejaron venir con ustedes solo porque yo se los pedí, además no se supone que son sus amigas, porque la molestan tanto son unas envidiosas que solo les encanta hacerla enojar, desde que mis padrinos se mudaron aquí ustedes se suponía la cuidarían después de todo son primas por parte de mi madrina no lo olviden, ahora búsquenla en las otras secciones de la plaza comercial, yo la buscare en esta zona nos vemos en 1 hora en el puesto de helados”.
Diego me dice al oído “Qué te pasa putita, ni siquiera opusiste resistencia a que te dejara así encueradita, mira que sí que saliste golosita” yo miré mi cuerpo y estaba totalmente desnuda, ni sentí cuando me quitó las calcetas, Diego se acerca y me dice ya sabes que tendremos una hora para jugar así que aquí voy, diciendo esto me metió de un sólo empujón su pene yo casi grito pero él me tapó la boca con mis pantaletas, Diego inició un mete saca muy violento, luego más suave, así me tuvo unos cinco minutos y me dice “sabes Sandy, te daré un paseo por la plaza así como estas, veras que linda vista se tiene desde aquí, esta es la única entrada para acceder al segundo nivel y casualmente hoy no vienen los vigilantes, lo sé bien porque son los hermanos de unos amigos míos por eso tengo las llaves y tú serás la primer nena que viene aquí”, me llevó así con su pene metido hasta lo más profundo de mi rajita; yo cada que Diego caminaba sentía como que me caía así que lo abracé de su cuello y el riendo puso sus manos en mi culito, subiéndome y bajándome suavemente, camino un buen ratito y me dice “Mira bebé tus amigas están justo bajo nosotros” .
Yo solté su cuello para mirar y el aprovechando eso me giro sin sacar su pene de mi rajita yo sentí como entraba más y suspiré, Diego se rio y me dice “Sandy, Sandy que nena tan cachonda eres ahora si ya no me contendré hare que tus gemidos los oigan tus amigas” sin decir más empezó a meter y sacar violentamente su pene yo por más que quise me empecé a quejar y creo que si se escuchó porque mis amigas y algunas personas empezaron a mirar a todos lados, luego Diego mordiendo mi oreja me dice “servida la bebita aquí va su lechita” sentí como si me quemara por dentro al primer chorro de Diego fue tanto que terminé viendo blanco y suspirando me quejé tan fuerte de lo rico que se sintió, que la verdad no me importó que me escucharan, Diego se empezó a reír y sin importarle nada me sacó su pene dejándome en el piso tirada, luego me embarró su lechita por todo mi cuerpo y me dijo. “Sandy te espero donde Carlos, por cierto si te tardas mucho me llevaré tu ropa hasta la banca y tendrás que salir por ella así como estas”, marchándose y dejándome así tirada sin poder moverme.
Pasarían unos cinco minutos que me quedé acostada y al hincarme para ponerme de pie, sentí como salía la lechita; así le había dicho Diego, cuando quise caminar sentí toques pues mi pierna rosaba mi frijolito (así le decía al clítoris antes), el caso que tarde como 10 minutos en llegar a donde había estado con Diego, pero él no estaba, miré al rededor y no había nada, ni mis zapatos, ni mi ropa, me asomé a la banca y ahí estaban Carlos y Diego platicando como si nada, Diego miró a la puerta del local y sonriendo me dice “ya te despertaste bebé, pues ya te había dicho ven aquí están tus cositas, riéndose mientras levantaba mi blusa y mi falda, yo mire a Carlos y el sonriendo se encogió de brazos y me dijo “si ya te lo habían advertido yo no puedo hacer nada, tendrás que venir por ellos Sandy”, yo hice una mueca y les saquee la lengua a lo que Carlos se me queda viendo y camina hacia mí.
Yo me quedé mirando y me dice “¿Porque me sacas la lengua?, acaso tu mamá no te dice que cuando las niñas se portan mal los mayores las tienen que castigar, ahora veras, dándome un jalón me puso sobre sus rodillas y empezó a darme nalgadas, la verdad me dolían muchísimo más que las de Diego pero al mismo tiempo me gustaba como Carlos me frotaba mi colita, después de cinco minutos vi como estrellitas y me hice pipi, Carlos salió riéndose y me dijo “más te vale que vengas pronto por tu ropa o me la llevaré a la entrada con Sofía” sollozando salí con mi colita toda roja y Diego se estaba riendo, cuando me puse la falda y la blusa, le dije que si me regresaba mis pantaletas y él se ríe diciéndome “estas son mías putita ahora ya vámonos que ya paso la hora, agarrando y apretando mi colita, yo grité al sentir su mano” Carlos miró y riendo le dijo “ya deja a mi noviecita en paz quieres”, me paso el brazo por el cuello y me jaló hacia él, yo me puse roja de la cara y me abrace a su cintura.
Caminamos así todo el trayecto hasta llegar a la entrada, Sofía y la demás estaban con los ojos llorosos y me pidieron perdón pero Carlos les dijo “momentito, ustedes fueron las culpables de que esta princesita se perdiera y estuviera llorando, además tuve que pedirle ayuda a mi amigo Diego para encontrarla, lo más justo es que la recompensen y a mí también por salvarlas de una regañada y un buen castigo no creen” Sofía le dijo “bien primo que propones para que no le digas a nuestros padres que la perdimos. Carlos sonrió y le dijo “Hoy cuidaran a Gisel toda la noche por mí, así voy a poder estar libre y llevar a la princesita a la feria sin que la mocosa este fastidiándola como diario, que les parece la idea”
Ellas se empezaron a reír y me miraban, yo me puse roja como tomate y Sofía dice “bien eso sería lo justo además la princesa no se podrá quejar de su premio de consolación, aunque espero no le de fiebre o insomnio por lo que acabas de decir primito”, todas se rieron y Diego suspirando le dice a Carlos “aaaaa, sabes viejo estas niñas son tan malas e infantiles como mi hermanita, la diferencia que Wendy si entiende cuando le dices que deje de molestar, no fueron sus burlas las que hicieron que esta nena se fuera? qué bueno que son tus amigas niña porque si así de crueles son como amigas imagínate como seria tu vida con estas de enemigas, yo me largo a mi casa, te veo luego Carlos, y nena un gusto conocerte, fue divertido platicar contigo hasta luego Sandy, por cierto si te siguen molestando deberías decirle a sus padres chiao”, dándome un beso en la frente.
Carlos le dijo “gracias por la ayuda y perdona por las molestias, descuida yo la cuidaré para que la dejen en paz verdad princesa” cerrando un ojo mientras me sonreía, yo estaba temblando y toda roja, las demás se quedaron calladas y no dijeron nada más, “bien chicas vamos a casa” dijo Sofía algo seria, Carlos me llevó así abrazada y las demás iban riéndose, “bueno hasta aquí te dejaré por ahora princesa, Sofía y las demás te acompañaran a casa sin molestarte o ya verán, te veo más tarde” dándome un besito casi en los labios, yo me puse como tomate de roja y balbuceando le dije gra-cias por encontrarme, él sonriendo me dice “Un placer Princesa y ustedes déjenla en paz o de verdad le diré a sus padres que la molestan, te la encargo Sofía”.
Sofía sonriendo le dice “claro primito si ya es como de la familia, después de todo es nuestra primita más chica”, de regreso a casa Sofía se me acerca y me dice “Sandy, primero quiero pedirte perdón por ser tan malas contigo, no sabíamos que te enojarías tanto, aunque no podrás quejarte saliste ganando, sólo quiero que me digas donde te escondiste, porque no sé cómo decirte hueles raro, como a pescadito o algo así del cabello”, yo le dije que había salido frente a una tienda de pescado y que al pasar me habían mojado con el agua que le ponen a los peces ella sonriendo me dice “eso creí, más te vale que llegando te metas a bañar o mi tía te hará mil preguntas y de seguro te regañan o te castigan para que no salgas hoy, además por la ropa que usaras no te apures yo te regalaré un vestido para este día tan especial, así que promete que te divertirás y me contaras todo va”.


Pequeña guía para sodomizar dando placer a una mujer reticente a los placeres anales




Por Kalusbue

Hay muchas mujeres que con sólo pedirles su culo te miran como si fueras un monstruo.
Eso con suerte, puesto que una gran cantidad de ellas aprovechan para tacharte de homosexual o desviado, e incluso te amenazan con divulgar en el círculo de amistades tus tendencias sodomitas. Si te importa un pito tal tipo de contraataque las excusas que le suceden para reservarse el agujero se pueden resumir en tres grandes :

- "Que ese agujero no se hizo para eso. Que es un agujero de salida y no de entrada"
- "Que es doloroso"
- "Que para tu pene se hizo mi vagina, no mi ano".
- "Que es sucio".

La verdad es que a menudo debes lidiar con anos que no fueron desvirgados de forma correcta. Hay mucho bestia por ahí suelto que las penetraron sin lubricante y hundiendo la polla hasta los huevos a la manera de esos coches que pasan de cero a cien en 5 segundos. Penetradas de tan salvaje manera las mujeres se conjuran para no volver a dar el culo a nadie. Otras en cambio se dejan con resignación, como si fuera el ineludible colofón al acto sexual. Ellos se lo pasan muy bien pero ellas o bien sufren en silencio o bien, con suerte, sufren las acometidas sin dolor pero sin placer.
Hay muchas técnicas para penetrar analmente consiguiendo que tu pareja se lo pase tan bien como tú. Os voy a explicar la mía que requiere mucha paciencia - no es para encuentros de una sola noche - pero que suele funcionar bastante bien con aquellas mujeres que nunca han practicado el sexo anal o bien se muestran muy reticentes al mismo. La he ido perfeccionando a lo largo de los años, así que hay mucho de prueba-fallo en esta técnica hasta que di con las teclas correctas.
En primer lugar debemos utilizar su trasero en los prolegómenos. Cada vez que follemos debemos acariciar sus nalgas, abrirlas, decirle lo mucho que te pone su culo y lo bonito que lo tiene (aunque no sea cierto del todo), recostar tu cabeza sobre el mismo, pellizcarlo cuando os encontréis por la casa, levantarle las faldas y besarlo...vamos, lo que se os ocurra. En esta primera fase nada de poner la polla en la puerta ni tocar el agujero, ella debe sentir que su culo es importante en tu excitación. Si lo hacéis bien ellas mismas se darán la vuelta en la cama para que les toquéis el bollito desde atrás o se pondrán tangas o bragas sugerentes.
El siguiente paso es más delicado y consiste en comprobar si se siente incómoda con su orificio. Cuando le acariciéis el culo o la masturbéis desde atrás es normal que rocéis el ano de forma casual. El orificio anal está rodeado de terminaciones nerviosas que pueden proporcionar placer o causar dolor dependiendo de cómo las estimules. Ante un roce casual las féminas suelen reaccionar con un estremecimiento : hay algo de sorpresa al encontrar una mano o un dedo que no es el suyo en esa zona pero también cierto placer. Sólo las muy reprimidas pueden reaccionar con indignación o prohibiendo futuras exploraciones por muy "accidentales" que parezcan. Si tiene una reacción positiva - se estremece de placer o deja escapar un gemido - entonces podéis ser más atrevidos y circunvalar su ano con la punta de la lengua o acariciarlo con suavidad. Este es un momento crítico porque ella puede ponerse tensa pensando que quieres ir "más allá", así que se debe actuar como si sólo fuera parte del prolegómeno o de las caricias post orgasmo.
Con una novia que tuve practicaba un ritual alrededor del ano que a ella le encantaba aunque nunca lo declaró abiertamente. Cada vez que nos encontrábamos la llevaba al baño, la duchaba y luego la sentaba en el borde de la bañera para afeitarle el coño, por muy depilado que estuviera. A mi novia le encantaba que la obligara a abrirse bien de piernas, sentarse con la parte posterior del culo para mostrar la raja en toda su extensión y sentir como le abría los labios con mis dedos para eliminar todo el vello de forma meticulosa. Pasaba delicadamente la cuchilla sobre el capuchón del clítoris con la asepsia de una peluquera mientras ella enrojecía de placer. Pero lo que ella esperaba de verdad era cuando le hacía dar la vuelta apoyándose con las manos en el borde de la bañera mientras se abría de piernas mostrando su bollito en toda su gloria. Le decía que también le iba a depilar los alrededores del ano pero tanto mi novia como yo sabíamos que allí no había pelo alguno. Así que le quitaba la hoja a la cuchilla y la pasaba lentamente sobre las suaves y marronosas arrugas del ano mientras el agujero se contría de puro placer y ella emitía gemiditos muy sensuales. A veces pasaba el dedo para eliminar un pelo imaginario para que temblara de placer. Cuando la llevaba a la cama estaba deseando que la sodomizara mientras se recostaba de lado y se doblaba para adoptar una posición casi fetal. Estaba su recto tan caliente, su esfínter tan abierto y se movía con tanta fuerza para auto clavársela hasta el fondo que no podía contenerme más de cinco minutos antes de regar sus entrañas con un buen chorro de semen.
El siguiente paso es asociar el culo con el placer. Mi técnica consiste en practicar un buen cunnilingus descapullando el clítoris con los dedos de la mano o si esto no es posible colocando la mano plana sobre el pubis y tirando hacia arriba para que éste resalte. Mojáis el dedo meñique o índice en la vagina y suavemente lo bajáis hasta el ano. Lo acariciáis y cuando ella empiece a excitarse, y siempre mojándolo bien en el flujo vaginal, introducirlo hasta la primera falange. No suele ser doloroso pero le va a provocar un sobresalto la primera vez. Tratad de que no lo aparte y chuparle con todas vuestras fuerzas. Tal vez agarre vuestra muñeca un rato intentando retirar el dedo pero no cedáis si muestra un atisbo de debilidad. Contra lo que podéis pensar, el dedo no sirve para dilatar el ano, sino para acostumbrar a la pareja a sentir placer en el ano a la vez que le laméis el sexo.
Si os habéis fijado al hacerle un cunnilingus el esfínter anal se contrae con las sacudidas de placer. Si metemos el dedo y la acostumbramos al mismo, asociará el placer obtenido de nuestros lametones con la presencia del dedo metido en su culo. Al cabo de un tiempo os daréis cuenta de que mueve el esfínter voluntariamente para frotarse con nuestro dedo y hasta a veces os lo pedirá porque sin él no alcanza el orgasmo sólo con los lametones.
Llegados a este punto ya se puede decir que siente placer por detrás. Algunas mujeres, al descubrir ese nuevo placer anal, piden entonces que les metas la verga - saben que lo deseas - y el error más común es precipitarse. Es comprensible. Tal vez llevas un semestre trabajándote a la parienta y la paciencia tiene un límite. Pero meterle la polla a lo bestia es lo peor que se puede hacer. El grosor de esta no es el mismo que el del dedo y seguramente tampoco estabas preparado con un buen lubricante, así que le haces un daño de la hostia y se acabó la historia por un buen periodo de tiempo - o para siempre - Así que lo mejor es tener a mano un buen lubricante y cuando te lo pida, embadurnarle el esfínter y hacer lo mismo con tu polla.
Por fin ha llegado la gran penetración. Hablas a tu compañera, la calmas, alabas su belleza, pasas la mano por detrás, entre sus piernas, y acaricias sus pechos mientras tu brazo se empapa de su flujo. Es el momento. Recomiendo romperle el culo por delante, no por detrás. Reconozco que es más excitante ver como tu polla se hunde entre sus nalgas, pero si no se hace bien puede ser muy doloroso. Lo mejor es emplear la postura del misionero. Te colocas sobre ella y alzas su culo, tal vez pasando las piernas sobre tus hombros. Para que no se canse es mejor colocar una almohada bajo sus riñones. Primero pasas el glande por su rajita y luego lo llevas al ano. Lentamente introduces la punta sin dejar de masturbarla, para luego, una vez comprobada la lubricación, hundirla lentamente. Si se queja de dolor, lo mejor es parar pero no retirarla, ya que el esfínter se ha de acostumbrar a la anchura de tu verga.
El esfínter es una válvula que se cierra y se abre para dejar paso a las heces. Su reacción natural es mantenerse cerrado para evitar que entre nada desde el exterior. Así que al notar la cabeza de nuestra polla se cerrará. Hay que vencer esa resistencia con suavidad, aunque a veces es difícil. He estado con mujeres con un agujero tan cerrado que mi polla se ha hundido completamente entre la piel de sus nalgas que de tan tensa parecía a punto de explotar. Esto es muy doloroso para ella. Cuando el agujero ceda la presión de la verga será tan fuerte que entrará hasta el fondo reventándola de dolor.
Si todo va bien, está bien lubricada y la posición es la adecuada, el esfínter cederá como cedía ante nuestro dedo y recorrerá el glande hasta cubrirlo. El placer para el hombre es tan intenso que a veces es difícil no correrse. Si podéis controlaros, seguid penetrando hasta que los testículos toquen su culo o hasta que ella, con su mano o su voz, nos indique que ha alcanzado lo máximo que se puede meter.
Con el pene o parte de él dentro del orificio de vuestra pareja os podéis encontrar con dos tipos de culo. En algunos entra tu polla en un túnel estrecho, cálido y envolvente que te aprieta con más firmeza que su vagina. Una cueva tan calentita y suave que no es difícil correrse en ella de inmediato. En otros casos sientes la presión del esfínter a lo largo de tu glande y del tronco de la polla pero luego parece que exista un cierto vacío. Es un tipo de ano menos atrayente y sensual y a veces la presión del esfínter te deja la polla muy dolorida. En ambos casos el hombre trata de frotar su miembro contra las paredes del recto, igual que hace con la vagina. Esto puede ser doloroso si la mujer no está bien lubricada y antes de iniciar un frenético mete saca es conveniente deslizar tu miembro suavemente por el interior del túnel.
No nos engañemos, esto da placer inmediato al hombre pero en la mujer es más psicológico. Para ella la manipulación del clítoris es importante y no descuidar las caricias mientras le dan por culo, pero si está excitada puede alcanzar el orgasmo por muchas razones : haberse dado por completo, sentir el pene en sus entrañas, el choque de tus huevos contra las nalgas, sentir la excitación de su compañero y la propia calentura de haber cedido una parte tan sensual de su anatomía.
Si tenéis confianza en vuestra compañera y no empleáis condón, la eyaculación puede serle muy placentera al ser sentida de forma mucho más evidente que en la vagina. Una novia con la que estuve mucho tiempo alcanzaba el orgasmo cuando notaba el semen bañando sus intestinos y a veces, cuando paseando por la casa o por la calle sentía como el esperma resbalaba hasta el esfínter volvía a sentir los espasmos del orgasmo.
Si lo hacéis bien, sois delicados y pacientes tenéis culo de vuestra compañera para muchos años. Sobre todo respetadla y cuando diga no, es no. Así he conseguido que la mayoría de las novias y mi exmujer se dejaran penetrar analmente y se lo pasaran tan bien como yo.


Hacer un cunnilingus es un arte




Por Sarahlabonita

Me imagino que lo que te llevó a leer este relato, que es más bien un texto educativo, fue el título. Anteriormente hice un escrito que hablaba sobre cómo hacer una felación. Muchos los leyeron y si fuiste uno de ellos: gracias por hacerlo; de lo contrario incito a que lo leas.
Este relato fue escrito porque muchos lectores me lo han pedido, y como una decente escritora, quise dar lo que pedían. La verdad no fue tan fácil encargarme de este, ya que no se técnicas o errores que se pueden cometer al hacer un cunnilingus, o sexo oral a la mujer. De tal manera le pedí a mi amigo Alejandro que me dirá algunas pautas y cosas por el estilo para poder escribir.
Gracias Alejandro. Primero quiero explicar que las mujeres somos más difícil de llegar al orgasmo y muchos hombres se desesperan, gracias a su actitud egoísta.
Uno de los mayores objetivos del cunnilingus es darle tanto placer a la mujer, hasta que llegue al orgasmo. Pero llegar al clímax no es lo necesario al 100%. Claro está: si por mí fuera, el objetivo principal seria el orgasmo.
Hay dos cosas que deberían quedar claro: 1) que al hombre o mujer le guste hacerlo. 2) que el receptor y emisor tengan mente abierta y una buena comunicación, esto ayuda a la relación y al placer mutuo.
Vamos al punto más interesante. Técnicas para hacer un cunnilingus. Claro… todos tienen una forma de hacerlo, es algo que respeto, pero no está de más recibir unas cuantas ideas.
Usar los dedos: es tentador pasarlos suavemente desde los labios hasta el clítoris con el propósito de humedecer el área, mientras la boca puede estar jugando con algún pezón o en con el cuerpo.
La lengua: jugar con este órgano que nos permite saborear los labios, ir de arriba abajo muy despacio, como cuando se come un helado. Se puede meter la lengua por la vagina rígida, como si estuvieras penetrándola con el pene.
Se puede intercambiar las cosas, usar los dedos para llegar al punto G, lugar que se encuentra como a un centímetro de la entrada, así se puede dar mucho placer. Concentrarse en el clítoris, lamiéndolo de arriba abajo y en círculos.  Una técnica muy interesante fue, poner los labios debajo de los diente para poder dar mordiscos suaves pero intensos. Combinar la succión del clítoris con la estimulación de los dedos.
Algo muy importante, es abrir los labios vaginales para exponer el clítoris y así tener un mejor acceso a este. Por otra parte, haciendo un poco de hincapié, es que para dar un mejor placer no se puede ser egoísta ni muy cerrado de mente.
Yo considero que la felación es un arte y el cunnilingus también. No es lamer el clítoris como un perro, es buscar el punto y la velocidad que más excita para que todos estemos felices.
Bueno, hasta aquí llego. Gracias por leerme.
Si quieres seguir leyendo lo puedes hacer, pero es más una nota de la autora, va dedicado a quien le interese.
He decidido dejar de escribir por el momento, por razones personales y por falta de tiempo. Gracias a todo el que me leyó, el que comento, el que puntuó, el que personalmente me escribió o me agregó, gracias. Tampoco me iré definitivo, estaré por aquí atendiendo mensajes y cosas por el estilo.
Espero que hayan disfrutado.
Besos… Sarahlabonita.




Lo caliente de la infidelidad




Por Carolina

No me pude aguantar, después de tres años de casada y luego de tener una vida sexual muy activa antes de casarme con mi esposo, fue difícil ser fiel, teniendo en cuenta que nunca fui fiel a mis novios, solamente con quien me casé.
Hasta ahora y no porque mi marido no me satisfaga sexualmente, pero es algo conservador y por mi parte soy más atrevida en muchos aspectos, por ejemplo a mí me gusta mucho el nudismo y les puedo asegurar que lo que se ve es de buena calidad y todo mío. Debido a que soy algo atrevida nunca me faltaron voluntarios para ser infiel, pero nunca me había decidido o nunca había estado lo suficientemente caliente como para aceptar alguna propuesta. Hace dos meses aproximadamente conocí al sobrino de una paciente que estoy cuidando, porque a todo esto soy "enfermerita". Él es divorciado de 41 años, algo picaron y como les dije antes yo algo atrevida de 32 añitos, comenzamos a charlar mientras yo trabajaba, e inclusive muchas veces me llevó a mi casa en su automóvil después de mi turno.
Hasta que un día charlando coincidió que ambos teníamos que viajar a una ciudad vecina por distintos motivos y él muy voluntarioso se ofreció a llevarme. Bueno, llego el día, me pasa a buscar, vamos viajando por la ruta y él comienza a hacer bromas con que debíamos detenernos en algún hotel, por mi parte le sigo la corriente. De repente llegando cerca de uno de estos hoteles disminuye la velocidad del automóvil y me dice “entramos?”, a lo que respondo “si te animas vamos” (mientras me levanto un poco el vestido para que se vea mi ropa interior). Él sin dudarlo ingresa en la cochera del hotel, detiene el automóvil y me pregunta, “estas segura que quieres hacer esto?” algo sorprendido, por mi parte le respondo que venía acumulando un gran deseo de estar con otro hombre, más precisamente un hombre como él desinhibido, con experiencia y a su vez discreto.
Desde luego que no preguntó más nada después, ahí mismo dentro del auto me tomó por la nuca con una mano y me acercó a su cara y comenzó a besarme apasionadamente mientras con la otra mano manoseaba mis senos por encima del vestido, además de mis entrepiernas por debajo del vestido, estuvimos así un poco más de cinco minutos.
Obviamente la seguimos en la habitación aún más desinhibidos, donde pude ver para satisfacción mía que venía muy bien dotado, cuando vi lo que tenía me pongo de rodillas delante de él, le termino de sacar el pantalón mientras le doy besitos a su gran y jugoso pene, él me quita el vestido por arriba, me quedo solamente con mi tanguita y mis zapatos, ya que no tenía corpiño, luego poco a poco me introduzco su pene en mi boca, mientras acariciaba sus bolas y su abdomen, estuvimos así bastante tiempo y justo cuando lo estaba por hacer acabar en mi boca y mis senos me toma de los brazos y me pasa a la cama, me pone boca arriba con las piernas abiertas cerca de la orilla de la cama, me introduce dos dedos juguetones en mi vagina que se pierden con gran facilidad.
A esa altura me encontraba extremadamente excitada y muy húmeda, él saca los dedos, se acomoda arriba de mí y comienza a introducirme su pedazo de pene, pero con mucha energía, lo cual eso me hace gozar y gemir como una desaforada. Debido a que yo estaba muy caliente tenía una buena dilatación, por eso introducirme su gran pene llevó solo unos minutos. Luego comenzó a sacarlo y meterlo todo, besarme apasionadamente la boca y los senos, mientras me decía cosas al oído como a mí me gustan, tales como “que bien que te comes mi pedazo puta”, “te voy a ser tragar mi lechita”, etc. Debido a mi gran calentura llegue al orgasmo a los pocos minutos, pero no fue el último ese encuentro, estuvimos en ese hotel un poco más de una hora teniendo sexo fuerte, se los recomiendo.


LGBT: La obra



Por Lazarino

A quince metros de la parada había un edificio en reformas. Era verano, y la calle estaba casi desierta a excepción de la mujer que esperaba su ómnibus con un chiquillo impaciente que preguntaba a cada momento cuándo regresarían a casa, que estaba aburrido.
Desde el primer piso del edificio, que sobresalía del vallado de protección, de pie en un balcón un hombre observaba la escena que se desarrollaba en la calle.
Noté que me había echado una mirada distraída y sonreído, quizá divertido con la impaciencia del muchachito. Casi en seguida, el ómnibus esperado por la señora se detuvo y ascendieron a él siempre entre protestas del chico.
Del mío ni señales aún.
Pero desde el balcón hubo una señal bien evidente: el hombre cabeceó en dirección al interior del edificio, como invitándome a acompañarle.
Al principio pensé que la semipenumbra de la calle me había jugado una mala pasada, pero cuando miré por segunda vez repitió el gesto y ya me quedó claro que su intención era firme.
Di una ojeada hacia el final de la calle para ver si no aparecía mi bus y otra para constatar que nadie me viera, y me dirigí hacia la entrada de la valla por donde entraba el personal. Miré hacia el balcón, el hombre no estaba allí, pensé haberme equivocado cuando de improviso abrió la puerta y le tuve a un metro, siempre sonriendo.
-¿Perdiste el “bondi” o esperabas otra cosa? – sugirió, haciéndose a un lado para que pudiese entrar.
-Espero el 147 – respondí – Siempre demora bastante a estas horas…
-Seguro – añadió – después de las doce hay menos frecuencia.

Ahí le observé con más detención. Era un cuarentón morocho, no muy alto, fuerte, con la barba un tanto crecida y olor a jabón de tocador.
-Ven, vamos al primer piso así charlamos.
Me precedió por una escalera sin pasamanos hasta uno de los departamentos, seguramente el mismo desde donde observaba el movimiento de la calle y donde en un rincón de la que sería la sala tenía una cama simple muy prolija en la que me invitó a sentarme.
-Linda noche, ¿no? – preguntó sacando un atado de cigarrillos que me ofreció y rehusé.
-Sí, muy agradable – contesté medio apocado y sonriendo a la espera de más señales.
-¿Tienes tiempo, o te esperan tus viejos? – continuó el sereno, que había calculado mi edad al toque –yo tenía diecisiete años a la sazón, y vivía con mis padres.
-No, no tengo horario fijo de llegada – dije con cierto orgullo – siempre que llegue, no hay ningún problema.
-Mejor, así podemos conocernos… ¿Haces deportes? – preguntó señalando mis piernas, que se veían robustas en las bermudas de jean que llevaba puestas.
-Algo, no mucho – contesté esperando saber qué pretendía.
-Siempre te veo en esta parada, no es la primera vez.
-Estoy preparando un examen con unos compañeros de aquí, en la otra cuadra – expliqué – y acá tengo el “bondi” que me deja frente a casa.
-Ah, qué bien – añadió – entonces me podéis hacer compañía un rato, así la noche se me hace más corta – dijo mientras apagaba la colilla en una lata de atún apoyada en una silla y sentándose a mi lado en la marinera.
El roce de su muslo fuerte contra el mío me agradó, y el olor a jabón que todo su cuerpo despedía mucho más. Pasó un brazo sobre mi espalda y me atrajo a él, buscando con la suya mi boca. Si bien no era yo muy experimente en aquellos días, entreabrí mis labios para facilitarle la entrada a su lengua ávida, un tanto amarga por el tabaco, pero nada desagradable.
-Mmmm… ¡Qué rica boquita tenéis, guacho! – me dijo con una voz llena de deseo - ¡Las cositas que sabrás hacer con ella!
-No entiendo bien lo que queréis decir – contesté un tanto avergonzado.
-Que tienes una boca hermosa con ganas de experimentar, nada más.
La mano apoyada sobre mi hombro se deslizó hacia mi tetilla, que acarició distraídamente con su pulgar grueso y calloso.
-¿Te gusta que te toque la tetita? Mira cómo se endureció la mía – ofreció llevando mi mano a su pecho por encima de la camiseta sin mangas.
Sus tetillas estaban turgentes, empinadas, y se adivinaba una copiosa mata de vello pectoral bajo la tela delgada. Aprovechó para sacarse la camiseta, dejándome ver su tórax aventajado por el oficio de albañil.
-Podríamos estar más cómodos, ¿verdad? – insinuó poniéndose de pie para sacarse el short de futbol debajo del cual no había más ropa.
Me saqué la ropa un tanto cohibido, ya que no podía exhibir un cuerpo tan fibrado como el suyo. Fuera de mis piernas y mis nalgas firmes y apenas velludas, mi cuerpo no era tan excitante como el suyo. Comprensivo, retiró la lata de atún que usaba de cenicero indicando que allí podía dejar mi ropa.
Con una mano experta me tomó el pene, que se estaba despertando presa del deseo. Mi mano asió el suyo, grueso más que largo, rodeado de un vello oscuro y suave, que se encontraba ya bien erecto. Deslicé su prepucio hacia abajo extasiado, oprimiendo el tronco en toda su dureza antes de acariciar sus testículos que colgaban libres y poderosos apoyados en el borde de la cama.
-¿Te gusta mi verga? – preguntó el hombre, mirándome a los ojos – Es toda tuya, hacer lo que más quieras…
Me arrodillé a su lado y olí su vello púbico que parecía un matorral fragante, besando su glande antes de ponerlo en mi boca lo más que pude, pues su grosor me la llenaba por completo.
Un movimiento de su cadera me lo puso algo más adentro, provocándome una deliciosa sensación de ahogo que solucioné respirando hondamente por la nariz.
-Ay, ¡qué cosa más rica! – dijo el sereno, redoblando sus movimientos de pelvis.
-¿Te gusta? – pregunté sacándome el rabo de la boca por un instante.
-Hermoso, me encanta – dijo él, complacido mientras añadió – Échate sobre la cama, boca arriba.
Obedecí. El hombre se colocó encima a la inversa, con las piernas flexionadas. Me puso nuevamente la pija en la boca mientras con la suya engullía la mía, que se estremecía de placer rozándole la campanilla. No tan gruesa como la que yo degustaba, era sin embargo más larga, por lo que al comerla era capaz de producirle una arcada.
Estuvimos así un buen tiempo, mamándonos mutuamente mientras escuchábamos el ruido de los vehículos en la calle y nuestros propios jadeos.
-Avísame cuando vayas a acabar, yo estoy casi a punto – solicitó durante un mínimo descanso antes de volver a chupar.
-Casi me viene, y vos también, avisa – respondí retirando su poronga de mi boca, aunque deseaba continuar hasta el final.
-¡Ya! ¡Me voy! –alertó mientras un trallazo de esperma me llenaba la boca. Y no la retiré -seguí esperando por más, con la boca llena que me impedía avisarle mi turno- mientras tres o cuatro chorros más se abrían paso hacia mi laringe y mi verga en la suya se descargaba sin pausa.
Seguramente correspondiendo a mi gentileza para con su eyaculación, el albañil continuó comiendo la mía sin importarle mi explosión acompañada de estertores intensos producidos por la calentura.
Ambos nos tragamos todo, para después besarnos con la calma que sucede a las tormentas.
De una caja de debajo de su marinera sacó una toalla limpia y nos limpiamos los miembros sonde casi no quedaban rastros a cuenta de la abundante saliva.
-Fue lindo, ¿no? – me dijo sonriendo mientras me vestía y él encendía otro cigarrillo. Él se puso solo el short para acompañarme a la salida de la obra.
-Sí, fue fantástico – contesté – Pero ya se me hace tarde hoy.
-Cuando quieras… -me invitó una vez que se hubo cerciorado que yo también había disfrutado del fortuito encuentro.
Al salir del predio pude ver a mi ómnibus casi llegando a la parada, y solo corrí unos pocos metros para subirme a él. Casi vacío, me senté junto a una ventanilla que, semiabierta, permitía entrar el aire un tanto más fresco de la noche. Mientras viajaba volví a percibir el aroma del jabón que usaba el sereno de la obra, y recién entonces caí en cuenta que ni siquiera nos habíamos dicho nuestros nombres…
No importa – pensé sonriendo ante el recuerdo de la aventura- ya habrá ocasión de presentarnos, por lo pronto se conocen nuestras leches.


Tan lejos y tan cerca



Por viagramanusa@yahoo.com.mx

Los nervios cosquilleaban en sus estómagos por igual. Se acababan de conocer, y eso no hacía más que aumentar la curiosidad del uno hacia el otro. Habían comenzado a conocerse unos días antes en un chat de Internet y ya habían sentido sus intereses y fantasías vía telefónica, e inmediatamente surgió la química entre ellos. Tras unas palabras realmente agradables, inmediatamente ambos supieron lo que iba a pasar una vez que se vieran en cámara.
Ella tenía 55 años, era morena, y tenía un cabello que llegaba más abajo de sus hombros. Era de estatura media y pesaba... bueno, realmente ella no dijo lo que pesaba ni él lo preguntó, ya que tenía muy claro que ese dato no se le debe preguntar a una dama de volumen considerable para pensarlo bien, si en realidad valdría la pena seguir adelante con la posibilidad de tener un idilio.
Él tenía ya sus 60s y un cuerpo promedio y pudo presumir casi dos metros de estatura y sus casi 100 kilos, con un diminuto instrumento de placer.  Ella no sabía si estos datos eran ciertos o no, como dice el dicho, hasta ver, no creer. Así que, tras iniciar el coqueteo con él, estaba plenamente dispuesta a descubrirlo.
Ella conectó su webcam y respondió a la petición de videoconferencia que él había enviado. Los segundos que transcurrieron desde que aceptó la llamada, se hicieron eternos para los dos. En las pantallas de sus ordenadores se abrieron sendas ventanas con una aburrida publicidad que se mostraba mientras se establecía la conexión, y unos instantes después, aparecieron uno frente al otro, separados tan sólo por la pantalla del ordenador a miles de kilómetros de distancia.
 En ambas pantallas no se veía rostro alguno, pero si dos cuerpos. Cada uno estaba cómodamente sentado delante de su correspondiente teclado. Ella llevaba puesto un ligero vestido de una sola pieza, holgado de color rojo que le llegaba por la rodilla. Él llevaba una camiseta, también holgada, de color blanco y un bóxer negro. Mientras ella fijaba la vista en el cuerpo mostrado de la pantalla, trataba de imaginar cómo sería ese torso sin esa camiseta que tan bien le quedaba.
Él recorría con la vista el cuerpo femenino que tenía enfrente y descubrió que, a pesar del volumen de la mujer, realmente le gustaba lo que veía, unos senos, para el enormes que reventaban el vestido holgado. Pensaba cómo seria hundirse en tan enormes senos, disfrutarlos, beber de sus néctares, lamer sus pezones.  Ambos se desnudaban con la mirada. Sin dejar de contemplarse y de disfrutarse con la vista, siguieron hablando en el chat y expresando lo que sentían, creciendo en ellos una excitación que cada vez era más patente en sus cuerpos.
El bóxer, a pesar de lo diminuto de su órgano, empezaba a notar algo abultado,  algo que no pasó desapercibido para ella. No pudo ni quiso dejar de mirarlos imaginando cuanto estaba creciendo ese miembro que allí habitaba y que ahora la recibía con una generosa erección. Mientras ella recreaba su vista, sus pezones empezaron también a endurecerse hasta el punto de notarse perfectamente a través del vestido, lo cual puso muy contento al hombre, ya que por fin sintió que había alquimia con esa mujer, que bien no tenia un cuerpo monumental de una modelo, pero si, tenía lo que a él le encantaba.
La conversación siguió avanzando cada vez más caliente. Ambos demostraron en sus palabras su excitación, ya sin pudor, hablando abiertamente de la pasión que sentían por lo que veían en pantalla. Cada palabra era una caricia más en sus pieles y una gota más de líquido caliente en sus intimidades. Ella, que ya había dejado de escribir y ya solo leía su pantalla, separó las manos de su teclado y comenzó a acariciarse los pechos para el disfrute del hombre y de ella misma. Los agarraba con ambas manos, los estrujaba, los juntaba, los separaba, los acercaba a la cámara de su computadora.  Sus pezones a estas alturas ya eran puñales que querían atravesar la tela y llegar al corazón de él.
 Él seguía escribiendo mientras miraba, aunque sus manos cada vez estaban más dedicadas a acariciarse para ella. Brevemente regresaban al teclado para escribir un sentimiento, una confesión o un piropo, pero inmediatamente volvía a su cuerpo para acariciar con una mano su torso por debajo de la camiseta blanca. La otra mano, mucho más atrevida, recorría con el dedo índice toda la longitud de su pene por encima del bóxer. Comenzaba en la raíz y lentamente deslizaba el dedo hacia arriba hasta llegar a donde claramente se le marcaba el glande, que, a estas alturas, para su sorpresa ya estaba realmente hinchado. No podía creerlo, por mucho tiempo había intentado tener una erección, sin conseguirlo, culpando a un alta de azúcar en la sangre, a la edad, a no haber química, a alguna enfermedad crónica, a rechazos del pasado, que habían afectado su autoestima.
Ella se transportaba a un mundo de excitación, donde ya su vulva estaba plenamente invadida por la humedad de su interior. Pensaba si eso le ocurre tan lejos, pero tan cerca, cómo sería tendiéndolo en su cama, en su carro, en la mesa, en donde se pudiera.
 Ella continuó sobando tus pechos sobre el vestido, agarrándoselos una y otra vez hasta que introdujo una de sus manos por dentro del generoso escote que vestía para por fin acceder a esos pechos deseosos de pellizcos, caricias, de unos labios que los besen y unos dientes que mordisqueen sus pezones. Pero sus manos eran habilidosas y sujetaban los pezones con la presión justa para hacerle sentir esa mezcla de placer y dolor que tanto le gustaba. En su cabeza ya no había juicio alguno, sólo instinto, y recurrentemente le venía el pensamiento de ella misma disfrutando con la verga de su ya cibernético amante.
La mujer, estaba provocando a su hombre un calor increíble y la camiseta blanca le estaba empezando a molestar realmente, por el sudor emanado por la excitación a la que estaba sometido. No la soportaba, así que se la quitó de un movimiento rápido descubriendo su pecho lampiño. Casi con la misma velocidad bajó también su bóxer, que se atascaron torpemente al salir por los pies víctima de los nervios de que se pudiera perder la conexión. En este momento le hervía la sangre. Solamente se imaginaba a él mismo con la cabeza hundida entre esas tetas que tenía delante. Se imaginaba lamiendo, mamando, haciéndolas suyas. Realmente aún no las veía, pero sabía que en el momento de verlas tendría que hacer verdaderos esfuerzos para no descargar sus lácteos presos de la calentura que estaba teniendo.
 Cuando ella vio como él se desprendía de su ropa le dio un vuelco el corazón. Estaba ya sudorosa, con las piernas abiertas y el vestido haciendo una precisa curva a la altura de las rodillas que evitaba que mostrara su ropa interior. Segundos después con sus manos, ella dejó al descubierto unos maravillosos senos visiblemente excitados. Esos pezones que antes querían atravesar el vestido ahora querían atravesar la pantalla. Él se moría desde su silla por chuparlos, tenerlos entre sus labios y jugar con ellos con su lengua. Si hubieran estado compartiendo la habitación, en ese momento él se hubiera abalanzado sobre ella para devorarla con locura, sin ser dueño de sus actos.
Cuando ella abrió ligeramente las piernas para acariciarse, su clítoris y labios vaginales estaban cubiertos por una tela empapada de su néctar. Demasiado para él. A esas alturas ya prácticamente se masturbaba. Su pene ya en la máxima longitud, posible a su edad y condición. Ella gozaba tocándose mientras observaba la forma del glande de su hombre y como muy despacio no dejaba de soltar gotas pre seminales. Su verga era una pequeña estaca curvada ligeramente que acababa en una punta de flecha hinchada. Y ella quería esa estaca dentro de su cuerpo. La quería en su boca y la quería entre sus piernas, ensartada en ella hasta la raíz de su intimidad.
Su tronco no era muy grueso, pero lo era en su cabeza, mostrando vello púbico algo canoso y rizado. Esa verga se hizo apetecible para ella. Mientras él se masturbaba ya sin nada que le molestase, por la mente de ella solo corría la idea de tener esa verga en su boca. Ese pene era suyo esa noche, y esa erección le pertenecía, así que estaba loca por dar placer a ese miembro y dárselo ella misma mientras su imaginación volaba.
 Mientras él se masturbaba rápidamente, a ella también comenzó a molestarle su ropa interior, por lo que se puso de pie y sensualmente se deshizo de su empapada de sus fluidos. La sensualidad se convirtió en erotismo cuando ella dejó ver su monte de venus cubierto de un bien cuidado vello negro, pero el erotismo se convirtió definitivamente en pornografía cuando abrió sus piernas frente a la cámara y con los dedos índice y corazón separó sus labios inferiores. Esa cueva estaba ávida de esa verga erecta que aparecía en pantalla. Su clítoris aparecía hinchado y una gota de color blanquecino resbalaba de la parte inferior de sus labios internos para acabar mojando su agujero trasero. Dos dedos de la mano, mojados en su saliva se acercaron a la entrepierna y lentamente se introdujeron dentro de ella hasta tener las falanges completamente en su interior. Esos mismos dedos salieron completamente mojados, resbaladizos en ese elixir que él se moría por saborear, y se pusieron a jugar con su clítoris, haciendo pequeños círculos concéntricos sobre él, primero más despacio y después mucho más rápido.
Mientras él veía esa escena se imaginaba como sería chupar esos dedos y tenerlos dentro de su boca. Mojarlos con su saliva para después dirigirse a la vagina, hundir la cabeza en ella y beber directamente de la fuente del placer. Mientras le venía ese pensamiento su ritmo se aceleraba. En esos momentos, el movimiento de subir y bajar era realmente intenso y a través de la cámara se escuchaba perfectamente ese sonido acuoso tan característico de aquel que está a punto de derramar su leche. Ella lo escuchaba mientras gemía y aumentaba en consonancia el ritmo de su masturbación. Ahora se imaginaba como apoyada a cuatro patas en la cama, esa verga la penetraba desde atrás. Se la imaginaba saliendo y entrando por completo de ella, notando el roce de cada centímetro al entrar y salir de su interior. Los dos aceleraron más aún el ritmo invadidos por sus pensamientos y la imagen de unos sexos empapados.
 Él ya sentía que iba a estallar de un momento a otro. En su mente ya había penetrado por todos los orificios posibles. Ya sólo le quedaba una cosa que hacer y era derramar su placer sobre ella. En su imaginación ya se veía empujando contra ella con fuerza, chocando pelvis contra pelvis, y entrando y saliendo con fuerza de su interior. Se imaginaba ya dentro de ese sexo tan caliente sobrepasando el punto de no retorno, ese punto en el que un hombre sabe que se va a correr y ya no hay vuelta atrás. Aun así se imaginaba a él mismo retrasando ese momento, pensando en que cuanto más lo retardara más placer obtendría, y apurando hasta el último segundo para escuchar y disfrutar cada gemido que ella daba en sus embestidas.
 Justo cuando estaba a punto de correrse concentrado en ese pensamiento, un gemido ahogado le llegó por los altavoces de la computadora, mientras el cuerpo de ella comenzaba a moverse espasmódicamente, con convulsiones al ritmo de sus gemidos. Ella se estaba corriendo para él, entregada por completo y ofreciéndole todo su placer. En ese momento él no aguantó más y rápidamente, al presenciar el orgasmo que ella le regalaba, movió su pelvis hacia arriba, brotando de su glande un chorro de leche ardiente, espumosa que le llegó a la altura de pecho. Inmediatamente después y acompañado de un grito, otro chorro de semen con ya menos fuerza salió de su pene y aterrizó sobre sus abdominales dejándole ya completamente rendido. Pequeñas gotas siguieron brotando de su interior y cayeron sin fuerza ya sobre su ombligo.
 Ella poco a poco fue abandonando sus espasmos quedando rendida sobre la silla, con las piernas abiertas y su sexo goteando. Los pliegues de sus labios tras el orgasmo seguían excitando al hombre. Sin embargo, lentamente su miembro comenzó a perder esa dureza que le había acompañado durante los últimos instantes y ahí quedó él ante ella, tumbado y deshecho en su silla, con su torso empapado en semen para deleite de ella. Estuvieron unos instantes mirándose sin decir nada, sin escribir nada, simplemente contemplando sus cuerpos después de la batalla y sintiendo la intensidad con la que lo había vivido. Esos momentos posteriores se hicieron interminables porque ninguno de los dos quería que acabaran.

El Fin del Mundo (6)



Por Lorena y Mario

La noche en la que hicimos nuestro primer intercambio de parejas mi marido no se enteró de varias cosas que pasaron...

Como cierre de nuestro estreno como creadores de relatos os cuento cómo fue nuestro primer intercambio de parejas desde mi punto de vista.
Mario ya os ha contado todo, en algunos momentos con bastante detalle. Pero es cierto que él no pudo ver ciertas cosas que ocurrieron mientras se encontraba en el salón, unas veces solo otras con Eva.
Cuando salimos de casa de Eva y Pedro, ambos caminábamos con una sensación extraña. Fuimos hasta el coche abrazados, primero por el frío de la noche y segundo porque creo que necesitábamos sentir uno el apoyo del otro.
Apenas hablamos de lo que pasó. Sólo preguntar “¿Todo bien?”, “¿Estás bien?”. Creo que lo que necesitábamos era la aprobación del otro, nada más. En ese momento no importaban los detalles de lo ocurrido.
Unos días después sí pudimos encontrar el hueco para hablar de aquella nuestra primera experiencia con otras personas. Estábamos tranquilos, recordando una noche especial, excitante, conmovedora…
Recuerdo que mi primera preocupación cuando llegué a casa de nuestros anfitriones fue buscar un momento para preguntar a Eva si había comentado a su marido algo de lo ocurrido con Bob esa misma tarde. Si Pedro lo sabía podía hacer algún comentario inapropiado o decírselo directamente a Mario. Y eso lo estropearía todo.
Al principio no encontré el momento para hablar con Eva. Sólo algunos gestos de complicidad y poco más. Tuve que esperar a que Mario y Pedro se fueran a la cocina a por el plato principal para hablar con ella.
-¿Has dicho algo sobre Bob a Pedro?
-No, ¿estás loca? – susurró de forma exagerada – Eso queda y quedará entre tú y yo.
-No quiero que Mario se entere.
-Por supuesto, tranquila.
-Estoy muy nerviosa por lo que pueda pasar esta noche.
-No va a pasar nada que no quieras que pase.
-Por eso estoy nerviosa – reí – es que me da miedo lo que me gustaría que pasase.
Eva cogió su copa de vino y me ofreció hacer un brindis:
-Por una noche llena de buenos momentos y experiencias nuevas – dijo alzando su copa mientras me guiñaba un ojo.
Los chicos llegaron con el segundo plato. La verdad es que a partir de ese momento me sentí desatada. La complicidad con Eva me hacía estar más segura y animada, aunque mantenía cierta inquietud por lo que podría pasar.
Comencé a mirar a Pedro de otra manera. Me imaginaba que nos besábamos apasionadamente, que me metía los dedos como lo hizo Bob unas horas antes, o que me follaba allí mismo, sobre la mesa del salón y me hacía llegar al séptimo cielo.
Cada vez estaba más excitada.
Pensé en Mario, por supuesto. ¿Cómo lo llevaría? Él siempre me ha dicho que quería probar con otras mujeres… Pues esa iba a ser la noche. Cada vez lo tenía más claro. Sí.
Cuando Eva y yo fuimos a la cocina a por el postre se lo dije claramente:
-Hoy es la noche. Lo tengo claro.
Eva, sin decir nada, se acercó a mí y me dio un pico.
-Me alegra mucho tu decisión. Lo estoy deseando – Y me volvió a dar un pico, esta vez más largo.
No me lo esperaba y no supe cómo reaccionar. Me quedé petrificada.
Eva me cogía por la cintura y mantenía su cara cerca de la mía.
-¿Crees que Mario opina lo mismo?
-En el fondo está deseando estar contigo. Sé que quiere probar cosas nuevas.
-Se me ha ocurrido una cosa para calentar el ambiente.
-¿El qué? – pregunté sonriente y curiosa.
-Luego lo verás por ti misma – me volvió a besar y separándose de mí gritó a su marido –¡Trae unos platos pequeños!
Cuando vi entrar a Pedro por la puerta me estremecí.
Hubo un extraño silencio cuando entró en la cocina y él lo notó.
-¿Todo bien chicas?
-Lorena y yo hemos decidido que esta noche habrá “fiesta” – dijo a su marido mientras se acercaba a él a darle un pico.
-Me alegro mucho Lorena – y me tendió una mano mientras con la otra mantenía a su mujer abrazada.
Me acerqué tímidamente hacia él. Colocó su brazo sobre mis hombros y me acercó a su boca.
Fue un pequeño beso pero lo suficientemente intenso como para que mi cuerpo se estremeciera por un escalofrío que me subió de los pies a la cabeza.
-¿Mario también lo tiene tan claro como tú?
-No he hablado con él, pero supongo que estará de acuerdo.
-Bueno, vamos poco a poco ¿vale?
Iba a contestar cuando Pedro se abalanzó sobre mi boca. En esta ocasión sus labios se abrieron ofreciéndome su lengua. Respondí tímidamente abriendo también mis labios. Me dejé llevar… pero el beso no duró mucho.
Se separó de nosotras como si nada y se marchó hacia el salón.
-Bufffff… - Resoplé ante Eva – Me tiemblan las piernas.
-Estás guapísima. Tienes un brillo en la mirada que me encanta.
-¡Qué dices! Estoy súper nerviosa.
En seguida Pedro volvió. Puso la cafetera y cogió una botella de la nevera y un par de vasitos de chupito del congelador.
Como si nada hubiera pasado nos fuimos los tres para el salón con el postre y el licor.
Al sentarme de nuevo junto a mi marido volví a sentir esa mezcla de culpabilidad y deseo. Deseo de volver a besar otra boca y sensación de culpa por haberlo hecho. Pero ya nada me podía parar.
Tras el brindis y el falso enfrentamiento por lo del vestido, Eva y yo nos fuimos a su habitación.
-Vamos a reírnos un rato – me dijo encantada de la situación.
Rápidamente se desnudó, quedándose con la malla que la cubría casi todo el cuerpo, el sujetador y el tanga. Entró al cuarto de baño y de él sacó el vestido famoso.
-Mira cómo me lo ha puesto – dijo mostrándome la prueba del delito.
Me quedé un poco impresionada, no porque fuera una gran mancha, sino porque me imaginé esos fluidos cayendo sobre mi cuerpo… ¡Puff..! cada vez estaba más caliente y lanzada.
Eva se puso el vestido. Realmente la quedaba muy, muy bien y era mucho más sugerente que lo que había llevado puesto durante la cena.
-Te sienta fenomenal. Estás guapísima – la dije sinceramente.
-Con este vestido tu marido se va a poner a mil.
-No lo dudes – y comenzamos a reírnos como dos niñas pequeñas.
La presentación teatral se me ocurrió sobre la marcha… y funcionó.
Me fijé en la cara de mi marido cuando apareció Eva marcando malla por todo el cuerpo. Tuvo que tragar saliva para no babear al verla, jejeje. Eso me gustó. Sabía que la deseaba lo mismo que yo deseaba a Pedro.
Después del numerito del vestido volvimos a la habitación.
Eva y yo no parábamos de reír. Había sido muy divertido ver la cara de los hombres, sobre todo la de Mario.
-Hay que seguir con el jueguecito – afirmó Eva – y me indicó lo que íbamos a hacer a continuación.
Ahora estábamos las dos vestidas únicamente con el conjunto que habíamos comprado en la tienda de Bob. Eva me dio las últimas instrucciones antes de darme un abrazo y un pico. Apagamos la luz y fuimos hacia el salón.
Estaba excitadísima. Me ardía todo el interior de mi cuerpo. Sentirse así es maravilloso.
Cuando los chicos abrieron los ojos y vieron nuestros conjuntos se quedaron fascinados. Disfruté ese momento al máximo, exhibiéndome ante mi marido y ante quien sabía que me iba a penetrar poco después. Realmente estaba deseosa de sexo en ese momento.
Siguiendo el plan de Eva nos pusimos a bailar en la penumbra de la luz que emanaba la vela. No pude evitarlo y me lancé a besar a mi marido como loca. A acariciarle, más bien a sobarle. Necesitaba sentirle dentro.
El deseo de sexo se mezclaba con la curiosidad de ver qué hacían Eva y Pedro. Ambas cosas me producían placer y era increíble poder hacer las dos cosas a la vez.
Mario se corrió antes de que yo llegara al orgasmo, y eso que me sentía súper excitada. Eso confirmó que mi marido se lo estaba pasando muy bien. Eso sí, me dejó muy, muy caliente.
Siguiendo al pie de la letra el plan establecido por Eva, llegó el momento en que iba a invitarme a estar con su marido. Estaba muy nerviosa pero lo estaba deseando.
-¿Quieres probar? – me preguntó Eva mientras sujetaba el húmedo miembro de su marido.
Me entró un escalofrío por todo el cuerpo. Era el momento.
Pregunté a Mario si le parecía bien y como me dijo que sí me fui decidida a por el pene de Pedro. Fue un momento lleno de sensaciones: nerviosismo, excitación, deseo…
Me gustó tener el miembro de Pedro en mi boca. Disfrutaba jugando con mis labios y mi lengua alrededor de su capullo. Me sorprendí de lo que me estaba gustando dar placer a otro hombre.
Todo lo que pasaba aceleraba mi ritmo cardíaco: me había quedado al borde del orgasmo, estaba lamiendo un pene desconocido para mí, sentía los fluidos de mi marido deslizarse desde mi entrepierna…
Cuando llegó el momento de la eyaculación de Pedro me volví a quedar parada, dejando hacer a Eva. Realmente fue impactante ver como salían los fluidos de Pedro y cómo Eva disfrutaba tragándoselos. Yo nunca había hecho algo así.
No podía más. Llamé a mi marido y me lo follé allí mismo. Fue más que liberador llegar al orgasmo tras todas esas sensaciones. ¡Fue increíble!
Pero aquello era un no parar. Por primera vez hice una mamada a Mario después de un polvo. Pensé que era justo que ahora fuera él el afortunado en tener dos bocas en su miembro. Lo hice con gusto. Me estaba divirtiendo y a la vez creía que se lo debía. Después de que se corriera en la boca de Eva pude ver su cara de incredulidad y satisfacción. Todo estaba saliendo bien.
Eva se fue directa a su habitación y yo fui tras ella. Entró al cuarto de baño de su habitación sin decir nada. Me quedé fuera, a oscuras.
En ese momento de soledad pensé en lo que acababa de pasar y me llegaron las dudas. ¿Era correcto lo que habíamos hecho? ¿Qué consecuencias podría acarrear todo esto?
Estaba en pleno debate conmigo misma cuando se abrió la puerta.
-¿Estás aquí?
-Sí, he venido tras de ti.
-No te había visto. Haber dado la luz.
-He estado bien así.
-Me estaba meando – y se echó a reír.
-Yo voy a aprovechar para lavarme un poco. Estoy chorreando.
-Pasa, pasa.
Eva entró tras de mí y se puso rápidamente a preparar el bidé con agua caliente.
-¿Qué tal todo?
-Bien. La verdad es que me lo has puesto muy fácil.
-Ahora viene lo mejor. ¿Estás lista?
Me senté sobre el bidé y comencé a limpiarme.
-Sí, la verdad es que sí. Estoy nerviosa pero creo que estoy preparada.
Eva me abrazó como pudo por la posición en la que me encontraba. Me dio un pico y se puso a buscar algo en un cajón.
-¿Te gustan las mujeres? – le pregunté.
-Me gustan las mujeres y los hombres. Pero si he de elegir prefiero un buen rabo – dijo entre risas.
Eva sacó una pequeña toalla y me la entregó.
-Me imagino que tú nunca has estado con una mujer ¿no?
-Ni con ningún hombre que no sea el mío.
-Ya. Lo del hombre lo solucionaremos ahora. Lo de la mujer en otra ocasión. ¿Qué te parece?
Me incorporé y me acabé de secar. Miré a mi amiga y la respondí:
-Me parece perfecto.
Ahora fui yo la que buscó la boca de Eva. Mis labios se fundieron con los suyos y mi lengua se enredó con la suya. Eva me abrazó fuerte. Pude sentir sus pechos desnudos sobre mi corsé. Y me gustó.
Era increíble. En ese mismo día había sido besada por cuatro bocas diferentes. No me lo podía creer…
Alguien llamó a la puerta de la habitación suavemente. Paramos de besarnos. Eva resopló y abrió un poco la puerta.
-Es Pedro – me dijo.
-¿Y? – le hice un gesto como que estaba acabándome de limpiar.
Pedro abrió la puerta y entró con determinación.
-¿Necesitáis ayuda?
Eva intentó echarle del cuarto de baño a empujones, pero Pedro se resistió.
-Sólo quería saber si os hacía falta algo – dijo mientras se rendía al empuje de su mujer.
-¿Por dónde íbamos? – me preguntó con expectación.
-Como tú dices: hoy toca rabo.
Me puse el tanga, la di un pico y salí del baño. Afuera estaba su marido esperándome completamente desnudo. Me extendió sus brazos y fui hacia él. La puerta del baño se cerró tras de mí.
Pedro me recibió con un beso espectacular fundidos en un abrazo. Disfrutaba de su diferente forma de besar. Me parecía a la vez extraño y apasionante.
Sin dejar de besarme comenzó a desabrochar los corchetes del corsé. Yo mantenía mis manos en su cintura, dejándome hacer. Cuando consiguió desabrocharlos todos introdujo una de sus manos dentro, buscando mis pechos. En ese momento no pude evitar soltar un pequeño suspiro de placer.
Nuevamente sentí como mi corazón se aceleraba. A los besos y las caricias de Pedro en mi pecho había que sumar la presión que ejercía su miembro ya erecto entre mi ombligo y el pubis. Lo notaba perfectamente y me encantaba.
De repente nos dimos un pequeño susto al oír que la puerta del baño se abría. Eva salió y se despidió de nosotros camino de su encuentro con mi marido. Ya sí que no había vuelta atrás.
Creí que era mejor no pensar en lo que podría estar haciendo Mario. Así que tomé aire y volví a buscar la boca de Pedro.
En seguida la mano que acaricia mis pechos se fue deslizando hacia abajo. Sabía cuál era su objetivo y no pude evitar acelerar un poco la respiración. Pedro lo notó perfectamente y puso más intensidad en sus besos.
La mano de Pedro empezó a jugar con el borde de mi tanga, siguiendo las costuras por arriba y por los lados. Esa espera me hizo ponerme muy, muy caliente y cuando por fin puso su mano sobre mi entrepierna no pude más que estremecerme y soltar un pequeño gritito de placer. Y eso que sólo me estaba tocando por encima del tanga… ¡¡Puff!!
Ya no podía más estarme quieta y lancé mi mano hacia el pene de Pedro, ese que había saboreado tan ricamente unos minutos antes. Los besos se volvieron más intensos mientras nos masturbábamos mutuamente.
La mano de Pedro echó hábilmente el tanga hacia un lado, dejando todo mi sexo a su disposición. Primero me frotó suavemente por encima con toda la mano para luego concentrarse en el clítoris, rozándomelo suavemente con uno de sus dedos. Fue una reacción inconsciente, en cuanto me tocó no pude evitar acelerar el movimiento de la mano que agarraba su pene.
Lentamente introdujo uno de sus dedos dentro de mí. De nuevo una mano extraña hurgaba placenteramente en mi interior. Por suerte estaba concentrada en las maravillosas sensaciones de placer que estaba sintiendo y no pensé en lo que podría estar haciendo mi marido.
De repente Pedro dejó lo que estaba haciendo, puso sus brazos debajo de mi culo y me alzó para sentarme en el borde la cama. Por su miembro amenazante pensé que me la clavaría en ese preciso momento, pero no.
-Ponte cómoda, ahora me toca a mí.
No sé muy bien qué me quiso decir y me quedé quieta. Pedro se inclinó para besarme y suavemente me empujó por los hombros invitándome a tumbarme en la cama. Y así lo hice, quedándome recostada de cintura para arriba y con los pies apoyados en el suelo.
Pedro se colocó entre mis piernas, de rodillas, acariciando suavemente mis muslos. Cerré los ojos esperando el momento.
Sentí los labios de mi amante acercarse a mi entrepierna. La posición no me resultaba del todo cómoda y elevé mis piernas hacia el techo. Pedro lo interpretó como una generosa invitación y se lanzó directamente a lamerme el clítoris con suavidad. No pude evitar contraer mis abdominales al sentir su lengua sobre mí. Fue un estremecimiento lleno de placer.
Allí sentada, en total oscuridad, mientras Pedro disfrutaba pasando su lengua una y otra vez por mi clítoris, oí el primer gemido de Eva. Me inquietó, sinceramente, y me hizo lanzar mis pensamientos hacia lo que podía estar pasando en el salón y no lo que estaba sucediendo en la cama donde estaba tumbada.
Un nuevo gemido lejano, apenas audible, me hizo levantarme.
-¿No estás cómoda?
-Sí – dije mientras me ponía en pie – Quiero ver qué hacen éstos.
Cogí a Pedro de la mano y sin hacer ruido salimos al pasillo. Avanzamos lentamente hasta la puerta del salón. El corazón parecía que quería salirse de mi pecho. Me asomé lo suficiente para ver qué es lo que estaba pasando. Y allí estaba mi marido encima de Eva, que no paraba de gemir tras cada embestida de Mario.
Me quedé un poco paralizada, sin perder ojo.
Pedro comenzó a acariciarme la espalda y uno de mis brazos.
-¿Estás bien? – me susurró al oído.
-Sí, sí.
Al ver que no reaccionaba bajó a acariciar mi culo, pero yo me mantuve en la misma posición, anonadada por el espectáculo que estaba contemplando.
Mario y Eva cambiaron de posición. Ahora ella estaba de lado, con una pierna hacia arriba. Mario comenzó a penetrarla… y poco más pude ver.
La mano de Pedro se hundió en mi entrepierna. Estaba tan húmeda que no puso ningún tipo de resistencia. De nuevo me concentré en lo que mi amante me estaba haciendo sentir. Miré por última vez adentro del salón y de un pequeño paso para alejarme de la puerta. Me quedé apoyada contra la pared, con las piernas abiertas lo suficiente como para que los dedos de Mario entraran y salieran con facilidad.
De repente dejó de follarme con sus dedos. Miré hacia atrás para ver lo que hacía y le vi colocándose un preservativo. Por fin iba a llegar el momento. Iba a sentir su polla dentro de mí.
Me quedé en la misma posición que estaba, sacando un poco el culo para favorecer la penetración. Tardó unos segundos que me parecieron eternos. Podía notar cómo palpitaba mi vagina, dilatada y húmeda, dispuesta a recibir la embestida.
Por fin noté el capullo de Pedro. Lo metió muy lentamente dentro de mí. Cada vez más adentro. Cada vez más adentro. Siguió empujando pausadamente hasta que me la metió hasta la base. Y así se quedó un rato.
Me sentía completamente llena, pero al ver que Pedro no se movía, intenté mover mis caderas adelante y atrás. En eso oí a Eva gemir de nuevo, cada vez con más intensidad.
Intenté mirar de nuevo pero Pedro me lo impidió. Me agarró fuerte de las caderas, inclinó mi espalda hacia abajo, separándome de la pared y comenzó a bombear con energía.
Como pude me apoyé fuertemente con las dos manos en la pared, bajé mi espalda hasta casi ponerme a 90 grados con respecto a mis piernas y hundí mi cabeza entre mis brazos. Pedro no paraba de empujar y empujar, hundiéndola hasta lo más profundo de mí. No me quedó otra que morderme la lengua para no gritar de placer. 
Los que no contuvieron sus gemidos fueron Eva y Mario. Me sorprendió mucho el ver cómo me excitaba oírlos así. Y no pude aguantar más. A cada embestida de Pedro comenzó a salir de mí un pequeño gemido, un apagado grito de placer. Cada vez sentía los golpes con más fuerza, con más intensidad.
Pasaron por mi cabeza todos los momentos que había sentido ese día. De repente me imaginé que era Bob el que me estaba dando por detrás en el vestuario de la tienda erótica. Ahí solté uno de los gritos más fuertes. Luego recordé el polvazo que eché con mi marido esa misma tarde. Los besos con Eva, el follar con mi marido mientras veía a Pedro y a Eva en acción, la mamada conjunta a nuestros hombres…
Olvidándome de todo por fin me liberé y dejé salir cada grito y cada gemido de mi garganta. De forma increíble llegó un nuevo orgasmo y enseguida el de Pedro. No me lo podía creer.
Yo me incorporé como pude y al notar que dentro del salón sólo había silencio cogí a Pedro de la mano y nos fuimos hacia su oscura habitación.
Me tumbé en la cama, feliz y realmente satisfecha.
Al rato me adecenté lo que pude, y de la mano de un Pedro ahora con calzoncillos, fui hacia el salón.



ENCUENTROS - EROTISMO EN CANTO-RELATO-POESIA

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