Por Elizabeth
Relato de cómo me sedujeron con lencería
femenina hasta hacerme suya por completo, de lo que no me arrepiento en
absoluto,
Cada día que voy a mi trabajo tomó el microbús
y siempre suelo sentarme a lado del chofer, en varias oportunidades he llegado
a subir al mismo microbús y casi ya nos conocemos con los diferentes choferes
que realizan este recorrido, y en diferentes oportunidades ya llegamos a
entablar con muchos de ellos una conversación al inicio eran conversaciones
bastante convencionales, del tiempo, de la política, de los problemas
regionales y otros temas, que no tienen mucha trascendencia.
Lo que me gusta a mí personalmente es que
el recorrido que realizar estos lo hacen por una de las calles céntricas y que
se encuentran alrededor del mercado central y hay una calle donde las
diferentes tiendas ofrecen y exhiben ropa íntima de mujer, es decir lencería, y
permanentemente van cambiando la ropa en sus diferente maniquíes con figuras de
mujeres, lo que a mí me provoca bastante excitación al ver, toda esa ropa
femenina intima, siempre sueño con poder probarme dicha lencería, por lo que
pongo mucha atención a los maniquíes y la ropa que llevan, que por cierto son
bastante provocativas, siempre me embarco a lado del chofer a lado derecho de
la movilidad, ya que las tiendas a las que hacía referencia se encuentran en la
acera de la derecha de la avenida y realmente es un espectáculo ver tan hermosa
ropa que como dije antes me excita bastante.
En cierta oportunidad, subí al microbús,
donde el chofer era un señor bastante maduro y en lo físico era algo gordito,
pero simpático el hombre y bastante aseado, lleva un bigote y es blancón y
bastante robusto, realmente yo como cada día no lo tomé importancia al señor ya
que mi interés era poder disfrutar al observar los maniquíes con la lencería
femenina, una vez que pasamos por la avenida y haber observado lo que a mí me
gusta, empecé a entablar una charla de lo más formal y antes de bajar cerca de
mi trabajo el señor disimuladamente me entrega un papel, con una pequeña nota y
me dice que en el papel hay un problema o una tarea de su hija que no podía
resolver y me pide que por favor vea la posibilidad de colaborarle con dicha
tarea, inicialmente me llamó la atención ya que nunca en mi vida le mencioné,
cual era mi profesión y a que me dedicaba pero, ya no hubo tiempo para aclarar
la situación ya que me lo entregó en el momento que estaba cancelando el pasaje
y ya me encontraba fuera del microbús, el mismo que partió y no me dio tiempo,
por lo que agarré el papelito y lo coloqué en uno de los bolsillos de mi
pantalón y no dí mayor importancia; el día transcurrió con las labores
cotidianas del trabajo y los quehaceres de cada día sin mayor trascendencia, ya
en la tarde al llegar a mi departamento, protegiendo mis manos del frio
encuentro el papelito que me entregó el chofer del microbús, y lo desenvuelvo y
leo: “Veo que te gusta esas ropitas si
quieres te las compro” y firmaba Gunnar, lo que realmente me sorprendió y
realmente no sabía qué hacer y qué pensar, realmente creo que no he sido lo
suficientemente precavido al poner mucha atención en la lencería que veía cada
día, y que el chofer me descubrió mis deseos insatisfechos, por lo que tuve que
asumir una nueva conducta y tener más cuidado al observar las ropitas íntimas
femeninas, y lo peor es que no quería chocarme con el chofer, ya que realmente
me moría de vergüenza y así pasaron varios días y siempre estaba atento a los
choferes de los microbuses para no chocarme con el señor de la nota.
Pasaron varios días y en mi cabeza iban
rondando varias ideas, y pensaba que si él se ha dado cuenta de mis gustos por
qué no seguirle la corriente y de esta manera poder hacer realidad mis deseos sexuales,
pero por otro lado, pensaba que podría ser una trampa para que luego me podrían
chantajear y hacer público lo que tanto esfuerzo me cuesta tenerlo como mi gran
secreto, con el tiempo el tema salió del primer plano de mi preocupación y lo
fui olvidando, y no le dí mayor importancia. Una noche cuando retornaba a mi
departamento, subo a un microbús, al asiento de al lado del chofer y cuál mi
sorpresa, era la del señor que se llamaba Gunnar, y no di comentario alguno,
pero por dentro me sentía bastante nerviosa, en la medida que avanzábamos por
la ruta varios pasajeros se iban bajando de la movilidad, la misma que quedaba
cada vez más vacía, en un impulso quise bajarme pero me puse fuerte y dije que
lo voy a enfrenta, y terminar de una vez esta situación, al llegar a la esquina
donde me debería bajar, Don Gunnar, me comenta que tenía reservado unos
platitos de pollo en la caseta de la parada final y que me invitaba a comer,
para poder conversar un poquito, ya que se sentía bastante solo, a lo que
accedí y le acompañé, llegamos a la parada final y fuimos al quiosco y pidió
dos caldos de pollo y una cerveza, nos pusimos a comer y tomar, luego vino
otras chelas más, y conversábamos de todo, me dijo que era viudo y que sus
hijos vivían en el extranjero y que por eso se encontraba bastante solo, de la
misma manera yo le conté que estaba empezando hacer mi vida que hace poco había
egresado de la universidad y que era mi primer trabajo, y que no conocía a
nadie en esta ciudad. Ya con varias copas encima, ingresamos al tema de la
nota, y me preguntó, por qué veía con tanto interés la roma intima femenina, a
lo que respondí que me gustaba mucho y como estaba solo, me atraía bastante lo
femenino, lo que parece que no me creyó y volvió a preguntar que si no me
gustaría usar dichas prendas, después de dar muchas vueltas y algunas copas
demás, le confesé que era verdad que me atraía la lencería y que soñaba con
probármela, lo que sonriendo me dijo que no había problema, que él me lo
compraría. Terminada la conversación nos subimos a su movilidad y me acompañó
hasta el edificio donde está mi departamento, le dije que estaba ubicado en el
último piso, y era el único departamento en dicho piso, y que mi nombre era G….
, nos despedimos sin quedar en nada concreto lo que me alivió bastante ya que
no había compromiso de por medio, pasó la semana sin mayor problema y el día
viernes por la noche al ingresar al edificio el portero me entrega un paquete
considerablemente grande, pensé que era una encomienda de mi familia e ingresé
a mi departamento, y me puse a abrir el paquete y cual
mi sorpresa era ropa de mujer donde había muchos juegos de lencería, vestidos,
faldas, calzados, pelucas, cosméticos pinturas, maquillaje y joyas de fantasía,
realmente me sorprendió, e inmediatamente supe que se trataba de Don Gunnar, y
al fondo del cajón había una nota que decía: “Hola Elizabeth, te invito a salir esta noche de viernes, paso a
recogerte a las 10:30 p.m., besos: Gunnar”. Empecé a ver la ropa y había de
todo para escoger y con mi intuición femenina empecé a hacer juegos que podrían
combinar, inicialmente por los colores y luego por los más decentes y los más
provocativos, en eso me di cuenta que ya eran las 8 de la noche y tenía el
tiempo contado para poder cambiarme y vestirme de damita como quería Don
Gunnar, empecé con darme una ducha completa, me depile todo mi cuerpo, aunque
no tengo mucho bello, para luego pasar todo mi cuerpo con un perfume que venía
en el paquete, y opté por vestirme de negro, me puse una medias nylon negras,
un portaligas negro, un sostén negro y un calzoncillo también negro, luego opté
por un vestido negro bastante ajustado a mi cuerpo y recién empecé a darme
cuenta que realmente tenía un cuerpo bastante femenino, ya que tengo unos senos
lo suficientemente creciditos, un cintura delgada y una cadera bastante
pronunciada y ni que decir de mis nalgas, son redonditas y cuando me pude unas
zapatillas con tacón, mi culito se paró mucho más, no me preocupé de mi pene ya que el mismo es pequeño y no se notaba mucho, cuando
me vi al espejo realmente tenía un cuerpo de mujer hecha y derecha, empecé a ponerme
bastante maquillarme mi cara, me pintee los ojos y los labios, torcí mis
pestañas y me coloqué unos lentes sin marco, y luego de colocarme una peluca
negra, me vi y realmente no podía creer lo que estaba viendo en el espejo, me
veía como una verdadera dama, sin ningún tipo de exageración, sino más al
contrario era lo más decente posible, en eso sonó el timbre de mi departamento
lo que me asustó y fui a ver de quien se trataba y era Don Gunnar, que venía
bastante arreglado, le hice pasar y me obsequió una botella de Wisky, le
pregunte cómo me veía y él se quedó estupefacto con lo que tenía frente a sus
ojos, me dijo: Elizabeth, realmente estas
hermosa y me voy a sentir muy orgulloso que sean mi pareja por esta noche.
Le pregunte qué planes tenía para esta noche y me respondió, que pensaba
invitarme a un PUB, a bailar y compartir por un rato, yo le dije que si podría
esperar un poco ya que no estaba acostumbrada a caminar con tacones, lanzando
una sonrisa accedió y estuvimos caminando en mi departamento, sosteniéndome de
su brazo y en momentos él me abrazaba para evitar que me torciera el tobillo,
ya acostumbrada, cerca de media noche salimos y él estaba con un pequeño auto,
que me dijo que también era de su propiedad y que a veces trabajaba como
taxista, nos subimos y fuimos rumbo al PUB, llegamos, ingresamos y él tenía
reservado una mesa privada, aislada del salón con cortinas rojas, tomamos
asiento y nos trajeron una botella de Champán, brindamos por nuestro encuentro
y el me invitó a bailar, nadie se daba cuenta que estaba travestido, más al
contrario todos me veían como una verdadera mujer, estuvimos bailando por un
rato hasta que empezó a sonar una música romántica y me tomó de la cintura y no
tuve otra alternativa que llevar mis manos a los hombro de Don Gunnar, y me
empieza a susurrar, “Elizabeth, realmente
estoy orgulloso de estar contigo, no ves cómo te miran los hombres y creo que
sienten envidia, estas bella estas hermosa y realmente estas sexy”, yo
simplemente sonrió y me acerco más a él. Empieza a mover sus manos por mi
espalda, mi cintura y poco a poco empieza a acariciar mis caderas y se
sorprende, ya que él había pensado que llevaba algo postizo en mis caderas y en
mis nalgas, y para sorpresa de él todo era natural, era real y propiedad de
esta su servidora, nos alejamos un poco del centro y nos dirigimos bailando
hacia donde había poca luz, y empezó a acariciarme mis caderas y mis glúteos,
yo simplemente opté por abrazarme a su cuello y acercarme más a él, de pronto
sin palabra alguna nos dimos un pequeño beso en nuestras bocas, para luego
hacer que nuestras lenguas se encuentren, lo que provoca que Don Gunnar me acaricié
con más fuerza y sensualidad, a lo que yo respondí con abrazarme y bajar mi
mano derecha a sus partes íntimas y acariciar su hermosa verga, así estuvimos
por un rato más y luego algo excitados nos fuimos a nuestra mesa a continuar
consumiendo nuestras bebidas, ahora ya era Wisky, nos sentamos juntos en el
sofá y él me abraza por mi cuello y yo que acurruco a su pecho, nos besamos y
mi mano se va por si sola a acariciar su paquete que ya lo tenía semi parado,
él con su otra mano toma mi pierna y empieza acariciarla subiendo poco a poco,
hasta llegar a mis entrepiernas, y su dedo mayor se dirige a mi culito, a mi
hoyito, a mi ano, hace a un lado mi tanga y empieza a intentar penetrarme con
su dedo, por parte mía hay cierta resistencia ya que tengo un culito cerrado y
virgen, pero nos conformamos con recibir caricias, mi hoyito estaba bastante
mojado y su dedo resbalaba por toda mi raja, haciendo un pequeño esfuerzo Don
Gunnar intenta nuevamente meter su dedo, cosa que lo logra y saca de mi un
quejido, uno por la sorpresa y otro por cierto dolorcito que sentí, por un
momento nos quedamos inmóviles y mi culito se acostumbra a su dedo y luego
empieza a moverlo inicialmente de un saca y mete para luego moverlo de forma
redonda como si quisiera ensanchar mi hoyito, esta situación me puso bastante
cachonda y mi excitación se encontraba a mil, nos besamos, nuestras lenguas se
confundían y me pide que antes de irnos pudiéramos bailar por última vez, a lo
que acepté con mucho gusto, en
el PUB, quedaba poca gente y la que había ya se encontraba bastante embriagada,
por lo que no llamábamos la atención a nadie, nos abrazamos y bailamos bien
apechugados, lo que hizo que él nuevamente iniciara su cometido con meterme
mano empezando por mis caderas, la cintura y mis nalgas, nos fuimos a un rincón
y poco a poco fue subiendo mi vestido hasta llegar a tocar mis nalgas de manera
directa, hizo a un lado mi tanga y nuevamente sentí como su dedos ingresaban a
mi culito pero esta vez ya no era un dedo sino dos y hasta tres, él iba
lubricando mi culito con su saliva, cada vez que lo veía por conveniente, en un
rato me soltó y me hizo dar la vuelta colocándose detrás mío y ahí si sentí su
hermosa verga totalmente parada y dura, así estuvimos bailando hasta que con
una mano me bajó mi tanga hasta mis piernas y saco su falo y empezó a
acariciarme mis nalgas y mi rayita y mi culito, me dijo “¿Me dejas penetrarte?”, a lo que yo respondí
apretándole las manos y en eso siento que con una de sus manos empieza a untar
mi ano con bastante saliva, y entra un dedo, dos dedos, para luego, acercar su
verga a mi culito, y empezar a intentar penetrarme, la primera y segunda
envestida no da resultados, mi culito se encontraba bastante cerradito, pero mi
hombre no es de los que se dan por vencidos y en el tercer intento así
paraditos como estábamos empieza a penetrarme, lo que me hace lanzar un grito
por el dolor, y se queda sin ningún movimiento, poco a poco va pasando el dolor
y mi culito empieza a acostumbrase a su nuevo visitante, y le hospeda con mucho
calor, poco a poco Don Gunnar empieza con el vaivén del saca y mete, yo me acostumbro pero lo más importante
siento un placer infinito, y pienso que no estaba equivocada. Yo he nacido para
ser mujercita y sentir a un hombre culiandome. Así pasamos como unos veinte
minutos y realmente me sentía muy dichosa a sentir como mi hombre me poseía, me
tiraba, me culiaba, era estar en el paraíso, poco a poco se fue agitando más y
más y lo hacía con mayor rapidez, yo en las nubes, hasta que llegó el momento
de la eyaculación sentí su semen en mis entrañas, hasta el fondo, y los
movimientos empezaron a disminuir, y su hermosa verga se fue bajando ya flácida
se salió de mi culito y empezó a chorrear el semen de mi culo por mis pierna y
en eso sentí un olor a hombre, un olor a macho, un olor a hembra desvirgada,
los que me hacía la mujer más feliz, nos arreglamos y nos fuimos a nuestra mesa
tomamos nuestros wiskis y nos disponemos a marcharnos, él me preguntó “A dónde vamos?” a lo que respondí donde
tú quieras mi amor.
Con amor Elizabeth.
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