Por Liz Martínez
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— !Pánfilo! … ¿Estás viendo lo que yo veo … o
… estoy soñando? … ¿Crees que sea la estrella de … ? — Le dije a mi primo ante
el sorprendente parecido que esa chica tenía con nuestra heroína de las
películas.
— !Claro que no Glodomiro! — Me dijo mi primo
Pánfilo. — Esta súper, y efectivamente parece su doble, pero debe ser una de
las gringas que trabajan en el consulado ... Deja de soñar y mejor concéntrate
en la que buscamos. Debe tener un saco oscuro y unos enormes lentes … y con lo
sabionda que es … no te sorprendas si tiene cara de bibliotecaria … Así que
mejor busca una que parezca búho con lentes.
— Pues hay solo tres chicas con saco oscuro
en los cubículos. — Le dije a mi primo. —
Y solo dos traen unos enormes lentes como nos dijo, pero no veo que
ninguna haga la señal que esperamos, y con lo que estoy viendo se me está
parando como no tienes una idea. Mejor vamos a esa mesa o tendré que jalármela
aquí mismo frente al vidrio.
— Bueno, está bien Glodo. Vamos a sentarnos
frente a esa ricura, yo también quiero contemplarla, pues con el puto “té de
cebolla” que nos hizo tomar a diario durante el mes de abstinencia, me haría
tres seguidas cada hora. — Me dijo mi primo, cuando de pronto vimos como esa ricura
se ponía unos enormes lentes.
Tragando saliva por la excitación y casi sin
pensar nos dirigimos a la mesa que estaba frente a ese cubículo, donde
simularíamos leer los libros que tomamos, cuando de pronto vimos cómo esa
excitante dama levantaba la vista volteando hacia nosotros para dirigirnos una
mirada que casi nos derrite como cera en el fuego.
Luego, siguió con su trabajo, sin darle la
menor importancia a nuestra presencia, en tanto que disimuladamente nos
sentamos en la mesa buscando la mejor ubicación para quedar justo frente a ella
… desde donde pudiéramos ver a nuestro completo antojo esa excitante forma que
atrapaba nuestra mirada como un imán atrapa al metal. Casi rogábamos al cielo que
fuera ella mientras simulábamos leer los libros.
— !Pánfilo! … Voltea para otro lado o se va a
dar cuenta que la estamos viendo. — Le dije a mi Primo.
— !Eso intento Glodo! … Pero es imposible. —
Me dijo mi primo con sus dientes apretados mientras simulaba tapar su cara con
el libro.
Y tan solo un momento después, vimos cómo
ella se quitaba su saco para colocarlo a un lado, luego lentamente se soltó el
pelo y enseguida tomó un lápiz de color negro y lo colocó en su boca … Quedamos
boquiabiertos contemplando esa escena. Por fin, esa era la señal, ya no
teníamos la menor duda, solo que no esperábamos que lo que contactamos fuera
una dama de tal nivel … En persona era diez veces más atractiva que en las
imágenes que nos envió. Un verdadero caramelo de Dios cuya sola imagen era una
invitación para devorarla.
— !Apenas lo puedo creer Glodo! … !Es ella! …
— Me dijo mi primo. — !Rayos! … Mira como acaricia el lápiz con los labios,
realmente tiene boca de mamadora.
— Pánfilo … ¿y será cierto lo que puso en sus
preferencias acerca de que a ella solo le interesan los adolescentes de piel
oscura? … ¿Qué tan oscura? … ¿Le iremos a agradar con lo gorditos que estamos?
— Le pregunté a mi primo con incredulidad, pues ni en sueños podía acomodar la
idea de que nosotros hiciéramos pareja con ella.
— Glodo … Ya deja de mencionar esas
calenturas o no voy a poder caminar … !Putísima madre! … !Ya se me paró a todo
lo que da! — Me dijo mi primo.
— A mí también Pánfilo. Creo que tendremos
que cubrirnos la bragueta con estos libros como lo hacemos en el autobús. — Le
dije a mi primo mientras apretaba los dientes a causa de la intensa excitación.
Sin embargo, ella no volteaba a vernos
pareciendo estar más ocupada en el trabajo que hacía en su laptop mientras
mantenía ese lápiz en su boca. Razón por la cual aún no estábamos seguros, pues
por un momento nos pasó por la mente la idea de que todo fuera obra de algún
bromista que conocía los hábitos de esa chica. Un error que nos haría quedar
como los idiotas del mes.
Finalmente la vimos voltear de reojo hacia
nosotros para vernos mientras deslizaba una de sus manos por su pierna como si
acariciara su piel.
Una inconfundible señal de coquetería que sin
duda quería que captáramos para estar seguros de que era quien buscábamos.
Aun con miedo de cometer un error nos armamos
de valor y decidimos entrar a ese privado, lo cual hicimos mientras ella
continuaba hacendosamente escribiendo en su laptop con ese lápiz en su boca.
Por un momento creímos que ni siquiera se había dado cuenta que habíamos
entrado al cubículo donde estaba, hasta que decidimos mencionar los nombres
clave que le dimos en la página donde la contactamos y que de hecho eran
nuestros apodos. Mi primo: “Gansito” y yo: “Burrito”. En ese momento ella se
quitó el lápiz de su boca y levantó su vista para vernos. Parecía como si no
entendiera de que le estábamos hablando.
— ¿What can I help you guys? — Nos dijo en
inglés; dejándonos sin saber que decir al darnos cuenta de que realmente
habíamos metido la pata.
Y viendo que no decíamos palabra agregó
— The youth section is at the bottom of the
hall … ¿Do you understand me? — Siguió diciendo ella en su idioma con un claro
acento británico.
— S … sorry madam, this is … a … esto ha sido
un error. — Le dije dirigiéndonos de
nuevo a la puerta de salida.
— Se dice “mistake” tarugo — Me dijo mi
primo, corrigiendo mi inglés de juguete.
Pero en ese instante la dama se levantó
rápidamente de su asiento cerrándonos el paso para colocarse frente a la puerta
de salida en una forma en la que parecía presionar la puerta con su trasero.
— ¿Adónde creen que van chicos? … Regresen y
siéntense frente a mí ... !Ahora! — Nos ordenó ella dejándonos congelados
cuando vimos en un costado de su cinturón una brillante placa oficial que decía
algo así como N.S.A. U.S. Federal Bureau of ... y en el otro costado de su
cintura enfundada la terrible arma que complementaba la imagen de nuestra peor
pesadilla. (!Jesús, mil veces el
chamuco! … !Ahora si estamos jodidos!)
Me dije a mi mismo en mi interior.
Apenas podíamos creer que una reina tan
hermosa trabajara para la más oscura y tenebrosa agencia que hay en el mundo …
esa que desde hace mucho se dedica a hacer en los límites de nuestra frontera
el trabajo sucio de la central de inteligencia de nuestros vecinos del norte
con la completa anuencia de nuestras incompetentes autoridades.
Una vez sentados, se colocó de pie frente a
nosotros, mirándonos durante un rato, sin decir palabra, con sus brazos
cruzados, haciéndonos sentir que estábamos ante una autoridad superior, o como
ratones frente al gato, hasta que rompió el silencio.
Ni siquiera piensen en correr chicos … Hago
blanco a cien metros con repetición de tres tiros por segundo ... ¿Se sienten
con suerte para comprobarlo? … — Nos dijo ella tocando con su mano esa terrible
arma, por lo cual solo movimos nuestras cabezas diciéndole que no, y entonces
continuó. — Esta vez se metieron en un gran lio chicos. Uno verdaderamente
grande, y del que no creo que vayan a salir bien librados. Este lugar es parte
del consulado, así que, sin pasar por las autoridades de su país, de aquí se irán
directos a la grande … de donde nadie vuelve. A menos que me digan la verdad
toda la verdad y nada menos que la verdad, de lo contrario, esto se va a poner
bastante feo, y créanme que conmigo no se juega. — Nos dijo tocando con sus
dedos esa brillante placa oficial, cuya bien ganada fama era la de ser una
licencia para matar.
— ¿Tienen algún custodio en la policía? — Nos
preguntó ella dejándonos confundidos y con cara de “!what a fuck!”, por lo cual
le dijimos que no había tal cosa.
— ¿A quién más informaron de esta actividad
ilegal que pretendían realizar? — Preguntó de nuevo, y de inmediato respondimos
que solo nosotros lo sabíamos.
— ¿Han contraído alguna enfermedad contagiosa
por andar en este tipo de actividad? — A lo cual respondimos que no, pensando
que sus preguntas tenían que ver con alguna investigación sobre los temidos
ataques epidemiológicos.
— ¿Han tenido relaciones sexuales de alguna
clase? — Preguntó una vez más, y rápidamente movimos nuestras cabezas diciendo
que no.
— ¿Les pidió algo a cambio la persona que
contactaron? — Preguntó ella, y respondimos que solo quería amistad.
— ¿Algo más que haya pedido … en forma
especial? — Preguntó ella, y mirándonos entre nosotros le dijimos que había
pedido un mes de abstinencia en el cual debíamos tomar una infusión de té de
cebolla a diario y en ayunas.
— ¿Lo hicieron? — Preguntó ella, y movimos
nuestras cabezas afirmativamente.
Entonces, luciendo en su rostro una nerviosa
expresión al tiempo que parecía mordisquear uno de sus dedos; levantó el
teléfono que estaba sobre su escritorio, y oprimió un botón para establecer una
tenebrosa comunicación:
— Si, es ella … está aquí … !Cierren todo y
búsquenla! … !La quiero viva! … Pero si consigue salir de aquí … !dispárenle a
matar! — Dijo por teléfono al tiempo que extraía de la parte trasera de su
cinturón unas esposas y las colocaba sobre el escritorio junto a su bolsa, y
enseguida oprimió otro botón del teléfono.
— Yes sir … the boys are here … !What! —
Mencionó ella volteando a vernos. — ¿Are you sure? … ¡But! … Ok sir … I will. —
Terminó de decir colgando el teléfono.
Luego tomó con su mano la perilla de la
puerta para asegurarla, moviendo enseguida la persiana de la ventana para
impedir la vista hacia el interior, y entonces volteó para quedar de nuevo
frente a nosotros al tiempo que lentamente desenfundaba su arma mientras con su
otra mano empezaba a colocarle en el extremo un alargado cilindro metálico, tan
oscuro como su arma, enroscándolo con toda paciencia mientras nos observaba sin
ninguna expresión en su rostro.
No necesitábamos ser unos genios para saber
de qué se trataba, lo habíamos visto docenas de veces en el cine, pero jamás
creímos que algún día íbamos a vivir ese horror que solo nos divertía como
fantasía. Y cuando vio que estábamos tan alterados que casi queríamos llorar,
de pronto colocó esa arma sobre el escritorio, y con cara de gran preocupación
se arrodillo frente a nuestros asientos sujetándonos de la pierna a cada uno
para hablarnos amigablemente.
— !No se crean chicos! … Solo estaba
fingiendo para asegurarme. — Nos dijo ella. — Soy yo … “Angy”, su contacto … y
el teléfono estaba desconectado, no le llamé a nadie. La placa es falsa y la
pistola es de plástico, ¿lo ven? ... Pobrecillos … ¿Los asusté mucho?
— ! Respiren por favor ! … ! No soy la bruja
odiosa que vieron actuar ! — Continuó diciéndonos al tiempo que removía
nuestras piernas con sus manos para que reaccionáramos al ver que el susto nos
había dejado como estatuas.
Por fin respiramos aliviados como si
acabáramos de salir del agua, al saber que no había nada de qué
preocuparnos.
— !Angy! … !No tenías que hacer todo eso! …
Casi morimos del susto. — Le dije con mi voz sofocada y casi llorando.
— Lo sé cariño, y les ruego que me disculpen
por ser tan grosera, pero tenía que estar segura de que no era una trampa como
las que pone la policía de mi país … de haber sido así, casi todo lo que vieron
sería una realidad. Pero créanme que los recompensaré más allá de lo que se
imaginan.
Nos dijo ella y enseguida se levantó para
continuar.
— Durante el interrogatorio me di cuenta de
que no había riesgo alguno, pero … debía estar bien segura … Solo les
recomiendo que sean más valientes cuando se enfrenten a una gringa engreída que
se cree la reina de Inglaterra, nunca demuestren temor, o se los van a comer
vivos.
En fin, volviendo a lo nuestro, supongo que
los tres tenemos un interés en común, por eso estamos aquí, para ponernos de
acuerdo con los detalles.
Así que tú eres “Gansito” — Le dijo a mi
primo dirigiéndose enseguida a mí. — Y tú “Burrito”, que bellos apodos, como
los muñecos de peluche con los que jugaba de niña.
Mi verdadero nombre es algo complicado, y no
se diga mi apellido, pero sigan llamándome “Angy”, para facilitarles la
pronunciación.
Con nuestros corazones aun latiendo
aceleradamente por el susto, escuchábamos todo eso mientras pensábamos en lo
tontos que fuimos. Luego de eso, nos presentamos con nuestros verdaderos
nombres, y tras un fino y social
— Muy bien chicos, iremos a otro lugar para
llevar a cabo lo que les prometí — Nos dijo y pidió que uno de nosotros le
regresara a la bibliotecaria los libros y revistas que le prestaron para pasar
el rato mientras llegábamos, para lo cual pidió de favor a mi primo Pánfilo que
los llevara, lo cual hizo dejándome solo con ella. Por fin, la merecida
recompensa de la larga espera y del no menos largo y angustiante susto parecía
ser el premio mayor, y en serie completa.
Una vez solos, ella tomó asiento en su
escritorio y giró su silla para quedar frente a mí, que en ese momento me
encontraba de pie a un lado del escritorio, entonces ella se inclinó para sacar
del cajón una gorrita de invierno dejando a la vista la increíble forma de esos
perfectos senos que habíamos visto en la imagen que nos envió por correo.
Cosa que yo contemplaba absorto y con ojos de
lujuria. En ese momento casi sentí que una erupción de semen brotaba de la
punta de mi rígido miembro, al cual ocultaba bajo el libro que traía en mi
mano.
— ¿Te gusta lo que vez Glodomiro? — Me preguntó
ella sin voltear a verme, sabedora del lugar en donde tenía clavada mi vista, y
cuando finalmente levantó su rostro para ver la cara de imbécil excitado que
tenía al no saber qué decir, extendió su gorrita y me dijo. — ¿Es linda verdad?
— Me dijo ella al tiempo que la colocaba en su cabeza.
— !He! … !Claro! … !Claro! … Pero claro que
si … Es linda … es bella … es hermosa … es perfecta — Le dije balbuceando como
idiota mientras la veía acomodar su boinita, con ese arreglo de pelo castaño
que se ponía sobre su rubia cabellera … Aunque creo que lo que quería decirle
era: “chuponeable … como usted … Miss Francia y Miss Inglaterra juntas no le
harían justicia a una reina como usted”.
Enseguida
ella se puso de pie colocándose frente a mí a escasos centímetros de mi rostro,
enfocando sus intensos ojos en los míos. Era como cuatro dedos más alta que yo
y mi primo. Lucía como la típica europea caucásica, frondosamente desarrollada,
y con una estructura física tan femenina que me inspiraba unas ganas
irresistibles de abrazar el talle de esa arqueada y perfecta espalda a la
altura de la cintura y levantarla del piso en apretado abrazo, con esos senos
frente a mi rostro.
— Yo sé muy bien lo que quieres Glodomiro, y
también entiendo cómo se sienten tú y tu primo. Tengo el olfato de un animal, y
desde que entraron pude captar que están saturados de hormonas. — Me dijo ella
dejándome prácticamente mudo mientras sus hipnóticos ojos seguían clavando su
mirada en los míos sin siquiera parpadear, lo cual provocó que yo moviera mi
vista hacia un lado, pero ella, con su dedo índice colocado bajo mi mentón, me
hizo volver a verla.
— ¿Deveras necesitas hacer todos los días lo
que vi en el video que me enviaron? — Preguntó ella. A lo cual respondí
moviendo la cabeza afirmativamente al tiempo que cerraba los ojos por un
segundo, para evitar esa mirada que parecía atravesar todo hasta ver mi alma.
Pero al abrirlos de nuevo, ella continuaba mirándome con esos intensos ojos que
no me permitían mirar hacia otro lado, mientras sutil e imperceptiblemente
movía sus labios, como si saboreara lo que veía, y en el interior de su boca
acomodara la excesiva salivación.
— ¿Cuántos idiomas hablas Angy? — Le pregunté
al no saber qué decir.
— Sin incluir arameo y latín … Tres … de
hecho cuatro con el de ustedes, que es el último que estoy aprendiendo, muy
difícil, por cierto. — Me respondió ella, dejándome mudo una vez más, pues
nosotros éramos unos burros que ni el nuestro aprendíamos como lo hacia
ella.
Luego continuó observándome, como si
estuviera memorizando la imagen de mi rostro mientras mantenía su dedo índice
bajo mi mentón, evocando en mi mente aquellas películas de la segunda guerra
mundial, en las que las oficiales de la Alemania nazi acosaban con su mirada a
quienes interrogaban en busca de judíos.
— Mmm … Así que este es el chico de las
preguntas interesantes ... ¿eh? — Me dijo ella y continuó. — Un fiero león en
el chat … pero un manso gatito frente a mí.
Y continuó con ese juego mental que se
prolongó otro par de segundos hasta que mi primo volvió, y solo hasta ese
momento ella me liberó de su felina mirada para sonreír diciéndonos lo que debíamos
hacer:
— Vamos a salir de aquí chicos. — Nos dijo
ella y continuó. — Primero ustedes y luego yo, caminaremos por la calle en
banquetas separadas, como si no nos conociéramos, me seguirán hasta llegar a
ese cine de la avenida principal. Estamos a buena hora para la función
nocturna, sin intermedios y en un lugar exclusivo que se puede rentar para
tener una privacidad tan absoluta como la de este cubículo, pero alumbrados tan
solo con la mortecina luz de la pantalla. Un lugar público y seguro como lo
pidieron.
Continuará
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