Por
Lorena y Mario
Finalmente
quedamos a cenar con Pedro y Eva. Un acuerdo secreto entre las chicas hizo que
aquello acabara como tenía que acabar.
Un
pequeño cambio de planes de última hora nos citó directamente en casa de Pedro
y Eva. Hacía bastante frío en la calle y nos saltamos la ronda en el bar
como aperitivo de la cena.
-Adelante,
bienvenidos a nuestra noche sin niños – dijo Pedro al abrirnos la puerta.
-¡Qué
calentito se está aquí! – Lorena se frotó las manos y comenzó a quitarse el
abrigo.
-Eva
saldrá en un momento, se está terminando de vestir.
-Vaya,
apurando hasta el último momento – se me ocurrió decir.
-La
verdad es que la he visto tan guapa con el vestido puesto que no he podido
evitar atacar. Y no te creas que me ha dicho que no, ¿eh?.
-Empezamos
bien – dije entre risas.
-Darme
los abrigos y sentaros en el sofá. O si lo preferís en vuestro sillón favorito
– Pedro nos guiñó un ojo sonriente y desapareció por el pasillo con los
abrigos.
La
temperatura estaba alta. No sólo la de la casa, sino también la sexual.
Lorena
y yo nos miramos buscando complicidad mutua y nos sentamos en el sofá.
-Te
juro que Eva me ha dicho que no iba a pasar nada de nada – intentó excusarse.
-Ya.
Espero que éstos no vayan a saco. Si en algún momento no estamos a gusto, nos
vamos. ¿Vale?
-Sí,
sí – me dijo mientras nos cogimos de las manos.
Al
momento apareció y nos levantamos para darla dos besos.
-Disculpar
que no haya salido antes.
-No
te preocupes.
-Va
el gilipollas y no se le ocurre otra cosa que correrse encima de mi vestido –
dijo realmente enfadada.
-¿Queréis
todos vino? – preguntó Pedro camino de la cocina, como si con él no fuera el
comentario de Eva.
-Me
he tenido que poner otro deprisa y corriendo. ¡Será imbécil!
-Pues
estás muy guapa – dije intentando dar ánimos y calmar la tensión del ambiente.
-Gracias.
Venga sí, vamos a tomar algo – Eva suspiró como intentando coger fuerzas – voy
a por unas copas.
Pedro
nos invitó a sentarnos. La mesa estaba preparada con varios platos a base de
verduras principalmente y una buena ración de jamón ibérico. Eva trajo un par
de copas que faltaban y una botella de Albariño ya abierta.
El
hablar del colegio, del exceso de deberes de los niños y cosas así, ayudó a que
el enfado de Eva se fuera pasando poco a poco.
A
pesar de que Eva hubiera preferido estar con otra ropa, a mí me parecía que estaba
guapísima. Llevaba un vestido discreto, de color malva, que llegaba hasta las
rodillas. No era muy ceñido pero se adivinaban perfectamente sus curvas. Es un
poco más alta que mi mujer, con algo menos de cadera y de pecho. La gran
diferencia es su melena negra y larga. Debajo del vestido llevaba unas medias
de rejilla. Me encantan esas medias, no lo puedo evitar, y cada vez que tenía
la ocasión aprovechaba para disfrutar de sus piernas con la mirada.
Mi
mujer también estaba muy guapa, por supuesto. Llevaba una minifalda de color
negro y un jersey beige de cuello alto. Pero lo mejor no estaba a la vista.
Debajo llevaba puesto el corsé y las medias que se había comprado esa misma
tarde y con el que habíamos echado un magnífico polvo apenas un par de horas
antes. Pensar que debajo llevaba ese conjunto tan sexy me aceleraba el corazón.
Eso sí, ahora llevaba puesto un escaso tanga negro.
Pedro
es el más alto de los cuatro. A pesar de tener un poco de barriguita no se
conserva mal. Presume de que hace deporte dos o tres veces por semana, pero lo
que gasta jugando al pádel lo recupera con las cervezas y los pinchos que se
toma después. Le gusta ser protagonista en las conversaciones y hacer
comentarios o chistes picantes en cuanto ve la ocasión.
Cuando
estábamos acabando de disfrutar de las berenjenas asadas con jamón, tomate y
huevo de codorniz, de las tiras de calabacín con anchoa y de las alcachofas a
la plancha, Pedro me invitó a acompañarle a la cocina a por el plato principal.
-¿Qué
habéis preparado?
-Bacalao
con gulas envuelto en hojaldre. ¿Lo habéis probado alguna vez?
-No,
creo que no – dije mientras Pedro abría la puerta del horno – Tiene muy buena
pinta.
-Por
lo que veo, hoy vais a probar varias cosas nuevas, ¿no?
-¿Lo
dices por el bacalao? – dije sin poder evitar una sonrisa.
-Sabes
que no.
Pedro
se divertía con la conversación mientras comenzaba a emplatar.
-Es
una suposición, ¿vale?. ¿No te gustaría echar un buen polvo a mi mujer? – Me
soltó Pedro sin inmutarse.
-Hombre…
Sí… claro. Entiendo que tú a la mía también, ¿no?
-Tu
mujer es muy atractiva y creo que en ella se ha despertado algo que tenía muy
dormido. Átala en corto si no quieres que se desmadre.
La
seriedad en sus palabras me dejó un poco desconcertado. Por un lado el tema del
intercambio de parejas me provocó a la vez temor y excitación. Y además, eso de
“átala en corto” me hizo pensar. Es cierto que mi mujer se sentía más activa
sexualmente, pero no me la podía imaginar enrollándose con cualquiera que
encontrara por ahí. Incluso no me la podía imaginar liándose con Pedro.
Volvimos
al salón cuando las chicas estaban haciendo un brindis.
-¿Brindáis
por nosotros? – preguntó Pedro mientras servía los platos a las chicas.
-Brindamos
por el grupo – respondió Eva, lo que provocó que las dos comenzaran a reír a
carcajadas.
-¿Qué
nos hemos perdido? – dije mientras tomaba asiento.
-Nada,
nada. Cosas de mujeres – respondió mi mujer un poco sofocada.
Estaba
claro que el vino iba haciendo efecto en el ánimo de todos, especialmente en el
de ellas.
-Ahora
hagamos un brindis porque el mundo sigue – Mi mujer alzó la copa hacia el
centro de la mesa – y porque ha comenzado una nueva era.
-¡Viva
la nueva era! – dijo Eva mientras las copas sonaban al chocar unas contra
otras.
El
ver a mi mujer con esa complicidad con Eva aumentó mi inquietud. Pedro las
miraba divertido, sin decir nada, disfrutando de las risas y el cachondeo
secreto que se traían las dos. ¿Sería el primer momento en el que tuviera que
atar en corto a mi mujer?
En
mi imaginación, en varias ocasiones, habíamos hecho intercambiado de parejas. A
veces juntos, a veces cada dos por separado. Me excitaba pensar en ello, me
divertía. Pero en ese momento sentí por primera vez que ese intercambio podía
hacerse realidad. Y esa sensación era diferente. Era extraña. Excitante por
pensar que podía estar con otra mujer, pero preocupado por las consecuencias
que pudiera tener en nuestra relación de pareja. Sentí miedo.
-El
bacalao está buenísimo – dije intentando hablar de algo que me ayudara a
tranquilizarme.
-¡Aquí
todos estamos para comernos! – dijo Eva antes de acercarse a la mejilla de su
marido a darle un mordisco.
-Tranquila,
luego me lo comes todo, cada cosa a su tiempo… - Pedro se la quitó de encima
exagerando los gestos - ¿Alguien quiere repetir?
Ante
la negativa de todos, Eva y Lorena cogieron los platos vacíos y los llevaron a
la cocina.
-A
éstas no se las puede dar más alcohol, ¿eh?
-No
sé qué las pasa, pero están muy graciosas – dijo Pedro sonriente.
-Tienen
un cachondeito encima…
-¿Tú
no eres muy goloso, no?
-No,
no mucho – me sorprendió el cambio de tema.
-Eva
ha hecho una tarta de tres chocolates que está de muerte. Pero si te apetece
otra cosa…
-Por
supuesto que no. Me comeré un trocito, claro. Si está tan buena como dices
habrá que probarla.
-Trae
unos platos pequeños – gritó Eva desde la cocina.
Pedro
se levantó hacia el mueble del salón y de la parte baja de una vitrina sacó 4
platos pequeños que llevó a la cocina.
En
ese momento que estuve solo intenté aclarar mis ideas. “Habíamos venido a
pasarlo bien”, “no iba a pasar nada que no quisiéramos que pasara”, “íbamos a
estar siempre juntos…”.
La
llegada de Pedro me sacó de mis pensamientos.
-¿Vas
a tomar café?
-Un
cortado.
-¿Un
chupito? ¿Un pelotis?
-Venga,
un chupito de hierbas – Dije intentando disimular que no me apetecía demasiado.
En
seguida volvieron los tres. Las chicas con los platos de tarta y Pedro con una
botella congelada de orujo de hierbas casero y dos vasos de chupito.
La
tarta con sus tres capas de diferentes chocolates estaba buenísima y no muy
empalagosa. Pero a mí me gustó más el orujo de hierbas. No estaba muy fuerte y
tenía mucho sabor.
-Por
la noche sin niños – dijo Pedro levantando su pequeño vaso antes de beberse
todo el contenido de un trago - ¿Queréis que os cuente qué ha pasado con el
vestido de Eva?
-Sabes
que ésta me la vas a pagar – amenazó muy seria Eva.
-Tampoco
será para tanto, ¿no? – dije realmente incrédulo de tanta molestia.
-Si
vieras como me queda el vestido no dirías lo mismo.
-Pues
póntelo.
-Si
no fuera…
-Esperar,
esperar – cortó Pedro a su mujer – os voy a contar lo que ha pasado: Mientras
yo terminaba de poner la mesa y acabar con la preparación de los entrantes, Eva
se ha ido a cambiar de ropa. Cuando he dejado todo listo, he cogido un par de
copas de vino, he abierto una botella de Albariño y he ido a la habitación. ¿Y
qué me he encontrado? A esta preciosidad con un vestido espectacular. Estaba
preciosa, guapísima. No he podido evitar abrazarla por detrás mientras se
estaba mirando en el espejo del baño…
-Vale,
vale – interrumpió Eva – Ya todo el mundo sabe lo que ha pasado. No hace falta
que te recrees.
-Pensándolo
bien creo que ese vestido era demasiado atrevido para una velada como esta.
-¿Entonces
lo has hecho a propósito para que me cambiara?
-La
verdad es que no. En ese momento no, pero ahora que lo pienso…
-Estás
mal – Eva se levantó seria, cogió de la mano a mi mujer y casi la arrastró
hacia su habitación – Voy a ponérmelo, a ver si os parece adecuado o no.
-No
puedo con ella – me dijo suspirando – cuando se le mete algo en la cabeza…
De
nuevo la tirantez entre Eva y Pedro me hizo incomodarme un poco.
Mientras
esperábamos la llegada de las chicas Pedro me explicó el origen del orujo de
hierbas y otros licores que sacó del armario. No parecía en absoluto molesto o
preocupado por las amenazas de Eva. Eso y el oír a las chicas reírse al otro
lado del pasillo me tranquilizó.
Al
rato apareció Lorena por el pasillo y de forma exageradamente teatral se
atrevió a presentar a su amiga.
-Con
todos ustedeeees… Evaaaaa… con su bonito y manchado vestido negroooooo…
¡¡¡Tachán!!!
Eva
salió como si de un desfile de moda se tratara, intentando simular los pasos de
las grandes modelos de pasarela. Con el vestido negro y los tacones de aguja
estaba espléndida.
Todos
aplaudimos su valentía y sobre todo su belleza. El vestido era muy ajustado,
tanto que se notaban perfectamente los rombos de las medias de rejilla en las
piernas y las caderas. Pero no sólo eso, también se notaban esos rombos en los
pechos. Al fijarme en ello sentí un escalofrío. Eva llevaba debajo un conjunto
de rejilla desde los pies hasta los pechos. ¡¡¡Puff!!!! ¡Qué calentón!
Lorena
miró detrás del vestido e hizo un exagerado gesto como de asombro mientras se
reía. Eva hacía que se iba a girar, pero no, volvía a ponerse de frente a
nosotros, como avergonzada. Evidentemente la famosa mancha del vestido estaba
en la parte de la espalda.
Eva
saludó levemente como si hubiera acabado su función y caminando hacia atrás
desapareció por el pasillo. Lorena se fue tras ella aplaudiendo y riendo.
-No
me extraña que no hayas podido aguantarte. ¡El vestidito la sienta fenomenal!
-Como
tengo la costumbre de correrme encima de ella, no me he dado cuenta del vestido
y cuando ha llegado el momento… ¡Hala! ¡Todo directo al vestido! Y justo en ese
momento de tensión habéis llamado al telefonillo. Yo me he vestido corriendo
para abriros y Eva ha decidido cambiar de vestido. Ha sido divertido – dijo
sonriente y orgulloso.
Lorena
entró al salón con dos velas en la mano y las dejó sobre la mesa.
-Encenderlas
y apagar la luz. Tenemos una sorpresa para vosotros.
-Me
gustaaaaaaaaa… - dijo Pedro frotándose las manos mientras salía disparado hacia
la cocina.
Solo
de nuevo pensé en lo bien que se lo estaba pasando mi mujer. Realmente estaba a
gusto, estaba disfrutando de la velada y eso me hacía sentirme bien.
Pedro
obedeció. Encendió las velas y apagó la luz.
-¡¡Ya
estamos liiiistoooos!! - gritamos invitando a que vinieran.
La
luz que llegaba de la habitación de Pedro y Eva se apagó. Ahora sólo las velas
iluminaban tenuamente el salón, pero lo suficiente como para ver con cierta
claridad lo que rodeaba a la mesa.
-¡Cerrar
los ojos! – dijo Eva mientras se la intuía acercarse por el pasillo - ¿ya los
habéis cerrado?
Pedro
obedeció al instante. No sólo cerró los ojos sino que puso sus manos sobre
ellos. Yo, sin estar convencido, también los cerré.
-¡Ojos
cerrados!
-Muy
bien. Aguantar así hasta que os digamos – ordenó Eva.
No
pude evitarlo y abrí ligeramente un ojo, lo suficiente para ver a mi mujer vestida
únicamente con el corsé, las medias y el tanga acercarse a la mesa y apagar una
de las velas. Mi corazón empezó a palpitar con rapidez, cerré los ojos e
intenté tranquilizarme.
Alguien,
supongo que Eva, puso música lenta. ¿Qué estaban tramando?
-¿Estáis
listos? – preguntó Eva.
-Síiii
– contestamos al unísono.
-Ya
podéis abrir los ojos.
La
visión fue espectacular. Casi me quedé sin respiración.
Las
dos estaban en mitad del salón, con las manos sobre las caderas, exhibiendo sus
cuerpos con una amplia sonrisa. No pude evitar fijarme detenidamente en Eva.
Llevaba unas medias de rejilla que continuaban hasta cubrir sus pechos. La
malla tenía un amplio agujero desde su ombligo hacia abajo que dejaba ver su
tanga negro con una tela tan transparente que se podía apreciar una estrecha
franja de pelo púbico. Más arriba, y debajo de la malla de rejilla, la tela
negra transparente del sujetador permitía ver los pezones de nuestra
anfitriona.
-¿Os
gustan nuestras compras de hoy? – preguntó Eva de forma sugerente – Es un
regalo para vosotros.
-¡Guapísimas!
¡Divinas! – Pedro aplaudía como loco.
La
verdad es que me quedé impactado. Primero por ver a mi mujer tan desinhibida y
segundo por ver a Eva prácticamente desnuda y tan provocadora.
-Ahora
a bailar – Dijo Lorena mientras me estiraba del brazo para levantarme de la
silla - Vamos, vosotros también.
Lorena
se pegó a mí al compás de la suave melodía.
-¿Qué
te parece el conjunto de Eva? – me preguntó Lorena.
-Estáis
las dos estupendas. Nos habéis dejado sin palabras.
Casi
sin dejar que terminara de hablar se lanzó a besar mi boca. Balanceándonos
levemente al ritmo de la música comenzamos a darnos un morreo cada vez con más
fuerza. Abrí los ojos para ver lo que hacía la otra pareja, pero no pude
verlos. Volví a cerrar los ojos y a disfrutar del apasionado beso que me estaba
dando Lorena. Deslicé mis manos desde la cintura a los desnudos cachetes del
culo y la apreté hacia mí. Mi mujer reaccionó cogiéndome la cara con las dos
manos y metiéndome la lengua todo lo que podía. Estaba muy excitada y me estaba
contagiando.
-Estoy
muy cachonda.
-Ya
te veo, ya.
-Quiero
follar ahora mismo.
-¿Estás
segura?
Lorena
se separó lo suficiente como para desabrochar la hebilla de mi correa y los
botones del pantalón. Volvió a besarme mientras sacaba mi miembro, ya erecto.
Dejé los miedos a un lado y dirigí mi mano derecha a su pubis. Suspiró solo con
rozarla. Primero la acaricié por encima del tanga dos o tres veces y en seguida
lo aparté para llegar a su clítoris sin ningún obstáculo. Al sentir mis dedos
no pudo evitar soltar un gemido de placer y aumentó el ritmo de la mano con la
que me estaba masturbando.
-Estás
súper húmeda – la dije mientras introducía dos dedos en su sexo con enorme
facilidad.
Al
sentirla tan cachonda comencé a follarla con los dedos. Los gemidos fueron
ganando volumen hasta que un pequeño grito de Eva nos hizo parar. Miramos hacia
el sofá y vimos a Pedro con los pantalones por los tobillos bombeando el culo
de Eva que estaba de rodillas sobre el sofá mirando a la pared.
El
espectáculo nos dejó paralizados por momentos. El sonido de los cuerpos al
chocarse y los gemidos de Eva llenaban el oscuro salón.
Sin
dejar de mirarlos Lorena me empujó hasta dejarme caer sobre el sillón. Nuestro
sillón. Se puso de espaldas y se sentó sobre mi introduciéndose mi pene hasta
el fondo. Disfrutando del espectáculo que nos brindaban nuestros amigos mi
mujer comenzó a subir y bajar sobre mí. Lentamente.
Poco
a poco deslicé mi espalda hacia abajo en el sillón para facilitar a Lorena sus
movimientos. Ella reaccionó subiendo tanto que casi sacaba todo el pene de su
agujero, para luego volver a introducirlo totalmente. Y vuelta a empezar.
La
situación era más que excitante. Mientras veía a Pedro penetrar una y otra vez
a su mujer, yo disfrutaba del grandioso culo de Lorena que subía y bajaba, con
lentitud pero con determinación.
Para
sentir más adentro mi pene, Lorena balanceó su cuerpo hacia delante. En esta
posición podía ver perfectamente como mi miembro entraba y salía de su cueva,
mientras oía los gemidos de Eva cada vez más intensos.
La
excitación era brutal y me corrí dentro de Lorena. Ella, al sentir el calor de
mis fluidos, paró un poco el ritmo, sin detenerse. A pesar de que me ardía la
polla enormemente moví suavemente las caderas de Lorena arriba y abajo
invitándola a seguir, y así lo hizo. Sentía que el capullo me iba a estallar,
en una mezcla de placer y dolor tras la eyaculación. Lorena comenzó a acelerar
el ritmo en busca de su orgasmo mientras veía como caía por mi pene el flujo blanco
de mi corrida cada vez que alzaba su culo.
Sin
poder aguantar la presión que en mi capullo provocaba esa postura la detuve.
-¿No
puedes seguir? – me preguntó un poco ansiosa mientras se frotaba el clítoris.
-Sabes
que en esta postura no puedo aguantar mucho – intenté excusarme.
Lorena
se acomodó sobre mis piernas y se apoyó sobre mi pecho. Volvimos a mirar a
Pedro y Eva y nos sorprendió ver la nueva postura en la que se encontraban.
Eva, de espaldas a nosotros y arrodillada sobre el sofá estaba haciendo una
mamada a su marido, que reposaba medio sentado, medio tumbado.
Eva
se dio cuenta de que estábamos mirando y sin dejar de masturbar la polla de su
marido dirigió la mirada hacia nosotros.
-¿Quieres
probar? – preguntó a Lorena.
Lorena
giró su cabeza hacia mí.
-¿Te
parece bien? – me dijo.
-Si
tú quieres, adelante – dije entre sorprendido por la seguridad de Lorena y
excitado por la situación.
Lorena
me dio un pico y chorreando por la entrepierna se puso enfrente de Pedro. Se
arrodilló en el suelo y acercó su boca a su pene erecto y húmedo.
Fue
un momento impactante. Muy impactante. Mi mujer estaba haciendo una felación a
otro hombre delante de mí como si nada…
Sentí
un escalofrío y mi corazón se aceleró.
Respiré
profundamente y me quedé con la sensación de estar viviendo una situación muy
excitante. Las dos mujeres se alternaban en masturbar y saborear el miembro de
Pedro. Cuando le tocaba a Lorena, Eva giraba la cabeza hacia mí. No sé si para
ver mi reacción o para invitarme a unirme al grupo de alguna manera. Al mirarme
movía sus caderas cubiertas por las medias de malla y despojadas del tanga. En
esa postura me mostraba claramente sus húmedos agujeros. Era una provocación en
toda regla.
Lorena
no me miró en ningún momento, concentrada como estaba en su nueva labor. Aún
estaba vestida con su corsé y con su tanga empapado. Se reía divertida cuando
decidían darse el relevo, hasta que el aguante de Pedro llegó al límite. En ese
momento se hizo con la situación Eva. Comenzó a agitar su mano con determinación
mientras acercaba su boca al capullo para recibir el semen de su marido. Pedro
gimió por primera vez y eyaculó. Eva se dedicó por un momento a limpiar esa
polla afortunada a base de lametones mientras Lorena miraba embelesada.
La
pareja se puso cómoda sentándose en el sofá. Lorena no lo dudó ni un segundo y
se puso junto a Eva, arrimándose a ella como dándola un abrazo lateral. Sabía
que mi mujer estaba muy caliente. La corté cuando estaba a punto de llegar al
orgasmo unos minutos antes y el chupársela a Pedro tuvo que añadirla más
calentura si cabe.
Lorena
me miró y me hizo una seña para que me sentara a su lado. Y allí fui. Me
recibió con un húmedo beso, con su lengua juguetona buscando en mi boca la
pasión que necesitaba. Giró el cuerpo hacia mí, acomodándose. Estaba realmente
excitada. Se olvidó por completo de las dos personas que tenía a su espalda y
dirigió su mano hacia mi entrepierna. Mientras me entregaba su lengua y sus
labios húmedos comenzó a masturbarme. Yo ya había reaccionado lo suficiente como
para que hiciera lo que tanto estaba deseando. Enseguida se sentó sobre mí con
determinación, me la agarró y la apuntó hacia su cueva empapada, apartando el
tanga. De un golpe la metió dentro, gimió y volvió a buscar mi boca. Sus
caderas comenzaron un vaivén hacia delante y hacia atrás maravilloso. Mi mujer
estaba loca de pasión. Los gemidos de placer la impedían besarme con
normalidad. Aumentó la presión de sus caderas sobre y mi y llegó a un orgasmo
maravilloso.
Se
quedó abrazada a mi durante unos instantes mientras bajaba las pulsaciones con
profundas respiraciones.
-Voy
a por unos cubatas – dijo Pedro mientras se levantaba del sofá.
Lorena
volvió a sentarse entre Eva y yo.
-Te
has quedado a gustito, ¿eh? – dijo Eva mientras le quitaba el pelo de la cara.
-Necesitaba
un buen rabo.
-El
de Pedro no te gusta ¿o qué?
-Sí,
mucho – y las dos se echaron a reír como si fueran unas niñas pequeñas que
acababan de hacer una trastada.
Lorena
me miró y me besó en los labios. Estaba emocionada.
-No
me lo creo – me dijo.
-¿Estás
bien?
-Sí,
muy bien –me respondió – ¿y tú?
-Muy
bien, también.
-Y
muy empalmado también – añadió Eva.
-Ahora
te toca a ti – dijo Lorena mientras se lanzaba a chupar mi capullo.
Jamás
me había hecho sexo oral después de un polvo. Y fue algo inolvidable, no sólo
por verla ahí recostada sobre mi entrepierna, sino porque Eva se apuntó al
trabajo.
Y
así nos pilló Pedro cuando llegó con una bandeja con vasos, hielo y refrescos,
pero ni se inmutó. Con dificultades debido a la escasez de luz sacó unas
botellas de whisky, ron y ginebra de un armario y comenzó a llenar los vasos de
hielo.
Me
sentía muy muy afortunado por estar recibiendo tanto placer de esas dos
bellezas. Estaba disfrutando enormemente. Sentía con gusto cada lamida, cada
caricia… Disfrutaba al máximo al sentir como mi capullo entraba en una de las
bocas y luego en la otra. Recibir una felación es maravilloso. Recibir una
felación de dos mujeres a la vez es apoteósico.
Eva
y Lorena se divertían haciendo el mismo juego de alternarse que habían hecho
con Pedro. Lorena, por la postura en la que estaba, se mantenía siempre de
espaldas a mí. Eva, sin embargo, me miraba sonriente cuando la tocaba
descansar. Incluso me lanzaba algún besito provocador. Cuando era su turno no
la podía ver bien porque me tapaba la cabeza de mi mujer. Eva metía en su boca
gran parte de mi polla para luego sacarla lentamente. Lorena prefería jugar con
sus labios y su lengua en mi capullo. Ambas maneras de darme placer eran
simplemente maravillosas.
Lorena,
cansada de la postura que tenía, comenzó a masturbarme con energía mientras Eva
jugueteaba con su lengua intentando rozar mi ardiente capullo. El orgasmo llegó
por fin entre retortijones y gemidos. A la vez que mi mujer movía su mano
arriba y abajo con suavidad noté como la boca de Eva volvía a lamer las pruebas
del placer que me habían dado.
Me
sentí en la gloria.
Lorena
se sentó a mi lado a la vez que Pedro dejaba los vasos de los cubatas en la
mesa baja del salón. Eva se puso de pie, dio un pico a su marido y salió
por el pasillo. Al verla Lorena se fue tras ella con prisa para alcanzarla.
-¿Qué
tal la experiencia? – me preguntó Pedro mientras me sugería hacer una brindis
con los cubatas.
-Bien,
muy bien – dije sin evitar sonreír – ha sido una pasada.
-Recupera
fuerzas porque la noche no ha hecho nada más que comenzar.
-No,
no. Nos tomamos la copa y nos vamos.
Me
puse de pie para subirme los pantalones con mayor comodidad mientras Pedro se
llevó a la cocina lo que quedaba en la mesa del comedor. Me recosté en el sofá
y cerré los ojos durante un rato, disfrutando de ese momento de soledad y
saboreando el placer de lo recién vivido.
Cuando
abrí los ojos la luz de la cocina estaba apagada y Pedro no estaba en el salón.
No se oía nada.
Me
quedé sentado durante un rato, dando pequeños sorbos al cubata esperando a que
alguien apareciera en el salón en cualquier momento. Oí la cadena del baño un
par de veces pero nadie llegaba. También algún grifo que se abría y al rato se
cerraba. Empecé a tener la sensación de estar perdiéndome algo.
Sin
hacer ruido me acerqué a la puerta del salón y me asomé discretamente por el
pasillo. Aguanté un momento a ver si mis ojos eran capaces de distinguir algo
en la oscuridad.
Nada,
no se veía a nadie.
Me
di la vuelta y fui hasta la cocina. Ni en la cocina ni en el salón había nadie.
Volví a dirigirme hacia el pasillo. Un poco más adelante, a la derecha, había
un baño. Me asomé por la puerta y pude comprobar que estaba vacío gracias a una
pequeña luz led que emitía un cargador.
Me
empecé a angustiar.
Avancé
por el pasillo hasta el final, donde se encontraban las tres puertas de las
habitaciones. La única que se encontraba abierta era la del dormitorio de Pedro
y Eva, pero el interior estaba totalmente a oscuras. Me quedé quieto, cerca de
la puerta a ver si oía algo.
Enseguida
escuché ruidos que venían del interior del cuarto de baño de la habitación,
pero no podía identificar de qué se trataba. Hasta que alguien giró el pomo y
abrió la puerta. La claridad que salió del cuarto de baño iluminó toda la
habitación y pude ver claramente lo que estaba pasando. Eva era la que salía
del baño mientras Pedro y mi mujer estaban de pie al fondo de la habitación
besándose. Mi mujer tenía el corsé completamente abierto, a modo de chaleco,
con una mano de Pedro dentro de él. Seguía con el tanga y las medias puestas
pero Pedro estaba completamente desnudo y empalmado.
Eva
se dirigió a ellos susurrando:
-Pasarlo
bien – dijo mientras se giraba en busca del interruptor de la luz.
-Ahora
vamos – susurró mi mujer antes de que su boca buscara la de Pedro.
Se
apagó la luz y sentí como con cierta dificultad Eva encontró la puerta de la
habitación y avanzó por el pasillo sin darse cuenta de mi presencia.
Ahí
me quedé durante un instante, agachado y pegado a la pared.
Cogí
aire y fui hacia el salón. En ese momento salió Eva de buscarme en la cocina.
Seguía únicamente vestida con esas medias de malla que llegaban hasta cubrir
sus pechos. Sin nada debajo.
-¿Dónde
estabas? – me preguntó susurrando.
-¿Por
qué susurras? – susurré siguiendo el juego.
-Para
no despertar a los vecinos.
Se
acercó hacia mí, me cogió por la cintura y juntó sus labios a los míos
sutilmente.
-¿Te
lo estás pasando bien?
-¿Y
Lorena?
-Lorena
y yo hemos decidido estar un rato en lugares separados. ¿Qué te parece?
Me
sentí sin escapatoria. Y nervioso.
-¿Y
qué más habéis decidido Lorena y tú?
-Nada
más.
-¿No?
– dije extrañado.
-No.
¿Qué te gustaría que hiciéramos?
-Lo
que estén haciendo ellos.
Sin
decir nada Eva me besó buscando mi lengua con la suya. Por supuesto no puse
ningún impedimento, más bien todo lo contrario, y dejé que nuestros labios y
nuestras lenguas juguetearan libremente.
Mientras
nos besábamos cálidamente comencé a ser consciente de la situación. Mis manos
acariciaban las caderas de Eva sintiendo la malla que la cubría. Sabía que
estaba desnuda y que un agujero dejaba al aire su entrepierna. Ella se aferraba
a mi pudiendo sentir perfectamente sus pechos sobre el mío.
-Creo
que tienes mucha ropa, ¿no crees?
Sin
perder la vista de sus ojos comencé a desabrocharme la camisa. Ella, sin dejar
de mirarme me desabrochó el cinturón y los botones del pantalón.
Lancé
la camisa sobre el sillón y volvimos a besarnos. Ahora podía sentir sobre mi
piel los pechos de Eva atrapados en la malla. Al mismo tiempo mis manos se
deslizaban libremente de las caderas al culo siguiendo los rombos de la
lencería.
-Creo
que sigues con mucha ropa – me susurró en el oído antes de separarse de mí.
Eva,
al darme la espalda, me dejó contemplar claramente el agujero que dejaba ver
parte de su culo al desnudo. Antes de llegar al sofá se volvió a girar,
mostrando ahora sus pechos enmallados y su pubis desnudo.
De
una forma muy provocadora se sentó en el borde del sofá y abrió sus piernas
mostrándomelo todo.
-¿Vas
a desnudarte o no? – dijo mostrándome el envase de un preservativo.
Lentamente
me descalcé y dejé caer al suelo mi pantalón. Quería disfrutar del espectáculo
que me ofrecía Eva con sus puertas abiertas y sus pezones intentando salir de
su cárcel de malla. Su orificio estaba abierto, llamándome a gritos.
Ya
desnudo me acerqué lentamente a Eva, completamente empalmado. Ella se echó para
atrás, acomodándose en el sofá, mientras me sentaba a su lado.
De
nuevo nuestras bocas se juntaron, en un beso cada vez más acalorado. Eva puso
la mano sobre mi muslo y empezó a subirla por la pierna lentamente. Yo, de
acariciar su brazo pasé a uno de sus pechos. Fue divertido juguetear con el
pezón que salía erguido por uno de los agujeros de la malla.
Mientras
acariciaba sus pechos, Eva comenzó a juguetear con mi miembro. Primero arriba y
abajo y luego se entretuvo frotando con sus dedos mi capullo. Fue entonces
cuando busqué el gran agujero de su escasa vestimenta. Puse toda mi mano sobre
el pubis, para luego ir concentrándome en el clítoris con suaves caricias. El
ritmo y la pasión de los besos eran cada vez más rápidos y comenzaron a oírse
los primeros gemidos de placer.
Eva
abrió las piernas y empezó a mover lentamente sus caderas. Entonces introduje
uno de mis dedos a la vez que con otro seguía frotando el clítoris. Sin dejar
de besarme ni de masturbarme aceleró el movimiento de cadera. Entonces la
introduje otro dedo y comencé a follarla con la mano. Prefirió dejar de besarme
y abrió un poco más las piernas, poniéndolo más fácil. Seguí con el vaivén
durante unos instantes hasta que me dijo:
-Métemela.
Nervioso,
me incorporé, me coloqué el preservativo y me puse entre las piernas de Eva.
Después
de muchos años sentí sobre mi pene el látex del condón. Rápidamente apunté con
el capullo a su agujero dilatado y me metí dentro de ella.
Era
la primera vez que estaba dentro de una mujer que no fuera la mía. Me quedé ahí
parado un momento mirando a través del agujero de las medias. Pude ver la base
de mi pene, los labios depilados de Eva y una estrecha línea de su pelo púbico.
Quería grabar esa imagen en mi cerebro. Y os garantizo que funcionó, aún
recuerdo ese momento perfectamente.
Lentamente
empecé a oscilar mis caderas mientras Eva levantaba sus piernas para facilitar
la penetración. Eva me miraba sonriente, satisfecha por haber conseguido su
objetivo.
De
vez en cuando movía mis caderas con más fuerza y rapidez, entrando hasta el
fondo cuatro o cinco veces. Eva no se cortaba en absoluto y cuando la sentía
bien dentro soltaba un gemido de placer por cada embestida que se podía oír en
toda la casa. Entonces yo bajaba el ritmo y ella dejaba de gemir. Y así varias
veces.
Después
la tumbé de lado. Ella se dejaba hacer encantada. Subí una de mis rodillas al
sofá, cogí una de sus piernas y la levanté sobre mi pecho. Su otra pierna
quedaba debajo de mi culo, quedando todo su agujero a la vista.
De
nuevo me introduje dentro de ella con un suave balanceo. Eva acercó una mano a
su clítoris y empezó a masajearse. Poco a poco fui acelerando el ritmo y
comenzaron de nuevo los gemidos de Eva. Ya no había vuelta atrás. Sin
importarme que Lorena pudiera oír a Eva seguí bombeando y bombeando con fuerza.
La cadera de Eva comenzó a acompañar mi movimiento, los gemidos se convirtieron
por momentos en más sordos y llegó el orgasmo.
Me
quedé por un momento quieto, soltando poco a poco la pierna de Eva.
Los
dos intentábamos recobrar la respiración cuando comenzamos a oír golpes como de
cachetes y a Lorena gemir cada vez con más intensidad. Estaban cerca,
seguramente en el pasillo. No veíamos nada, pero Eva y yo nos quedamos mirando
hacia la puerta en silencio.
Los
golpes cada vez se oían con más frecuencia. Lorena alternaba gemidos con
pequeños grititos hasta que se unió Pedro con unos dos o tres gruñidos
contenidos.
Dejaron
de oírse los cachetes y los gemidos de ambos. Volvió el silencio.
-Creo
que han estado viéndonos – me susurró Eva.
Asentí
con la cabeza y la di un suave beso. Me sentía eufórico.
Eva
se levantó y salió del salón dirección a la cocina. Yo di un trago al cubata,
ya aguado, y me recosté en el sofá.
En
seguida volvió con un recipiente de madera con varias huecos donde había
distintos tipos de frutos secos y más hielo.
-Hay
que recuperar fuerzas – me dijo mientras me guiñaba un ojo.
Echamos
hielo a nuestros cubatas e hicimos un brindis:
-Por
una vida llena de momentos placenteros – dijo Eva – y juntamos las copas.
Eva
comenzó una conversación sobre el aprovechar la vida, disfrutar el presente y
más cosas de ese estilo. Sirvió para pasar un rato agradable hasta que llegaron
Pedro y Lorena.
Lorena
seguía con su corsé y sus medias, además había recuperado el tanga. Y Pedro
apareció en calzoncillos.
-Voy
a ponerme algo – dije según me levantaba en busca de mi ropa.
Ese
momento de cierta tensión entre Lorena y yo rápidamente quedó difuminado por la
sorprendente intervención de Eva:
-El
próximo fin de vamos a ir al cine con los niños. ¿Alguna recomendación?
La
noche acabó con una buena conversación, sin volver a sacar el tema sexual. De
eso, ya habíamos “hablado” bastante.
Esto
ocurrió hace aproximadamente dos años. Desde entonces Lorena y yo hemos vuelto
a quedar con Pedro y Eva de vez en cuando, además de tener alguna pequeña
aventurilla por ahí con otras parejas.
Unos
meses después de aquello me enteré de lo ocurrido en la tienda erótica con Bob,
y de otras pequeñas fiestecitas que se corrieron Lorena y Eva. Aquello supuso
un momento de dificultad en nuestra relación, pero conseguimos superarlo. Nos pusimos una
serie de normas y desde entonces todo va como la seda.
Gracias
a los que habéis puesto comentarios en la web o nos los habéis mandado por
privado. Como habéis podido comprobar, nosotros no somos expertos en escribir
relatos, aun así, esperamos que hayáis disfrutado al menos un poquito dejando volar
la imaginación.
No comments:
Post a Comment