Por
Lorcacock
Contenido:
Juanito
casi nunca dormía la siesta. En lugar de ello deambulaba por las calles de su
pueblo sin un rumbo fijo.
Habían
pasado unos años desde aquel accidente con el tractor en el que su padre murió
aplastado; desde entonces su madre y su abuela se hacían cargo del chaval. Pero
cuando se es un adolescente esto no resulta ser una tarea fácil.
Las
discusiones con su madre se producían casi a diario. Y hoy para no romper la
tradición habían vuelto a tener una. La mujer quería saber por qué su hijo
insistía en que debía ir sin más demora hasta la casa del guarda.
Diego,
el propietario de esa casa, aún no se encontraría en ella. Pero el chico
insistía en que tenía que ordenar unas cosas antes de que llegara el hombre.
La
madre sospechaba, imaginaba que el muchacho aprovechaba la ausencia del guarda
rural para masturbarse. Intuía que ese era el motivo y no quería pasar por la
vergüenza al ser advertida de ello si es que Diego, el guarda alguna vez
sorprendía a su Juanito en tales menesteres.
Sin
embargo, todo eso había sucedido hace ya tiempo. Diego pilló a Juanito,
hojeando y pajeándose con las revistas pornográficas que el hombre escondía en
esa casa, como si de un tesoro se tratara.
En
el fondo del cajón que usaba para archivar infinidad de papeles. Dentro de un
separador en el que se leía claramente la palabra “pleitos” se escondían no más
de diez revistas guarras.
Con
todas ellas desplegadas por toda la cama fue sorprendido Juanito. Diego llegó
incluso a advertir a Juanito de que aquello estaba mal.
También
le dijo que no podía entrar en esa casa sin su permiso. Que el joven no podía
rebuscar y tocar sus cosas.
Sin
que el guarda lo notara Juanito había extraído del llavero una llave de la
puerta principal y la había escondido bajo un montón de piedras que había junto
a la casa
De
esta forma furtiva es como el chico se había colado dentro. Aprovechándose de
que en esos instantes se encontraría allí solo decidió hacer todas las
guarradas que se le antojaran sin miedo a ser sorprendido por su madre o su
abuela.
Así
que imaginad la cara de espanto que se le puso a Juanito cuando vio como Diego
el guarda entraba de improviso en la habitación para sorprender al chico
completamente desnudo en la cama.
El
guarda muy serio al principio advirtió a Juanito que era muy joven para hojear
esas cosas, esas revistas porno formaban parte de su colección privada, el bien
más preciado del guarda.
También
le dijo que no debía desnudarse y pajearse en esa cama aunque Diego, también a
veces la usaba para eso mismo.
El
guarda mientras recriminaba a Juanito se sintió observado con deseo. Los ojos
de Juanito no hacían más que recorrer su cuerpo. Pese a la notable diferencia
de edad existente entre el hombre y el joven. Diego a ojos del chico
resultaba ser de lo más apetecible. Así fue como Diego se dio cuenta de que
Juanito era maricón.
El
hombre tenía los cuarenta y seis recién cumplidos. Era musculoso de espaldas
anchas, muy velludo. Es normal que Juanito lo mirara con deseo. También las
hembras lo hacían de esa forma y eso le agradaba.
Pero
la diferencia fundamental es que Juanito puede que no llegara a tener ni la
mayoría de edad. Era solo un crío sin un padre que lo dirigiera y condujera por
el buen camino.
Diego
era el primo de la mujer, y había medio asumido esa función de padre en la
sombra, echando al chico alguna bronca de vez en cuando y obligándolo a que lo
ayudara en las faenas que se le presentaban en el campo. Por eso iba el chico
hasta la casa del guarda.
Diego
estaba casado, tenía dos hijos. Uno de ellos tenía casi la mitad de la edad de
Juanito. El otro era todavía más pequeño. Sin embargo, por mucho que lo
rememorara, el hombre todavía no se explicaba por qué había terminado haciendo
eso con el chaval.
Juanito
ni hablaba, simplemente intentaba cubrir su desnudez con la sábana. El hombre
observó las revistas porno.
Juanito
las tenía abiertas no en la zona por la que aparecían culos de tías y tetas
enormes, sino que estaban todas las páginas abiertas y dobladas de tal forma
que eran las pollas de esos actores las que aparecían en un primer plano.
Podríamos
afirmar que el joven Juanito estaba desnudo en esa cama completamente rodeado
de pollas.
Haciendo
como que ignoraba por completo la recién descubierta homosexualidad de Juanito
el guarda se acercó hasta la cama.
Diego
tenía fama de tener un buen pollón. Juanito lo había oído de pasada, una de
esas veces en las que su madre se juntaba con amigas, no para hablar de la
enorme tristeza que sentía por su reciente viudedad y la ruina que la
acompañaba, sino de lo bien que se lo habían pasado juntas cuando todas ellas
eran más jóvenes y tenían sus novietes.
El
cabronazo de Diego se había pasado por la piedra a medio pueblo. Era un salido
que a todas horas pensaba en el sexo. Por eso no es de extrañar que aun
teniendo ante él un problema y no pequeño, Diego terminara desprendiéndose de
la ropa para desnudarse delante de Juanito.
Yo
también voy a aprovechar para cascarme una paja- le soltó al incrédulo muchacho
que veía como el hombre se desnudaba ante sus ojos.
Juanito
era incapaz de apartar la mirada de ese rabo gordo y empinado. Veintitrés
centímetros de polla. Una gruesa vena azulada la recorría. El duro cipote se
agitaba incluso, en una especie de danza hipnótica.
Arriba
y abajo, arriba y abajo.
¿Has
visto que cacho polla tengo?- le preguntó
Juanito
afirmó con la cabeza.
Yo
creo que es más grande incluso que las que aparecen en alguna de esas fotos.
Juanito
ni se molestó en mirar hacía las revistas. ¿para qué fantasear con pollas que
no podría ver nunca de cerca, si tenía ante sus ojos un cipote que hacía que te
temblara todo el cuerpo de excitación?
Diego
se sonrió. Sabía que esa tarde el chico le iba a hacer como poco una buena
mamada.
Lo
que vino después acabó por derribar las escasas defensas de Juanito. Diego
acercó su boca hasta la de Juanito y terminó por besarlo. Un beso húmedo y
caliente.
Para
el joven aquel sí era su primer beso. En realidad, lo que hiciera esa tarde con
Diego el guarda no sería lo primero de casi todo.
Las
manos del hombre acariciaban el cuerpo lampiño del joven Juanito, haciendo que
el deseo de estar con ese macho y ser llevado hasta donde el hombre quisiera se
acrecentara.
La
mano del guarda se posó sobre ese culo desnudo y suave, uno de los dedos buscó
el virginal orificio. Presionó un poco y el rosado agujero se abrió, mientras
el joven exhalaba un suspiro.
Diego
llevaba tiempo sin probar hembra diferente a su esposa. Sin saber por qué ni
cómo, parecía estar dispuesto a conformar su falta de sexo follándose al joven
muchacho.
Pero
antes de ello tenía que dar unas cuantas lecciones al chaval. El joven no podía
salir de esa casa sin haberse comido una polla.
El
guarda acaba de lanzar una mirada fugaz a todas esas revistas porno y en la
mayoría de las imágenes parecen mujeres comiéndose una polla en primer plano,
por eso la pregunta qué hace Diego no sorprende en absoluto al muchacho.
¿Quieres
chupármela?
Juanito
no esperaba esa pregunta tan directa. O quizás llevaba tiempo deseando que se
lo dijeran. Sin dudarlo acaba lanzándose hacia la entrepierna de Diego, coloca
una mano sobre el muslo y con la otra agarra la vibrante polla, le pega un
primer lametón.
Diego
se sorprende. El chico no muestra gesto de asco en su rostro. Al contrario
parece como si ese sabor salado le agradara.
En
la punta del cipote hay una gotas de precum que Juanito se esmera en recoger.
Se introduce todo el capullo en la boca y aspira. Después con todo ese rabo
humedecido y lleno de babas comienza a pasar la lengua como si se tratara de un
helado.
Juanito
abre la boca y ahueca la garganta, parece decidido al tragarse por completo el
nabo duro del guarda. Falla en sus pretensiones pues pese a intentarlo con
todas sus fuerzas solamente logra introducir la metitas de ese gordo y duro
nabo dentro de su boca.
Sin
embargo acaba ronroneando complacido. Es por ello por lo que Diego acaba dando
por sentado que ese chico no es la primera vez que se come una polla.
¿dónde
has aprendido a comer pollas de esta forma?- pregunta Diego alarmado
Juanito
sin sacarse ese duro y chorreante pollón de la boca lo mira complacido. Lleva
muchos años practicando.
Quizás
algún día se lo cuente todo, aunque prometió no hacerlo.
Ese
pequeño mamoncete ha adquirido una habilidad extraordinaria para controlar las
arcadas. No hay duda de que ha sido entrenado a conciencia.
La
polla del guarda está cada vez más dura, y Juanito sabe perfectamente que es lo
que va a suceder a continuación. Se aferra con las manos a los dos muslos
peludos del guarda rural y sigue chupando ese nabo.
Diego
comienza a gemir como loco. Las piernas se tensan y agarra la cabeza de
Juanito. Intenta apartar de su nabo esa boca que no deja de aspirar.
¡¡Joder
que gustazo, chaval!!
Acaba
soltando un grito de gusto que recorre toda la estancia. Es posible que se haya
oído en kilómetros a la redonda.
Los
primeros trallazos de semen han golpeado la garganta de Juanito y esa boca
glotona ha optado por engullirlos. Han sido al menos cinco o seis sacudidas,
cada una de ellas acompañada de ese jugo viscoso que a Juanito tanto le gustaba
engullir.
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