Friday, October 19, 2018

LGBT: Las siestas de Juanito




Por Lorcacock

Contenido:

Juanito casi nunca dormía la siesta. En lugar de ello deambulaba por las calles de su pueblo sin un rumbo fijo.
Habían pasado unos años desde aquel accidente con el tractor en el que su padre murió aplastado; desde entonces su madre y su abuela se hacían cargo del chaval. Pero cuando se es un adolescente esto no resulta ser una tarea fácil.
Las discusiones con su madre se producían casi a diario. Y hoy para no romper la tradición habían vuelto a tener una. La mujer quería saber por qué su hijo insistía en que debía ir sin más demora hasta la casa del guarda.
Diego, el propietario de esa casa, aún no se encontraría en ella. Pero el chico insistía en que tenía que ordenar unas cosas antes de que llegara el hombre.
La madre sospechaba, imaginaba que el muchacho aprovechaba la ausencia del guarda rural para masturbarse. Intuía que ese era el motivo y no quería pasar por la vergüenza al ser advertida de ello si es que Diego, el guarda alguna vez sorprendía a su Juanito en tales menesteres.
Sin embargo, todo eso había sucedido hace ya tiempo. Diego pilló a Juanito, hojeando y pajeándose con las revistas pornográficas que el hombre escondía en esa casa,  como si de un tesoro se tratara.
En el fondo del cajón que usaba para archivar infinidad de papeles. Dentro de un separador en el que se leía claramente la palabra “pleitos” se escondían no más de diez revistas guarras.
Con todas ellas desplegadas por toda la cama fue sorprendido Juanito. Diego llegó incluso a advertir a Juanito de que aquello estaba mal.
También le dijo que no podía entrar en esa casa sin su permiso. Que el joven no podía rebuscar y tocar sus cosas.
Sin que el guarda lo notara Juanito había extraído del llavero una llave de la puerta principal y la había escondido bajo un montón de piedras que había junto a la casa
De esta forma furtiva es como el chico se había colado dentro. Aprovechándose de que en esos instantes se encontraría allí solo decidió hacer todas las guarradas que se le antojaran sin miedo a ser sorprendido por su madre o su abuela.


Así que imaginad la cara de espanto que se le puso a Juanito cuando vio como Diego el guarda entraba de improviso en la habitación para sorprender al chico completamente desnudo en la cama.
El guarda muy serio al principio advirtió a Juanito que era muy joven para hojear esas cosas, esas revistas porno formaban parte de su colección privada, el bien más preciado del guarda.
También le dijo que no debía desnudarse y pajearse en esa cama aunque Diego, también a veces la usaba para eso mismo.
El guarda mientras recriminaba a Juanito se sintió observado con deseo. Los ojos de Juanito no hacían más que recorrer su cuerpo. Pese a la notable diferencia de edad existente entre el hombre y el joven.  Diego a ojos del chico resultaba ser de lo más apetecible. Así fue como Diego se dio cuenta de que Juanito era maricón.
El hombre tenía los cuarenta y seis recién cumplidos. Era musculoso de espaldas anchas, muy velludo. Es normal que Juanito lo mirara con deseo. También las hembras lo hacían de esa forma y eso le agradaba.
Pero la diferencia fundamental es que Juanito puede que no llegara a tener ni la mayoría de edad. Era solo un crío sin un padre que lo dirigiera y condujera por el buen camino.
Diego era el primo de la mujer, y había medio asumido esa función de padre en la sombra, echando al chico alguna bronca de vez en cuando y obligándolo a que lo ayudara en las faenas que se le presentaban en el campo. Por eso iba el chico hasta la casa del guarda.
Diego estaba casado, tenía dos hijos. Uno de ellos tenía casi la mitad de la edad de Juanito. El otro era todavía más pequeño. Sin embargo, por mucho que lo rememorara, el hombre todavía no se explicaba por qué había terminado haciendo eso con el chaval.
Juanito ni hablaba, simplemente intentaba cubrir su desnudez con la sábana. El hombre observó las revistas porno.
Juanito las tenía abiertas no en la zona por la que aparecían culos de tías y tetas enormes, sino que estaban todas las páginas abiertas y dobladas de tal forma que eran las pollas de esos actores las que aparecían en un primer plano.
Podríamos afirmar que el joven Juanito estaba desnudo en esa cama completamente rodeado de pollas.
Haciendo como que ignoraba por completo la recién descubierta homosexualidad de Juanito el guarda se acercó hasta la cama.
Diego tenía fama de tener un buen pollón. Juanito lo había oído de pasada, una de esas veces en las que su madre se juntaba con amigas, no para hablar de la enorme tristeza que sentía por su reciente viudedad y la ruina que la acompañaba, sino de lo bien que se lo habían pasado juntas cuando todas ellas eran más jóvenes y tenían sus novietes.
El cabronazo de Diego se había pasado por la piedra a medio pueblo. Era un salido que a todas horas pensaba en el sexo. Por eso no es de extrañar que aun teniendo ante él un problema y no pequeño, Diego terminara desprendiéndose de la ropa para desnudarse delante de Juanito.
Yo también voy a aprovechar para cascarme una paja- le soltó al incrédulo muchacho que veía como el hombre se desnudaba ante sus ojos.
Juanito era incapaz de apartar la mirada de ese rabo gordo y empinado. Veintitrés centímetros de polla. Una gruesa vena azulada la recorría. El duro cipote se agitaba incluso, en una especie de danza hipnótica.
Arriba y abajo, arriba y abajo.
¿Has visto que cacho polla tengo?- le preguntó
Juanito afirmó con la cabeza.
Yo creo que es más grande incluso que las que aparecen en alguna de esas fotos.
Juanito ni se molestó en mirar hacía las revistas. ¿para qué fantasear con pollas que no podría ver nunca de cerca, si tenía ante sus ojos un cipote que hacía que te temblara todo el cuerpo de excitación?
Diego se sonrió. Sabía que esa tarde el chico le iba a hacer como poco una buena mamada.
Lo que vino después acabó por derribar las escasas defensas de Juanito. Diego acercó su boca hasta la de Juanito y terminó por besarlo. Un beso húmedo y caliente.
Para el joven aquel sí era su primer beso. En realidad, lo que hiciera esa tarde con Diego el guarda no sería lo primero de casi todo.
Las manos del hombre acariciaban el cuerpo lampiño del joven Juanito, haciendo que el deseo de estar con ese macho y ser llevado hasta donde el hombre quisiera se acrecentara.
La mano del guarda se posó sobre ese culo desnudo y suave, uno de los dedos buscó el virginal orificio. Presionó un poco y el rosado agujero se abrió, mientras el joven exhalaba un suspiro.
Diego llevaba tiempo sin probar hembra diferente a su esposa. Sin saber por qué ni cómo, parecía estar dispuesto a conformar su falta de sexo follándose al joven muchacho.
Pero antes de ello tenía que dar unas cuantas lecciones al chaval. El joven no podía salir de esa casa sin haberse comido una polla.
El guarda acaba de lanzar una mirada fugaz a todas esas revistas porno y en la mayoría de las imágenes parecen mujeres comiéndose una polla en primer plano, por eso la pregunta qué hace Diego no sorprende en absoluto al muchacho.


¿Quieres chupármela?
Juanito no esperaba esa pregunta tan directa. O quizás llevaba tiempo deseando que se lo dijeran. Sin dudarlo acaba lanzándose hacia la entrepierna de Diego, coloca una mano sobre el muslo y con la otra agarra la vibrante polla, le pega un primer lametón.
Diego se sorprende. El chico no muestra gesto de asco en su rostro. Al contrario parece como si ese sabor salado le agradara.
En la punta del cipote hay una gotas de precum que Juanito se esmera en recoger. Se introduce todo el capullo en la boca y aspira. Después con todo ese rabo humedecido y lleno de babas comienza a pasar la lengua como si se tratara de un helado.
Juanito abre la boca y ahueca la garganta, parece decidido al tragarse por completo el nabo duro del guarda. Falla en sus pretensiones pues pese a intentarlo con todas sus fuerzas solamente logra introducir la metitas de ese gordo y duro nabo dentro de su boca.
Sin embargo acaba ronroneando complacido. Es por ello por lo que Diego acaba dando por sentado que ese chico no es la primera vez que se come una polla.
¿dónde has aprendido a comer pollas de esta forma?- pregunta Diego alarmado
Juanito sin sacarse ese duro y chorreante pollón de la boca lo mira complacido. Lleva muchos años practicando.
Quizás algún día se lo cuente todo, aunque prometió no hacerlo.


Ese pequeño mamoncete ha adquirido una habilidad extraordinaria para controlar las arcadas. No hay duda de que ha sido entrenado a conciencia.
La polla del guarda está cada vez más dura, y Juanito sabe perfectamente que es lo que va a suceder a continuación. Se aferra con las manos a los dos muslos peludos del guarda rural y sigue chupando ese nabo.
Diego comienza a gemir como loco. Las piernas se tensan y agarra la cabeza de Juanito. Intenta apartar de su nabo esa boca que no deja de aspirar.
¡¡Joder que gustazo, chaval!!
Acaba soltando un grito de gusto que recorre toda la estancia. Es posible que se haya oído en kilómetros a la redonda.
Los primeros trallazos de semen han golpeado la garganta de Juanito y esa boca glotona ha optado por engullirlos. Han sido al menos cinco o seis sacudidas, cada una de ellas acompañada de ese jugo viscoso que a Juanito tanto le gustaba engullir.

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