Soy un tipo común, normal,
como la mayoría de los mortales, tengo una familia armada, esposa e hijos,
trabajador, trato de ser buen padre, buen marido.
Me considero un tipo bien
parecido, pero no soy un sex simbol, ya pasé los cuarenta y cinco, de tez
morena, delgado de un poco más de un metro ochenta pero con una barriguita
incipiente que ya empieza a molestarme, algunas canas ya se asoman en mi
cabellera, acostumbro a usar barba rala de un par de días y me gusta vestir
cómodo y elegante al mismo tiempo.
No soy un Don Juan, siempre
fui fiel a mi mujer, la amo con locura, ella es muy buena y complaciente
conmigo, seré honesto y diré que antes de conocerla tampoco estuve con muchas
mujeres, no soy de los que le gusta pagar a prostitutas o ir a escondidas a
bares nocturnos, si una mujer va a ir conmigo a la cama deberá ser por
atracción mutua, por habérmela ganado.
Tampoco tengo una fortuna,
vivo bien, soy ingeniero agrónomo, aconsejo y superviso siembras de alto
rendimiento, esto implica estar viajando mucho tiempo y en mi país sobran las
superficies sembradas y siempre todo queda lejos, así la rutina me lleva a
ausentarme algunas semanas de mi domicilio.
Luego e hacer la
introducción y antes de seguir adelante, les aclaro que lo que me sucedió fue
solo por el destino, tan solo por estar en el lugar adecuado en el momento
adecuado, esas cosas insólitas que parecen sacadas de películas y uno no cree
vivirlas en carne propia, esas que se dan solo una vez en la vida.
Mi coche había tenido una
avería insalvable, con quince días mínimos en mantenimiento, así que elegí
desplazarme en tren, me preparé bien porque serían muchos kilómetros, muchas
horas, con viento a favor una doce.
El vagón era confortable,
amplio con asientos montados frente a frente y espalda con espalda, a ambos
lados, con un pasillo central.
Así comencé mi camino, al
principio escuchando música con mis auriculares, observando a la gente que
subía y bajaba en cada parada que iba haciendo o simplemente mirando el paisaje
monótono y repetitivo de verdes praderas sinfín.
En una de las tantas
paradas programadas subió una joven muy bonita, de rico perfume, apenas
cruzamos una mirada y le sonreí cortésmente, se sentó al frente mío, en la
misma fila de asientos, solo que al otro lado del pasillo.
Al ponernos nuevamente en
marcha me percaté que solo estábamos nosotros dos en ese vagón, pero nada me
hacía suponer que algo pasaría entre nosotros.
El sol caía por el
horizonte dando de pleno en el rostro de la rubia que había subido hacía
algunos minutos, la observaba discretamente hasta que su cabeza se apoyó contra
el vidrio, evidentemente se había dormido.
Entonces, solo por ser
hombre, aproveché la situación para observarla detalladamente, no tenía muchas
cosas importantes para hacer. Tenía naricita respingada, pómulos salientes y
gruesas cejas que le daban un toque particular a su rostro, de labios carnosos
y tez tirando a morena, su cabello lacio estaba bien acomodado con raya a un
costado.
Una remera ajustada negra
se pegaba a su torso, dejando notar unos pechos de normal tamaño, el aire
acondicionado hacía saltar sus pezones duros y marcados. Abajo tenía una
pollera en un tono rojo apagado, un tanto ajustada y larga hasta las rodillas,
solo que al estar sentada se había subido lo suficiente para dejarme ver unos
generosos muslos, tenía un cuerpo muy armónico, eso lo había notado apenas la
vi subir, con un trasero bastante generoso, de excesivas caderas, al menos para
mi gusto, y por cierto, era mucho más joven que yo.
Miré por mi ventana, la
noche había llegado y el cielo ya estaba pintado con estrellas, la luna llena
se levantaba inmensa por el costado, saqué mis lentes de aumento y comencé a
leer el periódico que había comprado en la mañana y aún no había tocado, solo
sentía el constante ‘ta-tan’ de las ruedas sobre los durmientes y el mecerse el
vagón levemente a lo largo del camino.
Todo en calma, de repente
el estridente sonido del celular de mi casual acompañante la sacudió de su
letargo, incluso a mí me sorprendió, atendió y sin proponérmelo, escuché su
diálogo, las palabras ‘mi amor’, ‘corazón’, ‘querido’ salían de su boca por lo
que supuse que hablaba con su marido, o novio, o amante, vaya a saber.
Empezó a reír
discretamente, solo decía ‘no… no… ja!ja!ja!’ me intrigó la forma de la
conversación y la insistencia que parecía tener la voz al otro lado, me
incomodó cuando ella comenzó a mirarme, y más cuando la sentí describirme,
siempre sin dejar de tener esa sonrisa nerviosa, a esa altura de los hechos
levantaba la vista por encima del periódico y la miraba como intentando saber
de qué se trataba el juego, pronto lo entendería…
Sin dejar de hablar, con el
celular pegado a su oído, clavó la mirada hacia donde yo estaba, a todo esto ya
había dejado de prestar atención a la lectura hacía rato y solo le respondía
con mis ojos a los ojos perversos de la rubia, a su vez ella seguía con sus
risas y respuestas negativas, al otro lado parecía estar dándole indicaciones,
entonces llevó su mano libre a sus pechos y comenzó a acariciarlos sutilmente,
evidentemente estaba provocándome, la escuché decir
Si mi amor, ya tengo toda
su atención…
Para luego apuntar sus
piernas hacia donde yo estaba, apoyando una de ellas en el asiento, de manera
de quedar bien abierta, al punto de tener un primer plano de su argolla tapada
por una sensual tanga violeta, a esa altura había dejado el diario a un lado y
era un espectador de lujo, la joven siguió recibiendo órdenes, dejando el
celular por un instante se sacó la remera para liberar sus pechos apenas
cubiertos por el sostén, sentía ya mi verga dura por lo loco y curioso de la
situación, me resistía a avanzar pero mi instinto animal podía más, entonces
ella bajo el sostén por debajo de sus pechos, dejándolos a mi vista, redondos y
perfectos, de grandes y rosadas aureolas, de pezones excesivamente puntiagudos,
aún no salía de mi asombro. La extraña joven entonces cambio de lado en el
vagón, sentándose frente a frente conmigo, abriendo las piernas y corriendo a
un lado su tanga expuso su hermosa concha y comenzó a masturbarse, al tiempo
que seguía hablando:
Ves? Ves porqué me casé
contigo? eres un maldito perverso, te amo mi amor…
Siguió masturbándose hasta
que mirándome fijamente a los ojos preguntó:
Cómo? Queres que le chupe
la verga al señor? pero si ni lo conozco…
Decidí que era hora de
actuar, basta de vueltas, me incorporé olvidándome de todas mis convicciones
moralistas, me tomé del pasamanos, me acerqué a ella bajándome los pantalones y
calzoncillos hasta las rodillas, dejando mi miembro duro a centímetros de su
cara, la rubia sin inmutarse lo tomo pelando bien mi cabeza, llevando la mano
bien atrás, contra mis testículos y al tiempo que los masajeaba decía:
Si mi amor… es hermosa,
grandota, y tiene una cabezota y apetecible…
…… (respuesta que no puedo
escuchar)
Cómo sos…. sí… es más
grandota que la tuya!
Dicho esto, comenzó a
lamerla lentamente como si fuera un helado, disfrutándola, saboreándola, por
completo, solo la dejaba hacer a su voluntad, cada tanto seguía la
conversación:
No sabes que hermosa verga
me estoy chupando, no me diga que te da celitos.?
Para luego volver a
lamerla. Me considero lo suficientemente inteligente para darme cuenta de que
las sucias palabras que salían de su boca haciendo comparaciones, solo buscaban
excitar a quien la estaba escuchando al otro lado del celular y alimentar mi
propio ego, y asumo que me gustaba que lo hiciera.
Seguía en ese juego, ella
se aseguraba que desde mi punto de vista elevado pudiera ver con claridad como
la base de mi cabeza se apoyaba en su lengua, introduciéndola con suma
delicadeza hasta perderla de vista en el interior de su boca, siempre con el
celular pegado a su oído, más abajo veía sus pechos y sus pezones duros a los
cuales empezaba a acariciar suavemente.
No me importaron cuáles
eran sus futuras intenciones, solo decidí tomar la iniciativa del juego,
metiendo las manos bajo su pollera y con limitada resistencia de su parte le
saqué la pequeña tanga violeta que tenía, al tiempo que le advertía:
Perra sucia, decidle a tu
marido que te van a coger…
Mi amor! Mi amor! mira que
me van a coger….
No le di tiempo a nada,
solo le levanté las piernas arrinconándola en una incómoda posición y se la
metí toda hasta el fondo, por completo, noté deslizarme en su interior, mojado
por exceso, ella se contrajo instintivamente, cerrando los ojos y aspirando por
sus labios dejando sentir un ‘sssssssssss’ provocado por el aire ingresando a
su cuerpo
La muy puta gozaba con cada
embate, hablaba con su esposo y sus palabras me enloquecían:
Mi amor…mmmm…me está co…mmmm…cogiendo
toda.mmmm…no sabés…mmmm…que pedazo de…mmmm…de verga que…mmmm…que tiene!
La verdad es que me
calentaban más sus palabras que lo que hacía, seguía hablándonos a ambos al
mismo tiempo
Mmmm…si! si! Cógeme toda…mmmm…dale!
dale!
Quién te coge mejor? tu
esposo o yo?
Vos! vos! Mmmm…me
coges hermoso…mmmm…me gusta tu…mmmm…tu pija…
Yo sentía que si la seguía
escuchando me acabaría pronto, sus palabras taladraban mis oídos, la cambié de
posición haciéndola arrodillar en el asiento e inclinando su cuerpo hacia
adelante, sobre el respaldo, levanté su pollera hasta la cintura y me paré tras
ella, me encanta esta posición, sus anchas caderas se veían más anchas aun y
las curvas de su trasero llenaban mis ojos, se la enterraba con fuerza y le
decía en voz alta para que el caballero al otro lado de la línea también
escuchara:
Toma puta, toma, toma!
Ella no largaba su celular
y en esta pose llegaba tan profundo que ya no coordinaba las palabras, apenas
gemía acompañando los embates.
Mis ojos se centraron en su
anillo marrón, tenía muestras evidentes de haberlo usado, fui por todo, sin que
se dé cuenta mientras la seguía cogiendo dejé caer saliva sobre él, la sostuve
con una mano, saqué la verga y se la apoyé en el otro agujero, su reacción fue
inmediata
Pará! pará! qué haces? por
ahí no! por ahí te digo que no! la cola se la doy solo a mi marido!!! pará!
Como un toro cegado embestí
sin escuchar sus palabras, poco a poco mi carne se abría paso en la suya, ella
al ver que yo estaba decidido habló entonces a su marido:
Mi amor! mi amor! ayyyy! Me
la está metiendo… ayyy! en el culo!!!
…… (respuesta que no puedo
escuchar)
No puedo! ayyy! ayyy! ya
está… ya está…
Pareció resignarse, en
realidad tampoco había puesto una férrea resistencia, ya estaba domada y
mansita, con mi verga en su culo, le di un empujón tan fuerte que el celular
rodó por el piso quedando fuera de su alcance.
Le di con ritmo sintiendo
como su anillo apretaba mi pija, estaba tremendamente excitado, ella gritaba
como nunca, tal vez porque le gustaba demasiado, tal vez para que el otro la
escuchara:
Si! si! rómpeme el culo!
dale! dale! No pares, dale! rompérmelo todo!
Le di hasta cansarme, se la
saqué, tomé su celular y pregunté:
Hola, hay alguien ahí?
Hola! Hijo de puta… soy el
marido de la mujer que te estás cogiendo… te gusta no? te pido que no la dejes
con ganas…
Seguía hablando pero
devolviéndoselo a la rubia le dije
Toma, decidle que voy a
llenar la concha de leche…
Mientras ella tomaba el
celular y le comunicaba mis palabras a su marido, yo volvía a su vagina y se la
enterraba nuevamente, ya no aguantaba más, a la vista de su hermoso culo se
sumaba el primer plano de su esfínter todo abierto e inflamado por el trabajo
que le había dado, sentí acabarme como nunca, sin dudas uno de los mejores
orgasmos de mi vida, me pareció acabar litros y litros de esperma en su húmeda
cueva, no pude más…
Habíamos terminado, estaba
transpirado y desalineado, ella se despedía de su esposo mandándole miles de
besos, lentamente recobraba su postura, guardando su pechos y sacudiendo sus
cabellos, noté su concha chorreando mi semen así que gentilmente le ofrecí mi
pañuelo, ella lo aceptó con una sonrisa y a cambio guardó algo en el bolsillo
de mi pantalón, no pudimos hablar mucho porque el tren comenzaba a detenerse y
me dijo:
Bueno… llegó la hora de
despedirnos… fue un gusto, nunca olvidaré este momento…
Tartamudee sin poder decir
palabra, no sabía dónde estaba ni cuánto tiempo había pasado, ni su nombre pude
preguntarle, solo la observé como tomaba su bolso de mano y sacudiendo sus
caderas se fue caminando por el pasillo hasta perderse de vista, la busqué en
el andén mirando por la ventana, en la poca luz de la noche la vi abrazarse con
amor con el hombre que la esperaba, con el que había estado hablando unos
minutos antes, metí la mano en mi bolsillo, que hermosa sorpresa! saqué su
bombacha violeta, con sus olores impregnados, la apoyé contra el vidrio con la
esperanza que en algún momento me mirara solo para saludarla, pero no lo hizo,
ahí me quede parado, solo mirando cómo se iban abrazados saliendo del andén
mientras el tren se ponía en movimiento lentamente…
Si eres mayor de edad me
gustaría saber tu opinión sobre este relato, escribirme con título ‘EL TREN’ a
dulces.placeres@live.com
NO a la pedofilia
NO al amor filial
SOLO MAYORES DE EDAD
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