Por Lorena y Mario
Después de quedar con Eva
(y con Bob) llegué muy muy excitada a casa. Qué me esperaba allí?
Llegué a casa con una
mezcla de excitación y sentimiento de culpa. Por suerte no había nadie.
Llamé a Mario.
-Ya estás en casa? – me
dijo.
-Sí, dónde andáis?
-Estamos dando una vuelta
con Luis y su hijo. Luego tenía pensado dejar a las niñas en casa de tu madre.
Qué tal con Eva?
-Bien, muy bien, ya te
contaré.
-Entonces, esta noche
quedamos con ellos?
-Sí, claro.
-Vale, vale. Luego nos
vemos.
Mientras se llenaba la bañera
de agua caliente me puse a recoger las compras. No podía dejar de pensar en
Bob, en su boca, en sus pectorales… Venía a mi mente una y otra vez la imagen
de su mano dentro de mis braguitas y la de su pene eyaculando sobre los pechos
de Eva…
La excitación de esta nueva
experiencia para mí se mezclaba con un montón de dudas y miedos. Eva se lo
habrá contado a su marido? Y si comentan algo durante la cena? Debo contar a
Mario todo lo ocurrido?
Me metí en la bañera
pensando en que quizás lo mejor sería no quedar con Eva y Pedro.
Unas dos horas después
llegó Mario. Venía animado.
-Qué tal las niñas? –
pregunté.
-Muy bien, hemos estado en
el parque un buen rato. Bueno, y tú qué tal?
-Bien, bien…
-Nos tienen preparada una
encerrona para esta noche? – Me preguntó a la vez que se acercaba a mí y me
cogía por la cintura.
-Es lo que quieres?
-Quiero pasármelo bien
contigo. Eso es lo que quiero – Me miró fijamente a los ojos y me besó.
Qué beso más rico!!!!!! Aún
lo recuerdo perfectamente. Nos aferramos el uno al otro en un fuerte abrazo y
dejamos que nuestras bocas se fundieran en un beso apasionado. Mario paró y me
miró a los ojos.
-No quiero que esta noche
nos separemos ni un momento, de acuerdo?
Asentí y me lancé de nuevo
a su boca. Se pegó a mí fuertemente y comenzó a tocarme el culo mientras notaba
como su miembro se hinchaba.
-Dúchate – le dije
sugerentemente – voy a ponerme una cosa que me he comprado para ti que sé que
te va a gustar mucho.
-Me encanta la idea – me
dio un pico y se dio media vuelta.
Realmente estaba muy
cachonda. Las caricias acumuladas de Bob, Eva y Mario habían conseguido desatar
en mi un deseo de sexo excepcional. No me reconocía.
Me desnudé, me froté un
poco el clítoris (no lo pude evitar), y comencé a ponerme el conjunto que compré
en la tienda erótica.
Comencé con el corsé, de un
precioso color rosa palo con bordados en negro. Además tenía unas rayas finas
negras verticales que pronunciaban la forma del pecho y la cintura. Por suerte
se abrochaba con unos corchetes en la parte delantera.
Una vez ajustado me puse
las medias. Eran negras transparentes, con una amplia franja negra en la parte
superior. “Me encanta cómo me queda”, pensé mientras me abrochaba el liguero.
El tanga, a juego con el corsé, lo dejé a un lado.
Por último preparé un poco
el ambiente. Puse un poquito de música sugerente, encendí una vela con olor a
vainilla, que me encanta, y apagué la luz de nuestro dormitorio.
Enseguida apareció Mario
completamente desnudo.
-Te gusta?
-Estás preciosa!!! Qué
sexy!!!
Se acercó, me cogió del
brazo y me giró para contemplarme detenidamente.
-Qué bien te queda! Estás
guapísima!
Mario ya estaba empalmado y
no pude resistirlo. Sin decir nada, sin mirarle a la cara, agarré su falo y me
arrodillé delante de él. En ese momento comencé una de las mamadas más
placenteras que he hecho en mi vida.
-Es la primera vez que me
la chupas así – me dijo Mario.
No contesté. Yo seguía
concentrada en la felación, en la misma postura que Eva se la chupó a Bob unas
horas antes.
Aunque sé que a Mario le
encanta, normalmente no hacíamos sexo oral, y menos en esa postura. Pero os
juro que esa mamada la estaba disfrutando como si fuera lo último que hiciera
en la vida. Introducía el pene una y otra vez en mi boca. Luego paraba y dejaba
que mi lengua jugueteara con el capullo. Me sentía ardiendo, creo que nunca
había estado tan cachonda antes y con tantas ganas de sexo.
Mario no podía aguantar más
e intentó que parara.
-Como sigas así me corro –
me advirtió.
En ese momento dejé de
chupar, le miré a la cara y sonriente comencé a masturbarle.
-Quiero que te corras – le
dije seriamente.
Me hubiera encantado que se
hubiera corrido en mis pechos, como Bob lo hizo sobre Eva, pero no quería
manchar el corsé nuevo.
Enseguida llegó el momento
y Mario mandó a volar a su cálido semen.
Me levanté, empujé a Mario
sobre la cama y le dije “métemela, no aguanto más”.
Mario se levantó
rápidamente, me cogió de la cintura y me tumbó sobre la cama. Abrí las piernas
deseosa de tenerle dentro de mí pero Mario tenía otros planes.
-Ahora me toca a mí. –
dijo. – Recuerdas lo que te gustaba que te atara cuando éramos novios?
-Hace mucho de eso.
Rápidamente Mario me vendó
los ojos. A continuación cogió mis brazos y los puso en cruz. Con un fular para
cada mano ató mis muñecas a la cabecera de la cama. Y ahí estaba, toda deseosa
de sexo, completamente abierta de piernas, a la espera de ver qué haría mi
marido conmigo.
Con algo muy suave, como
una pluma, empezó a acariciar mi cuerpo. Comenzó por el cuello, muy despacio.
Luego siguió por entre mis pechos hasta el ombligo… Yo estaba completamente
excitada, necesitaba caña, pero mi marido había decidido jugar lentamente.
A la vez que Mario comenzó
a acariciar mis pechos con la pluma empecé a mover mis caderas en círculos y
adelante y atrás. Sentía como el interior de mi cuerpo estaba totalmente
empapado. “Date prisa”, pensé.
No pude evitar dar un bote
al sentir de repente las caricias en mi excitado clítoris.
-Métemela – supliqué.
Mario me ignoró y continuó
acariciándome mientras yo no paraba de mover mis caderas. Necesitaba tenerle
dentro!
Por fin retiró la pluma.
Por sus movimientos debió dejarla en la mesilla. Se levantó y salió. “Dónde
coño va ahora, pensé. Será capaz de dejarme así?”.
Se me hizo eterno, pero en
realidad no tardó en volver. Subió a la cama y cogió uno de mis pies. Lo
levantó y empezó a besar el tobillo mientras con la otra mano acariciaba mi
pierna. Lentamente sus labios fueron subiendo por la espinilla a la vez que su
mano se acercaba a mi sexo. Sus besos subieron por mi muslo. Sabía dónde iba a
terminar su boca, estaba claro. Apoyó mi pie en la cama y con una mano en cada
muslo me abrió de piernas. De nuevo volvió su boca a besar mi cuerpo, esta vez
debajo de mi ombligo. Nunca me había sentido tan excitada como en ese momento.
Era evidente: el fin del mundo no había llegado cuando lo pronosticaron los
mayas, pero sí había cambiado algo dentro de mí. Algo que me pedía sexo, sexo y
sexo.
Pensando en la antigua
profecía llegó el momento en que la lengua de mi marido acarició mi clítoris
por primera vez. Me dio un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo hasta
hacerme brotar un profundo gemido de placer. Animado por mis movimientos y mis
suspiros, Mario se recreó en recorrer mi clítoris con su lengua. Primero por el
centro, luego por los laterales… Si antes me sentía húmeda ahora estaba
completamente mojada. Si antes estaba deseosa de tener a mi marido dentro de
mí, ahora quería que no parara. Estaba disfrutando como nunca.
Mario paró.
-Métemela – grité.
Mi marido se incorporó. Me
agarró mi pierna derecha y se acercó a mí. Me preparé para sentir su
penetración, pero seguía queriendo jugar conmigo.
De nuevo sentí un
escalofrío al sentir su capullo acariciar mi clítoris. Mario me agarraba
fuertemente y apenas podía moverme. Aun así intentaba oscilar mis caderas a la
vez que él seguía acariciándome con su pene. Eché mi cabeza hacia atrás, como
para coger fuerzas, pero no conseguía levantar mis caderas.
-Fóllame, joder!!!!! –
grité desesperada.
-Jamás me has pedido que te
folle – por fin habló.
-Métemela, métemela,
métemela. Estoy deseando sentirte dentro.
Mario por fin apuntó al
centro de mi vagina e introdujo la punta de su capullo lentamente. Basculando
mis caderas intenté que se metiera más adentro, pero no lo conseguí ya que
apenas podía moverme. Mario jugó con su capullo dentro de mí. Lo metía un poco,
lo sacaba, lo volvía a meter. Yo estaba como loca, quería su rabo hincado hasta
el fondo, sí, eso era lo que deseaba.
Mario salió de mí, soltó
mis piernas y volvió a besarme el clítoris. Ahora, liberada, dejé que mis
caderas se movieran adelante y atrás con energía. Sentía la lengua de Mario
acariciándome ardientemente y no pude evitar el orgasmo. Qué placer!!!!! Fue la
primera vez que me corría con sexo oral. Fue maravilloso.
Mario no dijo nada y esperó
a que me recuperara dándome besitos por todo el cuerpo.
Estaba extasiada. Estaba en
la gloria.
En eso, Mario volvió a la
carga. Me abrió las piernas y esta vez sí metió su miembro hasta el final de
una embestida. Suspiramos a la vez. Mario se quedó parado, sintiendo mi calor.
-Estás preciosa – me dijo.
Me dio un pico y comenzó a
penetrarme una y otra vez, cada vez con más rapidez e intensidad. No pude hacer
otra cosa que abrir bien las piernas y disfrutar de lo que estaba deseando
desde hace ya un buen rato. Fue un polvazo maravilloso.
Mario añadió sus fluidos a
los míos y se desplomó a mi lado, rendido.
Una vez desatada y sin la
venda en los ojos, quedamos fundidos en un cariñoso abrazo hasta quedarnos
dormidos.
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