Wednesday, October 10, 2018

LGBT: La primera vez de Raulito



Por Mariano King

Puedo imaginar a Raulito sintiendo todo ese pedazo de carne dentro su pequeño culito, y al gran Pedro dándole toda su virilidad al ansioso pequeñín
La familia constantemente se reunía cada fin de semana para platicar y compartir, y entre tragos soltar uno que otro cuento; como es costumbres en las familias Venezolanas, los niños nunca están presentes en las conversaciones de los adultos, pero Raúl ya era considerado uno, pues recién había cumplido 15 y ya estaba bastante grandecito, era todo un hombrecito.

Cuando los chismes quedaron a un lado, el Erotismo se apoderó de los hermanos de avanzada edad, y lo que más sobresalió fueron los temas sobre el tamaño de los miembros, quedando casi todos los hombres en evidencia. Un lúcido preguntó:
<<¿Pero ustedes no han visto de qué tamaño lo tiene Pedro? (Primo de la familia, quién no se encontraba en esa reunión)>>.

Allí se destapó toda una sátira de preguntas y respuestas sobre el inmenso miembro de aquel primo.

<<Ese si tiene una verga como un burro, una vez lo ví orinar y hasta miedo me dio>>.
<<Una vez se cogió a una tipa que de vaina y no la reventó>>.
<<Era una verga descomunal, yo nunca había visto uno igual>>.

Los oyentes sólo reían y se imaginaban, por su parte Raúl, recordaba y reía, (Si supieran).

Seis años había pasado desde la primera vez que le rompieron el culito a Raulito, y no había sido otro qué el mismo semental del que entre risas alagaban.

Para ese entonces con nueve añitos y terminando el cuarto grado de primaria, el pequeño ya se sentía bastante atraído por los hombres, sobre todo los mayores que se veían tan buenos como los galanes de las telenovelas. Cierto día Raúl y su madre deciden salir de su pueblo para pasar una temporada donde una de sus tías, quien también vivía en otro pueblo pero aún más retirado de la ciudad.

En esa casa su tía Jacinta vivía con su esposo y sus hijos, tres niñas de entre 10-16 años y el mayor "Pedro" quién contaba con 25, un joven de lindas fracciones y buen cuerpo, digamos contextura normal, buenas piernas y nalgas, tes clara, aunque bronceada su piel por el sol parecía tostada, ojos y cabello oscuro, y de 1,70mts de altura.
El chico perfecto que cualquier mujer de su edad desearía tener en su cama, sin olvidar su otro gran atributo hasta ahora bien oculto. Y por obvias razones Raulito en seguida clavó los ojos sobre el primo de su madre.

El puberto niño, que contaba con un buen culito para su edad y un cuerpito formadito aunque delgado que hacía mención a sus lindas fracciones y tes clara, ya se sentía con los días más entusiasmado con aquel muchacho, y no dudaba en admirarlo cada que podía.

<<¿Qué?, ¿Te gusto??>> soltó sin mayor frivolidad el varonil hombre al nervioso y sonrojado Raúl, quién no se percató que sus abusivas miradas habían despertado el interés del primo de más de 15 años de diferencia.

<<No, para nada.>> contestó en entrecortada voz.

El primo malicioso y abusivo parecía disfrutar de la debilidad que generaba en el pequeñín, y sin pensarlo le dice:

<<Vamos a singar, ¿no quieres que te coja?>>

<<No vale, ¿Estás loco???>> Respondió sin saber que ya su primo lo había sentenciado con aquellas palabras.

Por muchas ocasiones Pedro le hacía acoso escolar a Raúl y siempre tildándolo de Marico, cada que podía le tocaba las nalgas y el culo. Raúl se molestaba pero no le dio mayor importancia.

Raúl acostumbraba a siempre ver sus caricaturas favoritas en el cuarto de Pedro, y un día por la noche lo haría sin sospechar lo que estaba a punto de ocurrirle.

Raulito se quedó dormido en la cama de su primo, mientras su madre, su tía y el mismo Pedro estaba frente a la calle compartiendo y tomando con unos vecinos. Dando las 3am, todos se fueron a descansar, y Raúl seguía sin despertar en el cuarto del abusivo hombre, quién de inmediato se incorporó para dar rienda suelta a sus necesidades.

Estaba casado desde hace un tiempo, su esposa esperaba su primer hijo, razón por la que se encontraba en casa de su madre en otra ciudad del oriente por recomendaciones médicas.

A continuación el niño entredormido siente una mano que le tocaba las nalguitas por dentro de su ropa interior; recordó rápido donde estaba exactamente y confundido dejó que Pedro lo manoseara. Raulito no entendía aún mucho sobre sexo, pero el gusto y los nervios lo ganaban mientras intentaba hacerse el dormido para hacer creer que no tenía interés, que al parecer no resultó, pues el hombre ya empezaba a lubricar su rajita con sus dedos ensalivados, o por lo menos eso sentía el niño en su ano muy mojadito y baboso. Un dedo empezó a taladrar el aún cerradito culito del pequeño, quién de una se contrajo para expresar dolor.
Le Ardía cada vez que ese grueso dedo entraba y salía pero estaba tan asustado y confundido que no decía nada, sólo aguantaba callado. Siente cuando éste le desprende de su interior para dejarle de ladito con su culito expuesto, que aprovecha para empezar a perforar. Raúl fue invadido por un inmenso escalofrío cuando sintió aquél pedazo de verga en la entrada de su cueva, que no se comparaba con la sensación que sintió cuando sin compasión alguna Pedro le enterraba el glande.
Hizo presión.

<<Aggg. ayyyy. ayyy.>> Se quejaba en voz bajita, pero aguantaba esa cabeza en el culo, se quería zafar, llorar, gritar.
pero aguantó.

El hombre empezó a bombear con mayor seguridad el culito del niño que ya se tragaba unos centímetros de pinga. Durante 15 minutos Raulito siguió quejándose en silencio. Había metido algo más que su glande y parte de la base del pene dentro del cerrado huequito, quién rato después siente como aún en esa posición es quemado por dentro por un ardiente líquido.
Cuando la verga había salido de su culo, el pequeño sintió que se le salía el alma, observó aquel monstruo bañado en sangre hasta la mitad, y de su culito salía muchos gases acompañados de heces y mucha de la caliente leche del primo, que derramó en toda la cama.

Una verga inmensa tenía Pedro, de unos 19 cm, bastante gruesa y larga, se veía jugosa aún, y el confundido jovencito no se imaginaba como si quiera pudo tragar un pedacito de aquella cosa. Y sin pasar a observar mucho salió disparado para el baño a botar toda la incomodidad que tenía dentro.

Ahora Raulito miraba a su primo con otros ojos, lo veía con mucho temor, ya sabía que el primo era bien morboso y capaz de hacerle lo que quisiera, como en esa ocasión que ya lo había dejado caminando cojo con tan sólo una parte de aquella bestia de carne.

Los días pasaban y Pedro aún seguía caliente por comerse bien el culo del primito, se le era difícil resistirse a cada rechazo que Raulito le daba temeroso, y con esa carita de ángel que ponía el pequeñín. Tenía que idear una manera de cogérselo a sus anchas.

Cierto día la madre de Raúl tuvo que salir a la ciudad a hacer unas compras y regresaría al anochecer, por otro lado su tía y el resto de la familia se comprometieron en asistir a un importante evento, dejando sólo en casa al muy asustado Raúl al cuidado de su abusón primo. Raúl temeroso y con mucho recelo hacia su primo, evitó a toda costa su presencia, sabía que estaban sólo ellos dos en la morada y no quería por ningún motivo volver a ser abusado; bueno, tal vez sí quería, pero también sabía que le dolería enormemente.


Pedro observa de lejos al niño, que se encontraba en el patio de la casa lo más alejado posible, y ni tonto ni perezoso se le acerca a él y le pide que lo acompañe hasta adentro. El pequeño tragó grueso y lo siguió nervioso y frio, mientras echaba sus ojos en aquella verga que parecía explotar hacia un lado en el ajustado y blanco short que llevaba su primo.

Una vez adentro, lo tomó de su manita y lo llevó hasta su habitación, pidiéndole que le espere un momento mientras éste salía a supervisar que nadie viniese cerca; lo que se vuelve conveniente para cerrar puertas y ventanas, haciendo más secreto aquel encuentro y quizás ahogando dentro de la casa la posibilidad de un ruido hasta la calle.

<<Vamos a singar, pues!!!>> suplicó el hombre con una tremenda lujuria y con su mano derecha agarrando su enorme paquete.

<<No, no quiero>> A penas podía salir de la boca del nerviosísimo joven, que tragaba saliva sentado a la orilla de la cama.

<<Anda vale, vamos a intentarlo otra vez, te va a gustar.

Vamos a hacer lo siguiente: yo te cojo un ratico y después tú me coges a mí, ¿Va?>>.

De alguna forma éste pícaro quería apoderarse de lo que quedaba de Raulito. Pero el niño intentó ser más astuto y le volteó el plan.

<<Sólo acepto si tú me dejas cogerte primero>> aclaró.

Accediendo a sus caprichos, el hombre ya tenía otra cosa en mente, mientras el inocente varoncito pensó que se lo había echado al bolsillo con su genial recomendación.

Le exige al pequeño que se desvista, incorporándose a ayudarlo debido a la lentitud y nerviosismo que lo invadía.
Su camisita, su pantaloncito, su diminuto interior, de a poco lo desvistió por completo, y llevando sus grandes manos hasta los hombros del indefenso, lo sentó en la cama.

<<Mámamela>> ordenó, mientras sacaba su pedazo de salchichón y se lo restregaba al jovencito por la cara.
<<No sé cómo>> salió de su voz aniñada.

<<Abre la boca grande y chúpalo>>.

Raulito engulló ese trozo lo más que pudo, y torpemente comenzaba a lengüetear.
Le daba tanto asco que entre cada mamada hacía segundos para escupir al suelo, para luego devolverse a ese baboso miembro.

<<Abre más grande la boca>> insistía Pedro, ante cada roce forzado que le desgarraba la verga; se le era casi imposible al niño evitar no morderle entre cada embestida. El grosor era bastante descomunal para una boca de apenas 9 años.

La daba arcadas y le producía el vómito, pero no dejaba de bombear al pequeño, quién intentaba zafarse de aquella poca cantidad de verga, pero que le rellenaba sin dejar un espacio sin ocupar.

<<Me estás aporreando el pipe>> Decía entre cada regaño a Raulito.
<<Mejor ponte en cuatro>>.

El pequeño con sus rodillas a la cama y apoyando sus manos de la misma, quedó al borde con su culito respingado.
El primo se había deshecho de sus prendas, notó el pequeño mientras en pompas volteaba a verlo en todo su majestuosidad.
Un hombre perfecto, con ese cuerpazo y con un descomunal rolo.

Se lubricaba y lubricaba el culo del menor con sus dedos majados de abundante saliva.

<<Quédate quieto ahora y no te vayas a mover>>. Sentenció.


Un fuerte grito le arrancó al pequeño Raulito, que sintió como fue invadido sin cautela de nuevo por los 19 cmts de su primo.

<<ahhh, yaaa, me duele, sácalo.>> Y se le despegó llorando.


<<Ven acá carajito. Deja tu paja, que tengo que abrírtelo bien para que no te duela la próxima vez.
Aguanta, ¡Pareces una jeva!>>.

Le gritó mientras bruscamente lo colocaba en la pose anterior para proceder a dilatarlo con los dedos.
Uno suave, luego duro, después dos, y así fue abriéndose paso. El niño se quejaba del dolor pero en voz baja.

Cuando lo sintió más complacido, le apunta de nuevo la verga y le deja ir hasta casi la mitad.

<<Ahhh>> Gritó, obligándolo a zafarse.

El hombre le regañaba y le daba nalgadas fuertes al jovencito.

<<Aguanta, aguanta la verga.(Y otras nalgadas: plashh, plashhh) Deja la quejadera, no pareces un hombrecito>>.

Lo toma fuerte del cabello y por tercera vez le mete su mandarria, aunque todavía no la metía por completo.

Los gritos entre cada machetazo se hacía más agudos.
 <<Ahhhh. Ayyyy. Me dueleeee. Ya sácala. No aguanto>>.

Temiendo a ser escuchado, Pedro se la saca arrecho.

<<Coño que vaina contigo, ¡No joda!, que pajuo te pones, la propia jeva.>> le gritaba entre regaños y amenazas.
<<Provoca joderte por marico y pajuo>>

El niño casi inconsciente del dolor no hacía más que llorar, pero el primo no se compadecía ni un segundo, sólo vivía para volver realidad su fantasía, que era acabar por completo con la inocencia de Raúl y tenerlo de ahora en adelante como su puta, la que le daría culo gratis cada vez que a él le provocara. Pero ese no era su día.

<<Ya que no dejas que te meta la pinga, vas a abrir bien la boca entonces para que te la pueda reventar>> Insistía mientras iba a lavarse los resto de caca y sangre que Raulito había dejado en su palo.

El joven asustado por los mal tratos de aquel abuso sólo asentía con la cabeza, mientras soportaba el dolor que tenía en las entrañas.

Pedro se lanzó desnudo boca arriba sobre la cama, y su verga aún estaba enorme, durísima, con la cabeza roja como un tomate.
Raulito se acercó temeroso al armamento que estaba a estallar, y lo tomó entre sus manos. Olía a jabón y estaba frío pero poderoso.

<<Mámamela, pero lo haces bien, o te jodo>> Enojado aún con el jovencito.

Una vez más el adolorido puberto estaba metiéndose ese pipe que apuntaba al techo, mientras era dirigido por las manos del ansioso Pedro que se la empujaba hasta la garganta.


<<khh,khh,khhh.>> Mientras no dejaba cavidad en su aparato gustativo.
<<Cómetela bien, abre más la boquita. Traga>>.

El niño con los ojos lagrimosos ya empezaba a ceder más ante las arcadas de aquel huevo, pero aún no controlaba el vómito que le producía tan descomunal vergota.
<<Cuidado y me vomitas.>> decía Pedro cuando se la sacaba un poco para que descansara la garganta.
Y sin esperar mucho, bombeó con más fuerza dentro de la boca del menor, que se estrenó tragando leche.

<<Uffff. ¡Que rico!>> Expresaba Pedro.
Mientras Raúl aún con asco tragó hasta la última porción ante agresiva petición.
<<Traga, así, trágatela toda, déjamela limpiecita, afff.>>

Con una toalla el hombre limpió los restos de baba de su descabellado miembro que aún estaba como una roca, y seguido la cara del muchachito que ya más mojada no podía estar, hasta los mocos se le salían.

Raulito sin pedir permiso salió de esa habitación y fue corriendo a defecar.

Pedro había fallado por segunda vez en su intento. Ese había sido el día perfecto para dejar bien roto al putico del primo.
Tenía que idear pronto otro encuentro antes que el culito de Raúl empezara a cerrarse y tener que perder lo que ya había logrado hasta los momentos.

Para su suerte, días después se aparece un amigo en su puerta, quién por motivos ajenos tendría que viajar y dejaría su casa totalmente sola. Pidiéndole de favor que cuando pudiese pasara por su casa y le echara un ojo, asegurándose de mantener alejado a los maleantes.



<<Claro que sí, con todo gusto>> Decía Pedro con las llaves en sus manos.
Ahora ese desconocido sin querer estaba entregándole la posibilidad de gozarse el culito que tanto deseaba. Pasó sólo un día.
<<Voy a dar una vuelta, regreso más tarde. Ven Raulito acompáñame, ya eres un hombrecito>>

El emocionado jovencito todavía adolorido aceptó de manera inocente la propuesta del primo.
Aún no sabía lo que aquel hombre se traía entre manos. Su familia no puso pretexto alguno, total, eran hombres y Pedro sería un buen ejemplo para el pequeño. Cuando llegaron al lugar, Raúl dedujo las verdaderas intenciones de su primo.
Era una pequeña casa, estaba ordenada y limpia.

Pedro lo desviste y le indica ir a un cuarto donde sólo estaba una cama y un mesón.
<<Ponte en cuatro>> Pedía cerca del oído del joven mientras señalaba con su dedo índice hacia la cama.
Raúl sin más, accedió, asustado, ya estaba tembloroso pero sabía que se encontraba entre la espada y la pared.

Con sus brazos extendidos y la cola bien parada, se encontraba Raulito, gimiendo cuando su macho masajeaba su culito.
Era gratificante ese momento, que ya se dejaba llevar y movía sus caderas, prensaba con fuerza cada que Pedro le metía medio dedo y le escupía rudamente para lograr exaltarlo aún más.

Ya estaba a merced de Pedro, quién dominaba y nalgueaba aquél platillo que tanto deseaba.
Uno y otro dedo totalmente enterrado bastó para que el joven muchacho dejará caer su cola por completo y su pene durito rozará el rústico colchón. Tenía el culo mojadísimo, esos dedos entraban y salían con facilidad luego de cinco minutos, lo que permita moverlos con mayor fuerza y hacer que el pequeño se contrajera del dolor y del deseo en una mezcla infernal.
El niño por poco y se desmaya, su primo le metió de un soplón hasta el último centímetro de su verga, pudo sentir cuando su pelvis lo chocó y lo estremeció por completo. Los pocos pelos de algunos días de afeitar pegaban de las nalguitas del moribundo Raulito, quién ensartado, no tuvo de otra más que complacer a su posesivo macho.

Poco a poco se la movía, pero el niño estaba desgarrado con aquel vaivén
<<Ahhh. Ahhhh. Ahhhh>> Esa vez comprobó por completo la magnitud que dominaba su esfínter.

Pedro estaba en la gloria. Gemía en cada pipazo, cada nalgada y cada apretón que daba en aquel culo.
No tuvo piedad para darle verga a ese huequito tan pequeño, que ahora aguantaría sin rechinar todo y cada uno de sus blancos y espesos chorros de semen.

<<Ay, si, si, si, ¡Qué culo tan rico, apretadito!. Ya pasó todo, ahora si vamos a gozar>> tomando al joven de los hombros y prensándolo. Raúl se dejó llevar y apretaba con fuerza las piernas de su jinete.

Luego de un rato y sin sacarle la verga, lo cargó y él se acostó ahora, quedado Raulito en posición fecal sobre Pedro, quién le indicó moverse duro y lo ayudó haciéndolo subir y bajar de golpe sobre su rolo que estaba más rígido y morcillón.
Ese niño de nueve años estaba completamente desgarrado, atónito, sudando, gritando, pero sin duda gozando; le temblaban las piernas y quería escapar por momentos, pero las movía de un lado a otro para que no se les durmieran y poder seguir cabalgando sobre su bestia.

El cuerpo se le iba, estaba desganado de tanta verga, Pedro lo abrazó y recostó de lado en la cama, quedado en cucharita y atrapado entre aquellas piernotas de macho. Lo embestía con precisión, dejaba que su verga saliera por completo para devolvérsela con mayor potencia, lo besaba del cuello, eran un dúo perfecto. Mientras el menor ya no se quejaba tanto, el primo se aprovechaba para dejarle claro algunos detalles:

<<Ahora si eres mi putica, ahora te daré sin compasión, cuando yo quiera, y no le vas a decir a nadie.
Ahjj, ahjjj, ahhjjj, que puta eres, como te gusta mi pipe.>>

Pedro aumentó su velocidad y se corrió entre gemidos unos cuantos chorros dentro del menor.
La leche era tibia, lo dejó exhausto. Pedro la sacó sin prisa y el niño sintió un vacío inmenso en su trasero.
Pasó sus dedos y notó como estaba de grande aquel agujero, con seguridad entraba un brazo sin mayor esfuerzo.

Desde ese instante Raulito no sería el mismo. Ahora bien roto y con esa edad sus hormonas empezaban a pedirle más.
Aun siendo abusado, se sentía agradecido con Pedro, quién desde entonces empezó a cogerlo más seguido (Según él, para que no se le cerrara el huequito), y entre cada cogida el pequeño se sentía más a gusto y disfrutaba desinhibido del monstruo que años después recordaría y sería motivo de muchas pláticas familiares.


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