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Tuesday, October 30, 2018
Monday, October 29, 2018
Mi compadre disfruta de mis nenes
Por
Punky Pow
No
podía creer lo que veía y más por qué mi nena estaba disfrutando esa lengua
experta de Román. La escena no me horrorizó sino que me llenó el cuerpo de una
extraña y deliciosa sensación de placer.
Me
llamo Elmer y tengo dos nenes, ella ( Pam) de 8 añitos y él (Gino) 2 años
mayor. Soy viudo hace 2 años.
Desde entonces mi nena duerme en mi habitación, a pesar de tener la suya. Mi nena es una princesa hermosa, delgada, tez blanca, unos ojos café oscuro intenso y sus nalguitas igual de grandes que las de su madre.
Desde entonces mi nena duerme en mi habitación, a pesar de tener la suya. Mi nena es una princesa hermosa, delgada, tez blanca, unos ojos café oscuro intenso y sus nalguitas igual de grandes que las de su madre.
Soy
ingeniero químico y trabajo en una dependencia local, casi todo el día estoy en
la oficina y el espacio que le dedico a mis hijos es o muy temprano o ya muy
tarde.
A mi nena es a la que más cuido, en las noches duermo abrazado a ella.
A mi nena es a la que más cuido, en las noches duermo abrazado a ella.
Un
día poco antes de cenar, tocaron a la puerta y apareció mi compadre Román , él
era un tipo de treinta años, cuerpo atlético y soltero. Media un metro ochenta
y era un tipo bien parecido, le encantaba andar cogiendo, eso explicaba por qué
no se hubiera querido casar todavía.
Me
pareció extraña la visita pero a la vez me llenó de agrado, ya que no muy
seguido lo veía.
Cenamos y nos pusimos al día y fue cuando me pidió apoyo para quedarse unos días en casa.
Al principio no me gustó la idea pero los niños se veían emocionados de tener visitas.
Cenamos y nos pusimos al día y fue cuando me pidió apoyo para quedarse unos días en casa.
Al principio no me gustó la idea pero los niños se veían emocionados de tener visitas.
Lo
instalé en la habitación de Gino. Pasaron un par de semanas y Román seguía en
casa, a los niños se les veía contentos.
Una
noche sentí que Pam, en la madrugada salía al baño, no presté atención y seguí
durmiendo, pero mi subconsciente se quedó pensando que mi nena las últimas
noches salía en las madrugadas al baño y se tardaba en regresar, finalmente
desperté inquieto y esperé a que mi nena regresará, no lo hizo y salí de la
recámara a buscarla.
Salí
sin hacer ruido, sólo quería saber qué hacía mi nena, para poder arreglarlo, la
busque en el baño de la planta alta y no estaba, baje un par de escalones y Mis
ojos se abrieron a más no poder ya que no podía creer lo que veía y más por qué
mi nena estaba disfrutando.
Sobre
la mesa de centro de la sala estaba Pam acostada, con su batuta de dormir
alzada hasta el cuello y totalmente encuerada, no se movía, y en medio de las
penumbras tampoco distinguía que estaba haciendo, hasta que de pronto apareció
Román, completamente desnudo y con su enorme verga erecta, no podía pensar sólo
veía la escena y me quedé paralizado.
Román
se acercó a mi Pam, a mi nenita y se hincó, abrió las piernas de mi nena que
cooperaba gustosa y sin hacer más espectáculo empezó a chupar la panochita de
mi princesa. Entre lo que podía distinguir y lo que sabía de Román, esa lengua
experta de Román le estaba dando el mejor sexo oral a mi nena. En ratos alzaba
un poco la cabeza Román y después volvía a probar los placeres de esa vagina
que hasta ese momento para mí era desconocida.
Mi
nena por su parte sólo daba pequeños gemidos, y en momento soltaba unas
pequeñas risitas, como de complicidad.
La escena no me horrorizo sino que me llenó el cuerpo de una extraña y deliciosa sensación de placer. No podía concebir que Román estuviera teniendo sexo con mi Pam.
La escena no me horrorizo sino que me llenó el cuerpo de una extraña y deliciosa sensación de placer. No podía concebir que Román estuviera teniendo sexo con mi Pam.
De
pronto Román enciende la luz de su celular y la coloca de tal forma que se
ilumina la vagina de mi nena, la tenía sin un sólo vello, rosadita, y súper
lubricada con saliva por el tiempo que Román estuvo haciendo sexo oral, en ese
momento fue cuando Román acercó uno de sus dedos y se lo introdujo suave y
lentamente en la vagina a mi nena, acercó su cara a la vagina y cuando sacaba
el dedo lo metía a su boca , para lubricarlo más supongo, y después lo volvió a
introducir delicadamente, en momento sacaba el dedo y volvía a introducir su
lengua.
Yo
para ese momento estaba más que duró de la verga, el morbo de ver la escena me
había puesto cachondo sin pensarlo.
Pero no le di importancia y seguí observando sigilosamente la escena.
Después de unos minutos en que Román siguió, se frotó la verga con algo que parecía ser lubricantes, mi nena seguía tranquila recostada sobre la mesa, sólo en momento levantaba la cabeza y volteaba a ver a Román, quien le acariciaba leve entre sus pezones y después ella se dejaba tocar sin mayor miramiento.
Pero no le di importancia y seguí observando sigilosamente la escena.
Después de unos minutos en que Román siguió, se frotó la verga con algo que parecía ser lubricantes, mi nena seguía tranquila recostada sobre la mesa, sólo en momento levantaba la cabeza y volteaba a ver a Román, quien le acariciaba leve entre sus pezones y después ella se dejaba tocar sin mayor miramiento.
Román
acerco la verga. La apunta a la entrada de mi nena y yo sólo pensaba que con
tremenda vega destrozaría a mi princesa.
Intentó introducir la cabeza pero al parecer los quejidos de mi nena no lo ayudaron así que decidió masturbar en la vagina de Pam.
Intentó introducir la cabeza pero al parecer los quejidos de mi nena no lo ayudaron así que decidió masturbar en la vagina de Pam.
Supongo
que eran muchas las ganas que Román tenía de correrse que inmediatamente soltó
un chorro que llegó a la cara de mi nena, y ella gustosa lo lamió de su sonrisa
labios y lo trago, el resto de la copiosa venida Román la depositó en la vagina
y estómago de mi nena.
Yo
no podía creer lo que había visto, y cuando pensé que el espectáculo había
terminado. Román ya con la polla semiflacida intenta meterla a la vagina de mi
nena, logrando introducir sólo la cabeza pero mi nena creo se asustó y corrió
al baño.
Me
regresé a la recámara, aún con la vega tiesa, y termine masturbándome, pensando
en cómo mi nena había disfrutado de, sexo oral. Al poco rato mi nena regresó a
la cama me dio un beso y me dijo papi te amo.
Se
durmió inmediatamente, al poco rato se escucharon unos pies descalzos que
lentamente subían la escalera, era Román, que ya despechado regresaba a dormir.
Luego
me levanté y mi nena seguía dormida, así que fui a tocar la puerta de la
recámara de Gino, y al ver que nadie contestó, abrí la puerta, no encontré ni a
Gino ni a mi compadre en la cama, y escuché correr el agua de la regadera, me
acerqué silenciosamente y abrí un poco la puerta de, baño, y para mi sorpresa sólo
estaba Román tomando una ducha, se transparentaba su figura sobre la cortina de
baño, estaba dando la vuelta para irme cuando entra al baño mi nene y sin mayor
miramiento le empieza a mamar la verga a Román.
Continuará…
MI SEGUNDA VEZ A LOS 13 EN UN CENTRO COMERCIAL
Por
Haruko
Después
pues de haber vuelto de la excursión en el bosque, cada que veía a Carlos o
escuchaba su voz yo temblaba y se me ponía la piel chinita como de gallina, no
sabía porque pero el solamente verlo de lejos o escucharlo me ponía nerviosa y
mi rajita se ponía húmeda, al mismo tiempo que un calor me hacía ponerme roja
de la cara.
Esto
lógicamente no pasó inadvertido para mis amigas, las cuales ya sabían desde
hacía tiempo que Carlos me gustaba mucho, siendo así que empezaron las típicas
preguntas, porque no le dices que te gusta, yo solamente me agachaba y les
decía que no empezaran y lo lógico ellas más adrede me decían, el colmo fue una
vez que estando comiendo helado en una plaza comercial, llegaron Diego y
Carlos, yo estaba comiendo mi helado pasándole la lengua cuando Carlos me saludó.
“Hola
Sandy se ve rico tu helado me das una probadita” yo volteo a mirar y él sin
dejarme responder le pasa la lengua al helado yo me le quedo mirando toda roja
de la cara y por la sorpresa un poco de helado tenía en mi cara, Carlos me mira
sonriendo y sin decir nada con su dedo lo recoge de mis labios y se lo lleva a
la boca, “sabe más rico este que el del cono ha de ser por lo duce que son tus
labios, bueno nos vemos me dio gusto saludarte y ver que estas bien” yo me puse
más roja que un tomate, mis amigas se quedaron con la boca abierta mirándome y
Carlos les dice “Cuídenmela bien porque ya saben que le gusta perderse nos
vemos chicas guiñándoles un ojo” mis amigas sin perder tiempo le dijeron “Si
nosotras te la cuidamos, aunque sería mejor que la cuidaras tú, eso la pondría
más feliz” Carlos regresó y sentándose a mi lado me dice “eso es verdad Sandy,
ya sabes que el día que ocupes yo te puedo cuidar como cuando estábamos en la
primaria después de todo para eso son los amigos” esto lo dijo tomando mi mano
donde estaba mi helado y pasando sus labios y lengua por mis dedos yo estaba
temblando.
Cuando
miré a ver a Carlos él me sonrió diciendo “ya está limpia tu manita ahora come
tu heladito o te mancharas tu ropita, bueno chicas me retiro les encargo a la
princesita va” mis amigas en coro le dijeron que si y como otra vez estaban por
hacerle platica llego diego “hola niñas que tal sus helados” ellas lo saludaron
y él me mira sonriendo, “a ti no te pregunto porque parece que estas un poquito
malita, toda rojita de tu carita y temblando nena, pero si no te terminas tu
helado se derretirá”, “Carlos ya vámonos tengo que regresar a mi casa temprano,
además aquí no dejas a las nenas comer su helado por estar platicando y se
puede manchar o mojar alguna solo por tu presencia, si es que no lo está ya”
riendo mientras me miraba.
Yo
apreté mis piernas y me puse más roja aun de la cara, Carlos le contesta “está
bien, vámonos sólo quise pasar a saludar a mis pequeñas amiguitas de la
primaria y a la princesita que siempre lleve de la mano hasta su castillito”
sonriéndome “nos vemos Sandy disfruta tu helado, pasándole la lengua para comer
otro poquito, que es muy dulce aunque no tanto como quien lo tiene guiñándome
el ojito”
“Bueno
nos vemos chicas y tu nena ve a que te revise un doctor porque creo que tienes
calentura” dijo Diego.
Mis
amigas se rieron y le dijeron “tal vez si tiene calentura” riéndose yo sólo me agaché
apenada y Carlos se regresa y dándome un beso en la frente me dice “tranquila
princesa no dejes que te molesten va, me alegro mucho verte tan alegre” yo en
ese punto sentía que flotaba, además que el calor que sentía en mi rajita era
tanto que sentía casi que me hacía pipi, sólo atiné a decir entre cortadamente,
“gra-gracia, qu-que te va-valla bien” a lo que diego dijo riéndose “y a mí no
quieres que me valla bien nena o porque la discriminación?”, Carlos le dijo que
me dejara en paz y a mis amigas las regañó también “No la molesten cuando me
valla se bien que les fue mal en los exámenes y solo quieren vengarse porque a
ella le fue bien, así que no sean malas con ella recuerden que las conozco
desde hace mucho y saben que ella no se defenderá porque las quiere mucho pero
no abusen”.
“Está
bien no la molestaremos más lo prometemos” sacando algunas la lengua, cuando se
fueron Carlos y diego yo comencé a chupar mi helado porque se estaba
derritiendo otra vez y a una de mis amigas se le ocurre decir, “Sandy a que
sabe la lengua de Carlos te gusto su sabor” yo me atragante y me puse roja de
la cara “to tonta yo como voy a saber eso”. Mis amigas se rieron mucho y Sofía
una de mis amigas desde el kínder me dice “siempre que te decimos que nos dejes
probar tus helados dices que no porque lo llenamos de babas y ahorita te lo
estabas comiendo como si fuera el más rico helado del mundo sin importarte que
Carlitos le pasara su lengua dos veces por eso te pregunto Sofía que a que
sabía o será que ya la probaste sin el helado, princesita” soltando la
carcajada todas al mismo tiempo.
Yo
me le quedé viendo roja de a cara y sin responder me seguí comiendo mi helado a
lo que ellas me dijeron “va a llorar la princesa ya no la molesten” terminé mi
helado y les dije voy al baño, Sofía me dice “si princesa no sé cómo no te
hiciste pipi con semejante lengua en tu helado y no olvides lavarte bien la
frente por o del besito” yo sólo me giré y les saquee la lengua cosa que
siempre hago. Desde más pequeña como señal de mi enojo y ellas más se reían.
Al
llegar al baño y bajar mi pantaleta estaba toda mojada, cuando toqué pude ver
que era la misma pipi pegajosa así que por más que limpié mis pantaletas no se
secaban, así que mejor me las quité y las metí en mi carterita que llevaba,
cuando termine de hacer pipí y me limpie sentí unos toquecitos tan ricos que
volví a pasar mi mano por mi rajita, cerré los ojos y lo primero que vino a mi
mente fue Carlos dándome el besito en la frente, eso me trajo los recuerdos de
lo ocurrido en la excursión ese simple recuerdo hizo que la mente se me pusiera
en blanco y mi cuerpo se pusiera tenso y saque mucha babita, me ocupe sujetar
de la puerta para no caerme y morder mi labio para no gritar.
Salí
después de un rato y después de lavarme bien las manos regresé a la mesa donde
mis amigas me veían riéndose como tontas, “todo salió bien Sandy” me pregunto
Sofía, “creímos que estarías llorando como la bebé que eres pero parece que la bebé
ya sabe hacer cositas no aptas para su edad y tu carita roja lo demuestra” dijo
entre risas lupita hermana de Sofía, no sé de qué hablan ya no molesten que no
se me olvida aun lo que me hicieron hace rato dije con tono molesto y la cara
roja pero más que de coraje de miedo y vergüenza de que ellas supieran algo.
Sofía
les dijo que ya me dejaran en paz, todas se disculparon y se empezaron a reír
diciendo que de seguro no podría dormir por lo que había pasado con Carlos,
además está el otro chico que vino es guapo no les parece dijo lupita, si y
sabe cómo hacer que Sandy se derrita de vergüenza aunque creo que ya lo
habíamos visto de algún lado no creen, yo les dije quien Diego, ellas me
miraron todas juntas y me dicen como sabes su nombre si no lo dijo o ya lo
conocías de otro lado.
Es
hermano de Wendy la niña que se cambió hace poquito a nuestro salón, a ella la
escuche decir su nombre y además creo que es amigo de Claudia la hermana de
Janeth, Sofía se empezó a reír y me dice “solo eso Sandy no olvidas decir lo
más importante, es amigo de Carlos y por lógica ya sabes su nombre y de seguro
ya habías platicado con él para saber más sobre tu terroncito de azúcar o como
le decías en la primaria” yo me puse roja de la cara otra vez y lupita remato
diciendo “si es cierto recuerdo cuando la llevamos a casa de mi abuelita y le
dio el beso en el cachete a nuestro primito, desde hace mucho que lo acosa la
princesita así le dice Carlos a la bebé que no”
Yo
me quedé callada eso si con la cara roja entre coraje y pena, Sofía al ver que
me empezaban a salir lágrimas de coraje les dijo “ya no sean sangronas, ya se
les paso la mano, Sandy discúlpanos” yo sólo sonreí y les dije bueno me acordé
que tengo algo que hacer las veo luego chicas, me di media vuelta y me marché
de ahí, apenas salí del local corrí lo más rápido que pude sin mirar siquiera
por donde iba, hasta que choque con alguien cayendo al piso de sentaderas,
quedando con las piernas abiertas, “porque no te fijas por donde corres perrita
linda, veo que sigues siendo tan curiosita como la otra vez, y tú rajita tan
linda como la recordaba”, yo abrí los ojos y frente a mi estaban Carlos y
Diego, “porque corres como loca y sin pantaletas he putita acaso tanto te
calentó vernos con tus amigas?” Diego se reía mientras me decía eso, yo cerré
las piernas y me tapee apenada.
Carlos
se acerca y dándome la mano me dice “hoy iré a casa de mis padrinos y espero
que estés muy linda porque mis padres y los tuyos irán a una cena cerca de la
feria, como tú no puedes entrar mi padrino me pidió que te cuidara mientras
ellos cenan así que esta noche tu y yo jugaremos otra vez, pero sólo nosotros a
este pobre no lo dejaran ir porque su hermanita está castigada y él la cuidara,
así que como premio de consolación jugara contigo un ratito aquí espero que no
te moleste” cuando me dijo esto último me acaricio la cara y yo solo atine a
decir que estaba bien.
Diego
le dijo a Carlos “oye no olvidas algo, aunque creo que no será posible porque
la putita no trae calzoncitos” Carlos dijo “es verdad Sandy linda le prometí a
Diego que lo dejaría quedarse con tu ropita interior la próxima vez, pero no
tendrás de casualidad tus calzoncitos guardados o de verdad saliste así sin
nada abajo, eso sí me sorprendería mucho porque desde que te conozco sé que
siempre te pones en juego el corpiño y las pantaletas”, yo me puse roja y le
dije que si las traía en la bolsa, Diego sin decir nada me quito la bolsa y
sacándolas las olio de donde estaban húmedas, luego me las puso así como
estaban diciéndome “de seguro te mojaste como la putita que eres verdad Sandy,
pero sabes está bien para mi mientras más aroma a ti tengan será mucho mejor
pero ahora vamos a jugar a ese local que están reconstruyendo ahí nadie nos
molestara y Carlos cuidara que nadie nos interrumpa verdad amigo”, Carlos
Sonriendo le respondió “Claro que sí, pero recuerda nada de golpes en la carita
o en ningún lado, además no ocupo decirte que su culito es sólo mío”.
Diego
sonriendo me toma de la mano y me lleva con él hacia el local que decían,
apenas habíamos cruzado la cortina cuando escucho la voz de Sofía preguntándole
a Carlos “oye primo no viste a Sandy por aquí, estábamos molestándola un
poquito pero creo que se nos pasó la mano y salió corriendo, ya las demás están
apuradas es la primer vez que viene a esta plaza comercial y de seguro no sabrá
como regresar a su casa” Carlos se escuchó enojado y le dijo “Mas les vale a
ustedes que no le pase nada a la princesa, sabes de ante mano que Mis padrinos
la dejaron venir con ustedes solo porque yo se los pedí, además no se supone
que son sus amigas, porque la molestan tanto son unas envidiosas que solo les
encanta hacerla enojar, desde que mis padrinos se mudaron aquí ustedes se
suponía la cuidarían después de todo son primas por parte de mi madrina no lo
olviden, ahora búsquenla en las otras secciones de la plaza comercial, yo la
buscare en esta zona nos vemos en 1 hora en el puesto de helados”.
Diego
me dice al oído “Qué te pasa putita, ni siquiera opusiste resistencia a que te
dejara así encueradita, mira que sí que saliste golosita” yo miré mi cuerpo y
estaba totalmente desnuda, ni sentí cuando me quitó las calcetas, Diego se
acerca y me dice ya sabes que tendremos una hora para jugar así que aquí voy,
diciendo esto me metió de un sólo empujón su pene yo casi grito pero él me tapó
la boca con mis pantaletas, Diego inició un mete saca muy violento, luego más
suave, así me tuvo unos cinco minutos y me dice “sabes Sandy, te daré un paseo
por la plaza así como estas, veras que linda vista se tiene desde aquí, esta es
la única entrada para acceder al segundo nivel y casualmente hoy no vienen los
vigilantes, lo sé bien porque son los hermanos de unos amigos míos por eso
tengo las llaves y tú serás la primer nena que viene aquí”, me llevó así con su
pene metido hasta lo más profundo de mi rajita; yo cada que Diego caminaba
sentía como que me caía así que lo abracé de su cuello y el riendo puso sus
manos en mi culito, subiéndome y bajándome suavemente, camino un buen ratito y
me dice “Mira bebé tus amigas están justo bajo nosotros” .
Yo
solté su cuello para mirar y el aprovechando eso me giro sin sacar su pene de
mi rajita yo sentí como entraba más y suspiré, Diego se rio y me dice “Sandy,
Sandy que nena tan cachonda eres ahora si ya no me contendré hare que tus
gemidos los oigan tus amigas” sin decir más empezó a meter y sacar
violentamente su pene yo por más que quise me empecé a quejar y creo que si se
escuchó porque mis amigas y algunas personas empezaron a mirar a todos lados,
luego Diego mordiendo mi oreja me dice “servida la bebita aquí va su lechita”
sentí como si me quemara por dentro al primer chorro de Diego fue tanto que terminé
viendo blanco y suspirando me quejé tan fuerte de lo rico que se sintió, que la
verdad no me importó que me escucharan, Diego se empezó a reír y sin importarle
nada me sacó su pene dejándome en el piso tirada, luego me embarró su lechita
por todo mi cuerpo y me dijo. “Sandy te espero donde Carlos, por cierto si te
tardas mucho me llevaré tu ropa hasta la banca y tendrás que salir por ella así
como estas”, marchándose y dejándome así tirada sin poder moverme.
Pasarían
unos cinco minutos que me quedé acostada y al hincarme para ponerme de pie,
sentí como salía la lechita; así le había dicho Diego, cuando quise caminar
sentí toques pues mi pierna rosaba mi frijolito (así le decía al clítoris
antes), el caso que tarde como 10 minutos en llegar a donde había estado con
Diego, pero él no estaba, miré al rededor y no había nada, ni mis zapatos, ni
mi ropa, me asomé a la banca y ahí estaban Carlos y Diego platicando como si
nada, Diego miró a la puerta del local y sonriendo me dice “ya te despertaste
bebé, pues ya te había dicho ven aquí están tus cositas, riéndose mientras
levantaba mi blusa y mi falda, yo mire a Carlos y el sonriendo se encogió de
brazos y me dijo “si ya te lo habían advertido yo no puedo hacer nada, tendrás
que venir por ellos Sandy”, yo hice una mueca y les saquee la lengua a lo que
Carlos se me queda viendo y camina hacia mí.
Yo
me quedé mirando y me dice “¿Porque me sacas la lengua?, acaso tu mamá no te
dice que cuando las niñas se portan mal los mayores las tienen que castigar,
ahora veras, dándome un jalón me puso sobre sus rodillas y empezó a darme
nalgadas, la verdad me dolían muchísimo más que las de Diego pero al mismo
tiempo me gustaba como Carlos me frotaba mi colita, después de cinco minutos vi
como estrellitas y me hice pipi, Carlos salió riéndose y me dijo “más te vale
que vengas pronto por tu ropa o me la llevaré a la entrada con Sofía”
sollozando salí con mi colita toda roja y Diego se estaba riendo, cuando me
puse la falda y la blusa, le dije que si me regresaba mis pantaletas y él se
ríe diciéndome “estas son mías putita ahora ya vámonos que ya paso la hora,
agarrando y apretando mi colita, yo grité al sentir su mano” Carlos miró y
riendo le dijo “ya deja a mi noviecita en paz quieres”, me paso el brazo por el
cuello y me jaló hacia él, yo me puse roja de la cara y me abrace a su cintura.
Caminamos
así todo el trayecto hasta llegar a la entrada, Sofía y la demás estaban con
los ojos llorosos y me pidieron perdón pero Carlos les dijo “momentito, ustedes
fueron las culpables de que esta princesita se perdiera y estuviera llorando,
además tuve que pedirle ayuda a mi amigo Diego para encontrarla, lo más justo
es que la recompensen y a mí también por salvarlas de una regañada y un buen
castigo no creen” Sofía le dijo “bien primo que propones para que no le digas a
nuestros padres que la perdimos. Carlos sonrió y le dijo “Hoy cuidaran a Gisel
toda la noche por mí, así voy a poder estar libre y llevar a la princesita a la
feria sin que la mocosa este fastidiándola como diario, que les parece la idea”
Ellas
se empezaron a reír y me miraban, yo me puse roja como tomate y Sofía dice
“bien eso sería lo justo además la princesa no se podrá quejar de su premio de
consolación, aunque espero no le de fiebre o insomnio por lo que acabas de
decir primito”, todas se rieron y Diego suspirando le dice a Carlos “aaaaa,
sabes viejo estas niñas son tan malas e infantiles como mi hermanita, la
diferencia que Wendy si entiende cuando le dices que deje de molestar, no
fueron sus burlas las que hicieron que esta nena se fuera? qué bueno que son
tus amigas niña porque si así de crueles son como amigas imagínate como seria
tu vida con estas de enemigas, yo me largo a mi casa, te veo luego Carlos, y
nena un gusto conocerte, fue divertido platicar contigo hasta luego Sandy, por
cierto si te siguen molestando deberías decirle a sus padres chiao”, dándome un
beso en la frente.
Carlos
le dijo “gracias por la ayuda y perdona por las molestias, descuida yo la cuidaré
para que la dejen en paz verdad princesa” cerrando un ojo mientras me sonreía,
yo estaba temblando y toda roja, las demás se quedaron calladas y no dijeron
nada más, “bien chicas vamos a casa” dijo Sofía algo seria, Carlos me llevó así
abrazada y las demás iban riéndose, “bueno hasta aquí te dejaré por ahora
princesa, Sofía y las demás te acompañaran a casa sin molestarte o ya verán, te
veo más tarde” dándome un besito casi en los labios, yo me puse como tomate de
roja y balbuceando le dije gra-cias por encontrarme, él sonriendo me dice “Un
placer Princesa y ustedes déjenla en paz o de verdad le diré a sus padres que
la molestan, te la encargo Sofía”.
Sofía
sonriendo le dice “claro primito si ya es como de la familia, después de todo
es nuestra primita más chica”, de regreso a casa Sofía se me acerca y me dice
“Sandy, primero quiero pedirte perdón por ser tan malas contigo, no sabíamos
que te enojarías tanto, aunque no podrás quejarte saliste ganando, sólo quiero
que me digas donde te escondiste, porque no sé cómo decirte hueles raro, como a
pescadito o algo así del cabello”, yo le dije que había salido frente a una
tienda de pescado y que al pasar me habían mojado con el agua que le ponen a
los peces ella sonriendo me dice “eso creí, más te vale que llegando te metas a
bañar o mi tía te hará mil preguntas y de seguro te regañan o te castigan para
que no salgas hoy, además por la ropa que usaras no te apures yo te regalaré un
vestido para este día tan especial, así que promete que te divertirás y me
contaras todo va”.
Pequeña guía para sodomizar dando placer a una mujer reticente a los placeres anales
Por Kalusbue
Hay muchas mujeres que con
sólo pedirles su culo te miran como si fueras un monstruo.
Eso con suerte, puesto que
una gran cantidad de ellas aprovechan para tacharte de homosexual o desviado, e
incluso te amenazan con divulgar en el círculo de amistades tus tendencias
sodomitas. Si te importa un pito tal tipo de contraataque las excusas que le
suceden para reservarse el agujero se pueden resumir en tres grandes :
- "Que ese agujero no
se hizo para eso. Que es un agujero de salida y no de entrada"
- "Que es
doloroso"
- "Que para tu pene
se hizo mi vagina, no mi ano".
- "Que es
sucio".
La verdad es que a menudo
debes lidiar con anos que no fueron desvirgados de forma correcta. Hay mucho
bestia por ahí suelto que las penetraron sin lubricante y hundiendo la
polla hasta los huevos a la manera de esos coches que pasan de cero a cien en
5 segundos. Penetradas de tan salvaje manera las mujeres se conjuran para no
volver a dar el culo a nadie. Otras en cambio se dejan con resignación, como si
fuera el ineludible colofón al acto sexual. Ellos se lo pasan muy bien pero
ellas o bien sufren en silencio o bien, con suerte, sufren las acometidas
sin dolor pero sin placer.
Hay muchas técnicas para
penetrar analmente consiguiendo que tu pareja se lo pase tan bien como tú. Os
voy a explicar la mía que requiere mucha paciencia - no es para encuentros de
una sola noche - pero que suele funcionar bastante bien con aquellas mujeres
que nunca han practicado el sexo anal o bien se muestran muy reticentes al
mismo. La he ido perfeccionando a lo largo de los años, así que hay mucho de
prueba-fallo en esta técnica hasta que di con las teclas correctas.
En primer lugar debemos
utilizar su trasero en los prolegómenos. Cada vez que follemos debemos
acariciar sus nalgas, abrirlas, decirle lo mucho que te pone su culo y lo
bonito que lo tiene (aunque no sea cierto del todo), recostar tu cabeza sobre
el mismo, pellizcarlo cuando os encontréis por la casa, levantarle las faldas y
besarlo...vamos, lo que se os ocurra. En esta primera fase nada de poner la
polla en la puerta ni tocar el agujero, ella debe sentir que su culo es
importante en tu excitación. Si lo hacéis bien ellas mismas se darán la vuelta
en la cama para que les toquéis el bollito desde atrás o se pondrán tangas o
bragas sugerentes.
El siguiente paso es más
delicado y consiste en comprobar si se siente incómoda con su orificio. Cuando
le acariciéis el culo o la masturbéis desde atrás es normal que rocéis el ano
de forma casual. El orificio anal está rodeado de terminaciones nerviosas que
pueden proporcionar placer o causar dolor dependiendo de cómo las estimules.
Ante un roce casual las féminas suelen reaccionar con un estremecimiento : hay
algo de sorpresa al encontrar una mano o un dedo que no es el suyo en esa zona
pero también cierto placer. Sólo las muy reprimidas pueden reaccionar con
indignación o prohibiendo futuras exploraciones por muy
"accidentales" que parezcan. Si tiene una reacción positiva - se
estremece de placer o deja escapar un gemido - entonces podéis ser más
atrevidos y circunvalar su ano con la punta de la lengua o acariciarlo con
suavidad. Este es un momento crítico porque ella puede ponerse tensa pensando que
quieres ir "más allá", así que se debe actuar como si sólo fuera
parte del prolegómeno o de las caricias post orgasmo.
Con una novia que tuve
practicaba un ritual alrededor del ano que a ella le encantaba aunque nunca lo
declaró abiertamente. Cada vez que nos encontrábamos la llevaba al baño, la
duchaba y luego la sentaba en el borde de la bañera para afeitarle el coño, por
muy depilado que estuviera. A mi novia le encantaba que la obligara a abrirse
bien de piernas, sentarse con la parte posterior del culo para mostrar la raja
en toda su extensión y sentir como le abría los labios con mis dedos para
eliminar todo el vello de forma meticulosa. Pasaba delicadamente la cuchilla
sobre el capuchón del clítoris con la asepsia de una peluquera mientras ella
enrojecía de placer. Pero lo que ella esperaba de verdad era cuando le hacía
dar la vuelta apoyándose con las manos en el borde de la bañera mientras se
abría de piernas mostrando su bollito en toda su gloria. Le decía que también
le iba a depilar los alrededores del ano pero tanto mi novia como yo sabíamos
que allí no había pelo alguno. Así que le quitaba la hoja a la cuchilla y la
pasaba lentamente sobre las suaves y marronosas arrugas del ano mientras el
agujero se contría de puro placer y ella emitía gemiditos muy sensuales. A
veces pasaba el dedo para eliminar un pelo imaginario para que temblara de
placer. Cuando la llevaba a la cama estaba deseando que la sodomizara mientras
se recostaba de lado y se doblaba para adoptar una posición casi fetal. Estaba
su recto tan caliente, su esfínter tan abierto y se movía con tanta fuerza para
auto clavársela hasta el fondo que no podía contenerme más de cinco minutos
antes de regar sus entrañas con un buen chorro de semen.
El siguiente paso es
asociar el culo con el placer. Mi técnica consiste en practicar un buen cunnilingus
descapullando el clítoris con los dedos de la mano o si esto no es posible
colocando la mano plana sobre el pubis y tirando hacia arriba para que éste
resalte. Mojáis el dedo meñique o índice en la vagina y suavemente lo bajáis
hasta el ano. Lo acariciáis y cuando ella empiece a excitarse, y siempre
mojándolo bien en el flujo vaginal, introducirlo hasta la primera falange. No
suele ser doloroso pero le va a provocar un sobresalto la primera vez. Tratad
de que no lo aparte y chuparle con todas vuestras fuerzas. Tal vez agarre
vuestra muñeca un rato intentando retirar el dedo pero no cedáis si muestra un
atisbo de debilidad. Contra lo que podéis pensar, el dedo no sirve para dilatar
el ano, sino para acostumbrar a la pareja a sentir placer en el ano a la vez
que le laméis el sexo.
Si os habéis fijado al
hacerle un cunnilingus el esfínter anal se contrae con las sacudidas de placer.
Si metemos el dedo y la acostumbramos al mismo, asociará el placer obtenido de
nuestros lametones con la presencia del dedo metido en su culo. Al cabo de un
tiempo os daréis cuenta de que mueve el esfínter voluntariamente para frotarse
con nuestro dedo y hasta a veces os lo pedirá porque sin él no alcanza el
orgasmo sólo con los lametones.
Llegados a este punto ya
se puede decir que siente placer por detrás. Algunas mujeres, al descubrir ese
nuevo placer anal, piden entonces que les metas la verga - saben que lo deseas
- y el error más común es precipitarse. Es comprensible. Tal vez llevas un
semestre trabajándote a la parienta y la paciencia tiene un límite. Pero
meterle la polla a lo bestia es lo peor que se puede hacer. El grosor de esta
no es el mismo que el del dedo y seguramente tampoco estabas preparado con un
buen lubricante, así que le haces un daño de la hostia y se acabó la historia
por un buen periodo de tiempo - o para siempre - Así que lo mejor es tener a
mano un buen lubricante y cuando te lo pida, embadurnarle el esfínter y hacer
lo mismo con tu polla.
Por fin ha llegado la gran
penetración. Hablas a tu compañera, la calmas, alabas su belleza, pasas la mano
por detrás, entre sus piernas, y acaricias sus pechos mientras tu brazo se
empapa de su flujo. Es el momento. Recomiendo romperle el culo por delante, no
por detrás. Reconozco que es más excitante ver como tu polla se hunde entre sus
nalgas, pero si no se hace bien puede ser muy doloroso. Lo mejor es emplear la
postura del misionero. Te colocas sobre ella y alzas su culo, tal vez pasando
las piernas sobre tus hombros. Para que no se canse es mejor colocar una
almohada bajo sus riñones. Primero pasas el glande por su rajita y luego lo
llevas al ano. Lentamente introduces la punta sin dejar de masturbarla, para
luego, una vez comprobada la lubricación, hundirla lentamente. Si se queja de
dolor, lo mejor es parar pero no retirarla, ya que el esfínter se ha de
acostumbrar a la anchura de tu verga.
El esfínter es una válvula
que se cierra y se abre para dejar paso a las heces. Su reacción natural es
mantenerse cerrado para evitar que entre nada desde el exterior. Así que al
notar la cabeza de nuestra polla se cerrará. Hay que vencer esa resistencia con
suavidad, aunque a veces es difícil. He estado con mujeres con un agujero tan
cerrado que mi polla se ha hundido completamente entre la piel de sus nalgas
que de tan tensa parecía a punto de explotar. Esto es muy doloroso para ella.
Cuando el agujero ceda la presión de la verga será tan fuerte que entrará hasta
el fondo reventándola de dolor.
Si todo va bien, está bien
lubricada y la posición es la adecuada, el esfínter cederá como cedía ante
nuestro dedo y recorrerá el glande hasta cubrirlo. El placer para el hombre es
tan intenso que a veces es difícil no correrse. Si podéis controlaros, seguid
penetrando hasta que los testículos toquen su culo o hasta que ella, con su
mano o su voz, nos indique que ha alcanzado lo máximo que se puede meter.
Con el pene o parte de él
dentro del orificio de vuestra pareja os podéis encontrar con dos tipos de
culo. En algunos entra tu polla en un túnel estrecho, cálido y envolvente que
te aprieta con más firmeza que su vagina. Una cueva tan calentita y suave que
no es difícil correrse en ella de inmediato. En otros casos sientes la presión
del esfínter a lo largo de tu glande y del tronco de la polla pero luego parece
que exista un cierto vacío. Es un tipo de ano menos atrayente y sensual y a
veces la presión del esfínter te deja la polla muy dolorida. En ambos casos el
hombre trata de frotar su miembro contra las paredes del recto, igual que hace
con la vagina. Esto puede ser doloroso si la mujer no está bien lubricada y
antes de iniciar un frenético mete saca es conveniente deslizar tu miembro
suavemente por el interior del túnel.
No nos engañemos, esto da
placer inmediato al hombre pero en la mujer es más psicológico. Para ella la
manipulación del clítoris es importante y no descuidar las caricias mientras le
dan por culo, pero si está excitada puede alcanzar el orgasmo por muchas
razones : haberse dado por completo, sentir el pene en sus entrañas, el choque
de tus huevos contra las nalgas, sentir la excitación de su compañero y la
propia calentura de haber cedido una parte tan sensual de su anatomía.
Si tenéis confianza en
vuestra compañera y no empleáis condón, la eyaculación puede serle muy placentera
al ser sentida de forma mucho más evidente que en la vagina. Una novia con la
que estuve mucho tiempo alcanzaba el orgasmo cuando notaba el semen bañando sus
intestinos y a veces, cuando paseando por la casa o por la calle sentía como el
esperma resbalaba hasta el esfínter volvía a sentir los espasmos del orgasmo.
Si lo hacéis bien, sois
delicados y pacientes tenéis culo de vuestra compañera para muchos años. Sobre
todo respetadla y cuando diga no, es no. Así he conseguido que la mayoría de las
novias y mi exmujer se dejaran penetrar analmente y se lo pasaran tan bien como
yo.
Hacer un cunnilingus es un arte
Por Sarahlabonita
Me imagino que lo que te llevó a leer este relato, que es más bien
un texto educativo, fue el título. Anteriormente hice un escrito que hablaba
sobre cómo hacer una felación. Muchos los leyeron y si fuiste uno de ellos:
gracias por hacerlo; de lo contrario incito a que lo leas.
Este relato fue escrito porque muchos lectores me lo han pedido, y
como una decente escritora, quise dar lo que pedían. La verdad no fue tan fácil
encargarme de este, ya que no se técnicas o errores que se pueden cometer al
hacer un cunnilingus, o sexo oral a la mujer. De tal manera le pedí a mi amigo
Alejandro que me dirá algunas pautas y cosas por el estilo para poder escribir.
Gracias Alejandro. Primero quiero explicar que las mujeres somos más
difícil de llegar al orgasmo y muchos hombres se desesperan, gracias a su
actitud egoísta.
Uno de los mayores objetivos del cunnilingus es darle tanto placer a
la mujer, hasta que llegue al orgasmo. Pero llegar al clímax no es lo necesario
al 100%. Claro está: si por mí fuera, el objetivo principal seria el orgasmo.
Hay dos cosas que deberían quedar claro: 1) que al hombre o mujer le
guste hacerlo. 2) que el receptor y emisor tengan mente abierta y una buena
comunicación, esto ayuda a la relación y al placer mutuo.
Vamos al punto más interesante. Técnicas para hacer un cunnilingus.
Claro… todos tienen una forma de hacerlo, es algo que respeto, pero no está de
más recibir unas cuantas ideas.
Usar los dedos: es tentador pasarlos suavemente desde los labios
hasta el clítoris con el propósito de humedecer el área, mientras la boca puede
estar jugando con algún pezón o en con el cuerpo.
La lengua: jugar con este órgano que nos permite saborear los
labios, ir de arriba abajo muy despacio, como cuando se come un helado. Se
puede meter la lengua por la vagina rígida, como si estuvieras penetrándola con
el pene.
Se puede intercambiar las cosas, usar los dedos para llegar al punto
G, lugar que se encuentra como a un centímetro de la entrada, así se puede dar
mucho placer. Concentrarse en el clítoris, lamiéndolo de arriba abajo y en
círculos. Una técnica muy interesante fue, poner los labios debajo de los
diente para poder dar mordiscos suaves pero intensos. Combinar la succión del
clítoris con la estimulación de los dedos.
Algo muy importante, es abrir los labios vaginales para exponer el
clítoris y así tener un mejor acceso a este. Por otra parte, haciendo un poco
de hincapié, es que para dar un mejor placer no se puede ser egoísta ni muy
cerrado de mente.
Yo considero que la felación es un arte y el cunnilingus también. No
es lamer el clítoris como un perro, es buscar el punto y la velocidad que más
excita para que todos estemos felices.
Bueno, hasta aquí llego. Gracias por leerme.
Si quieres seguir leyendo lo puedes hacer, pero es más una nota de
la autora, va dedicado a quien le interese.
He decidido dejar de escribir por el momento, por razones personales
y por falta de tiempo. Gracias a todo el que me leyó, el que comento, el que
puntuó, el que personalmente me escribió o me agregó, gracias. Tampoco me iré
definitivo, estaré por aquí atendiendo mensajes y cosas por el estilo.
Espero que hayan disfrutado.
Besos… Sarahlabonita.
Lo caliente de la infidelidad
Por Carolina
No me pude aguantar, después de tres años
de casada y luego de tener una vida sexual muy activa antes de casarme con mi
esposo, fue difícil ser fiel, teniendo en cuenta que nunca fui fiel a mis
novios, solamente con quien me casé.
Hasta ahora y no porque mi marido no me
satisfaga sexualmente, pero es algo conservador y por mi parte soy más atrevida
en muchos aspectos, por ejemplo a mí me gusta mucho el nudismo y les puedo
asegurar que lo que se ve es de buena calidad y todo mío. Debido a que soy algo
atrevida nunca me faltaron voluntarios para ser infiel, pero nunca me había
decidido o nunca había estado lo suficientemente caliente como para aceptar
alguna propuesta. Hace dos meses aproximadamente conocí al sobrino de una
paciente que estoy cuidando, porque a todo esto soy "enfermerita". Él
es divorciado de 41 años, algo picaron y como les dije antes yo algo atrevida
de 32 añitos, comenzamos a charlar mientras yo trabajaba, e inclusive muchas
veces me llevó a mi casa en su automóvil después de mi turno.
Hasta que un día charlando coincidió que
ambos teníamos que viajar a una ciudad vecina por distintos motivos y él muy
voluntarioso se ofreció a llevarme. Bueno, llego el día, me pasa a buscar,
vamos viajando por la ruta y él comienza a hacer bromas con que debíamos
detenernos en algún hotel, por mi parte le sigo la corriente. De repente
llegando cerca de uno de estos hoteles disminuye la velocidad del automóvil y
me dice “entramos?”, a lo que respondo “si te animas vamos” (mientras me
levanto un poco el vestido para que se vea mi ropa interior). Él sin dudarlo
ingresa en la cochera del hotel, detiene el automóvil y me pregunta, “estas
segura que quieres hacer esto?” algo sorprendido, por mi parte le respondo que
venía acumulando un gran deseo de estar con otro hombre, más precisamente un
hombre como él desinhibido, con experiencia y a su vez discreto.
Desde luego que no preguntó más nada
después, ahí mismo dentro del auto me tomó por la nuca con una mano y me acercó
a su cara y comenzó a besarme apasionadamente mientras con la otra mano
manoseaba mis senos por encima del vestido, además de mis entrepiernas por
debajo del vestido, estuvimos así un poco más de cinco minutos.
Obviamente la seguimos en la habitación aún
más desinhibidos, donde pude ver para satisfacción mía que venía muy bien
dotado, cuando vi lo que tenía me pongo de rodillas delante de él, le termino
de sacar el pantalón mientras le doy besitos a su gran y jugoso pene, él me
quita el vestido por arriba, me quedo solamente con mi tanguita y mis zapatos,
ya que no tenía corpiño, luego poco a poco me introduzco su pene en mi boca,
mientras acariciaba sus bolas y su abdomen, estuvimos así bastante tiempo y
justo cuando lo estaba por hacer acabar en mi boca y mis senos me toma de los
brazos y me pasa a la cama, me pone boca arriba con las piernas abiertas cerca
de la orilla de la cama, me introduce dos dedos juguetones en mi vagina que se
pierden con gran facilidad.
A esa
altura me encontraba extremadamente excitada y muy húmeda, él saca los dedos,
se acomoda arriba de mí y comienza a introducirme su pedazo de pene, pero con
mucha energía, lo cual eso me hace gozar y gemir como una desaforada. Debido a
que yo estaba muy caliente tenía una buena dilatación, por eso introducirme su
gran pene llevó solo unos minutos. Luego comenzó a sacarlo y meterlo todo,
besarme apasionadamente la boca y los senos, mientras me decía cosas al oído
como a mí me gustan, tales como “que bien que te comes mi pedazo puta”, “te voy
a ser tragar mi lechita”, etc. Debido a mi gran calentura llegue al orgasmo a
los pocos minutos, pero no fue el último ese encuentro, estuvimos en ese hotel
un poco más de una hora teniendo sexo fuerte, se los recomiendo.
LGBT: La obra
Por Lazarino
A quince metros de la parada había un
edificio en reformas. Era verano, y la calle estaba casi desierta a excepción
de la mujer que esperaba su ómnibus con un chiquillo impaciente que preguntaba
a cada momento cuándo regresarían a casa, que estaba aburrido.
Desde el primer piso del edificio, que
sobresalía del vallado de protección, de pie en un balcón un hombre observaba
la escena que se desarrollaba en la calle.
Noté que me había echado una mirada
distraída y sonreído, quizá divertido con la impaciencia del muchachito. Casi
en seguida, el ómnibus esperado por la señora se detuvo y ascendieron a él
siempre entre protestas del chico.
Del mío ni señales aún.
Pero desde el balcón hubo una señal bien
evidente: el hombre cabeceó en dirección al interior del edificio, como
invitándome a acompañarle.
Al principio pensé que la semipenumbra de
la calle me había jugado una mala pasada, pero cuando miré por segunda vez
repitió el gesto y ya me quedó claro que su intención era firme.
Di una ojeada hacia el final de la calle
para ver si no aparecía mi bus y otra para constatar que nadie me viera, y me
dirigí hacia la entrada de la valla por donde entraba el personal. Miré hacia
el balcón, el hombre no estaba allí, pensé haberme equivocado cuando de
improviso abrió la puerta y le tuve a un metro, siempre sonriendo.
-¿Perdiste el “bondi” o esperabas otra
cosa? – sugirió, haciéndose a un lado para que pudiese entrar.
-Espero el 147 – respondí – Siempre demora
bastante a estas horas…
-Seguro – añadió – después de las doce hay
menos frecuencia.
Ahí le observé con más detención. Era un
cuarentón morocho, no muy alto, fuerte, con la barba un tanto crecida y olor a
jabón de tocador.
-Ven, vamos al primer piso así charlamos.
Me precedió por una escalera sin pasamanos
hasta uno de los departamentos, seguramente el mismo desde donde observaba el
movimiento de la calle y donde en un rincón de la que sería la sala tenía una
cama simple muy prolija en la que me invitó a sentarme.
-Linda noche, ¿no? – preguntó sacando un
atado de cigarrillos que me ofreció y rehusé.
-Sí, muy agradable – contesté medio apocado
y sonriendo a la espera de más señales.
-¿Tienes tiempo, o te esperan tus viejos? –
continuó el sereno, que había calculado mi edad al toque –yo tenía diecisiete
años a la sazón, y vivía con mis padres.
-No, no tengo horario fijo de llegada –
dije con cierto orgullo – siempre que llegue, no hay ningún problema.
-Mejor, así podemos conocernos… ¿Haces
deportes? – preguntó señalando mis piernas, que se veían robustas en las
bermudas de jean que llevaba puestas.
-Algo, no mucho – contesté esperando saber
qué pretendía.
-Siempre te veo en esta parada, no es la
primera vez.
-Estoy preparando un examen con unos
compañeros de aquí, en la otra cuadra – expliqué – y acá tengo el “bondi” que
me deja frente a casa.
-Ah, qué bien – añadió – entonces me podéis
hacer compañía un rato, así la noche se me hace más corta – dijo mientras
apagaba la colilla en una lata de atún apoyada en una silla y sentándose a mi
lado en la marinera.
El roce de su muslo fuerte contra el mío me
agradó, y el olor a jabón que todo su cuerpo despedía mucho más. Pasó un brazo sobre
mi espalda y me atrajo a él, buscando con la suya mi boca. Si bien no era yo
muy experimente en aquellos días, entreabrí mis labios para facilitarle la
entrada a su lengua ávida, un tanto amarga por el tabaco, pero nada
desagradable.
-Mmmm… ¡Qué rica boquita tenéis, guacho! –
me dijo con una voz llena de deseo - ¡Las cositas que sabrás hacer con ella!
-No entiendo bien lo que queréis decir –
contesté un tanto avergonzado.
-Que tienes una boca hermosa con ganas de
experimentar, nada más.
La mano apoyada sobre mi hombro se deslizó
hacia mi tetilla, que acarició distraídamente con su pulgar grueso y calloso.
-¿Te gusta que te toque la tetita? Mira
cómo se endureció la mía – ofreció llevando mi mano a su pecho por encima de la
camiseta sin mangas.
Sus tetillas estaban turgentes, empinadas,
y se adivinaba una copiosa mata de vello pectoral bajo la tela delgada. Aprovechó
para sacarse la camiseta, dejándome ver su tórax aventajado por el oficio de
albañil.
-Podríamos estar más cómodos, ¿verdad? –
insinuó poniéndose de pie para sacarse el short de futbol debajo del cual no
había más ropa.
Me saqué la ropa un tanto cohibido, ya que
no podía exhibir un cuerpo tan fibrado como el suyo. Fuera de mis piernas y mis
nalgas firmes y apenas velludas, mi cuerpo no era tan excitante como el suyo.
Comprensivo, retiró la lata de atún que usaba de cenicero indicando que allí podía
dejar mi ropa.
Con una mano experta me tomó el pene, que
se estaba despertando presa del deseo. Mi mano asió el suyo, grueso más que
largo, rodeado de un vello oscuro y suave, que se encontraba ya bien erecto.
Deslicé su prepucio hacia abajo extasiado, oprimiendo el tronco en toda su
dureza antes de acariciar sus testículos que colgaban libres y poderosos
apoyados en el borde de la cama.
-¿Te gusta mi verga? – preguntó el hombre,
mirándome a los ojos – Es toda tuya, hacer lo que más quieras…
Me arrodillé a su lado y olí su vello
púbico que parecía un matorral fragante, besando su glande antes de ponerlo en
mi boca lo más que pude, pues su grosor me la llenaba por completo.
Un movimiento de su cadera me lo puso algo
más adentro, provocándome una deliciosa sensación de ahogo que solucioné
respirando hondamente por la nariz.
-Ay, ¡qué cosa más rica! – dijo el sereno,
redoblando sus movimientos de pelvis.
-¿Te gusta? – pregunté sacándome el rabo de
la boca por un instante.
-Hermoso, me encanta – dijo él, complacido
mientras añadió – Échate sobre la cama, boca arriba.
Obedecí. El hombre se colocó encima a la
inversa, con las piernas flexionadas. Me puso nuevamente la pija en la boca
mientras con la suya engullía la mía, que se estremecía de placer rozándole la
campanilla. No tan gruesa como la que yo degustaba, era sin embargo más larga,
por lo que al comerla era capaz de producirle una arcada.
Estuvimos así un buen tiempo, mamándonos
mutuamente mientras escuchábamos el ruido de los vehículos en la calle y nuestros
propios jadeos.
-Avísame cuando vayas a acabar, yo estoy
casi a punto – solicitó durante un mínimo descanso antes de volver a chupar.
-Casi me viene, y vos también, avisa –
respondí retirando su poronga de mi boca, aunque deseaba continuar hasta el
final.
-¡Ya! ¡Me voy! –alertó mientras un trallazo
de esperma me llenaba la boca. Y no la retiré -seguí esperando por más, con la
boca llena que me impedía avisarle mi turno- mientras tres o cuatro chorros más
se abrían paso hacia mi laringe y mi verga en la suya se descargaba sin pausa.
Seguramente correspondiendo a mi gentileza
para con su eyaculación, el albañil continuó comiendo la mía sin importarle mi
explosión acompañada de estertores intensos producidos por la calentura.
Ambos nos tragamos todo, para después
besarnos con la calma que sucede a las tormentas.
De una caja de debajo de su marinera sacó
una toalla limpia y nos limpiamos los miembros sonde casi no quedaban rastros a
cuenta de la abundante saliva.
-Fue lindo, ¿no? – me dijo sonriendo
mientras me vestía y él encendía otro cigarrillo. Él se puso solo el short para
acompañarme a la salida de la obra.
-Sí, fue fantástico – contesté – Pero ya se
me hace tarde hoy.
-Cuando quieras… -me invitó una vez que se
hubo cerciorado que yo también había disfrutado del fortuito encuentro.
Al salir del predio pude ver a mi ómnibus
casi llegando a la parada, y solo corrí unos pocos metros para subirme a él.
Casi vacío, me senté junto a una ventanilla que, semiabierta, permitía entrar
el aire un tanto más fresco de la noche. Mientras viajaba volví a percibir el
aroma del jabón que usaba el sereno de la obra, y recién entonces caí en cuenta
que ni siquiera nos habíamos dicho nuestros nombres…
No importa – pensé sonriendo ante el
recuerdo de la aventura- ya habrá ocasión de presentarnos, por lo pronto se
conocen nuestras leches.
Tan lejos y tan cerca
Por viagramanusa@yahoo.com.mx
Los nervios cosquilleaban en sus estómagos por igual. Se acababan de conocer, y eso no hacía más que aumentar la curiosidad del uno hacia el otro. Habían comenzado a conocerse unos días antes en un chat de Internet y ya habían sentido sus intereses y fantasías vía telefónica, e inmediatamente surgió la química entre ellos. Tras unas palabras realmente agradables, inmediatamente ambos supieron lo que iba a pasar una vez que se vieran en cámara.
Ella tenía 55 años, era morena, y tenía un cabello que llegaba más abajo de sus hombros. Era de estatura media y pesaba... bueno, realmente ella no dijo lo que pesaba ni él lo preguntó, ya que tenía muy claro que ese dato no se le debe preguntar a una dama de volumen considerable para pensarlo bien, si en realidad valdría la pena seguir adelante con la posibilidad de tener un idilio.
Él tenía ya sus 60s y un cuerpo promedio y pudo presumir casi dos metros de estatura y sus casi 100 kilos, con un diminuto instrumento de placer. Ella no sabía si estos datos eran ciertos o no, como dice el dicho, hasta ver, no creer. Así que, tras iniciar el coqueteo con él, estaba plenamente dispuesta a descubrirlo.
Ella conectó su webcam y respondió a la petición de videoconferencia que él había enviado. Los segundos que transcurrieron desde que aceptó la llamada, se hicieron eternos para los dos. En las pantallas de sus ordenadores se abrieron sendas ventanas con una aburrida publicidad que se mostraba mientras se establecía la conexión, y unos instantes después, aparecieron uno frente al otro, separados tan sólo por la pantalla del ordenador a miles de kilómetros de distancia.
En ambas pantallas no se veía rostro alguno, pero si dos cuerpos. Cada uno estaba cómodamente sentado delante de su correspondiente teclado. Ella llevaba puesto un ligero vestido de una sola pieza, holgado de color rojo que le llegaba por la rodilla. Él llevaba una camiseta, también holgada, de color blanco y un bóxer negro. Mientras ella fijaba la vista en el cuerpo mostrado de la pantalla, trataba de imaginar cómo sería ese torso sin esa camiseta que tan bien le quedaba.
Él recorría con la vista el cuerpo femenino que tenía enfrente y descubrió que, a pesar del volumen de la mujer, realmente le gustaba lo que veía, unos senos, para el enormes que reventaban el vestido holgado. Pensaba cómo seria hundirse en tan enormes senos, disfrutarlos, beber de sus néctares, lamer sus pezones. Ambos se desnudaban con la mirada. Sin dejar de contemplarse y de disfrutarse con la vista, siguieron hablando en el chat y expresando lo que sentían, creciendo en ellos una excitación que cada vez era más patente en sus cuerpos.
El bóxer, a pesar de lo diminuto de su órgano, empezaba a notar algo abultado, algo que no pasó desapercibido para ella. No pudo ni quiso dejar de mirarlos imaginando cuanto estaba creciendo ese miembro que allí habitaba y que ahora la recibía con una generosa erección. Mientras ella recreaba su vista, sus pezones empezaron también a endurecerse hasta el punto de notarse perfectamente a través del vestido, lo cual puso muy contento al hombre, ya que por fin sintió que había alquimia con esa mujer, que bien no tenia un cuerpo monumental de una modelo, pero si, tenía lo que a él le encantaba.
La conversación siguió avanzando cada vez más caliente. Ambos demostraron en sus palabras su excitación, ya sin pudor, hablando abiertamente de la pasión que sentían por lo que veían en pantalla. Cada palabra era una caricia más en sus pieles y una gota más de líquido caliente en sus intimidades. Ella, que ya había dejado de escribir y ya solo leía su pantalla, separó las manos de su teclado y comenzó a acariciarse los pechos para el disfrute del hombre y de ella misma. Los agarraba con ambas manos, los estrujaba, los juntaba, los separaba, los acercaba a la cámara de su computadora. Sus pezones a estas alturas ya eran puñales que querían atravesar la tela y llegar al corazón de él.
Él seguía escribiendo mientras miraba, aunque sus manos cada vez estaban más dedicadas a acariciarse para ella. Brevemente regresaban al teclado para escribir un sentimiento, una confesión o un piropo, pero inmediatamente volvía a su cuerpo para acariciar con una mano su torso por debajo de la camiseta blanca. La otra mano, mucho más atrevida, recorría con el dedo índice toda la longitud de su pene por encima del bóxer. Comenzaba en la raíz y lentamente deslizaba el dedo hacia arriba hasta llegar a donde claramente se le marcaba el glande, que, a estas alturas, para su sorpresa ya estaba realmente hinchado. No podía creerlo, por mucho tiempo había intentado tener una erección, sin conseguirlo, culpando a un alta de azúcar en la sangre, a la edad, a no haber química, a alguna enfermedad crónica, a rechazos del pasado, que habían afectado su autoestima.
Ella se transportaba a un mundo de excitación, donde ya su vulva estaba plenamente invadida por la humedad de su interior. Pensaba si eso le ocurre tan lejos, pero tan cerca, cómo sería tendiéndolo en su cama, en su carro, en la mesa, en donde se pudiera.
Ella continuó sobando tus pechos sobre el vestido, agarrándoselos una y otra vez hasta que introdujo una de sus manos por dentro del generoso escote que vestía para por fin acceder a esos pechos deseosos de pellizcos, caricias, de unos labios que los besen y unos dientes que mordisqueen sus pezones. Pero sus manos eran habilidosas y sujetaban los pezones con la presión justa para hacerle sentir esa mezcla de placer y dolor que tanto le gustaba. En su cabeza ya no había juicio alguno, sólo instinto, y recurrentemente le venía el pensamiento de ella misma disfrutando con la verga de su ya cibernético amante.
La mujer, estaba provocando a su hombre un calor increíble y la camiseta blanca le estaba empezando a molestar realmente, por el sudor emanado por la excitación a la que estaba sometido. No la soportaba, así que se la quitó de un movimiento rápido descubriendo su pecho lampiño. Casi con la misma velocidad bajó también su bóxer, que se atascaron torpemente al salir por los pies víctima de los nervios de que se pudiera perder la conexión. En este momento le hervía la sangre. Solamente se imaginaba a él mismo con la cabeza hundida entre esas tetas que tenía delante. Se imaginaba lamiendo, mamando, haciéndolas suyas. Realmente aún no las veía, pero sabía que en el momento de verlas tendría que hacer verdaderos esfuerzos para no descargar sus lácteos presos de la calentura que estaba teniendo.
Cuando ella vio como él se desprendía de su ropa le dio un vuelco el corazón. Estaba ya sudorosa, con las piernas abiertas y el vestido haciendo una precisa curva a la altura de las rodillas que evitaba que mostrara su ropa interior. Segundos después con sus manos, ella dejó al descubierto unos maravillosos senos visiblemente excitados. Esos pezones que antes querían atravesar el vestido ahora querían atravesar la pantalla. Él se moría desde su silla por chuparlos, tenerlos entre sus labios y jugar con ellos con su lengua. Si hubieran estado compartiendo la habitación, en ese momento él se hubiera abalanzado sobre ella para devorarla con locura, sin ser dueño de sus actos.
Cuando ella abrió ligeramente las piernas para acariciarse, su clítoris y labios vaginales estaban cubiertos por una tela empapada de su néctar. Demasiado para él. A esas alturas ya prácticamente se masturbaba. Su pene ya en la máxima longitud, posible a su edad y condición. Ella gozaba tocándose mientras observaba la forma del glande de su hombre y como muy despacio no dejaba de soltar gotas pre seminales. Su verga era una pequeña estaca curvada ligeramente que acababa en una punta de flecha hinchada. Y ella quería esa estaca dentro de su cuerpo. La quería en su boca y la quería entre sus piernas, ensartada en ella hasta la raíz de su intimidad.
Su tronco no era muy grueso, pero lo era en su cabeza, mostrando vello púbico algo canoso y rizado. Esa verga se hizo apetecible para ella. Mientras él se masturbaba ya sin nada que le molestase, por la mente de ella solo corría la idea de tener esa verga en su boca. Ese pene era suyo esa noche, y esa erección le pertenecía, así que estaba loca por dar placer a ese miembro y dárselo ella misma mientras su imaginación volaba.
Mientras él se masturbaba rápidamente, a ella también comenzó a molestarle su ropa interior, por lo que se puso de pie y sensualmente se deshizo de su empapada de sus fluidos. La sensualidad se convirtió en erotismo cuando ella dejó ver su monte de venus cubierto de un bien cuidado vello negro, pero el erotismo se convirtió definitivamente en pornografía cuando abrió sus piernas frente a la cámara y con los dedos índice y corazón separó sus labios inferiores. Esa cueva estaba ávida de esa verga erecta que aparecía en pantalla. Su clítoris aparecía hinchado y una gota de color blanquecino resbalaba de la parte inferior de sus labios internos para acabar mojando su agujero trasero. Dos dedos de la mano, mojados en su saliva se acercaron a la entrepierna y lentamente se introdujeron dentro de ella hasta tener las falanges completamente en su interior. Esos mismos dedos salieron completamente mojados, resbaladizos en ese elixir que él se moría por saborear, y se pusieron a jugar con su clítoris, haciendo pequeños círculos concéntricos sobre él, primero más despacio y después mucho más rápido.
Mientras él veía esa escena se imaginaba como sería chupar esos dedos y tenerlos dentro de su boca. Mojarlos con su saliva para después dirigirse a la vagina, hundir la cabeza en ella y beber directamente de la fuente del placer. Mientras le venía ese pensamiento su ritmo se aceleraba. En esos momentos, el movimiento de subir y bajar era realmente intenso y a través de la cámara se escuchaba perfectamente ese sonido acuoso tan característico de aquel que está a punto de derramar su leche. Ella lo escuchaba mientras gemía y aumentaba en consonancia el ritmo de su masturbación. Ahora se imaginaba como apoyada a cuatro patas en la cama, esa verga la penetraba desde atrás. Se la imaginaba saliendo y entrando por completo de ella, notando el roce de cada centímetro al entrar y salir de su interior. Los dos aceleraron más aún el ritmo invadidos por sus pensamientos y la imagen de unos sexos empapados.
Él ya sentía que iba a estallar de un momento a otro. En su mente ya había penetrado por todos los orificios posibles. Ya sólo le quedaba una cosa que hacer y era derramar su placer sobre ella. En su imaginación ya se veía empujando contra ella con fuerza, chocando pelvis contra pelvis, y entrando y saliendo con fuerza de su interior. Se imaginaba ya dentro de ese sexo tan caliente sobrepasando el punto de no retorno, ese punto en el que un hombre sabe que se va a correr y ya no hay vuelta atrás. Aun así se imaginaba a él mismo retrasando ese momento, pensando en que cuanto más lo retardara más placer obtendría, y apurando hasta el último segundo para escuchar y disfrutar cada gemido que ella daba en sus embestidas.
Justo cuando estaba a punto de correrse concentrado en ese pensamiento, un gemido ahogado le llegó por los altavoces de la computadora, mientras el cuerpo de ella comenzaba a moverse espasmódicamente, con convulsiones al ritmo de sus gemidos. Ella se estaba corriendo para él, entregada por completo y ofreciéndole todo su placer. En ese momento él no aguantó más y rápidamente, al presenciar el orgasmo que ella le regalaba, movió su pelvis hacia arriba, brotando de su glande un chorro de leche ardiente, espumosa que le llegó a la altura de pecho. Inmediatamente después y acompañado de un grito, otro chorro de semen con ya menos fuerza salió de su pene y aterrizó sobre sus abdominales dejándole ya completamente rendido. Pequeñas gotas siguieron brotando de su interior y cayeron sin fuerza ya sobre su ombligo.
Ella poco a poco fue abandonando sus espasmos quedando rendida sobre la silla, con las piernas abiertas y su sexo goteando. Los pliegues de sus labios tras el orgasmo seguían excitando al hombre. Sin embargo, lentamente su miembro comenzó a perder esa dureza que le había acompañado durante los últimos instantes y ahí quedó él ante ella, tumbado y deshecho en su silla, con su torso empapado en semen para deleite de ella. Estuvieron unos instantes mirándose sin decir nada, sin escribir nada, simplemente contemplando sus cuerpos después de la batalla y sintiendo la intensidad con la que lo había vivido. Esos momentos posteriores se hicieron interminables porque ninguno de los dos quería que acabaran.
El Fin del Mundo (6)
Por
Lorena y Mario
La
noche en la que hicimos nuestro primer intercambio de parejas mi marido no se
enteró de varias cosas que pasaron...
Como
cierre de nuestro estreno como creadores de relatos os cuento cómo fue nuestro
primer intercambio de parejas desde mi punto de vista.
Mario
ya os ha contado todo, en algunos momentos con bastante detalle. Pero es cierto
que él no pudo ver ciertas cosas que ocurrieron mientras se encontraba en el
salón, unas veces solo otras con Eva.
Cuando
salimos de casa de Eva y Pedro, ambos caminábamos con una sensación extraña.
Fuimos hasta el coche abrazados, primero por el frío de la noche y segundo
porque creo que necesitábamos sentir uno el apoyo del otro.
Apenas
hablamos de lo que pasó. Sólo preguntar “¿Todo bien?”, “¿Estás bien?”. Creo que
lo que necesitábamos era la aprobación del otro, nada más. En ese momento no
importaban los detalles de lo ocurrido.
Unos
días después sí pudimos encontrar el hueco para hablar de aquella nuestra
primera experiencia con otras personas. Estábamos tranquilos, recordando una
noche especial, excitante, conmovedora…
Recuerdo
que mi primera preocupación cuando llegué a casa de nuestros anfitriones fue
buscar un momento para preguntar a Eva si había comentado a su marido algo de
lo ocurrido con Bob esa misma tarde. Si Pedro lo sabía podía hacer algún
comentario inapropiado o decírselo directamente a Mario. Y eso lo estropearía
todo.
Al
principio no encontré el momento para hablar con Eva. Sólo algunos gestos de
complicidad y poco más. Tuve que esperar a que Mario y Pedro se fueran a la
cocina a por el plato principal para hablar con ella.
-¿Has
dicho algo sobre Bob a Pedro?
-No,
¿estás loca? – susurró de forma exagerada – Eso queda y quedará entre tú y yo.
-No
quiero que Mario se entere.
-Por
supuesto, tranquila.
-Estoy
muy nerviosa por lo que pueda pasar esta noche.
-No
va a pasar nada que no quieras que pase.
-Por
eso estoy nerviosa – reí – es que me da miedo lo que me gustaría que pasase.
Eva
cogió su copa de vino y me ofreció hacer un brindis:
-Por
una noche llena de buenos momentos y experiencias nuevas – dijo alzando su copa
mientras me guiñaba un ojo.
Los
chicos llegaron con el segundo plato. La verdad es que a partir de ese momento
me sentí desatada. La complicidad con Eva me hacía estar más segura y animada,
aunque mantenía cierta inquietud por lo que podría pasar.
Comencé
a mirar a Pedro de otra manera. Me imaginaba que nos besábamos apasionadamente,
que me metía los dedos como lo hizo Bob unas horas antes, o que me follaba allí
mismo, sobre la mesa del salón y me hacía llegar al séptimo cielo.
Cada
vez estaba más excitada.
Pensé
en Mario, por supuesto. ¿Cómo lo llevaría? Él siempre me ha dicho que quería
probar con otras mujeres… Pues esa iba a ser la noche. Cada vez lo tenía más
claro. Sí.
Cuando
Eva y yo fuimos a la cocina a por el postre se lo dije claramente:
-Hoy
es la noche. Lo tengo claro.
Eva,
sin decir nada, se acercó a mí y me dio un pico.
-Me
alegra mucho tu decisión. Lo estoy deseando – Y me volvió a dar un pico, esta
vez más largo.
No
me lo esperaba y no supe cómo reaccionar. Me quedé petrificada.
Eva
me cogía por la cintura y mantenía su cara cerca de la mía.
-¿Crees
que Mario opina lo mismo?
-En
el fondo está deseando estar contigo. Sé que quiere probar cosas nuevas.
-Se
me ha ocurrido una cosa para calentar el ambiente.
-¿El
qué? – pregunté sonriente y curiosa.
-Luego
lo verás por ti misma – me volvió a besar y separándose de mí gritó a su marido
–¡Trae unos platos pequeños!
Cuando
vi entrar a Pedro por la puerta me estremecí.
Hubo
un extraño silencio cuando entró en la cocina y él lo notó.
-¿Todo
bien chicas?
-Lorena
y yo hemos decidido que esta noche habrá “fiesta” – dijo a su marido mientras
se acercaba a él a darle un pico.
-Me
alegro mucho Lorena – y me tendió una mano mientras con la otra mantenía a su
mujer abrazada.
Me
acerqué tímidamente hacia él. Colocó su brazo sobre mis hombros y me acercó a
su boca.
Fue
un pequeño beso pero lo suficientemente intenso como para que mi cuerpo se
estremeciera por un escalofrío que me subió de los pies a la cabeza.
-¿Mario
también lo tiene tan claro como tú?
-No
he hablado con él, pero supongo que estará de acuerdo.
-Bueno,
vamos poco a poco ¿vale?
Iba
a contestar cuando Pedro se abalanzó sobre mi boca. En esta ocasión sus labios
se abrieron ofreciéndome su lengua. Respondí tímidamente abriendo también mis
labios. Me dejé llevar… pero el beso no duró mucho.
Se
separó de nosotras como si nada y se marchó hacia el salón.
-Bufffff…
- Resoplé ante Eva – Me tiemblan las piernas.
-Estás
guapísima. Tienes un brillo en la mirada que me encanta.
-¡Qué
dices! Estoy súper nerviosa.
En
seguida Pedro volvió. Puso la cafetera y cogió una botella de la nevera y un
par de vasitos de chupito del congelador.
Como
si nada hubiera pasado nos fuimos los tres para el salón con el postre y el
licor.
Al
sentarme de nuevo junto a mi marido volví a sentir esa mezcla de culpabilidad y
deseo. Deseo de volver a besar otra boca y sensación de culpa por haberlo
hecho. Pero ya nada me podía parar.
Tras
el brindis y el falso enfrentamiento por lo del vestido, Eva y yo nos fuimos a
su habitación.
-Vamos
a reírnos un rato – me dijo encantada de la situación.
Rápidamente
se desnudó, quedándose con la malla que la cubría casi todo el cuerpo, el
sujetador y el tanga. Entró al cuarto de baño y de él sacó el vestido famoso.
-Mira
cómo me lo ha puesto – dijo mostrándome la prueba del delito.
Me
quedé un poco impresionada, no porque fuera una gran mancha, sino porque me
imaginé esos fluidos cayendo sobre mi cuerpo… ¡Puff..! cada vez estaba más
caliente y lanzada.
Eva
se puso el vestido. Realmente la quedaba muy, muy bien y era mucho más
sugerente que lo que había llevado puesto durante la cena.
-Te
sienta fenomenal. Estás guapísima – la dije sinceramente.
-Con
este vestido tu marido se va a poner a mil.
-No
lo dudes – y comenzamos a reírnos como dos niñas pequeñas.
La
presentación teatral se me ocurrió sobre la marcha… y funcionó.
Me
fijé en la cara de mi marido cuando apareció Eva marcando malla por todo el
cuerpo. Tuvo que tragar saliva para no babear al verla, jejeje. Eso me gustó.
Sabía que la deseaba lo mismo que yo deseaba a Pedro.
Después
del numerito del vestido volvimos a la habitación.
Eva
y yo no parábamos de reír. Había sido muy divertido ver la cara de los hombres,
sobre todo la de Mario.
-Hay
que seguir con el jueguecito – afirmó Eva – y me indicó lo que íbamos a hacer a
continuación.
Ahora
estábamos las dos vestidas únicamente con el conjunto que habíamos comprado en
la tienda de Bob. Eva me dio las últimas instrucciones antes de darme un abrazo
y un pico. Apagamos la luz y fuimos hacia el salón.
Estaba
excitadísima. Me ardía todo el interior de mi cuerpo. Sentirse así es
maravilloso.
Cuando
los chicos abrieron los ojos y vieron nuestros conjuntos se quedaron
fascinados. Disfruté ese momento al máximo, exhibiéndome ante mi marido y ante
quien sabía que me iba a penetrar poco después. Realmente estaba deseosa de
sexo en ese momento.
Siguiendo
el plan de Eva nos pusimos a bailar en la penumbra de la luz que emanaba la
vela. No pude evitarlo y me lancé a besar a mi marido como loca. A acariciarle,
más bien a sobarle. Necesitaba sentirle dentro.
El
deseo de sexo se mezclaba con la curiosidad de ver qué hacían Eva y Pedro.
Ambas cosas me producían placer y era increíble poder hacer las dos cosas a la
vez.
Mario
se corrió antes de que yo llegara al orgasmo, y eso que me sentía súper
excitada. Eso confirmó que mi marido se lo estaba pasando muy bien. Eso sí, me
dejó muy, muy caliente.
Siguiendo
al pie de la letra el plan establecido por Eva, llegó el momento en que iba a
invitarme a estar con su marido. Estaba muy nerviosa pero lo estaba deseando.
-¿Quieres
probar? – me preguntó Eva mientras sujetaba el húmedo miembro de su marido.
Me
entró un escalofrío por todo el cuerpo. Era el momento.
Pregunté
a Mario si le parecía bien y como me dijo que sí me fui decidida a por el pene
de Pedro. Fue un momento lleno de sensaciones: nerviosismo, excitación, deseo…
Me
gustó tener el miembro de Pedro en mi boca. Disfrutaba jugando con mis labios y
mi lengua alrededor de su capullo. Me sorprendí de lo que me estaba gustando
dar placer a otro hombre.
Todo
lo que pasaba aceleraba mi ritmo cardíaco: me había quedado al borde del
orgasmo, estaba lamiendo un pene desconocido para mí, sentía los fluidos de mi
marido deslizarse desde mi entrepierna…
Cuando
llegó el momento de la eyaculación de Pedro me volví a quedar parada, dejando
hacer a Eva. Realmente fue impactante ver como salían los fluidos de Pedro y
cómo Eva disfrutaba tragándoselos. Yo nunca había hecho algo así.
No
podía más. Llamé a mi marido y me lo follé allí mismo. Fue más que liberador
llegar al orgasmo tras todas esas sensaciones. ¡Fue increíble!
Pero
aquello era un no parar. Por primera vez hice una mamada a Mario después de un
polvo. Pensé que era justo que ahora fuera él el afortunado en tener dos bocas
en su miembro. Lo hice con gusto. Me estaba divirtiendo y a la vez creía que se
lo debía. Después de que se corriera en la boca de Eva pude ver su cara de
incredulidad y satisfacción. Todo estaba saliendo bien.
Eva
se fue directa a su habitación y yo fui tras ella. Entró al cuarto de baño de
su habitación sin decir nada. Me quedé fuera, a oscuras.
En
ese momento de soledad pensé en lo que acababa de pasar y me llegaron las
dudas. ¿Era correcto lo que habíamos hecho? ¿Qué consecuencias podría acarrear
todo esto?
Estaba
en pleno debate conmigo misma cuando se abrió la puerta.
-¿Estás
aquí?
-Sí,
he venido tras de ti.
-No
te había visto. Haber dado la luz.
-He
estado bien así.
-Me
estaba meando – y se echó a reír.
-Yo
voy a aprovechar para lavarme un poco. Estoy chorreando.
-Pasa,
pasa.
Eva
entró tras de mí y se puso rápidamente a preparar el bidé con agua caliente.
-¿Qué
tal todo?
-Bien.
La verdad es que me lo has puesto muy fácil.
-Ahora
viene lo mejor. ¿Estás lista?
Me
senté sobre el bidé y comencé a limpiarme.
-Sí,
la verdad es que sí. Estoy nerviosa pero creo que estoy preparada.
Eva
me abrazó como pudo por la posición en la que me encontraba. Me dio un pico y
se puso a buscar algo en un cajón.
-¿Te
gustan las mujeres? – le pregunté.
-Me
gustan las mujeres y los hombres. Pero si he de elegir prefiero un buen rabo –
dijo entre risas.
Eva
sacó una pequeña toalla y me la entregó.
-Me
imagino que tú nunca has estado con una mujer ¿no?
-Ni
con ningún hombre que no sea el mío.
-Ya.
Lo del hombre lo solucionaremos ahora. Lo de la mujer en otra ocasión. ¿Qué te
parece?
Me
incorporé y me acabé de secar. Miré a mi amiga y la respondí:
-Me
parece perfecto.
Ahora
fui yo la que buscó la boca de Eva. Mis labios se fundieron con los suyos y mi
lengua se enredó con la suya. Eva me abrazó fuerte. Pude sentir sus pechos
desnudos sobre mi corsé. Y me gustó.
Era
increíble. En ese mismo día había sido besada por cuatro bocas diferentes. No
me lo podía creer…
Alguien
llamó a la puerta de la habitación suavemente. Paramos de besarnos. Eva resopló
y abrió un poco la puerta.
-Es
Pedro – me dijo.
-¿Y?
– le hice un gesto como que estaba acabándome de limpiar.
Pedro
abrió la puerta y entró con determinación.
-¿Necesitáis
ayuda?
Eva
intentó echarle del cuarto de baño a empujones, pero Pedro se resistió.
-Sólo
quería saber si os hacía falta algo – dijo mientras se rendía al empuje de su
mujer.
-¿Por
dónde íbamos? – me preguntó con expectación.
-Como
tú dices: hoy toca rabo.
Me
puse el tanga, la di un pico y salí del baño. Afuera estaba su marido
esperándome completamente desnudo. Me extendió sus brazos y fui hacia él. La
puerta del baño se cerró tras de mí.
Pedro
me recibió con un beso espectacular fundidos en un abrazo. Disfrutaba de su
diferente forma de besar. Me parecía a la vez extraño y apasionante.
Sin
dejar de besarme comenzó a desabrochar los corchetes del corsé. Yo mantenía mis
manos en su cintura, dejándome hacer. Cuando consiguió desabrocharlos todos
introdujo una de sus manos dentro, buscando mis pechos. En ese momento no pude
evitar soltar un pequeño suspiro de placer.
Nuevamente
sentí como mi corazón se aceleraba. A los besos y las caricias de Pedro en mi
pecho había que sumar la presión que ejercía su miembro ya erecto entre mi
ombligo y el pubis. Lo notaba perfectamente y me encantaba.
De
repente nos dimos un pequeño susto al oír que la puerta del baño se abría. Eva
salió y se despidió de nosotros camino de su encuentro con mi marido. Ya sí que
no había vuelta atrás.
Creí
que era mejor no pensar en lo que podría estar haciendo Mario. Así que tomé
aire y volví a buscar la boca de Pedro.
En
seguida la mano que acaricia mis pechos se fue deslizando hacia abajo. Sabía
cuál era su objetivo y no pude evitar acelerar un poco la respiración. Pedro lo
notó perfectamente y puso más intensidad en sus besos.
La
mano de Pedro empezó a jugar con el borde de mi tanga, siguiendo las costuras
por arriba y por los lados. Esa espera me hizo ponerme muy, muy caliente y
cuando por fin puso su mano sobre mi entrepierna no pude más que estremecerme y
soltar un pequeño gritito de placer. Y eso que sólo me estaba tocando por
encima del tanga… ¡¡Puff!!
Ya
no podía más estarme quieta y lancé mi mano hacia el pene de Pedro, ese que
había saboreado tan ricamente unos minutos antes. Los besos se volvieron más
intensos mientras nos masturbábamos mutuamente.
La
mano de Pedro echó hábilmente el tanga hacia un lado, dejando todo mi sexo a su
disposición. Primero me frotó suavemente por encima con toda la mano para luego
concentrarse en el clítoris, rozándomelo suavemente con uno de sus dedos. Fue
una reacción inconsciente, en cuanto me tocó no pude evitar acelerar el
movimiento de la mano que agarraba su pene.
Lentamente
introdujo uno de sus dedos dentro de mí. De nuevo una mano extraña hurgaba placenteramente
en mi interior. Por suerte estaba concentrada en las maravillosas sensaciones
de placer que estaba sintiendo y no pensé en lo que podría estar haciendo mi
marido.
De
repente Pedro dejó lo que estaba haciendo, puso sus brazos debajo de mi culo y
me alzó para sentarme en el borde la cama. Por su miembro amenazante pensé que
me la clavaría en ese preciso momento, pero no.
-Ponte
cómoda, ahora me toca a mí.
No
sé muy bien qué me quiso decir y me quedé quieta. Pedro se inclinó para besarme
y suavemente me empujó por los hombros invitándome a tumbarme en la cama. Y así
lo hice, quedándome recostada de cintura para arriba y con los pies apoyados en
el suelo.
Pedro
se colocó entre mis piernas, de rodillas, acariciando suavemente mis muslos.
Cerré los ojos esperando el momento.
Sentí
los labios de mi amante acercarse a mi entrepierna. La posición no me resultaba
del todo cómoda y elevé mis piernas hacia el techo. Pedro lo interpretó como
una generosa invitación y se lanzó directamente a lamerme el clítoris con
suavidad. No pude evitar contraer mis abdominales al sentir su lengua sobre mí.
Fue un estremecimiento lleno de placer.
Allí
sentada, en total oscuridad, mientras Pedro disfrutaba pasando su lengua una y
otra vez por mi clítoris, oí el primer gemido de Eva. Me inquietó,
sinceramente, y me hizo lanzar mis pensamientos hacia lo que podía estar
pasando en el salón y no lo que estaba sucediendo en la cama donde estaba
tumbada.
Un
nuevo gemido lejano, apenas audible, me hizo levantarme.
-¿No
estás cómoda?
-Sí
– dije mientras me ponía en pie – Quiero ver qué hacen éstos.
Cogí
a Pedro de la mano y sin hacer ruido salimos al pasillo. Avanzamos lentamente
hasta la puerta del salón. El corazón parecía que quería salirse de mi pecho.
Me asomé lo suficiente para ver qué es lo que estaba pasando. Y allí estaba mi
marido encima de Eva, que no paraba de gemir tras cada embestida de Mario.
Me
quedé un poco paralizada, sin perder ojo.
Pedro
comenzó a acariciarme la espalda y uno de mis brazos.
-¿Estás
bien? – me susurró al oído.
-Sí,
sí.
Al
ver que no reaccionaba bajó a acariciar mi culo, pero yo me mantuve en la misma
posición, anonadada por el espectáculo que estaba contemplando.
Mario
y Eva cambiaron de posición. Ahora ella estaba de lado, con una pierna hacia
arriba. Mario comenzó a penetrarla… y poco más pude ver.
La
mano de Pedro se hundió en mi entrepierna. Estaba tan húmeda que no puso ningún
tipo de resistencia. De nuevo me concentré en lo que mi amante me estaba
haciendo sentir. Miré por última vez adentro del salón y de un pequeño paso
para alejarme de la puerta. Me quedé apoyada contra la pared, con las piernas
abiertas lo suficiente como para que los dedos de Mario entraran y salieran con
facilidad.
De
repente dejó de follarme con sus dedos. Miré hacia atrás para ver lo que hacía
y le vi colocándose un preservativo. Por fin iba a llegar el momento. Iba a
sentir su polla dentro de mí.
Me
quedé en la misma posición que estaba, sacando un poco el culo para favorecer
la penetración. Tardó unos segundos que me parecieron eternos. Podía notar cómo
palpitaba mi vagina, dilatada y húmeda, dispuesta a recibir la embestida.
Por
fin noté el capullo de Pedro. Lo metió muy lentamente dentro de mí. Cada vez
más adentro. Cada vez más adentro. Siguió empujando pausadamente hasta que me
la metió hasta la base. Y así se quedó un rato.
Me
sentía completamente llena, pero al ver que Pedro no se movía, intenté mover
mis caderas adelante y atrás. En eso oí a Eva gemir de nuevo, cada vez con más
intensidad.
Intenté
mirar de nuevo pero Pedro me lo impidió. Me agarró fuerte de las caderas,
inclinó mi espalda hacia abajo, separándome de la pared y comenzó a bombear con
energía.
Como
pude me apoyé fuertemente con las dos manos en la pared, bajé mi espalda hasta
casi ponerme a 90 grados con respecto a mis piernas y hundí mi cabeza entre mis
brazos. Pedro no paraba de empujar y empujar, hundiéndola hasta lo más profundo
de mí. No me quedó otra que morderme la lengua para no gritar de placer.
Los
que no contuvieron sus gemidos fueron Eva y Mario. Me sorprendió mucho el ver
cómo me excitaba oírlos así. Y no pude aguantar más. A cada embestida de Pedro
comenzó a salir de mí un pequeño gemido, un apagado grito de placer. Cada vez
sentía los golpes con más fuerza, con más intensidad.
Pasaron
por mi cabeza todos los momentos que había sentido ese día. De repente me
imaginé que era Bob el que me estaba dando por detrás en el vestuario de la
tienda erótica. Ahí solté uno de los gritos más fuertes. Luego recordé el
polvazo que eché con mi marido esa misma tarde. Los besos con Eva, el follar
con mi marido mientras veía a Pedro y a Eva en acción, la mamada conjunta a
nuestros hombres…
Olvidándome
de todo por fin me liberé y dejé salir cada grito y cada gemido de mi garganta.
De forma increíble llegó un nuevo orgasmo y enseguida el de Pedro. No me lo
podía creer.
Yo
me incorporé como pude y al notar que dentro del salón sólo había silencio cogí
a Pedro de la mano y nos fuimos hacia su oscura habitación.
Me
tumbé en la cama, feliz y realmente satisfecha.
Al
rato me adecenté lo que pude, y de la mano de un Pedro ahora con calzoncillos,
fui hacia el salón.
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