- Si tía. El tío me pidió que revisará los
escapes de aceite del auto y tratara de repararlos.
- Está bien mijo. No se le olvide comer,
le dejo una torta y un jugo sobre la mesa.
- Gracias tía.
Emma se iba a retirar cuando noto que el
chico llevaba un rato observándola.
- ¿Se me estará viendo todo? La próxima
vez debo tener cuidado, pero ya es tarde así que, si me vio las nalgas y la
raja no hay nada que hacer. ¡Que lo disfrute! Y sonriendo pícaramente se
alejó.
Emma estaba en sus cuarenta y pico primaveras,
pero gracias a su trabajo en el gimnasio y a pesar de tres hijos, la mayor de
14. mantenía una buena figura. Su pasión en el gimnasio era competir por la
atención de los hombres con las mujeres diez años
más jóvenes. Usaba atuendos de gimnasia a la última moda y una talla más
pequeña de manera que sus senos pequeños pero turgentes se sostenían sin
sujetadores desafiando la gravedad y su cadera se ampliaba como un guitarrón
para sostener unas nalgas bien trabajadas que ocultaban una tremenda grieta que
dejaban poco a la imaginación por la parte trasera, y por delante se marcaba de
manera visible para beneplácito de los parroquianos.
Desde chica Emma había disfrutado de la
atención que despertaba sus exhibiciones camufladas de inocencia. Había refinado
la técnica para sentarse con las piernas semiabiertas y a moverlas hasta que
dejaba vislumbrar la abertura de su boca vertical cubierta por las pantaletas
trasparentes.
Su sobrino, el hijo de su hermana, de 17
años había llegado a su casa para asistir a la universidad a estudiar
ingeniería mecánica y su esposo había estado de acuerdo en acomodarlo siempre y
cuando ayudara en su taller de reparar autos que estaba en un galpón anexo a su
vivienda.
Cuando empezaba a alejarse, se dio cuenta
que el chico la seguía con la mirada y entonces fingió que recogía algo del
suelo para así darle una visión de sus largas y gruesas piernas que terminaban
en ese par de nalgonas al que su marido dedicaba su total devoción.
Un espejo que su marido usaba para ver
debajo de los autos sin meterse debajo de ellos estaba reclinado en la pared y
por coincidencia apuntaba hacia donde se encontraba el muchacho y vio que este
sacaba la lengua como si quisiera lamerla allí entre las nalgas.
Ella se detuvo unos segundos y abrió el
compás de las piernas. Al hacerlo noto que el chico agitaba el brazo y se
imaginó que la visión había destruido las barreras de contención del respeto a
la hermana de su mamá y se estaba empezando a masturbar.
- ¿Sobrino? ¿Aún está ahí?
- Si tiita, respondió el chico con un
jadeo de esfuerzo
- ¿Me dejaría ver la maquina?
Tras un silencio el chico que había
detenido la manipulación de su pene, pregunto
- ¿Como así tía?
-Bueno, voy a bajar al puente para que
usted me enseñe la maquina
Y diciendo esto se devolvió y empezó a
descender los escalones.
Abajo el chico tenía una bombilla colgada
de un gancho que, aunque no daba suficiente luz era potente como para ver los
detalles del auto por debajo.
Emma observó que su sobrino manipulaba la
bragueta del overol y cuando se dio la vuelta se observaba un bulto que formaba
una carpa.
A Emma le hizo gracia, pero no quería
darle tregua al joven.
- A ver sobrino muéstreme el
problema.
- ¿El problema, tiita?
- ¡Cual será! El del auto...o hay otro
problema que quiera mostrarme, mirándole a los ojos y a la carpa que por
segundos crecía.
El chico nervioso se dio vuelta, descolgó
la lámpara y apunto a las tuercas que dejaban escapar unas gotas.
Emma sintió que su vagina también dejaba
escapar un flujo que el puente de sus calzones no podía contener y que hacían
que su raja se sintiera pegajosa.
El joven también sintió el palpitar de su
verga y que era urgente que se hiciera cargo de esa máquina antes de que se
viniera allí mismo sin tocarse.
- Tía tengo que ir al baño estoy que me
orino.
- Claro mijo, adelántese yo también tengo
que ir, pero no es tan urgente.
El chico salió adelante pero su tía lo
detuvo
- Sobrino apunte la lámpara hacia acá y
deme la mano para salir.
Emma acostumbraba a usar una blusa de
pijama sin sostén que realzaba la forma de sus senos y que ahora el joven pudo
observar. Los pezones morenos redondos como monedas de un dólar se trasparentan
y se veían erguidos y uno de ellos se escapaba por encima al inclinarse hacia
adelante
La mujer observó que ahora la carpa había
crecido y apuntaba hacia afuera y que el chico no podía ocultarla porque con
una mano sostenía la lámpara y con la otra la mano de su tía.
- Corra, corra mijo o no va a llegar le
dijo mirándole fijamente a los ojos con
una sonrisa maliciosa.
El muchacho salió corriendo y ella lo
siguió sin hacer ruido. Por una rendija que quedaba entre la puerta del baño y
el marco y que le había pedido a su marido que arreglará mil veces y que por
fortuna nunca hecho nada, pudo observar que el chico se lavaba las manos con
jabón y usaba una crema suavizadora. Luego que rebuscaba entre el cesto de la
ropa sucia hasta que encontró el objeto de sus deseos.
Las pantaletas suyas de color carne que
había dejado en la mañana. El muchacho procedió a abrirlas cuidadosamente como
quien abre un tesoro hasta exponer el puente que estaba en contacto con sus dos
agujeros y sin más se los llevó a la boca para lamerlo y olerlo. Ahora, con la
otra mano se soltó la correa y los pantalones cayeron al suelo y la tienda de
campaña se irguió como si empezará la
función. La verga juvenil salto al
contacto del chico y este tomo el calzón y lo empezó a frotar furiosamente
hasta que en pocos segundos le empezó a convulsionar el cuerpo depositando su
semen en el calzón.
Sin detenerse, el chico rebusco en la
cesta y encontró unos más pequeños, los de su prima de 14 años, y sin pensarlo
más, se los coló sobre la cabeza de manera que mientras se manipulaba el pene
con el calzón de su tía por segunda vez, aspiraba los humores almacenados en el
panti de su primita.
- ¡Que caliente son los jóvenes! También
le gusta mi bebe.
Emma hizo anotación mental para observar
si su hija se había dado cuenta de lo que hacía su primo y tras esto no pudo
más, se acarició la raja que con la humedad permitía que sus dedos se
deslizarán desde el agujero fruncido que se escondía entre las montañas de sus
nalgas hasta el vértice de su boca vertical como patinando sobre hielo. Cada
vez más rápido hasta que la tembladera incontrolable de sus piernas y el flujo
en sus dedos le indico que había tenido un pequeño orgasmo.
Por fortuna llevaba falda, porque cuando
su sobrino se movió hacia la salida apenas le dio tiempo para bajársela y
correr a su cuarto en donde se encerró mientras sentía alejarse al
muchacho.
Luego se dirigió al baño e inmediatamente
sintió el olor a legía que deja el semen fresco. Los calzones que su sobrino
había usado estaban cuidadosamente enrollados en el fondo del cesto. Emma los
saco, olio y luego procedió a colocárselos. La sensación de húmedo le trasmitió
un corrientazo que casi la tumba, pero aguanto y salió tambaleándose hacia la
sala.
Su sobrino ahora conversaba animadamente
con su prima. Ella acababa de llegar del colegio y estaba sentada en el sofá
aún con la faldita de jean azul que usaba cotidianamente y que llevaba por
encima de sus rodillas. Él estaba sentado en el piso y observaba sin perder
movimiento como las piernas de su hija se abrían y cerraban
nerviosamente.
- Prima entonces como le fue en
gimnasia.
- Esa es mi asignatura favorita. La
gimnasia rítmica. Hacemos movimientos al
ritmo de la música de modo artístico.
Usamos aros y cintas y pegamos brincos parándonos en la cabeza y volteretas de
360 grados.
- Prima no sabía que era así de
flexible.
- ¿Quiere que haga una demostración?
Y sin esperar respuesta abre las piernas
un ángulo de 180 grados tocándose la punta de los dedos de los pies. La falda
solo dejo ver brevemente unos calzones blancos.
Y al sobrino, su tía lo observó que su
carpa empezaba a tomar forma de nuevo.
- ¿Y cómo es eso de pararse en la
cabeza?
Bueno una chica nos sostiene las piernas
mientras nos paramos en las manos y luego lentamente tenemos que abrir las
piernas y nos sostenemos en equilibrio paradas sobre la palma de las
manos
- ¿Puedo ver eso también?
- Claro, a ver sosténgame las piernas.
El chico se atragantó y corrió a hacerlo
antes de que su prima se arrepintiera, pero su desilusión fue grande cuando vio
que ella aún llevaba el maillot blanco de gimnasia puesto y este cubría todo
sin dar ninguna pista de como seria la rajita de su prima. La chica al ver la
cara de desilusión y se mató de la risa.
- Ay primo, creías que sólo llevaba los
calzoncitos que tanto te gusta ver.
¡Que cochino eres! Te voy a pedir que no
sigas jugando con ellos. No sé qué haces con ellos, pero desde que te ha dado
por jugar con ellos están siempre tiesos como almidonados y todos
desjarretados, los tengo que lavar a menudo y después me quedan flojos y se me
sale la rajita, por un lado. ¿Ok?
La madre de la chica que había visto y
oído la conversación en silencio desde el corredor de entrada quedo
sorprendida. Su hija sabía lo que su primo hacía con sus calzones. Su hija sin
ningún entrenamiento había heredado las artes de su mama y eso la lleno de
confusión, orgullo, celos pues vio en su hija una
competidora a la que derrotar. Llena de la
estamina que le invadía en el gimnasio se acercó a la sala haciendo el mayor
ruido posible.
- ¿Hija, sobrino dónde están?
El adolescente soltó las piernas de su
prima y esta de un brinco quedo sentada en posición de flor de loto en el sofá.
Su primo se tiró al suelo y se puso un cojín sobre las piernas.
- Aquí mamá, en la sala.
- Ah, ahí están. ¿Qué hacen?
- Haciéndole demostraciones de las figuras
de gimnasia artística al primo.
- Me imagino que lleva el maillot puesto,
¿verdad?
- Ay claro mamá. ¿Usted cree que soy una
exhibicionista?
Emma se sentó con las piernas
semiabiertas.
- Claro hija yo sé, pero como eres tan inocente.
- Bueno mamá el que pierde es el que
mira.
- ¿Y usted primo que piensa? El joven se
había quedado ensimismado
mirando detenidamente los movimientos de
las piernas de su tía. Ella al notarlo le dijo
- ¿Sobrino y ese cojín? ¿Le duele
algo?
- Bueno sí, me dieron un balonazo en los
bajos y me duelen.
- Pero a qué hora hace un rato estaba bien
y no le dolía nada.
La tía abrió las piernas para acomodarse
mejor las pantaletas humedecidas con el semen del chico.
El chico se quedó embobado mirando la
juntura de las piernas de la tía, tratando de adivinar el color de los
calzones. Definitivamente, no eran los rojos de antes sino unos de color piel.
Los labios gruesos de la vagina madura y los bellos abultaban la juntura como
si se tratara de una fruta que cubría el agujero de su tía.
La chica se dio cuenta y disimuladamente
le llamo la atención a la madre para que cerrará las piernas.
- Ay sobrino que pena ya me vio
todo.
- Tranquila tía no vi nada y estamos en
familia.
- Pues si tiene razón. A mí no me afecta y
como dice Adrianita el que pierde es el que mira. En todo caso no quiero
contribuir a que le dé más dolor. Esto lo dijo en forma seria, pero tratando de
ocultar la sonrisa maliciosa.
- Ay mamá como habla así!
Bueno las cosas claras, los jóvenes de hoy
día siempre están calientes y hasta con oler unos calzones sucios de mujer se
excitan.
- Ay mamá, pero mi primo no es así. Él es
muy respetuoso.
- Bueno, en fin, no se preocupe que eso se
pasa. ¿Sabe cómo se quita eso?
Con una ducha fría y una bolsa de hielo.
¡Vaya hágalo!
El muchacho se puso en pie y pálido se
dirigió al baño de nuevo. Lo habían descubierto. Ahora su tía hablaría con su
tío y su mamá y lo pondrían en la calle.
Emma sabía que su marido estaba a punto de
llegar así que se dirigió al baño de su cuarto y se cambió. Su marido salió
ganando porque ella siempre estaba húmeda y la verga corta pero cabezona de su
marido se deslizaría como con mantequilla por su raja. Esa noche dejaría la
puerta un poco ajustada para que fácilmente su sobrino los pudiera ver teniendo
sexo.
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