Estoy muy cansado, avíseme cuando estemos
cerca si me quedo dormido.
Enrique se sentó tras el conductor que
había solicitado por Uber, Alan, un hombre delgado que tenía acondicionado su
auto con todos los artilugios modernos, parlantes Bose en donde se dejaba
escuchar música de jazz, vidrios polarizados que impedían que los conductores
de otros autos curiosearan el interior, y un vidrio grueso que separaba la
cabina del conductor de la de los pasajeros.
¡Es por seguridad! Esta ciudad es
peligrosa de noche. Aseguró el conductor.
Si necesita algo oprima el interno, le
aviso cuando estemos cerca. A esta hora con los trancones desde aquí puede ser
una hora larga.
¿Está bien la temperatura? Si quiere puede
ver el noticiero de las 7 o puede escoger un video.
Enrique se repantigó y se detuvo a recrear
los momentos que un poco antes había pasado con Laura su compañera en la
oficina.
Laura era su compañera desde unos meses
atrás por quien desde el inicio había sentido atracción. Lo único es que era
felizmente casada y a pesar de su constante coqueteo parecía que solo era por
mantener atentos a los varones de la oficina pues no dejaba de dejar pasar un
momento sin comentar lo bueno que era su Juan en la cama.
Laura acostumbraba a usar una falda amplia
que se ajustaba a sus caderas y que cuando se empinaba sobre la mesa revisando
planos dejaba entrever sus piernas largas que terminaban en unas nalgas
poderosas. Trabajaban en equipo desde hacía varios meses y bien: al grano, sin
tours de personalidad y en un ambiente de cordialidad.
¿Enrique qué opinas del corte de esta
sección?
Tras un silencio, Laura volvió la cabeza y
se dio cuenta que Enrique le miraba ensimismado las piernas entreabiertas.
Cerró las piernas un momento, pero luego
se inclinó hacia adelante y al empinarse las abrió un poco más.
Por la cara de Enrique se dio cuenta que había
hecho bien en ponerse ese día los pantis trasparentes que dejaban ver la
silueta abultada de su boca vertical rodeada de bellos castaños.
Enrique se sobaba discretamente entre las
piernas y seguía callado
¿Enrique, me puedes ayudar con esta
sección? Y diciendo esto, se empino sobre la mesa de dibujo y abrió las piernas
e hizo como si quisiera anotar algo.
Pásame la calculadora y la regla, están en
el cajón de abajo de mi escritorio.
Enrique volvió a la realidad, tapó con una
mano su erección y se agachó a rebuscar en el cajón sin perder de vista la
entre pierna de Laura
Ahora si tenía una perspectiva perfecta de
sus nalgas redondas y paradas que se separaban como dos montañas en los que se
escondía el canon del sexo de la chica.
¡Ay! En esta posición me ha dado un tirón
en la nalga. Sin detenerse a pensarlo, recogió una pierna y así quedaron
parcialmente expuesto sus labios gruesos coronados por una hilera de pelos
ensortijados que rodeaba la grieta.
Quieres que te dé un masaje, mis pacientes
de fisioterapia dicen que soy muy efectivo.
¿Eres fisioterapista también? ¡No sabía!
Bueno en realidad soy Kinesiólogo
aficionado, y ayudo a los de mi equipo de deportes. Tengo unas técnicas que te
pueden ayudar contener el dolor.
Muéstrame como
Enrique se puso en pie, sin intentar
ocultar la carpa que se levantaba en el frente de su pantalón.
¿Y eso es por mí?
Enrique se sonrió estúpidamente, y
mientras levantaba la falda de Laura la carpa se alzó aún más.
Tomo los bordes de las pantaletas y los
remango a lo largo de las nalgas diciendo
¡Creo que es mejor sin estos!
La chica alzó la grupa para facilitar la
tarea y se abrió a los ojos de Enrique una boca vertical que se burlaba al
sacarle una pequeña lengua y el hermoso ciclope ciego que le guiñaba su único
ojo.
¿Estoy bien así?
Si muy bien, túmbate relajada.
Enrique saco de su escritorio un
escritorio un aceite que facilitaría el masaje de las piernas y tomando un poco
empezó a masajear de arriba a abajo a lo largo de las piernas y cuando llego a
las nalgas las amaso abriendo y cerrándolas y poniendo el antebrazo en la raja
que las separaba.
Después con sus dedos aceitados se
concentró en el ano de Laura y en los labios de su vagina. Laura abría y
cerraba las piernas tratando de controlar la situación, pero de manera
involuntaria alzaba la grupa y su ano y vagina al encuentro de los dedos.
Enrique no se contuvo más y clavó su nariz
en él, las paredes de las nalgas rodearon sus mejillas y su lengua salió al
encuentro de la de ella. Primero sintió un suave olor a sudor y a sexo sin
lavar que le forzó a lengüetear el ano para limpiarlo y tras ello, regreso a la
abertura de su sexo.
Laura balanceaba las caderas tratando de
darle más espacio a la lengua juguetona del compañero; hacía mucho tiempo que
alguien le dedicaba tiempo a darle gusto a su agujerito trasero.
Por temor a asustar a Enrique y que
pensará que ella se lo ofrecía a todos sus amigos, contuvo el aliento todo lo
más que pudo. Su marido amaba su raja y parecía que nunca tenía suficiente de
ella, pero a su culo casi no le dedicaba tiempo.
Finalmente, no pudo más:
Ay no, ¿qué me pasa? ¡Me estoy viniendo!
¿Tan rápido? Murmuro Enrique entre sus
nalgas.
Y echando la mano hacia atrás agarró a
Enrique del cuello y lo empujo con fuerza hacia el hoyo negro de ese universo
que en ese momento se expandía y contraía en convulsiones que a Enrique le
recordó la forma como describía Segan el Big Bang.
Tras ese primer orgasmo, Laura se relajó y
permitió que Enrique sin aliento retirará la cara. Una película mezcla de saliva,
los humores de la chica y sudor cubrían la cara feliz del chico.
Los recuerdos hicieron que una carpa
creciera entre sus piernas cuyo mástil Enrique sin recordarse en donde estaba
empezó a masajear.
Con una rápida mirada verifico si desde el
ángulo del retrovisor lo podían ver y cuando creyó que no era así, abrió la
cremallera de su pantalón y toco su verga sobre los calzoncillos.
Alan no necesitaba el retrovisor, la
pequeña cámara de seguridad registraba un video de cada pasajero, y ahora
mostraba los manoseos de Enrique sobre su verga.
Cuantos había visto. De maduros y de
adolescentes, hombres y mujeres, todos grabados y los mejores conservados en un
archivo en su computador. La verga madura de Alan se endureció, no era muy
larga, más bien corta pero cabezona adornada de un par de bolas grandes que
siempre estaban llenas.
Enrique entretanto rememoraba como Laura
se había dado vuelta y montado sobre el acomodo su dura verga en la entrada de
su vagina y bajando lentamente sobre ella exclamaba:
¡Ay que larga!
Y cuando desapareció dentro de ella
¡Mira me la trague toda!
Enrique sintió el calor de la vagina en su
verga y no se movió, dejo que la chica manejará la situación asintiendo sin
musitar palabra.
¿Quieres ver cómo la meto de nuevo?
Y de un golpe de cadera la saco. Enrique
sintió el frío y que su verga había abandonado esa cueva tibia y con la mano
trato de colocarla en la abertura.
¡No! ¡No la toque!
Laura con sonrisa pícara se concentró en
buscar con su agujero la punta del apéndice y cuando lo enganchó, de un golpe
de cadera magistral ensarto la cabeza y luego lo empujo violentamente hasta que
lo sintió tocando su cérvix.
¡Ay que rico!
Y de allí fue un cabalgar cada vez más
acelerado en que lo único que se oía era el chocar de las pelvis, el chirrido
de los muelles de la silla en donde Enrique estaba sentado y el gemir de la
pareja.
Enrique deslizó su dedo medio entre las
nalgas buscando el hoyo trasero de la chica y cuando Laura lo sintió fue como
un choque eléctrico. Sus caderas se detuvieron un momento, con cara sorprendida
negó con la cabeza, pero sus ojos se pusieron en blanco empezando unas
convulsiones en todo el cuerpo, sus caderas se movían sin control de arriba
hacia abajo y solo atinó a decir:
¡Me vengo! ¡Por favor no te vengas dentro!
Enrique hizo de tripas corazón y contuvo
sin saber cómo su orgasmo hasta que la chica dejo de moverse y cuando se detuvo
lo saco y con la mano lo guio al otro agujero donde con un par de estocadas se
vino entre sollozos a grandes chorros en medio de las nalgas de Laura y sintió
como los goterones recurrían entres sus bolas.
Enrique sonreía atontado masajeando la
cabeza de su verga mientras que Alan que había observado todo manejaba
lentamente para no perder detalle y no tener un accidente.
Gracias a sus amplios pantalones saco sin
dificultad su verga corta por la abertura de botones de su pantalón y como no
usaba calzoncillos esta quedo a la mano inmediatamente de manera que con una
mano sostenía el volante con la izquierda rodeaba el bastón de su pene y lo
masajeaba al ritmo de vals.
¿Disculpe señor ya vamos a llegar quiere
que me pare en un sitio seguro para que pueda venirse tranquilo?
Enrique se sobresaltó, pero siguió
batiendo su verga que por lo despatarrado en el asiento ahora estaba a la vista
de Alan.
Ay disculpe es que estoy reviviendo la
cogida que le di a una compañera en la oficina...
Por mí no se haga problema, siga
jalándosela, pero no manche el asiento. Hay unas toallas higiénicas en el
respaldar de mi asiento.
¿Necesita ayuda? Si quiere le ayudo,
pásese adelante.
Enrique atontado por el deseo aprovechando
la oscuridad paso al asiento de adelante y para que no lo vieran recostó la
cabeza en las piernas de Alan y de esa manera sintió la esencia de la verga del
chófer y supo que la tenía cerca. Mientras estaba de cabeza sintió que el
chófer lo ayudaba hábilmente apoyando la mano sobre el culo y un par de dedos
se habían escabullido entre las nalgas y empujaban hacia el para poder cerrar
la puerta. Enrique solo les había permitido esa libertad a sus parejas
femeninas, pero a estas alturas del juego no le pareció mal, así que se acercó
al conductor, sintió que la cabeza de la verga le daba entre los labios y sin
pensarlo más, saco la lengua y la lengüeteo para finalmente, metérselo en la
boca y darle un fuerte chupón. Alan empujo la cabeza de Enrique contra su verga
y casi sin aliento pregunto:
¿Hay algún sitio tranquilo y seguro cerca?
Enrique soltó la verga que en ese momento
ocupaba su atención
Hay un parque en la quinta con 60 allí
podemos conversar y contarle lo que paso.
Enrique se sentó de medio lado asomado por
la ventana para darle direcciones y de esta manera, el culo y sus nalgas
quedaron expuestos al manoseo de Alan.
Aquí a la izquierda y la próxima esquina a
la izquierda otra vez, y sigue el sendero. Ahí encontrarás otros autos con
parejas y grupos buscando intimidad.
El primer auto no tenía vidrios
polarizados, una joven abierta de piernas tenía una cabeza entre las piernas y
nos miró con ojos vidriosos cuando pasamos a su lado, trato de incorporarse,
halar del cabello a ese monstruo al que estaba daba dando luz, pero no pudo y
se resignó a sonreír y hacer adiós con los dedos.
Se detuvieron al lado de un auto blanco
del que emergió una chica maciza quien se subió la falda, y agachó para dejar
escapar un chorro abundante de orines que por el frío de la noche levantaban
vapor al golpear el suelo y salpicaban las nalgas de la joven. Un culo blanco y
redondo que escondían una raya morena y lampiña y una tetas pequeñas de pezones
negros que con la luz momentánea de los halógenos del auto parecía una
aparición celestial.
Cuéntame que paso...
Enrique se recostó en las piernas de Alan
y dejo que este le sobará la verga flácida que abultaba los calzoncillos y por
cuya bota metió Alan la mano hasta tocar suavemente debajo de los huevos del
muchacho.
La verga de Alan aún sobresalía de su
bragueta y Enrique al sentirla golpeando sus labios los entreabrió para que su
lengua saboreara los líquidos salados que se escapaban por la boquita del
cabezón glande.
Nunca he hecho esto dijo Enrique sacando
la verga dura de su boca
Yo sí y sin más, Alan se abrió los
pantalones y bajo y se encaramo sobre la verga erguida de Enrique y se dejó
caer lentamente
Mira me la estoy tragando
Era la tercera vez que en unas pocas horas
la verga de Enrique había penetrado un orificio, los dos de Laura y ahora el de
este desconocido
No sé cómo te llamas
Ah Ah soy Alain dijo este a medida que la
barra entraba en su culo.
¡Ya está adentro!
Al oír esto, Enrique no podía discernir si
la sensación en la verga era diferente. Ciertamente, Laura era más linda con
dos grandes tetones de rosados pezones que se balanceaban frente a él, dos
nalgas gigantes cuya piel era suave al tacto y un delicioso olor a perfume. La
piel del lampiño Alan era suave pero sus nalgas eran más pequeñas, el pecho era
plano y un olor a sudor se desprendía de su cuerpo. La sensación en el pene sin
embargo era la misma.
¡Que interesante! Exclamo Enrique.
¡Interesante es esto!
Alan empezó una rotación como lavadora de
ropa dos a la derecha y dos a la izquierda con media verga metida en el culo y
luego dos metidas y sacadas rápidas hasta los huevos. Enrique no lo podía creer
y para guiar los movimientos agarró la verga corta de Alan y la manejaba como
un joystick cuyos botones eran las bolas cargadas del taxista las manipulaba
como bolas chinas.
En esto estaban cuando la chica del auto
pudo dar a luz la cabeza de un joven a la que ella llamo la atención sobre lo
que pasaba en el auto de al lado. Apuntando la linterna de reglamento del auto
de policía a la acción, los dos agentes Jorge y María se dedicaron a observar y
animar a los del taxi mientras se pajeaba mutuamente.
Dale arriba y abajo y rotación de derecha
a izquierda
La chica halaba la verga de su compañero,
un tubo moreno coronando con prepucio que al deslizar hacia abajo dejaba ver un
cabezón rosado oscuro y mientras él le daba un masaje de clítoris a su raja sin
pelos.
Después sin darle tiempo a reaccionar, se
lo comió hasta la raíz y con la lengua le daba vueltas a la cabeza.
Las caras y gestos de los hombres
indicaban que el clímax estaba cerca y al notarlo la chica acelero la velocidad
y presión en la verga de su compañero y el al sentirlo manipuló la abertura de
la chica de modo más intenso.
¡Ya, ya me vengo! Gritaron todos al
unisonó.
Chorros de semen saltaron por los aires y
una catarata empezó a bajar entre las nalgas de la chica. Incluyendo la chica
que después de orinar se había quedado al lado de la ventana del auto tocando
un pizzicato.
Al terminar todo volvió a la calma. María
apago la lámpara mientras se recomponían la ropa.
¡Papeles señores!
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