Por Sandra Rosalia
Con las prominentes y atractivas nalgas de
Lety aun engarzadas entre sus manos, la bella morena, babeando como una fiera
hambrienta, le dijo al esposo de aquella: "Cuídala: Esta perramente
buena..."
Minutos antes, la ardiente mulata había
asaltado a la incauta mujer casada de nombre Lety (quien me contaba esto),
dentro del tocador del restaurante; pegándole enorme susto, a donde
deliberadamente la mulata le había seguido, atraída por su belleza al verla
sentada con su marido en una mesa cercana a la de ella. Sin que la dama casada
atinara a defenderse, ni comprendiera lo que estaba ocurriendo, la morena la
atrapó de la bella cabellera negra, impulsándola hacia atrás, mordisqueándole
los labios, ante la enorme sorpresa y espanto de Lety, quien tuvo que aguantarse
las ganas de orinar debido al acometimiento de la ágil felina.
En un instante, la morena todavía
besándola en cuello, tórax, boca y brazos, descendió una de sus manos, y apresó
el clítoris de su víctima sexual, con sus dedos por encima de las bragas; provocándole
un leve chillido, que más que queja, fue una expresión sensual de excitación de
la mujer; quien en ese momento se entregó -sin más remedio- a quien, en breves
segundos, se había convertido en su dueña y señora; desmayando sus enormes
muslos a los lados, mientras era subida y sentada por la pantera, encima de los
lavabos del sanitario; ofreciendo Lety su ardiente vulva, aun cubierta con sus
lindas pantaletas.
De súbito, la fiera subió
desesperadamente, el atractivo vestido entallado de terciopelo negro de Lety, y
bruscamente sacó los generosos senos de ella, botándolos del sostén, y como una
hambrienta cachorra de pantera, procedió a mamarlos; mientras tanto, la víctima
chillaba cual perra apaleada, y gemía de excitación, a la vez que fingía débilmente
resistirse, incrementando el placer de ambas mujeres. Lety ya se encontraba
para ese instante, completamente despeinada, y con su ondulada cabellera negra,
desperdigada a los cuatro vientos.
De un tirón, la sensual morena, procedió a
bajar las bragas de su presa sexual, introduciendo un dedo dentro de la gruta
babeante de esta. Después de un rato de bombearla con dos dedos, y ante la
locura delirante de Lety, intempestivamente la morena, procedió a mamarle su
clítoris a la hasta ahora pasiva señora casada. Lety exclamaba:
- Ay cabrona...cabrona...dame más más por
favor...
Lety fue incapaz de contenerse, y en medio
de tanto orgasmo, se vio imposibilitada a contener su orina, y esta fluyó a
torrentes dorados, empapando todo el rostro de la mujer de ébano, quien pareció
gozar con la meada abundante de su presa sexual, y nada le importo el quedar
empapada de su rostro y tetas.
En eso, bruscamente penetro al tocador el
gerente del restaurant, seguido del estúpido marido de Lety (como ella misma lo
llamaba mientras me contaba esto), ambos atraídos por los gritos de la fina y
educada dama, ahora convertida en una perra caliente, que se escuchaban hasta
afuera; observando atónitos y boquiabiertos la escena.
De un brinco, Lety se colocó de pie, y
arregló sus ropas como mejor pudo. Mientras que, a empellones, la morena era
llevada hacia la puerta del negocio y arrojada fuera, a solicitud del marido,
quien era un cliente influyente y asiduo del lugar; mientras que esta sonreía a
todos con la cara escurriendo de orina, en su camino triunfante, escoltada
hacia la calle; y a la vez con su ensortijada cabellera desarreglada, por los
fuertes agarrones que Lety le había pegado, con el fin de ella sostenerse,
durante los intensos orgasmos.
La clientela, que a esas horas se
congregaba en el lujoso restaurante, permanecieron estupefactos ante lo que se
adivinaba había ocurrido dentro del sanitario de damas, mientras que minutos
después, de que la pantera fuese expulsada del restaurant, lo hicieron Lety y
su marido; mientras esta última, caminó triunfante y orgullosa, hacia la
salida, sin importarle la inquisidora mirada de los comensales, ni mucho menos
lo que pudiera pensar de ella su esposo. Estoicamente, ella siempre guardó
silencio, ante el insistente interrogatorio del esposo.
Años más tarde, Lety contaba a mi persona,
que nadie en la vida había sido capaz antes, ni ahora tampoco, de provocar tan
intensos y prolongados orgasmos como en el caso de la salvaje y hermosa hembra
de ébano.
Según lo que Lety me llegara a contar,
ella también por su parte, llegó a tomar a otras mujeres casadas, enseñándoles
los placeres de Lesbos; y también a algunas jóvenes ansiosas por descubrir
estos placeres; ella jamás forzó a nadie, y logro desarrollar un instinto
natural para solicitar mujeres sexualmente igual a ella, por medio de una página
especial de anuncios, y de tal manera, tuvo muchas amantes mujeres, al igual
que hombres, amparada a la arropadora clandestinidad de un tranquilo y bonito
hotel, a las afueras de la ciudad.
En el cómodo diván de mi oficina, Lety
recordaba a una de estas mujeres, y de algunos detalles sobresalientes de su
apasionante vida sexual con ella, quien era una jovencita de escasos 19 años,
recién casada: Ambas se trabaron sexualmente la primera vez, en un fragoroso
encuentro sexual, en donde, según me contaba, los labios de ambas permanecieron
mallugados de tanto besarse, y su lengua adolorida de tanto mamarse sus
genitales.
Las tetas de ambas hembras, carnosas y
coronadas por unos pezones gordos y llenos de vida, se encontraban ungidos de
la saliva de una y otra, pegajosos y olorosos a tela mojada. La vulva estaba
henchida de placer, escurriendo liquido viscoso de tanta sesión de dedos
y de lengua en vagina y clítoris; el ano, dilatado por uno, dos, y hasta tres
dedos, que la inexperta señora e invitada de Lety, apenas era capaz de
soportar, y sollozaba ante los embates fúricos de su maestra y amante por la
retaguardia; y cuando la inexperta dama, pensaba que más no se podía hacer
sexualmente de una mujer para otra, ocurrió algo que solo pudo haber sido
ideado y planeado por aquella mente voluptuosa de su ama y señora:
Lety, dejo a Laura sudorosa y trémula
sobre las sabanas revueltas de la cama, y a los segundos, regreso con un enorme
pene doble, con dos testículos en la parte de en medio.
El grosor de ambos lados de este pene de
goma, era respetable, y Laura quiso protestar, cuando adivinó las intenciones
de Lety de meterle uno de los extremos de este pene doble por su culo, y
suplicante le dijo:
-No amor no…por ahí no creo poder resistir
ese monstruo…
A lo que Lety, respondió con dos fuertes
nalgadas, un tirón de greñas haciendo la cabeza de Laura bruscamente hacia
atrás, y pegándole también unas leves bofetaditas en sus bellas mejillas,
mientras que la besaba en la boca, diciéndole:
-Ahorita nos vamos a enchufar las dos, una
en cada extremo de esta preciosidad, y te garantizo que vas a conocer una de
las cosas más divinas en tu vida. Vamos a quedar pegadas cuales perras, porque
eres mi perra, ¿verdad cabrona? A lo que Laura asintió con un leve movimiento
de cabeza afirmativamente, y con la vista clavada sobre la cama, sin ver a su
ama y señora.
Lety succiono dulcemente el trasero de
Laura, lo ensalivó, y volvió a introducir un dedo, luego dos, ante los leves y
dulces lloriqueos de esta, y posterior a varios minutos, con la cabeza de uno
de las enromes vergas de goma bien lubricada, inició a penetrar a la chica por
su núbil culo.
Laura gimió un poco más fuerte, pero
permaneció con el culo parado ante las amenazas de Lety, quien según me
contaba, la amenazó esta vez, con azotarla duro con un látigo que mantenía
colgado, exprofeso, de una de las paredes; lo que hizo que aquella permaneciera
dócilmente con el culo hacia arriba. Cuando le había metido la mitad de la
enorme verga, como de 25 centímetros por cada extremo, Laura pujaba y exclamaba
a gritos entre placer y algo de dolor. En ese instante Lety procedió a
ensartarse en el otro extremo de la verga doble; a la vez que pedía a Laura que
observara la escena a través de un espejo estratégicamente montado a un lado de
la cama, para tal fin.
Lentamente, y entre “ayes” de ambas
mujeres, sus bellos traseros quedaron pegados uno al otro; tan solo separados
por los testículos de goma que pendían meciéndose. Lety meneaba su trasero a un
ritmo increíble, recostada y abrazando una almohada, con su majestuoso trasero
agitándolo de un lado para otro, y de arriba abajo; frotando simultáneamente su
clítoris, entre orgasmos repetidos, e invitaba a Laura a hacer lo mismo, gritando
la joven e inexperta recién casada, desquiciada de placer.
Pero cuando Laura ya creía haberlo visto
todo, noto viendo por el espejo, que: Lety aun ensartada hasta la empuñadura,
aplicaba metiendo sus manos por su propia entrepierna, y sobre una válvula
colocada en la base de los testículos, una bombilla de hule, de esas para echar
aire como las de los aparatos para tomar la presión; y el espanto y el placer
de Laura fue mayúsculo, al sentir como la verga de hule, se inflaba de su base,
formando una gran bola muy dentro de su recto y parte final de su intestino, al
igual que ocurre con los perros; quedando ambas mujeres abotonadas por aquel
bendito invento, que luego a posteriori, Lety le explicara a Laura, que había
sido una adaptación pensada por ella.
Esto, ocasionó un intenso placer en ambas
mujeres; sus gritos eran de gran intensidad, a la vez que una y otra, gritaban
palabras de amor, y groserías, suplicando por más verga, con toda ella, ya
clavada en su totalidad de 25 centímetros por lado, y dilatado el recto por la
enorme bola; imposibilitando la extracción de este, en caso de así haberlo
intentado hacer alguna de ellas. Durante el abotonamiento, Lety se impulsaba
hacia adelante, jalando con su cuerpo el de Laura, como hacen los perros, y esto
provocaba los aullidos sexuales de la joven, quien, a su vez, se masajeaba el
clítoris con un pequeño vibrador, provocándole un sinnúmero de orgasmos; y
luego, ella tiraba hacia enfrente, arrastrando a Lety, cada vez con mayor
fuerza, conforme la pasión crecía.
Así estuvieron pegadas durante casi una
hora, hasta que Lety libero la válvula de escape, y lentamente, entre leves
quejidos de placer, fueron extrayendo lentamente, cada mujer de su hermoso
trasero, aquella enorme verga, que había invadido lo más recóndito de sus
intestinos. Abrazadas durmieron varias horas, llenas de gratitud por tener
tantas bendiciones de parte de la vida. Luego, según me contara Lety, Laura
salió presurosa rumbo a su casa, ya que su marido estaba por llegar.
Mientras Lety me contaba todo esto, y yo
la observaba ahí recostada sobre el diván con su fino vestido de verano a media
pierna, yo apretaba mis muslos violentamente de excitación sexual; y ya me
encontraba profundamente mojada de mis pantaletas, y deseaba que ella me invitara
a ir a su casa, y dar rienda suelta a nuestra sexualidad, pero eso jamás se
dio; ya que a duras penas, hice valer un convenio de ética paciente-terapeuta,
pero eso no me impidió, llegar a desarrollar a su vez, una adaptación similar
de un pene doble, y gozar de este con una de mis amantes.
Regresando a lo de la morena de fuego,
desafortunadamente para Lety, ella ignoraba todo de aquella, y según su decir,
estuvo durante varios meses, yendo al lugar del tormentoso encuentro sexual,
con el fin de ver si se encontraban de nuevo, y la buscaba desesperadamente por
las calles también, pero jamás la volvió a ver; y tuvo que conformarse con las
insípidas relaciones sexuales con el marido de ella, a quien llego a detestar,
hasta decidirse a buscar a otros amante por su cuenta; y solo recordaba la
forma en que la morena se despidió de todos, antes de ser expulsada del tocador
del restaurant, cuando esta volteara a ver al estúpido marido, y con una
sonrisa de triunfo le dijo a este: "Cuídala...esta perramente buena".
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