Thursday, November 29, 2018

LGBT: El aroma de un desconocido




Por RenovatioIII

Estaba a punto de cumplir mis 16 años. En ese entonces, tenía una novia. Como todos. Mantenía relaciones con ella, pero algo, algo, no era completo. No sabía exactamente qué me sucedía. No sabía que lo que me faltaba era un hombre. Lo empecé a saber el día que recibí un paquete en mi casa. Lo había entregado el cartero. Me lo entregó mi madre y me sorprendí porque nunca recibo nada.
Tenía mi nombre escrito. Obviamente alguien me estaba enviando algo, pero no tenía remitente. Lo abrí entre emocionado y nervioso. Lo primero que vi fue un sobre cerrado que decía: léelo atentamente. Y luego una bolsita transparente. En ella, algo que se veía como tela. Al abrirla, vi con cierta repulsión que se trataba de un slip de hombre de color azul.
Suerte que mi madre no estaba allí cuando abrí el paquete. Me asusté mucho y fui a mi recámara para leer esa carta. ¿Quién me está jugando esta broma, pensé.
Abrí la carta (misma que aún conservo) y leí su contenido. Textualmente dice: "Supongo que estarás nervioso, pero quiero que te tranquilices. Soy alguien que no te quiere hacer ningún daño. En realidad nos conocemos, pero no creo que en este momento te imagines quién soy”.
“Lo que recibiste es el slip que usé los tres últimos días. En él está mi aroma, mi aroma a hombre, mi aroma a verga. Quiero que lo acerques lentamente a tu nariz y comiences a oler. Sé que percibirás mi aroma, y sé que te gustará. Hazlo... ya."
Eso era todo. Recuerdo que mi corazón latía muy aprisa. Tenía miedo, estaba nervioso. Pero lo peor de todo, es que la bolsita con el slip estaba frente a mí, en la caja y la frase de acercarme a él y olerlo se repetía en mi cabeza. No sé por qué, pero lo hice, tal como me había escrito.
Al principio no olí nada pero luego acomodé la parte de la verga en mi nariz y lo distinguí perfectamente. Sentí el olor de ese hombre... y tenía razón, me gustó, porque mi verga tenía una gran erección al estar haciendo yo esto.
Me fui al baño, puse la carta delante de mí y el calzón en mi nariz y me masturbe... Acabé como hacía mucho no lo hacía...
Escondí el paquete y me quedé pensando quién sería el que mando esto. Tenía que salir con mi novia, pero le hablé para decirle que me dolía un poco la cabeza. Quería pensar y descubrir quién estaba detrás de esto. Seguía pensando en que era una broma, pero no lo era...
Los días fueron pasando y no había noticias. Sin embargo, el slip se convirtió en parte de mi vida. Recuerdo que una noche lo puse sobre mi almohada y oliendo fuertemente, me excité de tal manera que eyaculé sobre las sábanas, haciendo un verdadero desastre.
Mi vida seguía igual, solo que cada vez quería estar menos con mi novia. Prefería soñar con el hombre del slip. Lentamente le fui poniendo rostro, nombre, cuerpo.
A las dos semanas exactas llegó el segundo paquete. Igual que el anterior. Al abrirlo una nueva carta y en el fondo, tres bolsitas. En cada una vi un slip diferente.
Esta segunda carta decía: "Estoy seguro de que disfrutaste mi primer envío. Sé que entré a tu cuerpo a través de tu nariz. Posiblemente, no te has dado cuenta... pero soy parte de ti. Eres mío. Esta vez te propongo un juego. De los tres slips, uno es mío. Los otros dos, de dos personas diferentes a quienes les robé su ropa más íntima. Tienes que descubrir cuál es el mío. Cada uno tiene un número. Comienza a oler y descúbreme.  Estaremos en contacto".
No podía creer lo que pasaba. En mis manos tres slips y oliendo yo uno y otro. Recuerdo que al principio me parecía que nada olía, pero lentamente comencé a percibir los olores. Todo me parecía igual. Me ponía nervioso no saber cuál era el de él. Todos eran talla pequeña, así que no podía saberlo por eso.
Pasaron los minutos y finalmente, lo descubrí. El número 3 tenía algo especial, un aroma que ya conocía, era el aroma de mi hombre. En otras palabras, el olor de mi macho. Y acariciando todo mi cuerpo me masturbé una y otra vez. Estaba totalmente enloquecido por lo que me estaba haciendo este desconocido.
Pasaron solamente dos días y el teléfono sonó., Al contestar yo, escuché por primera vez su voz. Me dijo: “Carlos... dime el número de mi slip”. Me agarró totalmente de sorpresa y me quedé mudo. "Estoy esperando...". Y solamente dije: el 3.
Escuché una risa y me dijo: “sabía que lo harías... y sí, es el tres. Pronto podrás disfrutar verdaderamente y sentir el olor de mi carne”.
Cortó la comunicación. Su voz me decía que se trataba de un hombre de más de 30 años. Yo pensaba que se trataba de alguien del colegio, pero no... ¿Quién eres, desconocido....? Lo que me dijo “...pronto olerás mi carne...”, sus palabras resonaban una y otra vez en mi cabeza. Me di cuenta lo tonto que era. ¿Cómo es posible que le dije que su aroma estaba en el calzón 3? ¿Cómo es posible que le dije que había hecho lo que me había pedido? Una y otra vez me decía a mí mismo: eres un estúpido, un idiota. ¿cómo hiciste algo así? Ni siquiera sabes quién es ese loco que anda mandándote cosas? Pero sabe mi nombre, mi dirección, mi teléfono... Comencé a asustarme.


Decidí deshacerme de esos calzones. Era lo mejor. Los tiraría a la basura, le hablaría a mi novia y me iría a pasear. Era lo que tenía que hacer. Pero algo sucedió. En el momento de tener en mis manos su slip, y estar a punto de tirarlo, decidí olerlo por última vez. El aroma recorrió todo mi ser y volví a caer en sus manos, tal como me había dicho. Mi verga se levantó con toda su fuerza dentro de mis pantalones. Tuve que sacarla y comenzar a acariciarla mientras olía y olía, hasta derramar una vez más mi semen por este desconocido.
Los volví a guardar, decidido a tirarlos... mañana tal vez. Pero si este tipo me volvía a llamar, le diría que me deje de m*****ar, que es un degenerado y que lo iba a denunciar. Claro que sí. Así haría.
Debía olvidarme de él. Tenía que intentar yo volver a ser normal. "normal". Le hablé a mi novia y le dije que necesita verla. Ella siempre fue muy linda conmigo, y además, ardiente. Fuimos a ver una película y en el cine comencé a acariciarla, a besarle el pelo, la boca. Ella respondía a mis caricias y mi verga también. Me sentí más tranquilo. Seguía siendo hombrecito.
La llevé a mi casa y en esa recámara mía donde ya habíamos cogido un par de veces, decidí hacerla mía una vez más. La desnudé y comencé a besarla toda, mi lengua recorría todo su cuerpo mientras ella suspiraba y gemía. Me acerqué a su vagina, húmeda y deliciosa, como siempre... Pero.... Pero.................. El olor. El olor no era el que deseaba oler. El olor era de vagina, y ese día me olió más que nunca a pescado muerto... Mi duro pene se fue empequeñeciendo a gran rapidez.
“¿Qué te pasa?”. Me dijo. No sé... de pronto me mareé, me siento mal. Ella intentó reanimarme... pero mi verga era un lamentable pedacito de carne, casi muerta... "No te preocupes, a todos les pasa alguna vez, me dijo". Es cierto, pero jamás me había pasado a mí. La llevé a su casa y nunca más pude hacerle el amor.
Cinco días transcurrieron hasta que él llamó. Eran las 6 de la tarde, estaba haciendo tarea con un compañero del colegio, cuando él me llamó. Tenía la habilidad de sorprenderme siempre:
“Hola”... me dijo. Reconocí su voz de inmediato... ¿Quién habla, dije? "Lo sabes muy bien" respondió con su dura y dominante voz. "Mira, le dije, te voy a pedir que dejes de llamar a esta casa y m*****arme". "No digas eso, me dijo, si te encanta lo que te estoy haciendo...". Corté la comunicación.
Mi corazón latía violentamente. Mi compañero me preguntó que qué pasaba. Le dije que nada, que ya volvía con él a hacer la tarea. Pero el teléfono volvió a sonar y al poner la bocina en mi oreja, él me dijo: "Veo que necesitas un poco más de mi tratamiento. Estaremos en contacto". Y esta vez cortó él.
Cómo sentarme a hacer ahora tranquilo la tarea? Estaba histérico, nervioso. ¿Qué quiso decirme con lo del tratamiento? Hice el esfuerzo y me senté a estudiar. No sé cómo lo logré, pero terminamos la tarea y mi amigo se fue. Yo salí a tomar un poco de aire en la calle. Necesitaba caminar y pensar.
Descubrí que algo nuevo sucedía en mí. Mis miradas se dirigían a los hombres, pero no a los de mí edad, sino a los de 30 o más. Miraba sus bultos, miraba sus rostros, sus ojos. Caminaba y caminaba y en una oportunidad, vi acercarse un hombre hacia mí. Tenía unos jeens azules ajustados y una camisa blanca con 3 o 4 botones abiertos, de la cual salía parte de su vello. Cuando lo miré a los ojos, al estar ya cerca de mí, mi mirada se cruzó con la de él. Él también me estaba mirando. Me quedé duro. En algún lado había leído que los gay se descubrían entre sí a través de las miradas. Me di vuelta y el tipo estaba parado mirándome. Me puse a correr, y a correr.
Llegué a la casa agitado y me tiré en la cama. La respiración comenzó a calmarse, pero mi pene comenzó a erguirse, pensando en ese hombre que me resultó atractivo en la calle, a quien en mi fantasía le asigné la voz del teléfono y por supuesto, el aroma de esa verga que tanto deseaba.
El tratamiento llegó unos días después. Una caja como las anteriores. En la parte externa decía: Ábrela a las 8 de la noche. Eran las dos de la tarde. ¿Por qué tenía que esperar? La iba a abrir cuando yo quisiera, pero no lo pude hacer. Sentí que era mi forma de jugar con él, pero en realidad, y sin haberme percatado, él se estaba apoderando de mí.
A las 8 en punto abrí la caja y otra vez adentro había una carta y un nuevo slip en su bolsita. Esta vez la carta era más extensa:
"Vas a hacer todo lo que te diga. Primero quiero que estés en tu recámara y te desnudes totalmente. Luego, sigue leyendo la carta...". No lo dudé ni un segundo. Afuera toda la ropa. Mi verga ya estaba majestuosa. Seguí leyendo:
"Esta vez mi slip tiene algo diferente... no solamente está en él mi aroma, sino también una gota de mi semen... Lo podrás encontrar en la parte delantera del slip. Quiero que lo pruebes con tu lengua, porque será la primera gota que entrará en ti. Además, coloqué un polvito blanco en la zona de mis huevos. No lo quites. Ese polvito ayuda a que el olor se sienta con más fuerza, tal como a ti te gusta. Disfruta de este tratamiento, goza con ganas y ten un teléfono cerca de ti. Es posible que te hable".
Tomé con cuidado la bolsita y saqué este tercer slip de él. Enseguida vi el polvito blanco, y tal como me había dicho, me esforcé para que nada se cayera. Distinguí la humedad en la parte delantera del slip. Me daba un poco de asco, pero mi lengua recorrió esa parte. Realmente, no me di cuenta de mucho, pero la sola humedad me calentaba.


Era el momento de oler a este hombre con este producto que le había colocado para incrementar su aroma. Decidí aspirar con todas mis ganas. El aroma entró con fuerza. Realmente olía fuerte, riquísimo. El polvito blanco entró a mis fosas nasales. Seguía oliendo y oliendo, pero algo me estaba pasando. Me estaba mareando un poco, pero estaba muy excitado. Mi cuerpo ardía. Pasaba mi mano por la verga y sentía que iba a eyacular, por lo que la retiraba. Pero cuando me acariciaba mi pecho, o las piernas, sentía que todo en mí era electricidad. No podía dejar de oler su aroma y el polvito blanco estaba en toda mi cara, pero en especial, en mi nariz.
No escuché el teléfono. Estaba yo prácticamente volando en mi excitación cuando mi madre golpeó mi puerta y me gritó: atiende que te están hablando. Sabía que era él, y así, acostado, desnudo y con su slip en la mano, dije: Hola.

-¿Cómo estás, bebé?
-Bien... contesté
-¿Bien... caliente?
-Sí, conteste suspirando.
-Casi no puedes hablar, verdad? La excitación es enorme, no es cierto?
-Así es...
-Dime que haces.
-Me acaricio y te huelo.
-Te gusta mi olor?
-Me encanta.
-¿Cómo está tu verga?
-Durísima, le dije.
-No quiero que la toques más.
-No puedo evitarlo.
-Dije que no te la toques más (dijo en tono serio y fuerte)
-¿Por qué?
-Porque tu verga dejará de ser el centro de placer de tu cuerpo y mi verga será tu mayor placer.

No sabía que me pasaba... estaba excitado pero había algo más. Ni siquiera mi voz era normal. Sentía que todo mi cuerpo estaba excitado, toda mi piel. Dejé de tocar mi verga.

-¿Te sientes raro?
-Sí, un poco.
-Pero muy excitado. Más que nunca.
-Así es.
-Es producto del tratamiento. HUELE UN POCO MAS

Así lo hice.

-Sabes que son los Poppers?, me preguntó
-No, le dije
-Ya te lo explicaré, pero ahora quiero que humedezcas un dedo tuyo y comiences a acariciar con su humedad tus pezones.

Cada palabra suya era una orden. En apenas un segundo mi dedo humedecido con mi saliva giraba alrededor de mis pezones. Se pusieron muy duros, muy rápido.

-Te gusta tocarte ahí?
-Se siente muy rico.
-No dejes de hacerlo, son tus tetitas, precioso.

Me acariciaba más y más. Nunca había sentido tanto placer en esa zona como ahora.

-Vuelve a chuparte un dedo y así, acostado, levanta tus piernas y llévalo a tu culito.
-Sí, sí.
-Acaríciate el agujerito despacito y deja que tu dedo empiece a entrar en ti.

-Sí, sí...
-Te encanta, verdad?
-Sí, mucho, me calienta mucho
-Pero sabes que tu culito necesita algo más que un dedo, verdad.
-Sí
-Dime que es... dímelo
-Vergaaaaaa

Cortó la comunicación y yo seguí acariciando mi cuerpo, hasta derramar mi semen sobre mi pecho. Por primera vez, probé mi semen. Estaba aprendiendo rápido, demasiado rápido y me encantaba. Necesitaba que me llamara nuevamente, pero el "malvado" no lo hizo en ese momento.
Mientras intentaba despejar mi mente y limpiarme, sabía que estaba perdido. Alguien había descubierto el secreto más profundo que tenía. Tan secreto, que ni yo mismo lo conocía totalmente. Tenía mucha culpa de haber hecho lo que hice, de haber cedido a ese hombre, de haberme dejado llevar al placer total, haciendo lo que él me decía.
Seguía un poco aturdido, mientras iba guardando todo lo que él me había enviado. Me preguntaba quién sería, pero al mismo tiempo intentaba no saberlo, porque me daba mucho miedo. Era una mezcla extraña de sentimientos. Por una parte lo deseaba, era indudable. Pero por el otro, quería que desapareciera, que me dejara en paz.
En el fondo sabía que no tardaría en descubrir quién era. ¿Qué haría entonces? Acaso me escaparía o por el contrario, iría con él y dejaría que pase lo que tarde o temprano iba a suceder?
Tenía muchas dudas. Pero él no me dio demasiado tiempo para más dudas. A los tres días, la duda se develó.
Como todas las mañanas salía a las 7 a tomar al microbús que me llevaba a mi colegio. Esa mañana, un carro se detuvo. Por el parabrisas percibí la imagen de un hombre, un hombre que me miraba. Un hombre que se me hacía conocido, pero a quien no distinguía muy bien. Y del espejito retrovisor, colgaba algo. Yo esperaba el microbús, pero miraba el carro y finalmente distinguí que del espejito colgaba una bolsita idéntica a las que me había enviado.
Empecé a caminar... sabía que era él. Mi corazón latía muy aprisa. Caminé y me di cuenta de que el carro avanzaba. Se puso a un lado mío y la ventaba se bajó. Escuché su voz: "es hora de que subas, me dijo". Lo miré y lo reconocí: era Alberto, un señor que trabajaba en la papelería de la esquina de mi casa, y que desde hace años lo conocía. No podía creer que fuera él. Me detuve y lo miré: ¿Subes o prefieres ir al colegio?
No le contesté. Estaba totalmente petrificado. No podía siquiera pensar qué hacer. Lo vi tomando la bolsita del espejito y mostrándomela me dijo: sube, que esto es tuyo. Sus ojos y su mirada penetraban mi cabeza: ojos cafés claros que me estaban deslumbrando. La bolsa en sus manos y su mirada hicieron lo suyo: abrí la puerta y entré al carro, sin siquiera prestar atención al hecho de que alguien pudiera haberme visto.
Alberto se sonrió, cerré la puerta y arrancó. "Huélelo", me dijo, "quiero verte haciéndolo". Abrí la bolsa y me reencontré con su aroma... realmente me enloquecía. Mientras conducía, él me miraba y se sonreía, mientras yo cerraba mis ojos y me entregaba al placer que me estaba dando este hombre, con su puro aroma.
"Quiero verte masturbándote", me dijo. Mi mano se fue directo a mi verga, y por sobre el pantalón comencé a acariciarme. Él detuvo el carro y me miró fijamente. Era realmente atractivo: su pelo castaño oscuro, sus ojos hermosos, sus labios... y por supuesto, un cuerpo que recordaba muy bien. En realidad, lo tenía bien visto... aunque jamás imaginé que fuera gay y que yo iba a estar allí, a solas con él, en su carro. Mirándolo, seguía acariciando mi pene por sobre el pantalón mientras seguía oliendo su calzón.
Él tomó mi mano y me dijo: creo que no entendiste lo que te dije el otro día por teléfono. Te lo recuerdo: tu placer debes encontrarlo en otra parte de cuerpo. Tu pene debe permitirle al resto de tu cuerpo poder gozar. Detuvo el auto. Se acercó lentamente y apoyó sus labios en los míos. Jamás había besado a un hombre. En realidad, no sabía qué hacer. Pero no tenía que saber hacer nada, él lo hacía todo.
Su lengua humedeció mis labios, y mis ojos se fueron cerrando mientras sentía como su lengua se introducía en mi boca. Era una boca experta, supo agarrar mi lengua e invitarla a gozar con la suya. Acercó sus labios a mi oreja y me susurró: ¿Te gusta? Y sin poder imaginar otra cosa, simplemente le respondí: Me encanta.
¿A dónde me llevas? le pregunté. Logré tener un momento de lucidez. Yo tendría que estar yendo a mis estudios. El simplemente me contestó que estaría de regreso en mi casa exactamente a la hora de todos los días. Agregó sonriéndome que no me preocupara por los estudios de ese día. En realidad, me dijo, hoy aprenderás más que todos los días de tu vida.
En pocos minutos llegamos al destino. Detuvo el carro en el estacionamiento de un edificio. Allí vivía. 

¿Tienes miedo? me preguntó.
-Un poco, le dije.
Sabes que no voy a hacerte daño, verdad?
Creo que lo sé. (lo miraba y era simplemente hermoso).
¿Quieres que te lleve al colegio y no te "m*****e" más?

No supe qué contestar. Me estaba dando la oportunidad de huir de toda esta situación. Claro que tenía miedo y estaba muy nervioso. Tenía yo apenas 16 años y él le calculaba tendría 35.

-No lo sé, le dije.
-¿No lo sabes? Humedeció un dedo suyo en su boca y luego lo acercó a mis labios. Mis labios instintivamente lo recibieron.
-¿No lo sabes? Volvió a preguntar.
-¿Quieres que todo termine aquí?

Me moría por decirle que no, que quería estar con él. Pero por el otro lado sabía que estaba dando un paso sin retorno. Y si bien me excitaba la idea, me daba pánico.

-No lo sé, volví a decirle.

Tomó mi mano izquierda y la llevó a su entrepierna. Mis dedos pudieron sentir la dureza de su verga. Era la primera vez en mi vida que tocaba un pene que no fuera el mío. Por supuesto que el pantalón no me permitía sentir mucho, pero podía darme cuenta del tamaño y del estado de excitación en que se encontraba Alberto.

-¿Decides tú o decide ella (refiriéndose a su verga)?
-Me quedo, le dije finalmente y una sonrisa de triunfo asomó en sus labios. Una sonrisa excitante y muy varonil, que me enloqueció verle.

Sacó mi mano de su entrepierna. Me dijo que bajara el calzón que me había dado y que bajara del carro. Nos dirigimos juntos, en silencio, hacia el elevador. Me dijo al oído que actuara con total normalidad. Pasamos al lado de un par de ancianos y entramos al elevador. Al cerrarse las puertas, puso su mano derecha en mis nalgas y me dijo: “me vuelve loco tu culito”.
Las puertas se volvieron a abrir y me condujo a su departamento. Abrió la puerta y entré al que sería desde ese momento el santuario del placer. Estaba en penumbras, algo de luz del día pasaba por entre las cortinas. La sala estaba elegantemente decorada, un tapete blanco de mucho pelo, sillones, muy bonito. Algo había en el ambiente que me agradaba. Rápidamente me di cuenta de que era el aroma.
Alberto había logrado desarrollar en mí el olfato de una manera extraordinaria. Allí percibí con claridad el olor a Alberto, a este hombre, a este macho que me excitaba cada vez más.
Y ahí estábamos. Solamente los dos. Uno frente al otro. Yo, sin animarme a hacer nada. Él estudiándome, mirándome. Quién sabe qué tenía en su mente hacer conmigo.
Quería chuparlo todo, desnudarlo, gozarlo. Pero él hacía todo con cuidado, con detenimiento, sin prisa, y yo, simplemente actuaba en base a lo que él dijera o hiciera.
Se sentó en un sillón y yo me quedé parado como a dos metros de él. Abrió sus piernas y apoyó su mano en su entrepierna, en aquel lugar que había disfrutado mi mano en el carro. Lo veía apretarse la verga por sobre el pantalón, mientras me miraba profundamente.
Desnúdate, me ordenó. En pocos segundos estaba frente a él, sin mi camisa, sin mi pantalón, sin mis zapatos. Sólo, frente a él con mi slip. El miraba cada movimiento mío, y su mano acariciaba su entrepierna, mientras mis ojos estaban fijos en él.
Su mirada se endureció. ¡Te dije que te desnudaras! Entendí que me exigía sacarme el calzón. Lo hice, y me sentí realmente desnudo frente a él. Mi verga estaba totalmente dura, apuntándolo.
Acércate. Y al hacerlo, pasó su lengua por mi pecho. Me gusta tu sabor, me dijo... Te voy a comer todo, bebé. Y su lengua se dirigió a mi tetilla derecha, misma que reaccionó inmediatamente. Mis ojos se cerraron, mientras sentía a este hombre que me hacía vibrar. Mi mano se fue a mi verga, necesitaba acariciarla mientras él lamía mi pezón. Tenía una fuerte erección. La excitación era enorme.
En ese momento Alberto me separó de él. Tropecé y caí al tapete. Él se levantó y me impidió levantarme. Mirarlo hacia arriba era muy impactante. Era hermoso.
Te dije que no acaricies tu verga... y lo has hecho una vez más. Debes aprender a obedecer, bebé, si no tendremos problemas. Se agachó hacia mí y con su mano agarró mi pene. El sólo sentir el calor de su mano en mi verga hizo que casi derramara mi semen en ese instante. Pero él comenzó a apretar la base de mi verga con fuerza.

¿Te duele?, preguntó.
-Un poco respondí.

Apretó aún más. La apretaba cada vez más y me miraba directo a los ojos. Me dolía. No estaba recibiendo placer en ese momento.

Repite, me dijo: mi verga es la única que gozará aquí. No hay otra verga aquí más que la mía.

Comencé a repetir palabra por palabra mientras el dolor se acrecentaba en mi verga, y para mi sorpresa, ella comenzó a disminuir de tamaño. En realidad, el dolor había provocado su efecto.

Soltó mi pene, pero éste ya no era lo que era hace unos minutos.

Tomó mi cabeza y la hundió en su entrepierna.

-Dime qué quieres, dímelo.
-Tu pene, le dije, tu verga, por favor.

Dejó mi cabeza y comenzó a abrir su cinturón. Yo lo miraba desde abajo. Era un hombre muy excitante. Abrió el cierre y con un suave movimiento de cinturas, dejó que el pantalón cayera. Tenía puesto un slip idéntico a los que me enviaba. El bulto de su verga era impresionante.
Finalmente, comenzó a bajar su slip y su carne se levantó grandiosa. La miraba yo desde abajo y se veía enorme. Mi boca se hacía agua de sólo verla. Él se la acariciaba y me miraba dominantemente.
Tomó mi cabeza y me dijo con dureza: Esta es la única verga entre tú y yo. Repítelo. Lo hice y su verga, estuvo frente a mi rostro, gorda, dura, caliente, palpitante, deseosa de que me rindiera ante ella.
Huélela e identifícala, bebe. Me acerqué y efectivamente, era su olor, su aroma, ese olor que tenía bien conocida mi nariz.
Aspiré profundamente, y me dejé llevar por los caminos del placer que sólo dos hombres saben darse mutuamente.
Es increíble lo que me había sucedido en apenas semanas. No podía creer que estuviera allí, mirando una dura e imponente verga de un hombre que me excitaba con tan sólo mirarme y decirme unas palabras.
Al acercarme y oler su verga, tal como me lo había indicado Alberto, vi asomarse en la punta de ella una gota que brilló con la luz del cuarto. Él se dio cuenta que yo había visto esa gota, se sonrió como sólo él sabe hacerlo, paso un dedo por la punta de su pene y la tomó en él.

Levántate, me ordenó. De pie frente a él, comenzó a decirme que era el momento de comenzar a desarrollar mi gusto al semen, a la leche de un hombre.
Pondré esta gota en tus labios. Quiero que con tu lengua la disperses en tus labios y la saborees. Será el sabor más deseado por ti a partir de este momento. Tendrás sed de leche y esa sed nada la podrá satisfacer más que el néctar de un hombre. Nunca estarás satisfecho. Siempre querrás más y sabrás cómo conseguirla.
Puso el dedo en mis labios e instintivamente los cerré, saboreando esa extraña gota y también la piel de su dedo. El sabor me resultó un tanto extraño, aunque no pude definirlo más porque en definitiva sólo había sido una pequeña gota.
Mi leche ya está en tu cuerpo, dijo Alberto con aire de supremacía sobre mí. Mi leche te irá convirtiendo en lo que yo deseo. No podrás evitarlo. Forma parte de tu ser...
Apretó levemente su carne y una gota más abundante asomó, repitiendo lo anterior, sólo que en esta oportunidad pude sentir mejor el sabor. No sé si me gustó, pero el sólo ver el goce que le producía a Alberto verme saborearlo, vencía cualquier resistencia en mí.


Esto es solamente una muestra gratis, me dijo. Apenas una probadita, porque es momento de llenarte con fuerza y potencia de mi leche, ¿no crees?
Apoyó sus labios en los míos y penetró con su lengua mi boca. Otra vez me estaba besando y yo me derretía en sus brazos. "Me gusta el sabor que tiene mi leche en tu boca", me dijo. "Sabía que seríamos una buena combinación".
Su verga era admirable. Se mantenía enorme, tan dura que me fascinaba. No importaba si se distraía o platicaba algo. Todo el tiempo su dura carne se imponía. Sabía que esa verga y ese hombre harían en mi lo que quisieran. Por su parte, mi verga se mantenía quieta. Cuando intentaba crecer, dolía, por lo cual permaneció ausente.
Me tomó el rostro y mirándome con dureza me dijo: Ahora, vas a mamar mi verga. La quiero toda dentro de tu boca. No quiero niñerías, me entiendes. Nada de grititos ni de arcadas. Toda tu vida quisiste tener una verga en tu boca y ya lo habrás soñado y deseado más de una vez, no es así?

"Escúchame bien, chuparás mi venga hasta que me corra en tu boca. Pero por ser hoy la primera vez, sólo mi primer chorro lo recibirás y tragarás, luego podrás sacar mi verga de tu boca y dejar que te riegue tu pecho con mi leche. Está claro?".
-Sí, Alberto, lo que tú me digas.

Me arrojó al piso y nuevamente vi su deslumbrante verga. Acerqué mis labios hacia ella, y luego de percibir su olor una vez más, dejé que me vaya entrando lentamente. Él tenía razón, pero con su experiencia y mis ganas, las cosas iban bien. Su mano estaba en mi nuca. Presionaba suavemente, pero lentamente esa presión comenzó a aumentar y la rapidez en que su carne entraba en mi boca iba en aumento.
Mientras mamaba él me decía todo el tiempo cosas: "chupa, dulce, chupa... siempre lo deseaste aunque no lo sabías. Necesitaba que lo supieras y no perdieras tiempo enredándote con tontas chavas. Eres mío y sólo mío, mama, chupa, disfruta........

Apenas podía respirar, sentía que me ahogaba, pero mi calentura era tal que no podía dejar de chupar y chupar, hasta que el momento anunciado llego. Lo supe porque la presión en mi nuca se hizo más fuerte. Sentí los movimientos en su verga y una fuerte explosión de esperma entro por mi garganta, quedando parte en mi boca. Alberto sacó rápidamente su verga (tal como lo había dicho) y siguió disparando en mi pecho, que recibía más y más leche. De mi boca, salía parte de su esperma pero no lo dejé escapar. Me deleité con su leche y él se dio cuenta.
Con su mano pasó su leche por todo mi pecho. Era mucha cantidad y estaba yo sorprendido de su poder. Y lo más impresionante: su verga que permanecía durísima como un mástil a pesar de lo que había sucedido.

-"Agarra mi verga con tu mano", me ordenó. Siente su potencia, su dureza. Siente el poder que tiene sobre ti.

Y vaya si lo tenía... era impresionante.

De pronto, se desprendió con dureza de mí. Fue a su recamara y trajo de allí su celular. Me lo dio y me dijo: Háblale a tu novia y dile que ya no seguirás la relación con ella. Invéntale lo que quieras, pero acaba con ella ahora.
No podía creer que me estuviera diciendo eso. Me dio el celular y yo lo miraba atónito. Le dije que no me obligara a hacer eso, que yo la quería y no sé qué más.
Acercó su verga a mi cuerpo y me dijo drásticamente: ella o mi verga. Elige.

-No me hagas esto, por favor, le lloré.
-¡Huélela!, me ordenó. Y al hacerlo, no tuve ninguna duda. Haría cualquier cosa por esa verga. Estaba totalmente sometido a ella y a este hombre.

Le hablé a mi novia. Le dije que me disculpara, pero que ya no sentía lo de antes. Ella se puso a llorar y me dijo que me había sentido distante el último tiempo. Su llanto me hizo mal y Alberto lo notó, porque me acercó su verga nuevamente para que viera su tamaño y la desee más y más. Mi novia se convirtió en segundos en cuestión del pasado. Esa verga, sería mi presente y futuro.

-Bien, me dijo... es suficiente por hoy. Sé que quieres que te haga mío, pero eso no será hoy. ¿Sabes por qué?
-No, no entiendo por qué, le respondí.


Por dos motivos: el primero es técnico. Tu culito es muy pequeñito. No está preparado para recibir a tu hombre. Hay que darle tiempo y cariño para el día en que entre en ti.
El segundo: para que un hombre te coja, debes desear ser cogido. Desearlo con desesperación. Sentir que es lo único que deseas en la vida. Y ese momento, aún no llega. Quiero que llegue el momento en que me pidas, que me ruegues, para que te coja. Ese día llegará rápidamente, pero no es hoy.
Date vuelta, me dijo. Puso sus manos en mis nalgas y las tocó con lujuria. Parado detrás de mí me ofreció uno de sus dedos y me dijo que lo chupara. Yo lo hice, como si fuera su verga. El sabor de su carne me encantaba. Sacó el dedo de mi boca y lentamente lo fue haciendo entrar en mi culo.
Comencé a gemir de placer, pero también de dolor. Lo sacó y me dijo: tal como lo tenía previsto. Está muy pequeño, y mi verga, ya la has visto, necesita un culo bien grande para ser recibida.
Esto lo arreglaremos muy pronto. Trajo un estuche de madera y en el cinco tubos negros de diferentes diámetros con una base. Tomó el más delgado y me dijo que lo iba a meter en mi culo. Sentí lo que hacía, y sentí como me iba rompiendo mi cuerpo. Me dolía, pero él no se detuvo. En pocos segundos sentí que todo el tubo estaba en mi interior.
Se detuvo: me miró y me dijo. Lo usarás dos días enteros. Sólo te lo sacarás para cagar. El resto del tiempo debe estar en tu culo. Incluso para dormir. Tu slip no dejará que se salga. Usa uno ajustado.
Mientras tanto, sólo desearás mi verga. Podrás masturbarte por mí las veces que quieras. Pero no te puedes lavar el pecho. Allí llevas mi esperma, igual que en tu interior.
Vístete, me ordenó. Por hoy es suficiente. Pero antes de irte, quiero que entres a ese cuarto y mires lo que hay en la pared. Me vestí y con gran curiosidad entré. No esperaba ver lo que ví.
En la pared había clavadas en un marco de corcho, cerca de 15 fotos mías. En algunas estaba solo, en otras con mi novia, en otras con mis amigos del colegio.

- ¿Qué es esto?= le dijo con un poco de miedo.
- Esto significa que fuiste elegido para ser cogido por mí. Te deseo desde hace tiempo y trabajé para que esto sea realidad. Ahora, tú deberás desearme tanto como yo, para que te coja, para que te haga mío, para que no deseas nada más que mi verga en tu cuerpo. ¿lo entiendes?

Otro beso suyo impidió que contestara mientras que su mano obligó que la mía fuera una vez más a su verga, que una vez más comprobé que seguía dura como el hierro.

Era hora de finalizar esta sesión. Me llevó a mi casa, mientras mi mano estuvo nuevamente sobre su pantalón. Se despidió de mí en el carro, delante de mi casa, dándome un beso impresionante. Yo tenía miedo de que alguien me viera, pero él me dijo: no podrás ocultar esto mucho tiempo. Recuerda: eres mío.... mío.... mío. Mastúrbate y piensa en mí. Deséame cada vez más y cuando el deseo sea intenso y tu culo esté listo, búscame. Ya sabes dónde encontrarme. Bájate ahora.

Bajé del carro y él se fue... intenso como siempre. Se que en unos días más iré a buscarlo.


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