Por Sandra
Rosalía
Tijuana BC, Octubre del 2018. Nenita63282@hotmail.com
La
mujer salió de la cantina terriblemente frustrada. De nueva cuenta había
fracasado en sus intentos de volverse una prostituta; a la hora buena, no supo
que conducta seguir. Sus esfuerzos fueron destrozados por su propia
inexperiencia una noche más...El hombre a quien ella había elegido su primer
cliente, supo tomar ventaja de la candidez e ignorancia de parte de ella,
fácilmente se aprovechó besándola y tocándola por todos lados sin la menor
intención de pagar la cuenta, y de remate haciéndola que le prometiera irse con
él la próxima vez que se encontraran con el fin de tener relaciones sexuales, gratis.
Este hombre, entre otras cosas se trataba de un musiquillo, criado en las
sórdidas callejuelas del barrio en donde se encontraba ubicado la taberna en
cuestión; y aparte de todo, se daba ínfulas de gran artista debido a que era la
voz principal de un mediocre conjunto norteño.
El
deseo de convertirse en prostituta, en realidad obedecía a una fantasía entre
el esposo de ella y de su propia persona, por el simple placer, y como nueva
parte de su extenso repertorio erótico. No obstante, el marido a su vez era
ignorante en estas lides, por lo que ella busco a un “experto” quien además
terminó como amigo de la pareja. Este individuo fungía con ella y otras
mujeres, como un “coach” profesional, y fue elegido por la dama a partir de
cierta página de escorts y prostitutas, y quien según el propio decir de este
individuo: contaba con amplia experiencia en el arte de las negociaciones
sexuales: Desde conseguir clientes, cobrar y de ciertas técnicas amatorias que
aseguraban el éxito rotundo.
A
los días después del estrepitoso fracaso, el ducho proxeneta le llamó de nuevo
a la mujer por el celular:
-
¿Cómo te fue? Pregunto el hombre a la dama...
-Mal,
respondió ella, muy mal...
Y
el negociante sexual, debido a los continuos fracasos de ella, le respondió ya
francamente irritado
-Ve
de nuevo para el bar, y me esperas afuera...ahorita voy de inmediato a reunirme
contigo. Y señalando enérgicamente el chulo le dijo:
-Con
todo el respeto del mundo, pídele a tu marido que, si nos hace el favor de
esperarnos a ti y a mí en el auto, ya que ahorita voy a darte una lección
completa de cómo ser una real puta exitosa en una sola clase intensiva.
A
ella se le hizo la palabra “puta exitosa” un tanto peyorativa, ya que cabe
hacer notar que ella sólo deseaba sentir la “adrenalina” junto con su marido, a
pesar de también desear el recibir paga por sus servicios sexuales como
cualquier mujer dedicada a la prostitución, para que la fantasía tuviera mayor
realidad, pero hasta ahí llegaban sus intenciones. El matrimonio llevaba años
especulando acerca de este juego erótico, el cual por una u otra razón jamás lo
habían intentado.
La
atractiva mujer esperaba una buena regañada de parte de su mentor en la materia
de “puterias”, y también esperaba nuevas indicaciones de ciertas tácticas en
las artes del cómo llegar a ser una buena cortesana; y con esa idea en mente
fue a la reunión sensualmente vestida, como era su costumbre hacerlo, sólo que,
para fines prácticos y apropiados para estos lugares, ella iba vestida de forma
mayormente provocativa, levantando suspiros a su paso.
Mientras
ella esperaba fuera de la cantina de pie en un stand de periódicos y revistas
la llegada del proxeneta, los hombres la adulaban con diversos piropos, algunos
un poco más subidos de tono, aunque es posible que nadie sospechara el
verdadero motivo de su presencia en aquel sitio, al igual que nadie sospechaba
acerca de su verdadera vida social. El mismo dueño del stand, hombre de edad
avanzada, ante la fina estampa de la dama, y reconociendo que nada tenía ella
que estar haciendo en ese barrio, le insistía con el fin de que se retirara;
temiendo un posible acercamiento cada vez más atrevido de parte de estos
hombres, quienes la observaban como lobos acechando a su presa.
Una
vez llegado el proxeneta junto a la dama, esta intentó darle un beso como
siempre lo hacía cuando se encontraban en algún lugar, pero esta vez el hombre
lo esquivó levemente, con un gesto adusto marcado en su rostro. Ella lo observó
sorprendida por dicho acto, pestañeando con sus lindos ojos, pero no dijo nada,
y ambos se dirigieron a la cantina, que ella misma había elegido previamente
para llevar a cabo su hasta entonces fracasada fantasía; lugar escogido
previamente y al azar, bajo el consejo del proxeneta, en el sentido de buscar
“el bar más feo... en donde ella supuestamente iba a encontrar los mejores
clientes...” Con esa idea, ella asistió con anterioridad a este sitio, en donde
tuvo el encuentro fortuito con el musiquillo ya mencionado, el cual la
manoseara a su antojo.
A
pesar de que la cantina en cuestión no era un sitio peligroso, distaba mucho de
ser un lugar de lujo, y definitivamente no concordaba con el tipo de vestimenta
ni con el atractivo aspecto físico y personalidad de ella. En este lugar,
algunos días de la semana las cervezas, eran más baratas con lo cual atraían a
un mayor número de clientes, quienes aprovechaban para ver el futbol y comer
botanas gratis. Las meseras del lugar no eran muy agraciadas físicamente
hablando, por lo cual la extraordinaria belleza y elegancia sensual de esta
dama cercana a los 50 años, había deslumbrado a los parroquianos.
El
proxeneta tomó a la mujer de la mano, y tirándole con cierta brusquedad, la
introdujo de nuevo al mencionado sitio. Ella pegaba unas carreritas sensuales
con sus bellos tacones de terciopelo rojo sonando sobre los adoquines de la
calle, debido al tirón del padrote, que con ello intentaba demostrarle tanto a
ella como a los hombres ahí dentro, que él se encontraba al mando.
-Espera
amor...espera, decía ella con una vocecita sensual en medio de los pasitos de
muñequita, agitando levemente sus pechos y nalguitas durante el trote; que
cautivaba indirectamente a los varones quien por casualidad la vieron y
escucharon aquella tarde- noche.
El
padrote hizo caso omiso de la súplica de ella. Una vez adentro, este se dirigió
inmediatamente con el cantinero. Algunos de los parroquianos ahí presentes esa
tarde, ya habían degustado el grácil cuerpo de ella unas noches antes, y
sonrieron al observar que de nuevo ella los favorecía con su sensual y
atractivo cuerpo ahora envuelta en una minifalda de piel negra, medias negras.
Debajo de la falda de piel, sus preciosas nalgas se encontraban delicadamente
envueltas en unas bragas trasparentes de color blanco, adornadas con un fino
encaje por la parte frontal, por donde se transparentaba su delicado pubis
depilado. La primorosa prenda cubría un liguero de satín negro sujetando las
medias de lycra del mismo color. En la parte superior del cuerpo, ella portaba
una trasparente blusa blanca cubriendo un fino brassier de encaje también de
color blanco.
Mientras
tanto, el “musiquillo” con aires de gran artista, y quien se aprovechara la
primera vez de la candidez de aprendiz de puta de la linda mujercita, casi
poseyéndola en un rincón oscuro y semiocultos a los ojos de los demás dentro
del bar, se encontraba sobre el destartalado estrado ejecutando una melodía en
forma desafinada; mientras observaba entrar a la dama, esbozando una leve
sonrisa de triunfo, ya que este suponía que ella había regresado enamorada de
su inflada cara y panza cervecera, y de sus supuestas artes amatorias. No
obstante, su sonrisa se disipó un tanto al notar la presencia del hábil
proxeneta acompañándola.
El
negociante sexual mientras tanto, se apalabraba con el cantinero, y este
asentía moviendo la cabeza afirmativamente, a la vez que sonriendo volteaba a
ver a la dulce señora aprendiz, saboreándose con su atractiva imagen. Ella se
preguntaba en su cabecita lo que pudiese estar ocurriendo, ignorante de que
estaba a punto de ser tasada como una yegua a un comprador cualquiera: una vil
puta a pesar de ser una dama fina y educada.
El
guardia recibió la orden de parte del cantinero (quien a la vez era el gerente
de la cantina) de cerrar la puerta del local, permaneciendo sólo los clientes
que ya se encontraban dentro antes de la llegada de ellos; y en ese instante el
cantinero pidió al conjunto norteño que momentáneamente dejara de tocar la
música, tomando entonces el micrófono el ilustre proxeneta dirigiéndose a los
asiduos consumidores del bar:
-Señores:
la dama aquí presente, es una putita bajo mi representación profesional, a
quien ustedes podrán follarse por la módica suma de...
Ella
era incapaz de dar crédito a sus oídos, se sintió humillada ante el
calificativo de “putita”, ¿y de que otra forma suponía ella que la iban a tomar
los ahí presentes? ¿No era esto mismo lo que ella andaba buscando ser? ¿Acaso
suponía que iba a encontrar nobles caballeros que la trataran como a una dama?
Abría
su boca decorada de color rojo intenso, en un mohín de incredulidad, mostrando
sus pequeños dientecillos blancos, con ganas de decir: “no...no...” y salir
despavorida de ahí, pestañeando a la vez con sus ojos seductoramente pintados;
mientras que el ducho padrote la sujetó suavemente de una mano diciendo:
-Tranquila
mi vida...aquí no pasa nada, con la suficiente fuerza de voz con el fin de que
todos escucharan a través de las bocinas, haciendo notar que independientemente
de todo, venia protegida por un supuesto macho alfa. Ella deseaba desaparecer
de la faz de la tierra; efectivamente anhelaba jugar a la putita, pero en forma
velada y sobre todo oculta, y ahora su tasador la vendía como a toda una esclava
sexual sin voluntad a aquella masa amorfa ávida de una mujer de su clase y
sobre todo a un precio accesible; no obstante, algo le ocasionaba una punzada
de profunda satisfacción, al verse tratada como tal.
-Esto
desde luego, no incluye sexo anal, ni sexo oral de ella a ustedes continuó
hablando el proxeneta, pero la mamada de ustedes a ella, si va incluida en el
trato...cuentan con 10 minutos una vez concluida mi padroetesco convenio sexual
para cogerse a esta linda mujer ama de casa, quien anda por estos lares en
busca del placer de convertirse en puta; el que llegue primero gana la mano, y
así conforme se vayan apuntando. El anal cuesta el doble de la tarifa acordada,
y la chupada de ella a ustedes, un 25 por ciento más de la tarifa estipulada.
La pura mamada y la puñeta sin sexo de ningún tipo, cuesta la mitad.
Mientras
ella se encontraba al borde de la histeria, un rayo de excitación iba “in
crescendo” como en una sinfonía de Mozart que la mantenía expectante, con la
boca seca y el corazón con un “tun tun tun” taladrando los tímpanos de la
mujer. Ella no cabía de la sorpresa, su corazón amenazaba con explotar, y casi
se desvanecía ante el cínico atrevimiento de su amigo y padrote; un tropel de
10 hombres se fue a trompicones con los billetes en la mano hacia el proxeneta,
quien los anotaba conforme llegaban.
-
Pero ¿qué haces? Le dijo ella en voz baja al negociante sexual...
-
Cállate ordenó el hombre, observándola duramente a la vez que la tomaba con
firmeza de una de sus delicadas muñecas, mientras que, sin previo aviso a la
mujer, procedía a retirarle la blusa, ante las débiles protestas de la dama. En
ese instante la dobló de la cintura haciéndola parar el culo, y antes de que
algo pudiera ella hacer, le subió la falda de piel negra pegada al cuerpo,
tirando fuertemente de la prenda hacia arriba, amenazando también con romperla,
a la vez que la sometía con intensas nalgadas con todo y los esfuerzos de ella
por defenderse.
Este
acto acicateó el deseo sexual principalmente de aquellos hombres un tanto o muy
propensos al sado masoquismo, mientras la mujer pataleaba y sollozaba ante la
algarabía de la masa alcoholizada en espera del manjar que supuestamente sería
arrojada al ruedo para festín de las fauces hambrientas, y cogérsela entre
todos como perros callejeros a una perra. Mientras ella luchaba intentando
bajarse la falda, a la vez que el hombre hábilmente ya la había dejado
solamente en brassier, y luego desabrochó la falda bajándola a duras pena por
las caderas debido a los cuadriles femeninos, y en parte a la resistencia de
ella; con todo y los gritos y amenazas del explotador sexual entre nalgada y
nalgada, mientras que la mujer se sostenía las bragas trasparentes, en un
fragoroso intento de que no fueran bajadas junto con la falda deslizándose por
sus soberbios muslos.
-No
lo puedo creer de ti...sollozaba ella: Tú que siempre fuiste todo un caballero
conmigo, y que además dijiste que me amabas...
-Si
te amo putita encantadora, respondió el experimentado padrote esbozando una
cínica sonrisa, pero ya te pasaste del límite de mi tolerancia.
-Es
que no puedo hacer esto, respondió débilmente ella con la voz interrumpida...
-Pues
ahorita va a usted a poder mi excelente y suculenta mujer, le respondió el
padrote...ahorita va a brotar la puta que toda hembra lleva oculta dentro de su
alma y que todas lo niegan; ya basta mujercita linda de remilgos y
consentimientos. Además: usted quiso ser una puta por su propia voluntad, así
que ahora se aguanta. No me vayas a obligar a que te aplique unos cintarazos,
te juro que si lo hago ¿eh?
Ella
guardó silencio porque supo que en realidad a esto se encontraba expuesta,
extinguiendo el llanto que pugnaba por brotar. Su imagen más bien reflejaba el
de una condenada a muerte quien era conducida al matadero y expuesta ante las
miradas del populacho; y en ese preciso instante, el proxeneta le atizó una
fuerte y sonora nalgada delante de todos lo cual la hizo pegar un gritito, a la
vez que este le ordenaba:
-Sonría
usted a los hombres...retíreme esa cara de mártir ¡pero ya!
De
tal manera la núbil e inexperta cortesana sonrió al público, y en eso ocurrió
que el recinto se cubrió de una rara sensualidad. La muchedumbre se vio imantada
con la proyección de su imagen, incluyendo al explotador sexual, mismo que sin
ser capaz de explicarse lo que estaba sucediendo, se sintió invadido por un
raro embargamiento que suavizó su espíritu depredador, el cual en ocasiones
carecía incluso de piedad. Esto fue sólo un instante fugaz, despertando todos
después de breves segundos cual hipnotizados, sin tan siquiera ser conscientes
de lo ocurrido.
Era
una ama de casa, profesionista sumisa y temerosa; bella de rostro y cuerpo en
plena edad adulta, candorosa, apasionante y voluptuosa, y a la vez ansiosa en
secreto por ser poseída cual perra caliente. Expuesta prácticamente desnuda
ante la lujuria desenfrenada de aquel grupo de hombres pertenecientes a lo que
Carlos Marx definió como la “lumpen del proletariado”. Algunos de ellos ya se
frotaban emocionados el promontorio viril tremendamente erguido entre los
pantalones, y los más osados, ya se encontraban con ella de fuera y
“pajeandose”, catalizados por los humos del alcohol; mostrándole a la mujer
todo el poderío de su dureza masculina cual hueso, como diciendo: “Mira lo que
te encuentras a punto de tragarte por todos tus orificios puta”.
El
júbilo de la muchedumbre era enorme, reiniciando el cantinero la música de la
rocola, en medio del aquelarre. Una vez quedando ella solamente en pantaletas, debido
a que, con un hábil movimiento de los dedos del explotador, su sostén de encaje
fue retirado, permaneciendo ella solo en medias y liguero así como calzando sus
bellos tacones de terciopelo de color rojo, y en eso el vividor de mujeres le
ordenó:
-Bájate
los calzones...Y ante la incredulidad y el titubeo de la atractiva mujer, le repitió
a esta en tono enérgico:
-
¡Bájate los calzones...! no me obligues a bajártelos yo, porque lo voy a
realizar con violencia delante de todos ¿entendido?
-Por
favor mi amor, murmuró ella en tono suplicante con cara de gatita asustada...
En
realidad, el terror la invadía...
Pero
ante la mala intención reflejada en los ojos de lobo endiablado de su padrote,
procedió temblorosa a retirarse avergonzada las bragas, apareciendo un pubis
totalmente depilado y por detrás un lindo trasero redondito sin ser
escandalosamente prominente.
El
bullicio era ensordecedor, y a duras penas la fuerte excitación de los machos
ahí presentes se podía contener; incluyendo a su negociante sexual, quien muy a
su pesar, admitía que la observaba con cierta infatuación erótica como jamás
antes a mujer alguna; y debido a ello, una emoción casi incontrolable cruzó por
la mente del proxeneta: la de salir corriendo de ahí, llevándola a vivir con él
a cualquier lugar ocultos del mundo; lo anterior lo supo ella tiempo después,
en una misiva enviada desde algún lugar.
Antes
de aquel cegador episodio, la mujer se mantuvo sumisa con los ojos en el suelo,
mientras que los hombres se sabían próximos a poseer a la dama ahora convertida
en puta. Mientras tanto, el manager de putas, le propinaba orgullosas
nalgaditas delante de los “compradores” con la palma de la mano dirigiendo el
golpe de abajo hacia arriba, con lo cual se agitaban levemente las dos medias
sandias que ella tenía por nalgas, demostrando con ello la firmeza de los
glúteos bien trabajados por medio de ejercicios de gym; observándose en medio
de dichas sandias, una grieta profunda y oscura, que provocaba en todos los
desarrapados aquellos un delirio sexual hasta casi rayar en la locura.
Sobreponiéndose
el padrote a su debilidad pasajera motivada por la bella mujer, cínicamente la
afianzó con fuerza de ambas nalgas separándolas, y con un desplante de control,
la dobló 45 grados hacia enfrente, con la intención de mostrarles el bien
depilado ano de un color café claro, similar a un botón de rosas. La mujer se
resistió levemente, y fue cuando el mánager le atizo de nuevo una violenta
nalgada y un grito pavoroso, haciéndola que cediera; e inclinadita con su bello
cuerpo hacia enfrente, permaneció con sus deslumbrantes tetas colgando, y con
el culo expuesto. Unas cuantas lágrimas surcaban las mejillas de ella, pero
ante la férrea mirada del explotador reprochándole su conducta, trago saliva, y
en forma rápida se limpió los ojos, y sonrió...
De
nuevo el recinto se vio cubierto de un raro embrujo ante la sonrisa de ella, y
con esto también la integridad emocional del hábil e insensible proxeneta; y el
hombre se vio obligado a realizar otro esfuerzo sobrehumano reponiéndose a
duras penas, y empleando un tono conciliador le dijo a la mujer:
-Así
me gusta putita mía, ¿Qué te cuesta?
Un
tipo ya bastante ebrio intentó colarse por debajo del cuerpo de la mujer quien
se encontraba de pie en medio de la pista de bailar, mientras permanecía con
sus bellos pechos colgando como dos tiernos y rechonchos lechoncitos,
sacudiéndose ambas hermosamente debido a la inclinación junto con las nalgadas
propinadas por el padrote. El borracho en cuestión, llevaba la intención de
prenderse como becerro de una de sus mamas, pero antes de lograrlo, un agresivo
grito de parte del padrote, hizo que el guardia del bar entrara en acción,
levantando al individuo pasado de copas de un tremendo puntapié en pleno tórax,
y a rastras fue llevado hasta la puerta y arrojado fuera del lugar, y los demás
hombres le arrojaban cerveza o lo escupían a su paso entre risotadas y
maldiciones.
Mientras
todo eso ocurría, ella abrigaba secretamente y muy dentro de su ser, algo
tremendamente poderoso que la sacudía de gran emoción y placer: observar su
cómoda vida sometida por un humillante y avasallador control a manos del
padrote. Era una sirvienta sexual expuesta a los deseos de los hombres; toda su
vida social, construida como una muralla, se había derrumbado dentro de aquel
recinto de alcohol y templo de la diversión mundana. Su personalidad social,
duramente construida a base de convencionalismos gritaba afuera del feo lupanar
desesperada, mientras la hembra ganosa de sexo, se encontraba ahora en mando;
ella era en esos instantes una esclava, pero a la vez una diosa que después de
todo controlaba a la masa a su antojo sin siquiera proponérselo.
El
padrote la obligó a caminar bellamente desnuda al ritmo de la música, a través
de la rustica y fea pista de bailar del bar; deambulando con gran naturalidad y
donaire, elevando la mirada bajo sugerencia del padrote, y sonriendo a los
parroquianos, con lo cual ella continuó resquebrajando fibras desconocidas
dentro del alma de aquellos hombres rústicos y profanos, llenando increíble e
inesperadamente todo el espacio desenfrenado de la cantina, con un aire de paz,
y en ese entonces el negociador grito:
-Todos
los que ya pagaron tendrán el derecho enseguida de cogerse a esta señora ama de
casa, quien se trata de un ejemplar virgen para estos menesteres, y aquel que
aumente su paga en 10 dólares más, será el primero en tener el honor de
desvirgarla en estas lides. Cuatro de los previos clientes entraron a la puja
iniciada por el astuto individuo, y los que no se habían apuntado por falta de
dinero, intentaban obtener prestado de los otros hombres para poder gozarla
también. Los hombres que no pudieron pagar, se conformaron con ser espectadores
y jalársela viendo la manera como se cogían a la atractiva hembra.
El
comerciante sexual no aceptó que el músico y ventajoso individuo quien antes
tomara a la mujer en contra de su voluntad, besándola y manoseándola a placer,
entrara en la subasta de la dama. Este se mantuvo rumiando su desprecio
arrinconado observando toda la acción desde determinado lugar, relegado como un
mueble abandonado, siendo objeto de burla de los que conocían la causa del
rechazo.
Una
vez sorteados los individuos, el proxeneta tomó a la señora de una mano
dirigiéndose con ella hacia una destartalada mesa de billar localizada al fondo
de la cantina. La atractiva señora caminaba sensualmente dando pequeños pasitos
con sus tacones rojos, agitando sus nalguitas paradas y tetas al aire libre,
colocando el padrote una sábana que ya llevaba dentro de una bolsa ex profeso,
ayudando a la mujer a treparse a la mesa de billar con el primer cliente,
mientras que los siguientes y los que no pagaron incluyendo el guardia, estaban
observando llenos de excitación la escena a desarrollarse lo más cerca posible.
El
cantinero fue el primero, haciendo uso del llamado “derecho de pernada” al
mejor estilo de los viejos hacendados, como premio por haberse arreglado con el
hábil padrote favoreciendo el negocio.
Hincados
mujer y cantinero frente a frente, este se engarzo fuertemente a ella,
besándola como si intentara devorarla, metiendo sus manos entre la frondosa
cabellera de la mujer, impregnándola con su ocre sabor a cerveza pululando en
su aliento, dentro de la boca de la dama. Luego le mamo primero las tetas
tomándolas con ambas manos y elevándolas ante el solaz de los hombres, y
recostándola finalmente, succionó lleno de lujuria el delicioso clítoris,
vagina y el botoncito trasero, empapándose todo su ser del excitante olor de la
hembra, entre jabón, perfume y su estrógeno natural; así permaneció el hombre
por unos cuantos minutos, mientras los otros observaban en silencio, sin
permitírseles tocarla, a la vez que la mujer bramaba de placer agitándose sobre
la sabana.
La
monta de este macho hirviendo sobre la hembra abierta de piernas quien sólo
calzaba sus medias y liguero, incluyendo los sensuales tacones altos de color
rojo, fue desesperada. El cantinero introdujo su humeante verga en la estrecha
vagina de la mujer, colocando sus hermosos muslos femeninos sobre sus toscos y
sudados hombros, empujando desesperado la goteante tranca hasta la empuñadura y
los huevos gordos rebotando, y al parecer la emoción de gozar a tal mujer, y lo
apretado de la vagina de ella, lo hicieron reventar en escasos segundos como
quien exprime una fruta madura ya casi pasada...todo el abundante néctar
lechoso inundó los adentros de ella, quien aparte gritaba. Todos tragaban
saliva desesperados ante la ardiente visión y por los gritos sensuales de la
dama.
El
segundo en suerte, fue el baterista del grupo norteño, y arrebatando
enloquecido a la bella dama de las manos del cantinero, metió su parada verga y
bombeo a la mujer, intentando extraer todo el semen del cantinero, en una lucha
de poder por dejar dentro la semilla triunfante. Era una máquina de vapor
corriendo a la máxima velocidad, entre los gritos de ella, quien abrazaba al
flaco individuo con brazos y piernas, escuchándose todos los fluidos al ser
expulsados de la vagina ante el vigoroso empuje del flaco...En un instante, el
hombre descendiendo por las tetas de la mujer primero, y luego su terso
abdomen, chupó el ombligo de ella, para finalmente mamar profusamente el
clítoris inflamado de deseo de aquella reina.
Ella
lloraba, suplicaba y arañaba la espalda del baterista, mientras este le besaba
desquiciado la boquita femenina sensual, y le chupaba el terso y delicado
cuello de cisne. En veces el hombre le bajaba las piernas, pero sin dejar de
embestirla con fuerza y frecuencia, cimbrándola con cada metida. El hombre tuvo
una explosión brutal, gritando al instante de eyacular una enorme cantidad de
engrudo humano, escurriendo hacia afuera del receptáculo femenino, hasta mojar
nalgas y culo, corriendo como un arroyo hacia los muslos impregnando la sabana
completamente revuelta sobre la mesa de billar, junto a los previos arrojados
por el cantinero.
Todavía
ella intentó afianzarlo con sus brazos y piernas con el fin de retenerlo un
poco más pegado a ella, besándolo agradecida tras recibir tan soberbia cogida,
pero el delgado sujeto fue arrebatado de sus brazos y casi arrojado a un lado
por otro parroquiano alto y enorme, este era un señor que a pesar de su gran
obesidad, mostraba una extraordinaria agilidad, trepando a la mesa de billar
habilitada como cama para coger, metiendo su verga de gran diámetro en la
vagina de ella, abundantemente espesa de tanta leche de los dos hombres
anteriores.
El
grueso individuo se hecho como un enorme elefante marino encima del esbelto y
delicado cuerpo de la mujer, aunque increíblemente no la sofocaba, pero
cubriéndola toda con su enorme corpachón. Sólo se podía distinguir los brazos
esculturales de ella, por los lados de la enorme humanidad varonil, así como
los fuertes muslos de la mujer cual columnas de mármol de un templo griego,
abrazando y soportando los fuertes empujones del paquidermo; abriéndolos y
cerrándolos entre gritos y palabras amorosas aguantando las fuertes
zambullidas. A la vez que esto ocurría, se escuchaba el chapoteadero de semen
brotando de la apretada vagina...
Ciertos
minutos después, el gigantesco hombre extrajo su gruesa macana de la vagina de
la señora, vertiendo toda su leche caliente sobre las tetas de ella, mediante
un grito gutural semejando un cerdo apuñalado a punto de fallecer, a la vez que
la mujer desparramaba todo el requesón sobre ambos pechos con ambas manitas de
uñas bien pintadas.
El
grueso y grotesco individuo tipo shrek, respiraba dificultosamente como animal
herido debido al esfuerzo desarrollado durante la grandiosa faena. Tembloroso
transpiraba a chorros, y debido a ello, había bañado de pies a cabeza a la
señora; olía fuerte pero no obstante ella lo había besado por todas partes,
succionando el rancio líquido que corría por el pecho del hombre cual cebo de
ballena. Las axilas manchadas del enorme sujeto de un color oscuro, chorreaban
de los pelos y desperdigaba su aroma intoxicando todo el cuarto de billar; y
mientras el siguiente hombre en la fila lo apuraba desesperado, el gordo se
negó a abandonar a su presa, dirigiéndose al proxeneta quien ahora se
encontraba excitadísimo observando el desempeño de su obra maestra: “La
adorable joyita de puta que él suponía y presumía haber creado”.
El
grotesco hombre sostenía el grácil y bello cuerpo de la mujer entre sus brazos
pegada contra el suyo, y de espaldas en contra de la enorme panza y velludo
tórax del gordo chorreando sudor, negándose a soltarla; ella tampoco había
limpiado el semen escurriendo entre sus tetas. Sin importarle nada, el hombrón
gritó una oferta para convencer al proxeneta con el fin de que aceptara y poder
poseer a su protegida por el culo “ipso facto”, sin esperar ni un sólo minuto.
El
inteligente padrote calculó que el hombre debido a su intensa calentura y apoyado
en su colosal corpulencia, no iba a cederle el turno fácilmente al siguiente en
la fila sin dar pelea, y que lo menos que deseaba era crear un conflicto, por
lo que procedió a tomar la cantidad pactada de la bolsa del pantalón del
individuo, ante las protestas de los otros clientes debido a lo que ellos
consideraban un abuso de parte del marrano, pero tampoco fueron capaces de
hacer nada al respecto.
Ella
llorando le pidió que por favor no la atravesara sin condón por su culo...y el
individuo increíblemente aceptó, aunque al final de la terrible y salvaje
metida, este sacó su falo encapuchado del hermoso agujero trasero de la dama, y
retirándose el hule, derramó fuertemente un chorro de semen caliente en torno
al agujero anal aun dilatado de ella como producto de la tremenda garrotiza;
tal pareciera por la cantidad de semen que no había cogido en semanas. Ella
increíblemente todavía elevaba su trasero solicitando por medio de estos
movimientos que deseaba más candela por su hermoso culo, la dama se había
venido varias veces ante los ataques viriles, pero ya había derrotado al enorme
animal, quien sólo atinaba a observar la belleza del cuerpo de la mujer,
completamente avasallado por ella, perdiendo paulatinamente toda su enorme
erección.
Antes
de ese final, ella pujaba y se retorcía como un gusano torturado con sal de
dolor principalmente cuando este iniciara a penetrarla con la enorme e
ingurgitada cabeza de su pene, luchando por dilatar y vencer el esfínter anal.
Después del llanto inicial de ella, llego el placer al entrar la mitad de la
verga, y gozaba locamente con cada metida del inmenso hombre, quien se
recargaba con todo su tonelaje sobre la delicada espalda de ella, mientras que
la fina y bien educada dama, gritaba obscenidades.
Era
increíble observar como la frágil hembra soportaba el inmenso peso del hombre,
sumando a ello, los poderosos embates de este, hasta que finalmente ella cedió
reposando su abdomen sobre la mesa de billar, aunque todavía tuvo la gran
fortaleza de permanecer con su bello trasero parado, aguantando las acometidas.
La concurrencia gritaba frenética, escuchándose como los huevos del gigantón se
azotaban en el periné todo cubierto de espumoso semen que escurría de las
adorables entrañas de la dulce criatura; produciendo ruidosos pedos vaginales
entre metida y metida.
Otro
hombre ya se había encaramado sobre la mesa de billar ansioso por cogerse a la
mujer, a la vez que el tremendo caguamón descendía bajándose a duras penas, y
girando a la dama el reciente individuo, la penetró sin previo aviso colocando
sus piernas al hombro. Después de cierto tiempo, este individuo volteo a la
dama y en cuatro patas le atizo con rapidez de conejo, a la vez que ella
chillaba como una puerca en matadero, gritando y pidiendo más y más. Este hombre
a la vez le metía un dedo por el trasero a la mujer, luego fueron dos, y
simultáneamente ella se venía una y otra vez, arrojando chorrillos de líquido a
través de su uretra.
Hubo
una explosión de leche dentro de ella en posición de perrito, y la mujer volteaba
a ver al que se la cogía de manera desesperada, a la vez que ella le aventaba
besitos al hombre, mientras este debido a la tremenda excitación, la jaló del
pelo bruscamente provocándole un quejido, ante lo que el padrote le recriminó y
pidió tuviera mayor cuidado con ella para que no fuera a lastimarla del cuello,
el cual ella tenía resentido de un accidente de auto varios años atrás.
Un
pequeño hombre como de 1.50 de estatura tomo su turno muy ansioso, montándose
de manera chusca debido a su pequeña estatura a la mesa de billar entre las
risotadas burlonas de los ahí presentes, sorpresivamente le pidió a ella que se
orinara dentro de su boca sentándose para ello a horcajadas sobre su cara. Ella
haciendo un gesto de repulsión por lo solicitado, intento negarse, pero el
padrote la obligó a subirse finalmente sobre el rostro del hombre, llevándola
de la mano hacia la cara del diminuto; era obvio que al astuto padrote le había
pagado aquel pequeño cliente bastante bien. La mujer se colocó viendo en
sentido contrario al hombre tirado sobre la mesa, manteniéndose en posición de
orinar, mientras todos corrían desbocados arremolinándose en torno a los
protagonistas para ver el acto de lluvia dorada y la orina siendo tragada por
el hombrecito aquel.
Ella
era sostenida de la mano por dos voluntarios con el fin de que no perdiera el
equilibrio, y pujaba sentada a horcajadas cerca de la boca del hombrecillo, un
tanto avergonzada debido al escurrimiento de semen que este atrapaba con su
boca, incluso los que estaban escurriendo en torno a las nalgas y al ano,
depositados por los que se la habían cogido minutos antes.
Por
fin, ella soltó el primer chorro de orines en la boca del hombre, ante la
intensa algarabía y aplausos de los presentes; la mujer sentía mucha vergüenza,
sobre todo debido a que involuntariamente coronó su acto con una retahíla de
gases de su ano, mismos que fueron coreados por la concurrencia exaltados de
intensa emoción, y fustigados por el alcohol.
Una
vez terminada de salir la última gota de orina, el enano con su lengua de
reptil saboreó los genitales de ella, haciéndola tener un fuerte orgasmo. Como
pudo la mujer descendió de su pequeño trono, y tomada de las nalgas fue
ensartada por una verga bastante grande comparada con el tamaño del hombrecito.
Este presentó una fuerte eyaculación, mientras que ella lo montaba con gran
intensidad, y al final, la mujer suplicó al proxeneta por una tregua para ir al
baño a secarse y lavarse tanto el sudor, como la leche de macho y ahora sus
propios orines.
Todos
los presentes la despidieron entre vivas y atronadores aplausos, insistiéndole
que no tardara mucho. Cuando ella entró al retrete, se extrajo de su vagina un
condón vaginal a reventar de semen, condón que ella se había introducido en
cierto instante antes de iniciar el intercambio sexual, dentro de su vagina sin
que los hombres ni su padrote se dieran cuenta, y luego se introdujo uno nuevo
que llevaba consigo dentro de su bolso de mano.
Salió
del baño en donde estuvo lavándose como le fue posible en los horribles lavabos
del lugar, y apenas emergió del escusado, fue tomada por unos gemelos que ya la
esperaban ansiosos, y como locos se la cogieron tirándola en el suelo sobre la
sabana: Uno por delante y otro por el culo, pidiéndole ella al padrote obligara
al gemelo que deseaba cogerla por el culo, que se pusiera condón, mismo que así
lo hizo. El que estaba en su vagina se encontraba con ella clavada sobre su
enorme verga, y abriendo este las nalgas de ella, favoreció la entrada de su
hermano por el culo de la mujer. Ambas vergas salían y entraban sin cesar,
semejando dos pistones de motor: uno entrando, y otro saliendo.
La
increíble dosis de longaniza humana parecía no tener fin, hasta que ambos
explotaron llenándola de semen, mientras que el que se encontraba dándole con
fuerza por el trasero de ella, después de eyacular cayó pesadamente como fardo
sobre las espaldas de la bella mujer, exhausto y casi desfallecido; hubo
necesidad de quitarlo de encima ya que aparentemente se había desmayado. El
otro gemelo estaba consternado por su hermano, ya que, según este, su gemelo
sufría de cierta cardiopatía según dijo a la concurrencia, a quienes les importó
un bledo, y los quitaron con el fin de seguirse clavando a la atractiva y
recién inaugurada puta.
Todo
el hermoso cuerpo de la mujer siguió recibiendo metralla sin cuartel, y ella,
jamás arreó banderas a pesar del intenso bombardeo, no obstante, los fuertes
alaridos que ella pegaba, las palabrotas vulgares y otras de amor, jamás dijo:
basta. Las marcas de chupetes, nalgadas y rasguños se contaban por decenas
sobre su atractivo cuerpo. Hilillos de espeso semen escurrían de su vagina por
sus muslos, a pesar de que nadie fue capaz de notar que ella llevaba insertado
aquel condón femenino; la dama temblaba de la emoción y de la baja de azúcar
debido al desgaste físico, mientras que un individuo tuvo el buen tino de darle
un chocolate que ella devoró, y otro le regaló una bebida de electrolitos,
ayudándole el potasio contenido en esta, a los calambres que ella empezaba a
presentar en sus hermosas piernas.
El
extraordinario suceso era algo que ya se comentaba entre los hombres ahí reunidos
aquella tarde noche con gran admiración y respeto. Cuentan que de ahí nació
cierta leyenda urbana relacionada con las proezas sexuales de ella; y varios
hombres vinieron allende la frontera incluso a buscarla con el fin de conocerla
y estar sexualmente con su persona, cubriendo generosamente su entrega sexual.
Hubo hasta un corrido relatando aquella hazaña, y en la actualidad el
reconocimiento de hombres y mujeres hacia ella es enorme.
Después
del maratónico ajetreo sexual, ella recogió sus húmedos calzones blancos que
estuvieron botados en el suelo, y ahora en poder de uno de los clientes quien
los husmeaba como sabueso; ofreciéndole a la bella dama cierta cantidad de
dinero cuya generosa oferta ella rechazó. Y con las medias destrozadas sobre
sus fuertes muslos, y aun fijas a su atractivo liguero, también recogió su
brassier todo pisoteado, junto con su falda y blusa y se vistió
parsimoniosamente sin hacer ninguna mueca de dolor ni mucho menos quejido
alguno: Era una reina y sus hombres representaban a sus súbditos sexuales,
quienes atónitos no eran capaces de dar crédito a la enorme fortaleza y
sensualidad de aquella dama que fue capaz de tragarse tantos kilómetros de pene
sin quejarse.
El
padrote también la observaba atónito, muy sorprendido por la increíble
demostración de entereza sexual de parte de lo que el suponía: “su reciente
creación”. No era capaz de creer que aquella fina y educada dama tuviera tanto
potencial erótico y sexual. En secreto, el proxeneta ardía en deseos por
poseerla sexualmente, ya que todo ese tiempo en que otros se la cogían, él
había estado muy ansioso porque llegara pronto el final. A duras penas creía
ser capaz de llegar primero por el esposo de ella, y luego todavía ir los tres
al hotel.
Ella
procedió a arreglarse su cabello y cara lo mejor que pudo, pintando sus
inflamados y adoloridos labios del intenso fragor de la batalla sexual, ya que
fue besada por todos aquellos labios, a su vez de los individuos que pagaron
cantidades extras para que ella les succionara el pene; y se dispuso a dejar
atrás el sórdido burdel y cuna de su extraordinario debut como puta, entre
vítores de los hombres, mientas caminaba afianzada del brazo de su padrote
quien iba orgulloso llevándola como trofeo y sintiéndose dueño absoluto.
En
eso, ella descubrió a un joven de quizá escasos 20 años, y al parecer cliente
asiduo del antro en cuestión, observándola lánguidamente mientras ella
abandonaba el lugar, sentado este en un rincón cercano a la puerta de salida.
El joven era delgado, casi famélico, desgarbado, mal vestido pero extrañamente
limpio, y no del todo alcoholizado. Al chocar sus ojos, este se fue de hinojos
a sus pies, sorprendiéndola y asustándole un poco, y sujetándola por las
rodillas en un melodramático abrazo, empezó a sollozar:
-Yo
ya no traigo un solo centavo dijo el joven lastimeramente, pero nada me haría
más feliz en la vida, que el hecho de que usted me regalara un sólo beso.
Arrastrándolo
ella de la mano, y a pesar de las protestas de su padrote, lo condujo al
mismísimo rincón en donde estuvo una noche antes con el cantorcillo del grupo,
y sentándose encima de la mesa, quedó con su vulva expuesta (ya no se había
colocado sus bragas llenas de tierra y semen), apuntando abierta justo a la
cremallera del pantalón del jovencito, este de manera impulsiva y a trompicones
extrajo ansiosamente su verga goteante, colocándola y jugándola un rato en el
introito vaginal, ocasionando lloriqueos de placer intenso en ella,
prendiéndose a su vez de los labios femeninos, introduciendo uno a otro la
lengua dentro de sus bocas.
Hubo
una penetración intensa hasta el fondo, rebotando los ingurgitados huevos en
las nalgas de ella y por dentro, la cabezona dilató la matriz hasta el límite
de su capacidad abdominal, y tras breves embates, el jovencito fue incapaz de
contenerse y derramó toda su viscosidad varonil, escurriendo todo el líquido
espeso por las nalgas y piernas de la mujer. Durante la intensa metida, ella
presentó en sus enormes pezones una gran ingurgitación sexual que los puso al
borde de estallar, mientras el los mamaba frenético entre empuje y empuje de su
gorda y larga verga expandiendo las entrañas; mientras ambos reventaban al
unísono en un orgasmo inconcebible.
El
jovencito se negaba a abandonarla y extraer su pene del interior de ella; este
permanecía erecto como una roca, y palpitaba escupiendo restos de semen
mientras el cómo un oso la mantenía pegada a su cuerpo buscando los labios de
ella, y la dama debido a la sensación vaginal del palpitante pene punzando
hasta adentro, empezó a mover sus caderas, a la vez que correspondía ardiente
con sus propios besos en la boca varonil, iniciando una nueva rebatinga que los
condujo a una enardecida cogida que fue la envidia de muchos. Al final, ella se
bajó su minifalda y conteniendo la abundante melcocha blanca saliendo de su
interior mediante una toalla sanitaria extraída de su bolso, la colocó y por
fin abandonó el lugar.
El
jovencito la siguió unos metros, pero la actitud agresiva del padrote lo hizo
desistir, mientras que ella garrapateo su número de celular y se lo entrego
rápidamente a este. El proxeneta sumamente irritado le dijo al joven:
-Ya
lárgate de aquí...encima de que no pagaste un sólo centavo, ¿todavía deseas
seguir cogiendo gratis?
Y
fulminando a su puta con la mirada, le propinó un tirón de la muñeca y una
nueva nalgada fuerte en plena calle y a la vista de algunas personas;
arrastrándola rumbo al encuentro con el esposo de ella quien ya debía estar
sumamente nervioso por no saber de ellos, principalmente de su mujer. Antes de
llegar al punto de reunión con el marido, el chulo la tomó del pelo y le plantó
una bofetada, interrogándola:
-
¿Quién soy yo?
-Mi
Rey...mi papacito...respondió ella con voz apenas audible, tragando saliva.
-Y
que nunca se te olvide ¿Me escuchaste puta? Preguntó el padrotón, y continuando
le dijo a ella:
-No
le vuelvas a regalar tus nalgas a nadie ¿Me entendiste? Ese culo es mío, yo
digo con quién, cuánto y cómo...Ella, en actitud sumisa, siguió al padrote
tirándola del brazo. Al verlos llegar, por un lado, el marido respiro aliviado,
mientras que, por el otro, se encontraba sumamente impresionado por el aspecto
de ella.
Al
llegar al hotel en compañía de su padrote y de su espantado esposo, la mujer se
mantuvo silenciosa debido a la intensa fatiga física como por el gasto
emocional, junto con el trauma psicológico de verse expuesta ante los hombres
como una vil puta, sorteando todos los problemas ya descritos. El esposo se
exasperaba debido a la falta de respuestas claras de parte de ella acerca de lo
que había ocurrido; ya que su mujer había salido de casa bellamente arreglada,
mientras que ahora semejaba a una sobreviviente de una desgracia.
Finalmente,
ella se desplomó fatigada sobre la cama, empezando a relatar cada uno de los
acontecimientos en forma pausada y atiborrada de detalles de lo que ella había
experimentado desde que entró con el proxeneta y de todo lo ocurrido; habló de
cada centímetro de su piel atomizada por los destellos eróticos ocasionados por
las caricias de aquellos toscos como desaliñados varones, y de sus pensamientos
calientes que la recorrieron como un arado sobre una extensa porción de tierra
fértil mientras era penetrada. El marido la escuchaba incrédulo y
boquiabierto...
En
eso estaban cuando su proxeneta se arrojó a su lado, visiblemente emocionado y
muy caliente debido al relato de ella, así como por lo vivido en forma directa
entre ambos, y ávido succionó los restos de semen que pudiera existir
desparramados por toda su humanidad y los que aun fluían de su vagina,
entremezclado con el aroma de todos los machos que se la habían cogido; y con
todo y eso, la mujer todavía fue capaz de recibir la cogida de ambos: Su
esposo, también al borde de la locura por los detalles de la narración de ella,
e imaginándola gozando como una perra caliente, la tomó por la vagina y
separando ambas nalgas con sus manos, el hábil padrote la penetró por su culo.
Durante
la penetración, ella dejó escapar primero dulces como tenues gemidos que fueron
en aumento, hasta inundar la habitación con un enorme escándalo de gritos
excitantes, siendo escuchada a través de las paredes por otras personas. El
padrote fascinado con la hembra, deseaba quedarse a vivir bajo el mismo techo
de los esposos, lo cual quedaron de discutir los tres después de descansar.
Para
concluir con broche de oro aquella enorme comilona sexual, y en una especie de
ritual ceremonioso, fue cariñosa y delicadamente aseada por ambos hombres en la
regadera del hotel como un tributo de un par de sacerdotes de eros a la diosa,
para luego caer finalmente rendida hasta cumplir 12 horas de sueño.
Ella
pasó la noche en la cama durmiendo con el padrote completamente vaciado de su
reserva sexual, quien aparte cayó en una especie de estado catatónico, y a la
mañana siguiente, ella se puso en pie procediendo a vestirse con una ropa extra
que su esposo le llevara dentro de una pequeña maleta...
Lo
que su proxeneta ignoraba, es que aquella noche, después de la rebatinga sexual
y aun dentro del antro, ella tomó su dinero arrebatándolo de manos del proxeneta,
y sin contarlo siquiera, le habló al sanitario a 3 mujeres prostitutas, quien
durante todo ese tiempo la estuvieron observando con gran recelo y coraje, por
sentirla como una intrusa usurpando su pequeño mercado de prostitución, y
tomando ella los billetes los dividió en partes más o menos iguales, y lo
regalo a sus ahora colegas de “puterias”, ante el gran asombro e incredulidad
de ellas. Aun así, fue despedida con actitudes hostiles de parte de estas
mujeres.
Antes
de abandonar la habitación del hotel, ella volteó a observar a su marido a quien amaba profundamente, y
al proxeneta que la había conducido a estados de lujuria salvaje e
irrefrenable, profundamente dormidos antes de cerrar la puerta. Suspirando ella
dejó una nota al proxeneta, con un dólar pegado con un clip en ella, en donde
escribió: “He aquí las ganancias que te corresponden” Luego salió a la calle
sin rumbo fijo, perdiéndose.
Una
vez en la calle después de salir del hotel en donde dejara a su esposo y al
proxeneta, tremendamente sorprendida, observó al jovencito de la cantina de la
noche anterior; aquel con quien ella se fusionará gratuitamente con increíble y
loco frenesí, montando guardia fuera del lugar, e impresionada por su tenacidad
e infatuación amorosa por ella, lo tomó de la mano, dándole un cálido beso en
la boca, que el joven respondió enardecidamente, y separándolo ella suavemente
de su lado, lo condujo por las calles en donde juntos iniciarían un camino
lleno de aventuras.
Días más tarde, ella se reuniría de nuevo con su esposo, continuando ambos con su matrimonio fortalecido, mientras que al proxeneta decidió no volverla a ver a pesar de las suplicas de este con la finalidad de continuar con la relación. Era verdad que a ella le encantaba la forma como este hombre la cogía cual puta, pero su matrimonio era mucho más importante.
Días más tarde, ella se reuniría de nuevo con su esposo, continuando ambos con su matrimonio fortalecido, mientras que al proxeneta decidió no volverla a ver a pesar de las suplicas de este con la finalidad de continuar con la relación. Era verdad que a ella le encantaba la forma como este hombre la cogía cual puta, pero su matrimonio era mucho más importante.
FIN.
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