Thursday, November 8, 2018

LGBT: Amor entre alumno y conserje




Por Fred Torres

Esta historia no es mía. Alguien me la contó y me pidió que le ayudara a redactárselas y este fue el resultado.
Tengo 38 años, soy moreno, alto y no considero ser gordo, sólo con la panza chelera que a mi edad uno ya no puede quitar.
Soy casado hace 12 años y Llevo 10 años trabajando en una escuela pero en todo este tiempo nunca me había sucedido lo que estoy a punto de contarles.

Mi trabajo consta de barrer y trapear después de clases todos los salones del edificio D del colegio donde laboro.
Este corresponde a tercero, cuarto y quinto de primaria. Cabe aclarar que apenas este año me cambiaron a limpiar el edificio de aulas, pues siempre he limpiado oficinas y patios.

La segunda semana en que me tocó el edificio, cuando estaba a punto de terminar, sólo faltaba limpiar el último salón.
Al acercarme escuché un extraño ruido. Era como quejidos que trataban de ser silenciados, y muchos susurros.

No quise aparecer de repente, pues nunca sabes en qué situación incómoda podrías meterte. Una vez vi sin querer a dos niñas cambiándose de ropa. No quiero crearme problemas pues son temas muy delicados, así que ese día me acerqu
é lo más discreto posible. Fui asomando la cabeza hacia adentro del aula y no pude creer lo que estaba viendo.

Dos niños de sexto de primaria (ambos de piel blanca, uno de cabello café y otro de cabello negro) sometiendo a otro de segundo (este era pelirrojo y tenía su piel muy blanquita, que con tanta desesperación por sacarse más bien se veía rosa). Tenían al niño de segundo grado boca abajo, con sus nalgas descubiertas y sosteniendo sus manos y pies fuertemente para que este no pudiera moverse.

- Agárralo, que esta perra tiene que entender quién manda – Dijo uno y enseguida tomó su regla de plástico y le pegó un azotes fuertes en sus nalgas
El pobre niño gritó pero su quejido no pudo escucharse ya que su boca estaba siendo y sus brazos sostenidos tapada por el otro niño que se veía disfrutaba al ver que su amigo cometer tal acto. Yo s
ólo vi como en su piel se marcó el reglazo que le dio.
Y su cara llenándose de lágrimas.

- Ahora sí perrita, vas a entender que en este colegio los mariconcitos como tú deben saber quiénes son sus hombres.
– Soltó el segundo azote con su regla.

Su amigo disfrutaba presenciar el acto y más forzaba al niño para que no se moviera y para que ningún ruido saliera de su boca. El chico de sexto abrió su pantalón sacó su verga, la lleno de saliva. Y empezó a pegarla a las nalgas del pequeño niño de segundo. Este trata de gritar desesperado pero el otro no lo deja.

- Pepe, agárralo bien. Ya es hora de mostrarle lo que le hacemos a los niños que se creen niñas.

Yo no sabía qué hacer, jamás imaginaría ver a dos niños sometiendo a uno más pequeño. Quise hacer algo inmediatamente pero me dio mucha curiosidad lo que pasaría. Era la primera vez que sentía esto que ahora siento por un nene así. No sé qué estaba pensando pero mi conciencia pudo más. Así que abrí la puerta. Y espantados, los chicos soltaron al nene.

- Sólo jugábamos,¿ Verdad Pablito?
Lo único que dije fue: Lárguense de aquí, no diré nada pero váyanse.

Julio enseguida metió su verga que aún se mostraba excitada a su pantalón. Y Pepe soltó al pequeño dejándolo caer al suelo.
Salieron corriendo y dejaron a Pablito tirado. Me acerqué y vi sus dos nalgas marcadas por esos azotes con la regla. Lo levanté y lo lleve a los baños que estaban a dos salones. Lo limpié y lo tranquilic
é.

- Si alguien vuelve a hacerte algo, dímelo y se las verán conmigo.- Le dije.
 
Entonces lo llevé al patio donde estaban todos esperando a sus papás.

- Tardan mucho en venir por ti? – Pregunté-
- Vivo a una calle de aquí y como mis papás trabajan, debo irme solo.

Entendí y lo dejé ir.

No pude dejar de pensar en esa situación durante el día completo. No sabía por qué no había defendido al niño al instante y en lugar de eso me qued
é viendo varios segundos. Yo tengo un hijo también pero es muy distinto a Pablito pues asiste a una escuela pública y no es nada afeminado como el otro nene. Y esa tarde al verme me preguntó: - ¿Qué pasa pa? - .

- No pasa nada hijo. Mejor dime, ¿Cómo te tratan en la escuela?¿No hay abusivos?
- Me tratan muy Bien. Los de sexto son muy molestosos pero puedo lidiar con ellos.
- Si te hacen algo dime hijo! – Respondí al instante.
- No te preocupes, lo más que llegan a hacernos es no prestarnos la cancha para jugar futbol.

Eso último me tranquilizó y fui a dormir. Al día siguiente, mientras comenzaba mi turno. Entró Pablito al aula donde estaba limpiando.

- Te traje un chocolate – Dijo Lo tomé y le moví su cabello café y él salió corriendo enseguida. Así pasó al siguiente día y cuatro días después. Hasta que cuando me dio el siguiente chocolate, tomé su mano y le dije:
- Quédate a platicar un rato ¿no?
Él aceptó y se quedó una hora entera… Me contó de sus papás, y de que es hijo único. Así mismo le hablé acerca de mi hijo de su edad y de mi esposa. No hablamos nada fuera de lo común. Hasta que se me ocurrió lanzar esa pregunta que quería hacerle.

- Por qué esos niños te estaban haciendo eso el otro día? – Pregunté de la nada. Él se quedó un momento callado, suspiró y contestó:
- Porque dicen que soy una niña por como hablo y como me muevo, y que las niñas que son niños son unas putas.
Me quede en silencio y le dije:
- No les hagas caso.
Ellos no tienen por qué tratarte así.

Lo abracé y me sorprendí al sentir que de pronto Pablito besó mi mejilla y río diciendo:
- Oye tu barba pica “reía tiernamente”
- Pues sí, y la acerqué a su cara molestándolo, y ambos reímos.

A partir de ese día todas las tardes a la salida se quedaba a platicar conmigo y cuando llegaba y se despedía, siempre me daba un beso en la mejilla. El verlo todos los días, empecé a disfrutar más mi trabajo. Comenzaba a hacerme feliz y yo no me daba cuenta. Hasta que un día entre tantas cosas que platicábamos, le pregunte si él era gay.

- Sí. – Respondió.

Me sorprendió que él tan joven se considerara gay así que insistí.

- ¿Cómo sabes que eres gay? ¿Te gusta alguien? Pablito se quedó callado un momento y enseguida respondió:
- Me gustas tú. - Lo dijo y salió corriendo.

Salí a alcanzarlo pero bajó las escaleras y no creí prudente que me vieran detrás de él así que volví al salón y vi que del apuro había olvidado su sudadera. La tomé y pensé en llevarla a dirección como se debe hacer con las cosas perdidas que encontremos pero si yo conocía a Pablito, creí que sería mejor idea guardársela y regresársela yo mismo.

La metí a mi mochila y voltee al reloj. Para esa hora ya debía tener 3 salones limpios de los 5 y no llevaba ninguno. Así que decido apurarme y olvidé un rato lo que había pasado. Lo que dijo me sacó de órbita. Yo estaba de verdad sorprendido.
Nunca me esperé esa respuesta ni tampoco que fuera posible que le gustara a un niño y más a uno de 7 años.
Me dejó pensando el problema que me metería si seguía viendo al pequeño a solas pues ahora sabía que no era amistad lo único que a él le interesaba.

Ese día, al terminar mi trabajo, llegu
é a casa y mi esposa me recibió con un beso, al cual no le tomé atención.
Yo s
ólo seguía recordando las palabras de Pablito.

- Y esto? Preguntó mi esposa cuando sacó la sudadera de Pablito de mi mochila.

- Ah, la sudadera! La encontré mientras limpiaba y la iba a llevar a dirección pero lo olvidé.
Mañana la llevo. Respondí y la metió a la mochila de nuevo y me la dio. Cuando se fue a dormir mi mujer, volví a sacar la sudadera, la observé y la olí. Al ver en la etiqueta que era de una marca muy cara y por el olor del suavizante que utilizaron para lavar esa prenda, se notaba que Pablito, así como los niños del colegio, era de estatus alto. Volví a olerla y la sostuve mientras veía las noticias. Sin darme cuenta me quede dormido y desperté una hora después recostado en mi sillón con mi cara encima de la sudadera.

Apagué todo y fui a mi cama pero ni siquiera pude dormir por pensar en lo que me había dicho Pablito. Comencé a analizar qué sentía yo por él. Cómo me sentía al verlo y al platicar horas y horas y entonces me di cuenta. Yo también sentía algo. También yo sentía lindo al recibir sus chocolates diariamente.

Al día siguiente no se presentó para platicar. Era Viernes así que no pude verlo durante más días por el fin de semana. Volví a mi casa y lo primero que vi fue a mi hijo con la sudadera puesta.
- Se la di, esos niños tienen para comprar muchas de estas y no les afecta. Además, tu hijo necesita una.

Como hoy no vi a Pablito, supuse que no querría volver a hablarme, así que acepté que se la quedara mi hijo. Todo el fin de semana lo extrañ
é, y eso me hizo considerar qué sentía por él. Pero me avergonzaba conmigo mismo de tan sólo pensarlo.

La siguiente semana, me encontraba limpiando el salón que está más en el fondo y de pronto lo vi. Asomó la vista y entró al salón.

- Estás enojado? - Preguntó mientras se acercaba.
- No, de hecho quería verte pequeño. ¿Hoy no me vas a saludar o qué?
Cuando se acercó para darme mi abrazo y mi beso, lo cargué. Besó mi mejilla como siempre pero esta vez yo besé la suya de vuelta. Sonreí y él me sonrió. Volvió a colocar sus labios en mi barba y yo moví mi mejilla rápidamente. Junté sus labios con los míos y comencé a besarlo como se besa a alguien que te gusta. Apasionadamente, pero un tanto inocente y Pablito me correspondía.

- Te extrañe mucho. Le dije.
- Yo a ti también. – Respondió pero enseguida siguió besándome apasionadamente.

Así duramos media hora. Yo cargándolo y él ya todo rojo de su carita por el roce de mi barba sobre sus labios y mejillas.
Esa irritación de su piel iba hasta su cuellito, pues Pablito levantaba su cabeza para que besara también esa zona. Entonces recordé que su sudadera ahora era de mi hijo y enseguida vino a mi mente que estaba siendo infiel a mi mujer después de tanto tiempo de matrimonio de nunca haberlo hecho, y con un nene de 7.

- Quieres ser mi novio? – Dijo de pronto. Eso hizo que olvidara otra vez a mi familia.
- Sí quiero. – Respondí y lo besé otros tres minutos sin despegarnos.

No quería que se fuera pero yo debía terminar mi trabajo. Pablito comenzó a ir a verme una hora al día y yo sentía lindo el tenerlo. Todo fue inocente durante tres semanas, Pablito llegaba y yo lo llenaba de besos. Hasta que un día al besarnos, lo cargué y lo llevé al escritorio. Me senté en el asiento del profesor y Pablito se sentó sobre mis piernas y empezó a moverse de una manera que me hizo sentir más cosas. Se meneaba sobre mi pene y yo iba sintiendo como se me ponía duro. Comencé a tocar sus nalguitas y él lo permitió. Pablito desabroch
ó los botones de mi camisa y metía su manita en mi pecho peludo.
Entonces mientras seguía besándolo, metí mi mano a su playerita escolar y sentí sus pezoncitos suavecitos. Comencé a apretarlos ligeramente con mis dedos y sentí como iban cambiando su textura. Ahora estaban duritos. Y cada que pellizcaba un poco, Pablito hacía ruidos de placer.
Fue entonces que decidí levantar su playera y empecé a chupar sus pezones. Suaves y muy ricos, los succionaba como si fueran pechos de mujer y los amasaba como si hubiera algún bulto ahí. Pablito sólo hacía ruidos de placer y eso me prendía más
Pablito se sentó sobre el escritorio, justo frente a mí y mirándome, se quitó la playera del uniforme deportivo sin que se lo pidiera.

Lo tenía frente a mí y sólo para mí, tan flaquito, con su cuerpo pequeño, su piel blanca y sus pezones rositas que ya estaban duritos y rosas alrededor de tanto que lo apretaba. Levanté su brazo y vi que su axila no tenía ni un solo vello.
Así que comencé a lamerla. Estiré mi cabeza hacia él y comencé a besar su pecho, a chupar su pancita y a besarlo a él.

Entonces me desabroche la camisa del uniforme de trabajo botón por botón. Hasta lograr quitármela por completo. Y quedamos ambos sin nada que tapara nuestro pecho. Él completamente lampiño y yo lleno de pelo. Yo era su hombre y él era todo mío. En verdad, ahora sí estaba siéndole infiel a mi esposa. Pero no me importaba porque nunca había sentido tan caliente. Pablito volvió a sentarse en mis piernas y esta vez, mientras nos besábamos yo metía mi mano a su pants escolar.

- Estás nalgoncito amor. -Le susurré al oído.
- Jijiji- Río Pablito.

Si algo me prende mucho de una mujer es su trasero. Algunas veces voy por la calle y cuando traigo mi celular a la mano les tomo fotos a las viejas culonas que veo. Así que se me ocurrió algo…
-¿Me mostrarías tus nalguitas?

Sin tener que insistirle, Pablito volvió a subirse en el escritorio pero esta vez no se sentó. Ahora se puso como en cuatro encima de la mesa y me puso su trasero en la cara. Bajó su pants y su calzoncito hasta donde sus nalgas pudieran verse. Y me acercó su culo para que lo viera.

- Curvea poquito tu espalda amor Dije mientras sacaba mi celular.

- Así? – Preguntó y vi cómo su trasero lucía más. Tomé la primer foto.

- Ahora con tu manita separa una nalguita.

Lo hizo y me volví loco y empecé a acariciarlo mientras él me lo meneaba cerca de la cara. Abría sus nalguitas que vaya que eran grandecitas y en una de esas vi su ano. Super rosita, cerrado y sin un solo pelo. Lo primero que se me ocurrió fue lamerlo.

Era tan bonito que quería poner mi lengua en él. Así que abrí sus nalgas y acerqué más mi cara hasta que mi boca pudo tener contacto con su bello ano cerrado. Lamí como loco con mi lengua presionando su ano y mi cara apretada por sus dos nalgas.

Pablito sólo hacía soniditos que me daban a entender que disfrutaba tanto como yo. Ya también su culo lo tenía rojo a causa del roce de mi barba.  Recosté a Pablito en el escritorio, Le bajé el pants escolar completamente y se lo quit
é junto con sus calzoncitos. Quedó únicamente con sus tenis de Spiderman. Me tomé un momento para acariciarlo y observarlo.

Ese cuerpo delgadito, muy blanquito, con sus pezoncitos rosas, y su verguita que aún no maduraba pero que ya estaba dura, como parada. Obviamente no tenía ni un solo pelo ni en sus verga ni en sus piernas. Únicamente con los tenis puestos. Besé todo su cuerpo, nunca había sentido una piel tan suave como la de él. Pablito gemía mientras me decía que sentía rico y que siguiera. Entonces volví con mi lengua hasta su culo. Levanté sus piernas y le pedí que las sostuviera. Tenía un muy buena elasticidad pues lograba abrirlas en forma de V y las sostenía con sus manos. Entonces chupé mi dedo y comencé a presionarlo contra su ano pero no entraba así que busqué algo más pequeño y lo primero que encontré fue un lapicero delgado.

Comencé a introducirlo y este sí cabía perfectamente. Noté que Pablito lo disfrutaba pues cada vez gemía más fuerte. Después introduje otro y así hasta que pude meter mi dedo. Pablito estaba un poco más dilatado ahora. Saqu
é mi dedo y vi cómo se abría y cerraba su ano.

Saqué mi verga morena, de 18 cm la cual hacía mucho que no le había recortado el vello, y la puse en la entrada de su ano.
Me levant
é del asiento del profesor y ahora tenía a Pablito sobre el escritorio, en cuatro a la altura de mi verga.


- Hazme el amor – Dijo y me excité aún más.

Me palpitaba mi verga así que le pedí que abriera sus nalgas mientras yo empujaba. Nunca había tenido sexo anal y mucho menos con un niño así que no sabía que se hacía lento. Pablito gritó pero yo estaba disfrutando. Así que metía y sacaba hasta que abrí los ojos y lo vi con lágrimas en los ojos. Y la saqué de inmediato. Mi nene me pidió tiempo para que se le pasara el dolor y yo acepté. Se volvió a sentar en mis piernas y volvió a besarme hasta que después de rato se volteó de espaldas a mí, abrió sus piernitas como ranita, y empezó a dejar caer su culo para ir logrando sentarse sobre mi verga.

Otra vez sentía como ese ano era abierto por mí. Yo dej
é que él solito fuera metiendo mi verga a sentoncitos para no lastimarlo.
Besaba su espalda, su nuca, y le tomaba de su cinturita. Entonces sentía como daba brinquitos para sentir mi verga deslizarse en ese culo. Hasta que pudo meterla toda. Y al sentirla completamente hundida, yo comencé a moverme.



Esta vez mi nene ya no sintió feo. Daba brinquitos de ranita y yo lo sostenía para que no se despegara de mí. Yo solo quería hacerle el amor y se lo hice. Fue tan delicioso cuando entraba y salía mi verga cada vez que hacía sentones. Pero vi que se comenzó a cansar así que saqu
é sus piernitas, y las puse ensobre las mías. Con una sola mano, las junté y las elevé.
Era tanta su flexibilidad que sus rodillas tocaban su pecho. Así que con un brazo abracé su cuerpo flexionado y con la otra mano me apoyaba para poder cargar todo su cuerpo y subirlo y bajarlo. Y así sentir podía hacerlo como yo quería.
Escuchaba sus gemiditos cada vez que lo dejaba caer sobre mi pene, gemía como una nena y eso me prendió más.
Hasta que no pude evitarlo más y de tanto disfrutar subir y bajar su culo, sentía como iba a explotar. Y empecé a venirme.
Saqué mucha leche, pues sentía mi verga bombeando leche por muchos segundos. Y me dolieron mis testículos de tanto que solté.

- Te amo. – Le dije.
- Te amo, Siento mojadito mi culito.
- Eso es lo que se siente cuando tu hombre te hace suyo amor. Te hice el amor y te deje todo ese amor adentro,
 - Gracias. Te amo. Me dijo y comenzó a besarme.

Estuvimos un buen rato besándonos, yo con los pantalones abajo y él sólo con tenis. Sobre el asiento del profesor. Mientras descansaba, lo acariciaba y voltee a ver hacia la nada. Pero en la nada, vi que alguien se movió. Era Julio que sostenía su celular apuntando hacia nosotros.

Me levanté y al notar que lo había descubierto, se echó a correr. Rápidamente me vestí y le pedí a Pablito que hiciera lo mismo. No me imaginaba en ese momento lo que Julio (el chico de sexto) iba a ser capaz de hacer con ese video en su poder.


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