Sunday, November 4, 2018

Degeneradita desde nena



Por Punky Pow

Me miró de arriba abajo y se mojó los labios…
No era fácil convivir con mi cuerpo, a los 11 años sentía comentarios de personas mayores como “la madre podría ponerle vestidos más largos y la ropa no tan ajustadas.
Cuando jugaba con mis compañero/as en la vereda ellos solían pedirme que tuviera cuidado al agacharme o ponerme en cuclillas; sentía entonces que estar “desarrolladita” hacía que me vieran de una manera poco grata para esa edad.
Tenía una tía entre canchera y descaradita para las bromas que era quien me ayudaba a sobrevellar el cuerpo en mi cabeza.
Jugando hablábamos de sexo y cosas que no eran de mi interés pero ella lograba despertar la curiosidad.
Me contaba que si fuera hombre me desearía y de cómo se goza en el sexo.
Todo esto en el contexto de la más absoluta discreción y confianza absoluta.
A veces en los cuentos ponía vos sensual y me acariciaba el brazo haciéndome estremecer.
Era más influyente que mis padres y muy compinches; separada me contaba de sus amoríos y una tarde salimos a una casa.
Nos abrió la puerta un tipo de unos 50 en una bata de seda y entramos a una casa espléndida, no era lo que se podía definir como mansión pero era muy llamativa y bien decorada, hermosas plantas de interiores cascada eléctrica y amplios sofás.
Me tomo de la mano y por la forma en que me miró empecé a sospechar correctamente.
Miró a mi tía y sobando el dorso de mi mano sonriendo le dijo.

–Tenías razón es exquisita; te felicito—
Mi tía agradeció el cumplido respondiendo que yo era su orgullo y me pidió lo acompañara donde él me llevaba.
Nos paramos de reojo como pidiendo auxilio miré a mi tía y ella sonrió guiñándome el ojo.
entramos en una suerte de dormitorio loft o algo así.
Los cuadros me fascinaros, las cadenas de oro y relojes ídem brillaban en una caja de cristal de la cómoda.
La cama era amplia y las sábanas de una seda llamativa acompañaban muy bien el mueble hecho a mano, ventanales amplios y cortinas de muy buen gusto, estaba tan fascinada que el encanto de su beso leve me despertó dándome cuenta que ya estábamos sentados en la cama.
Me turbé y cohibida bajé la vista como encogiéndome; eso lo excitó un tanto ya que me tomó de los brazos y reclinándome con una voz muy suave me pidió tranquilidad que todo iba a estar bien.
Su fuerza me impidió incorporarme y su boca se plantó en la mía con dulzura y al encanto del lugar se sumó su exquisito perfume.
Busqué poder complacer su boca y el con paciencia me indicó como besar hasta que las lenguas encendieron todo mi ser quedé expuesta y dispuesta a lo que deseara.
Sentí su mano subiendo mi falda y por primera vez un hombre metía mano por mis partes cubiertas con las prendas íntimas, las lenguas no se separaban y yo empecé a retorcerme acariciándolo como rogando.
Me fue bajando la bombacha y subiendo mi blusa para descubrir mis pequeños pero por infante llamativos pechos y jamás imaginé se podían poner tan duros.
Me soltó la boca muy a mi pesar y se fue a mis aureolas marrones y las chupó como estudiándola mientras libraba mi sexo corriendo la bombacha, con arte de víbora bajó y besando mis muslos dirigió su lengua a mi hinchada jugosa y olorosa conchita inmaculada.
Empezó a mover su lengua alrededor de mis labios vaginales y lo tomé del cabello para que me chupara sonrió y empezó con esa chupada de cajeta que jamás olvidaré, la sentía húmeda juguetona abriendo las paredes de mi concha y sentí el ruido se su boca tragando mis jugos que no paraban de fluir.
No supe jamás en qué momento su boca volvió a invadir la mía y sentí su carne ardiente palpitante corrigiendo mi condición de “señorita”, fue tan suave tan delicado tan pasional tan sentido que no sentí la temperatura de mi sangre saliendo, antes de ahogarme con su baba musitó sonriendo con los ojos cerrados.
—Mujer, mujer mi mujercita.
Cuando acabó quedamos acostados uno al lado del otro con los dedos de la mano entrelazados, me cubrí con las sábanas sonriendo y me preguntó cómo estaba.
___Te adoro—contesté—te adoro,—y me recosté a su pecho susurrando—voy a hacer todo lo que me pidas


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