Por
Mosquetera
Bajé
su pantalón lentamente asomando un bulto prominente en su bóxer negro, apenas
lo vi me lo llevé a la boca, mojando el bóxer con mi saliva y apretando su
miembro con los dientes, sabía que se volvería loco de ansias por el contacto
directo y precisamente a los pocos segundos se quejó, sonreí complacida y bajé
el bóxer liberando su enorme miembro. Estaba duro como una roca y me ponía muy
caliente saber que había sido por causa mía, por desnudarme lentamente mientras
meneaba mis caderas en círculos al ritmo de la música, rozando mi culo en su
regazo, acariciando con las yemas de mis dedos su piel: subiendo por su pecho,
bajando por sus brazos. Vacilando en su boca sin llegar a fundir nuestros
labios, sintiendo como crecía y crecía su marcada erección y como mi tanga
quedaba completamente empapada. Me había alzado en brazos y llevado directo a
la cama, ya semidesnuda y acalorada, gimiendo de ansias por sentir sus labios
en mi piel.
Me
arrojó de espaldas, perdiendo la delicadeza con la que acariciaba mi figura en
la danza y asombrada por el cambio de faceta tan repentino otra ola de líquidos
bajó por mis muslos, me tocó hábilmente haciéndome jadear, despojándome de mi
última prenda y sintiendo la humedad que se hallaba en ella con una
satisfactoria mueca. Me miró de arriba a abajo y separó mis piernas,
perdiéndose en ellas, lamiendo mi clítoris y probando mi sabor, gemí
fuertemente encorvando la espalda, maldición y solo está comenzando. Su lengua
subió recorriendo mi vientre y abdomen e ignorando a propósito mis pezones
firmes y solitarios que tanto anhelaban su tacto. Me invitó a quitarle el
pantalón y de un salto me encontraba en la tarea, llegando al momento
predilecto donde inició este relato. Su polla deliciosa entre mis manos,
hinchada y vibrante de deseo por el primer contacto directo, fui mala, lo hice
esperar rozando mis labios con su glande, haciéndolo esperar por lo mejor,
probé levemente toda su longitud para terminar por introducir una pequeña parte
de ese delicioso enorme pene que deseaba abriendo mi carne. Me tomó del cabello
y me hizo tragar casi toda su polla para que dejara de jugar, el amo no se deja
caer en juegos elaborados. Mi pequeña garganta se abrió con el grosor de su polla
e intenté tragarla el mayor tiempo posible, mi vagina comenzó a palpitar de
deseo al sentir esa gran medida, comencé a chupar y mamar, fascinada de su
delicioso sabor, encantada por sus ruidos, excitada por cada "trágatela
entera pequeña zorra" que causaba una deliciosa contracción en mi vagina.
Comenzó
a moverse, me sujetó firmemente del cabello moviéndome a su antojo, follando mi
boca, gruñendo de gusto por verla repleta de mi saliva y pidiéndome que la
escupa. "¿Fóllame ya” lloriquee, lo anhelaba abriendo mi lubricada vagina,
haciéndome enloquecer de placer con cada embiste “Que dijiste?" "Que
me folles" "Pídelo" "Folla mi pequeña vagina. amo". No
me hizo esperar más, me giró y deslizó su gran miembro entre mis piernas en un
solo movimiento, haciéndome soltar un grito al sentir mi agujero abrirse
dándole paso a toda su longitud. El frenesí no se detuvo, empujó una y otra
vez, mientras mordisqueaba el lóbulo de mi oreja, no podía parar de gemir,
nadie iba a escucharme, podía hacer finalmente todo el ruido que quisiera y
probablemente fuese música para sus oídos porque cada vez empujaba más profundo
y más fuerte, sus caderas haciendo colisión con mis nalgas acompañaban la
melodía de mis sonidos incontrolables, "te quiero follar el culo" le
miré como pude, entre jadeos y contorsiones, temía pero lo deseaba con todo,
cada parte de mi cuerpo. Finalmente tras los toques necesarios en mi ano
apretado, ya lubricado y con mi coño chorreante me coloqué sobre mi espalda y
alcé mis piernas lo más que pude, dejando a la vista mis palpitantes agujeros
humedecidos y listos para recibirlo, con algo de dificultad su polla se abrió
paso en mi carne y el dolor bailó una pieza con el placer y el morbo, mi vagina
no dejaba de empaparse y él estaba temiblemente callado, no podía dejar de
mirarlo, su cara era el mejor poema, estaba hurgando en mi parte más sucia y no
podía sentirme de otra forma sino perversa, llena de morbo y de satisfacción,
sus movimientos eran cuidadosos haciéndome el favor, pero a medida que contaba
embistes iba aumentando la velocidad y la fuerza, sin poder evitarlo llevé una
mano a mi clítoris, empapado y anhelante de ser estimulado, lo moví en círculos
sintiendo gran placer, su polla rozaba el interior de mi vagina aun estando
dentro de mi ano, era una sensación adictiva, deliciosa y dolorosa, pero no lo
suficiente para decirle que parara porque eso implicaría sacarlo. Nuestros
gemidos iban a la par de nuestros movimientos y las piernas se me entumecían
con cada escalón hacia el éxtasis, en un delicioso gemido me confesó que no
podía más, iba a correrse y lo deseaba dentro de mí, le rogué que no lo sacara
y que acabase, que lo dejara todo salir en mi interior y apenas se vino,
hundiendo por completo su miembro en mi carne me perdí en el placer de verlo
acabar en mi ano y le pedí que no lo sacara, frotando mis líquidos sobre mi
clítoris hasta acabar estrepitosamente. Me observó y con delicadeza retiró su
miembro y bajó mis piernas. No había terminado, aún quedaban un par de
deliciosas horas solo para que acabara una y otra vez alrededor de su polla, mi
vagina de golfa añoraba ser usada una y otra vez por su gran miembro.
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