Por Dulces Placeres
Hace años que escribo relatos un poco
eróticos y un poco porno, llevo más de cien escritos de ficción, donde siempre
me mantuve firme en cumplir una premisa, no mezclar mis historias con mi vida
privada, no permitir que el autor sea parte de la historia, pero como en todo,
siempre hay una excepción, así que por primera vez me decido a contarles algo
de mi vida, la forma en que disfruté de ver a mi mujer con otros tipos…
Conocí a Elizabeth una noche de verano, en
una cena de amigos a orillas del río, ella era castaña de nacimiento, rubia por
elección, sus largos y lacios cabellos llegaban a media espalda, de rostro
delgado donde resaltaban unos enormes ojos verdes, ese verde esmeralda que hace
imposible no rendirse ante tanto esplendor, de boca sexi y prominente, gruesos
labios, de contextura delgada, pechos pequeños, cintura escueta y una colita
redondita y respingona que no pasaba desapercibida, lucía unas calzas engomadas
en borravino que dibujaban sus anchas pero justas caderas y sus espigadas
piernas, fue amor a primera vista…
Tenía veintitrés, yo le llevaba dos años,
nos enamoramos, nos casamos, fuimos felices, era excelente en la cama, y desde
primer momento supe que era una chica con mucha experiencia, cosa que no me
molestó, yo también había tenido muchas mujeres antes de conocerla…
Nos fuimos a vivir a España, nos
establecimos en Madrid con la idea de ganar algunos pesos para encaminar
nuestro futuro para pensar más adelante en nuestros niños.
Pero las cosas no salieron como las habíamos
imaginado, así que diez años después decimos regresar a Argentina con más
fracasos que éxitos bajo los brazos.
Rosario, nuestra ciudad natal nos recibió
nuevamente y pusimos un micro emprendimiento con el que hoy nos ganamos la
vida.
Con unos treinta y cinco años, Elizabeth
estaba en su mejor momento, en su plenitud sexual hecha una puta en la cama, en
la cúspide de su belleza, ya con un cuerpo de mujer, aun sin cumplir el sueño
de ser padres.
Todo empezó por casualidad, como suelen
comenzar estas cosas…
Fines de octubre, domingo de primavera,
pero con calor de verano, fuimos a pasar el día a un balneario muy famoso en la
ciudad, arena a orillas del río, como tantas veces habíamos ido, sólo que no
sería un domingo más…
Elizabeth estaba hermosa, en su traje de
baño color chocolate, con su colita exultante de lleno al sol, en una diminuta
tanga que dejaba lucir sus generosos y perfectos glúteos, aunque honestamente
ella era sólo una mujer más entre tantas, Rosario tiene la fama de ser la
ciudad de las mujeres hermosas, y en esa playa uno podía darse cuenta el porqué
de aquella fama…
Ella estaba boca abajo y yo como un tonto
pasando bronceador en su espalda, aunque mi atención estaba en su culo, fue
cuando alguien nos saludó, Matías, un viejo conocido que hacía mucho tiempo que
no veíamos…
Matías y mi esposa se conocían antes que yo
llegara a su vida, yo era consiente que habían sido amantes en algún momento,
pero eso era pasado, un pasado de quince años…
Él estaba a su vez con un amigo, un tal
Carlos, al que nos presentó en ese momento…
Y como si fueran estampillas en un sobre,
ellos se pegaron a nosotros, y empezamos a recordar historias, a hablar de
nuestras vidas, de nuestros días en España, y todas esas cosas que suceden
cuando ha pasado tanto tiempo…
Y veía como a pesar de todo, esos dos
muchachos se comían con la mirada a mi mujer, y lejos de molestarme, sentí
excitarme por la situación, ella era mía, y ellos deseaban lo que era mío…
Fui por unas cervezas, el calor se hacía
insoportable, y a la distancia, mientras esperaba las latas pude ver entre la
gente a mi esposa flanqueada por esos tipos, imaginé situaciones, y me excité
en soledad por mis propios pensamientos…
A mi regreso, mientras bebíamos solo quedé
pensando en posibles situaciones, en que haría yo si… o tal vez si ellos… o si
mi mujer…
Sólo hablamos un poco más, hasta que ellos
siguieron su camino, no sin antes de intercambiar nuestros números de celular…
En poco tiempo teníamos un loco grupo de
WhatsApp, la esposa, el marido, el ex y un cuarto que había caído como con
paracaídas…
Y entre risas y bromas empezaron los juegos
de seducción, Carlos, seguramente por respeto era el que menos participaba,
pero Matías no perdía oportunidad para insinuar lo hermosa que estaba
Elizabeth, mi mujer, lejos de molestarse se reía con cada halago y yo solo
seguía el juego, un juego que me excitaba, me excitaba demasiado…
Matías y yo intercambiábamos chanzas acerca
de las curvas de Elizabeth, y ella era testigo en silencio de todo esto, hasta
que él me insinuó la posibilidad de que yo le regalara algunas fotos de mi
mujer, fue el principio del fin…
Elizabeth se mostró dispuesta a todo,
cómplice, así que de común acuerdo le tomé varias fotos, con lencería, sin
lencería, desnuda, semi desnuda, mostrando su conchita, mostrando sus caderas,
su deseable culo. Y el pasarle al grupo esas fotos se me hizo irresistible,
caliente, ella era hermosa, y empezaba a compartirla…
¿Que alguien me dijera ‘… que hermoso culo
tiene tu mujer… me regalas una foto?’ era algo que yo no podía resistir…
¿Y mi esposa? caliente, caliente como una
perra en celo, disfrutando ser deseada y más cuando Carlos nos sorprendió con
un ‘que hermoso culo… me hice una paja con ese culo mami… gracias Jorge por
compartirlo!’
Y el final del juego era previsible, nadie
se sorprendió cuando en el grupo se sugirió juntarnos los cuatro, ellos se
querían coger a mi mujer, mi mujer estaba ansiosa por estar con ellos y yo, me
intrigaba saber qué sucedería conmigo en un rol de espectador, así que cuando
Matías dijo que su casa estaba disponible para compartir una cena de amigos,
los cuatro sabíamos que quería decir…
Unas horas antes depilé prolijamente a
Elizabeth, quería que luciera perfecta, lo hice casi por completo, dejando unos
pequeños bellos cortados al ras muy por encima de su clítoris, siempre se me
hizo excitante su vagina depilada, mientras lo hacía hablamos sobre el tema,
porque una cosa era imaginarlo, otra hacerlo, pero me dejó saber que ella
estaba dispuesta, y que si bien a Carlos no lo conocía, con Matías habían
tenido sexo antes de conocernos, así que todo estaba bien, además me dijo que
yo le daba tranquilidad, y que estaría segura si yo estaba presente. Además de
lo excitante que le resultaba, siempre había fantaseado con mi rol de
observador mientras otros la cogían…
Mientras nos cambiábamos, la miraba
en silencio de reojo, como sin querer llamar su atención, se puso un diminuto
conjunto de ropa interior en blanco brillante que resaltaba contra su piel
bronceada del incipiente verano, una remera también blanca y un conjunto de chaqueta
y pollera en rojo furioso, a media pierna, dibujando la perfección sus caderas
y sus glúteos, diablos, estaba hermosa, y era rara la sensación de que ella,
por primera vez en años, se estuviera vistiendo para seducir a otros hombres…
Fue al baño a pintarse y peinarse, pero la
sola idea me tenía con la verga dura a mas no poder bajo mi jean y mi slip…
Al llegar al lugar, no había mucho que
hablar, todo estaba más que claro, ambos caballeros nos agasajaron con un buen
vino, Elizabeth bebió varias copas seguidas, como para darse valor,
evidentemente, a pesar de todo estaba nerviosa, pude notarlo… por lo que la
besé dulcemente y le dejé saber sin palabras que todo estaba bien.
Fuimos al dormitorio, me senté en un cómodo
sillón que Matías ya había acomodado previamente, todo a media luz, con una
suave y dulce música de fondo, tenía otra copa de vino en mi mano derecha, para
degustar el espectáculo que estaba por comenzar, porque esto era como un show
porno en vivo, claro, con el pequeño detalle de que la actriz era mi mujer, mi
esposa, esa mujer que era sólo mía y que por más de diez años solo había besado
mis labios…
Elizabeth quedó encerrada por ambos
hombres, el relleno del emparedado, Carlos a su espalda, Matías por el frente,
sus cuerpos se pegaron, parados al lado de la cama, vi con placer como esa
manos extrañas la recorrían, como ella besaba a uno y luego torcía su cuello
para llegar a los labios de quien estaba por detrás, acariciando las nucas de
esos hombres como solía hacerlo conmigo, mierda… ver a la mujer de mi vida en
ese sitio, esa mujer que cada noche me juraba amor incondicional, y que yo era
todo para ella, y que nadie la haría gozar como yo lo hacía, bueno, esto
comenzaba a cambiar el equilibrio de mi matrimonio…
Con la efervescencia de un primer
encuentro, ese rapto de locura que tienen los amantes cuando se desean más que
nunca, cuando estuvieron conteniendo el deseo, así, un tanto brusco, un tanto
animal, se fueron desnudando unos a otros, poco a poco las prendas de Elizabeth
quedaron por el piso hasta estar completamente desnuda, aun besándose con ambos
hombres, sus manos ya estaban acariciando las vergas erguidas de esos machos
que preparaban el terreno para penetrarla y eso era emocionante…
Matías la tomó entre sus brazos acaparándola
y levantándola del suelo para tirarla con fuerzas sobre el colchón, me miró
desafiante y me dijo
Ahora me voy a coger a la puta de tu
mujer… la voy a hacer gozar como perra…
Elizabeth quedó desparramada sobre la
cama, de tal manera que su cabeza quedó fuera de los límites y colgó hacia
atrás, casualmente mirando donde yo estaba.
Matías, al otro lado, le levantó ambas
piernas acomodándole las pantorrillas sobre sus hombros, le dio el privilegio a
mi mujer de que tomara el miembro entre sus dedos y lo condujera sutilmente a
su conchita, un sexi y prolongado suspiro salió de los labios de mi amada a
medida que era penetrada…
La imagen era perfecta, la cabeza de
Elizabeth colgaba invertida, con sus rubios cabellos llegando al piso, mi mujer
me mantenía la mirada, pero poco a poco fue naufragando en placer, su rostro
poco a poco se transformó, sus ojos se cerraron y sus jadeos se hicieron
rítmicos y constantes, pronto empezó a gemir en una forma tan dulce que me
hacía enloquecer, sus puños se cerraron con fuerza apretando las sábanas, el
sentir en mis sienes la carne de ese hombre penetrando la carne de mi mujer me
llevaba al clímax…
Pero eso no duraría demasiado, Carlos, que
había quedado al margen buscó entrar al juego, vino a mi lado interponiéndose
en mi visual, sólo para meterle su verga en la boca, tuve que esforzarme para
ver el espectáculo, porque uno la cogía por la boca y el otro por la concha,
noté que Elizabeth no podía con ambos, y que parecía ahogarse, sus gemidos
fueron aplacados por esa otra pija que le llenaba la boca, bien profundo,
pronto un hilo grueso de saliva empezó a chorrear por su rostro hasta llegar al
piso, apenas si podía tomar aire….
Matías cambió el juego, la hizo poner en
cuatro, y él se arrodilló tras ella, para cogerla en perrito, sintiendo que él
me miraba directamente, creo que el disfrutaba en esa locura de decir con la
mirada ‘ves… me cojo a tu mujer…’
Carlos se acomodó a un lado,
recostado, para que ella volviera a chupársela, sólo que ahora le permitía
llevar el ritmo a su antojo, Elizabeth disfrutaba, mientras uno la cogía ella
se la chupaba al otro.
Pasaron algunos minutos, hasta que ella
encontró una forma más perversa de disfrutar a los tres hombres al mismo
tiempo, dejaba que uno la coja, pero se incorporó un poco para solo trabajar
con su mano en la verga de Carlos, al que masturbaba con gran esmero, pero
ahora sólo me miraba a mí, era su centro de atención, como si ella me estuviera
regalando esa postal en ese momento…
Ellos decidieron cambiar, Elizabeth
quedó acostada de lado, su enorme culo ahora apuntaba a mi lado, obviamente la
acomodaron para que viera lo que aún no había visto, como le entraba la verga
en la concha…
Fue Carlos el que empezó a cogerla,
mientras ella empezó a saborear la pija de Matías lejos de mi visual, ahora yo
veía como se la metía y se la sacaba de la raja y como ella no dejaba de
disfrutar.
Elizabeth parecía demasiado concentrada en
la fellatio, casi ignorando lo que sucedía a sus espaldas, Carlos me miró
fijamente, era la primera vez que lo hacía, sacó su verga dura, la sostuvo con
firmeza entre sus dedos, la apuntó un poquito más arriba, en el culito y se
dejó caer muy lentamente, con todo cuidado ante la nula resistencia de mi
mujer…
En pocos segundos empezaba a dársela por el
culo, mierda… estaba con la verga dura bajo mi pantalón, a punto de acabarme de
solo ver, del placer que me embriagaba…
Me encantaba ver cómo le hacía bien el
culo, a mi puta, a mi perra…
Siguieron probando diferentes posiciones,
yo me había terminado el vino, y sospeché que mucho no faltaba, pero algo
sucedió, porque juro que a pesar de ser mente abierta y que no habíamos pactado
nada previo, que era sólo un ‘que sea lo que sea’, nunca imaginé que Elizabeth,
la mujer de mis sueños se animara a hacerlo…
Ella estaba cabalgando a Matías, me daba el
primer plano de su culo perfecto, y me regalaba hermosos gemidos con su gozo de
mujer, fue cuando Carlos se acomodó por detrás, apuntó nuevamente y se la metió
por el otro lado.
Se acomodó de manera de darme la mejor
visión, como una película, para que notara como la penetraban por la concha y
por el culo al mismo tiempo, entrando y saliendo, con los bramidos de mi esposa
que parecía poseída y solo pedía que le dieran más y más, mis oídos percibieron
como aumentó su placer hasta las nubes al verse penetrada por ambos lados…
Fue Carlos el primero en acabar, lo sentí
hacerlo, se retiró agotado a un lado, y mientras Matías la seguía cogiendo, el
esfínter de mi mujer se veía todo abierto y dilatado, empezando a expulsar
semen de su interior, esa era mi puta, la puta que amaba…
Matías la giró entonces, como al principio,
colocándole las pantorrillas sobre sus hombros, para terminar el trabajo.
Los gemidos de Elizabeth se hicieron
estridentes cuando le llenaba la concha de leche, pude percibirlo, pude
notarlo, pude disfrutarlo…
Ellos habían terminado, un buen polvo cada
uno era más que suficiente, estábamos felices, pero aún me faltaban los mejores
diez minutos de sexo de mi vida…
Elizabeth estaba toda abierta, recostada
contra el espaldar de la cama, lamiendo los penes ya flácidos de ambos hombres
que la flanqueaban, entonces me dijo
¿Mi amor… sabes que quiero? Que me
chupes la conchita…
Fue demasiado loco su pedido, no lo dude
por un instante, con una erección ya imparable entre mis piernas fui sobre su
sexo, su vagina y su culito emanaban cataratas de leche de los machos que la
habían poseído, tenía olor a hombre y era todo loco, solo me concentré en
chupar, en lamer sus labios, en meter mi lengua en su hueco y también en su
dilatado esfínter, en su clítoris inflamado…
Ella pareció estar poseída, comenzó a
acariciarme los cabellos y a apretar mi cabeza contra su sexo, a gemir, y
producto de su excitación empezó a escupir toda la leche que tenía en su
interior, no me pregunten el motivo, pero no me molestó beber toda esa mezcla de
jugos de amantes y de mi esposa caliente, mierda… me dediqué a disfrutar esa
leche que aún se mantenía caliente en el sexo de mi mujer…sólo me detuve luego de arrancarle un
enorme orgasmo que dejó la habitación retumbando en gemidos…
Me incorporé, sólo para descubrir que me
había acabado yo también sin siquiera tocarme…
Ese día terminamos como buenos compañeros,
ellos se habían dado el gusto de cogerse a mi mujer, ella de estar con dos
tipos sin tener que ocultármelo y yo de descubrir cuan excitante puede resultar
ver a la puta de tu esposa revolcándose con otros, recibiendo placer de otros…
No volvimos a repetir la experiencia
con terceros, para muestra basta un botón y de común acuerdo decidimos dejar
todo ahí, hay muchas enfermedades y gente loca en el mundo, todo fue perfecto
en ese momento, en ese lugar, nos habíamos dado el gusto.
A pesar de que Matías lo propuso varias
veces, nuestra decisión estaba tomada…
Hoy solo jugamos con extraños, nos
excitamos en pareja regalando sus fotos y recibiendo los comentarios,
disfrutando leer cuando nos cuentan cómo le harían el amor, lo buena que está y
las pajas que se haces solo por verla…
No hay más que contar, solo un poco de
verdad de alguien que escribe fantasías…
Si eres mayor de edad puedes escribirme a
con título ’MI MUJER CON SUS AMANTES’ a dulces.placeres@live.com
No comments:
Post a Comment