Friday, August 24, 2018

Comenzando un trío



Por Trio Maduro

Hola somos una pareja madura que tras una larga monotonía en el sexo hemos decidido dar un paso y probar nuevas vías para activar lo que parece se está perdiendo, yo soy Carlos y mi mujer Sonia, ambos en los 50 pero bien conservados, yo soy bi curioso y ella acepta esto perfectamente siempre que el sexo sea compartido, aunque nunca hemos tenido ninguna aventura fuera.
 Mi curiosidad viene desde chaval donde pasaba largas temporada en casa de mi abuelo viendo sin saberlo el, cómo follaba con una vecina, pues él era viudo.
  Me atraía mucho verlo follar con su enorme y largo pene venoso que para su edad lo mantenía en buena forma y además satisfacía plenamente a aquella vecina que venía con frecuencia a que mi abuelo la montase.
  Yo ya me la menaba viendo revistas que él tenía escondidas hasta que descubrí como poder espiarlo cuando follaba haciéndome a veces una y dos pajas mientras los veía en la faena.
  Me daba morbo ver aquella mujer desnuda y su frondoso chocho, pero lo que me excitaba era aquella enorme polla larga y venosa que a mí me parecía increíblemente grande y aun hoy en día pienso que era un superdotado de rabo, pues calculando creo andaría en unos veintitantos centímetros y además muy gruesa.
 Yo por desgracia no heredé ese tamaño, aunque tampoco me puedo quejar, pero la rutina nos ha llevado a caer casi en el olvido de echar un polvo a penas cada dos semanas.
 Le conté a mi mujer hace un tiempo las pillerías mías siendo chaval viendo a mi abuelo follar a la vez que le dije que no sería mala idea añadir uno como el a nuestras fiestas de cama cada vez más escasa, y aunque al principio se lo tomo a broma luego me dijo si a mí no me molestaría, pues verme con otro hombre en vivo quizás luego no me sentaría bien.
 Le dije que estaba preparado y ella ante mi sorpresa me dijo que si era el caso tenía que ser mayor pues a ella curiosamente también le atrae muy maduros, y luego pasaríamos si todo va bien a estar con algunas parejas.
  El día de auto nos decidimos a intentarlo y nos fuimos a un club de intercambio que habíamos visto por internet si bien en la puerta tuvimos nuestras dudas a la hora de entrar pues dudábamos que nos encontraríamos dentro.
 Tras unas dudas, casi íbamos a dar la vuelta, cuando oímos a nuestra espalda una voz masculina que dijo, no tengan dudas que seguro se cumplen sus sueños.
 Nos giramos y como salido de una lámpara mágica allí estaba aquel hombre que rondaba los sesenta y alguno, alto y corpulento con el pelo totalmente blanco y aspecto abuelo varonil, que nos dio una magnifica impresión.
 Nos preguntó si éramos pareja primeriza en estos juegos, diciéndole mi mujer que sí, que por eso andábamos con las dudas, nos dijo que no tuviésemos miedo y que nos invitaba a una copa en la barra sin ningún compromiso para que perdiéramos ese temor.
  A los pocos minutos estábamos hablando desenfadadamente los tres, observando tanto mi mujer como yo que no andaba mal equipado, pues cuando se dirigió al aseo un momento, comentamos que parecía tenía un bulto de lujo, diciendo mi mujer que era muy sexy y atractivo y que si quería yo podemos invitarlo e iniciar esa nueva aventura con él.
 Acepté y tras otra copa en la barra juntos, mi mujer se fue desinhibiendo y comenzó a aceptar unas pequeñas caricias de ambos, pero decidiendo tras unos pequeños flirteos salir e irnos a un sitio más personal.


  Le dijimos que en casa estábamos solos y si quería venir, aceptando rápidamente nuestra proposición.
  Ya en casa decidimos no cortarnos y tras dirigirme yo a poner unas copas, a la vuelta ya el andaba acariciando y besando a mi mujer.
 Me sentí tremendamente excitado y sentándome al lado de ella comencé también a desvestirla y acariciarla a la vez que me quité los pantalones y camisa para quedarme solamente con el slip mostrando ya un empalme de película por la excitación del momento.
  Una de sus manos se deslizo suavemente a través del tanga de mi mujer que se había puesto para la ocasión y tras alabar su cuerpo comenzó a acariciar con sus dedos el sexo de mi mujer, comenzando este a gemir por las atenciones recibidas.
  Yo le solté el sujetador y sus pechos con aquellos enormes pezones quedaron al descubierto a merced de nuestras bocas pues casi al unísono fuimos a besarlos y comerlos.
 Se incorporó el y se deshizo de su camisa, así como de su pantalón, mostrando un torso todo velludo y blanco muy atractivo, por cierto, así como unos slips de pata ajustados que marcaban lo que nuestras sospechas habían previsto, pues un bulto de unas dimensiones excelentes se marcaba fuertemente, quedando mi mujer boquiabierta a la vez que él le tomó la mano y la llevó a acariciar aquel paquete.
  Mi mujer suspiró ante su picarona sonrisa mientras agarraba aquel paquete sobre el slip, si bien picaronamente metió una de las manos por la entrepierna para probar lo que había debajo.
  Resopló mirándome a la vez que me dijo, Carlos este la tiene mucho más grande que tú, y qué huevos tiene ufff.
 Había perdido mi mujer ya todo su miedo y recelo bajando sin ningún escrúpulo los calzoncillos a las rodillas, dejando al descubierto aquel enorme rabo, aun morcillón, pero grueso y largo como nunca había visto, y mira que en la época de la mili y en los gimnasios había visto algunos grandes.
 Me recordó al de mi abuelo, aunque este parecía allí tan cerca más grueso.
 Lo agarró mi mujer con su mano pidiéndome acercara el mío, lo puso a su lado para compararlo.
  Quedé claramente en desventaja, aunque como digo no me puedo quejar pues mis dieciocho centímetros no son moco de pavo y más con lo dura que la tenía ahora.
 Junto mi mujer las cabezas, frotándolas y notando como aquello crecía al momento hasta agarrar una rigidez esplendida, viendo también que su enorme glande duplicaba al mío en tamaño, comenzó a chupar la mía en primer lugar mientras agarraba aquel coloso y golpeaba su punta por su cara.
  Con la otra mano le había agarrado sus enormes y peludas pelotas que también dejaban a las mías en entredicho, pues aquel abuelo, parecía un semental sacado a molde y había conseguido desmelenar a mi mujer como hacía tiempo no la veía.
  La llevamos a la cama ya los tres desnudos por completo y allí comencé a besarla mientras ella acariciaba aquel rabo y él le dedicaba una sabia atención en su sexo con los dedos haciéndola gemir de placer.
  Cuando dejé la boca libre ella llevó rápidamente aquel enorme y duro rabo a sus labios, si bien tenía difícil digerir aquel grosor, saboreando la punta como a mí me solía hacer si bien la mía la metía toda en su interior sin problemas.
 Levantaba mi esposa las caderas ante las sabias caricias de aquellos dedos, bajándome yo rápidamente a comerle el sexo como solía hacerle para correrse primero ella.
 Sacó los dedos para dejar paso a mi lengua comenzando a pellizcarle y sobarles los pezones y pechos mientras mi mujer degustara toda la longitud y grosor de aquel vástago que tenía ante sus ojos.
 Tuvo mi mujer su primer orgasmo con mi comida de chocho, pidiendo le acercara ahora mi polla a su boca, intuyendo uno que deseaba ahora le penetrara aquel abuelo.
 Acerqué mi rabo como dijo, comenzando a comerlo mientras él se puso tumbado acercando su duro pene a su chochete e iniciando un juego de roces con su punta que hacia mi mujer levantara la cadera como poseída por el diablo.
 Ante aquel placer balbuceaba ella pidiéndole se la metiera si bien el siguió jugando al gato y al ratón con su mojado y chorreando chochete.
 De pronto soltó mi polla de su boca para soltar un alarido de placer al ser penetrada por solamente medio rabo de aquel coloso, pues miré y él había introducido la punta   y poco más, pero por su enorme tamaño y grosor le dio un placer que quedó como anestesiada.
  Me agarró nuevamente con ansia mi rabo para comerlo ahora con desespero y casi me hace explotar y correrme, pero otro oportuno alarido hizo cesara de momento en el empeño al ser penetrada de un golpe de cadera por la totalidad de aquel coloso.
  Movió la cadera con lentitud y sabiduría, haciendo que mi mujer se retorciera de gusto y placer sobre la cama, mientras el con movimientos armónicos iba metiendo y sacando a la vez acariciaba sus pechos.
 Ahora me comía mi esposa los huevos y rabo de forma desenfrenada mientras era follada por aquel abuelo, haciendo que en pocos minutos se volviera a correr como hacía tiempo no repetía.
 La sacó ante la cara de sorpresa de mi mujer, calmándola rápidamente a la vez que le dijo, tranquila que es para poner una postura más cómoda para ti.
 Me hizo sentarme sobre la almohada para que ella se pusiera a comérmela de rodillas dejando su trasero y chochito a su merced.
 Se puso tras ella con aquel monstruo en las manos, todo empapado en los jugos del sexo de mi mujer y tras golpearle levemente sobre este y su trasero acercó nuevamente la punta y volvió a clavársela hasta la base de sus enormes huevos.
 Mi mujer soltó un aullido de placer ante aquel pollazo, comenzando a comerme como una posesa, mientras él le metía golpes de cadera y la hacía gozar como hacía tiempo no la había visto.
 Yo estaba a punto correr y le dije a mi esposa que parara que iba a explotar, pero ella en el fragor de aquella batalla de placer no me hizo caso y recibió una descarga en su boca que la hizo casi atragantar, pues mi excitación había sido tal que solté una de las mayores corridas de mi vida.
 Las rodillas de mi mujer se aflojaban ante las acometidas ahora fuertes de aquel viejo semental que la mantenía firme entre sus manos sobre las caderas y clavada por aquella larga y gorda polla que la estaba follando de lujo.
 A mí se me había quedado morcillona, pero mi mujer seguía medio comiéndola entre tanto gemido cuando él le pregunto si se podía correr dentro.
Le dijo que, si entre sollozos de placer a la vez que se corrió por tercera vez ante mi sorpresa, aprovechando el su momento para acelerar y llenarle el chochito de su enorme lechada, pues cuando la sacó tras correrse esta aun goteaba y salía por todo el sexo de mi esposa parte de lo que dentro había dejado.
 Quedó rendida boca abajo sobre la cama con una mano en su chochete como calmando o saboreando con los dedos aquella copiosa corrida mientras ella besó en la nuca y quedó a nuestro lado con aquel enorme pollón semirrígido ahora.
 Me miró y dijo, parece gozamos los tres un montón, espero haberos dado un buen inicio en esto de los tríos e intercambios.
 Yo le dije que había cumplido las expectativas con un sobresaliente y que pensaba que mi mujer también solamente había que mirarla como había quedado.
 Me preguntó que había notado yo le parecía bi, y me dijo que no me cortara a la hora de tocar o besar o chupar pues a muchos hombres también le gustaba eso y más cuando están dos con una mujer, es algo según dijo que nos excita mucho a nosotros y a ellas les pone más.
 Mi mujer ante mi sorpresa dijo que era cierto que le daba morbo verme tocar otra polla o jugar con ella.
 Ves, dijo el, la próxima vez no te corte a mí me pone mucho que la mujer vea que su marido me la chupa o me toca y diciendo esto me cogió la mano y se la llevo a su rabo para que se lo acariciara.
 Noté que, aunque dormida aquella polla pesaba y era enorme, la agarre y la balancee, así como estaba semirrígida animándome mi mujer a que la besara ante mi sorpresa.
  Bajé la boca obedeciéndola y allí comencé la primera vez que chupaba una cabeza enorme y gorda a la vez que acaricié sus gordas pelotas, notando como mi polla crecía ante el asombro de ambos.
  Se giró ella y viniendo a mi lado comenzó conmigo a comérsela juntos, echándose el sobre la cama relajado y dejándonos a nosotros degustar su buena polla.
 Cuando llevaba un buen rato y ante mi empalme el me pidió me follara a mi mujer mientras ella se la chupaba, y así hice pegándole un polvazo de los que hacen época, pues me tiré más de quince minutos intensos de meter y sacar haciéndola correrse nuevamente a ella.
 A él se le volvió a poner medio dura y tras sacarla del chochito de mi mujer me puse a su lado a ayudarla.
 Yo agarré aquel cuerpo por la mitad mientras ella intentaba meterse la cabeza en la boca y masajeaba sus enormes y peludas pelotas.
 Alternamos sorprendiéndome lo desmelenado que yo andaba con aquella polla, hasta que mi mujer se volvió a calentar y se subió sobre ella, dejándome a mí la labor de acariciarle los huevos mientras ella lo cabalgaba.
 Gemía y ponía cara de dolor cuando saltaba sobre aquel rabo enorme con las manos sobre su pecho todo forrado de pelo blanco, al que frotaba y agarraba con pasión, hasta que el viejo comenzó a jadear anticipando se corría.
 Se bajó ella ante mi sorpresa de aquel potro y agarrando nuevamente aquel pene enorme siguió pajeandolo poniendo la boca en su punta hasta que comenzó a soltar chorros de espeso esperma que tragó y repartió por su cara a chufletazos, mientras él se retorcía de gusto en la cama.
 Acabo allí una tarde noche de lujo que difícil olvidaremos, con un comienzo que cubrió con sobredientes nuestras expectativas y nos liberó de aquel bloqueo mental que teníamos.

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