Saturday, July 14, 2018

RELATOS LGBT: El Sacrificio Azteca





El pecho desnudo y libre de vellos del gran sacerdote Tecuntle brillaba con su sudor. Sus tetillas negras estaban paradas por la excitación en la que se encontraba. Contrario al resto de los hombres que estaban en la sala, Tecuntle tenía puesto una capa blanca adornada por diminutos dibujos de aves en todo su borde. El resto de hombres estaban cubiertos solamente por un taparrabos.
El sol candente del mediodía había cedido a aquel que predecía el ocaso sobre la pirámide y el resto del lago Tetzcoco. La pirámide dedicada a Quetzalcóatl se asentaba en una isla sobre aquel lago (centurias después sería la Ciudad de México).
Tecuntle, con su mirada penetrante que hacía que sus achinados ojos negros se movieran de un lado a otro del lugar, caminaba en medio de la docena de hombres que estaba allí. Todos habían sido escogidos personalmente por el gran sacerdote de los aztecas y todos sabían que el elegiría solamente a uno de ellos.
Al sacerdote no le tomo mucho tiempo decidir. Acercándose a un muchacho con una gran melena negra que le llegaba hasta la cintura, se detuvo, lo observo y tomando su mentón con su mano le pregunto:
"Hueles a humo"- le dijo con su voz sonora que reboto en las paredes de piedra de la pirámide.
"Es seguramente el humo del incienso"- le contesto el muchacho que no llegaría a sus 20 sin levantar la vista.
Tecuntle observo que el muchacho tenía brazos fuertes y un pecho bien formado. Sus pezones eran grandes, redondos, prietos. Una leve línea de vellos bajaba desde su tórax hasta donde el taparrabos comenzaba. Las piernas eran fuertes y los pies protegidos por una especie de sandalias eran grandes y tostados por el sol.
"Cómo te llamas?"- le pregunto Tecuntle mientras su mano libidinosa tocaba levemente los brazos del muchacho.
"Qaltal"- le contesto mientras sus vellos sentían el roce del hombre que tenía frente a él y que lo observaba como si fuera a comérselo.
"Ave en movimiento"- dijo casi en susurros el sacerdote pensando en el significado del nombre -"Sabes que si te escojo esta noche será inolvidable para ti, verdad?"
"Lo sé"- le contesto Qaltal levantando la vista. Su mirada denotaba un escondido deseo, algo de lo que nunca había hablado con nadie, algo que el sacerdote en su vasto conocimiento supo de inmediato.
"Entonces, te escojo a ti"- le respondió mientras le dirigía su profunda mirada.
Los dos guerreros apostados en la puerta despidieron rápidamente al resto de los hombres semi desnudos. Al mismo tiempo cuatro sacerdotes, tres flacos y uno gordo, entraron al lugar corriendo mientras el sumo sacerdote era despojado del manto largo que llevaba puesto. Uno de los sacerdotes, el gordo, se llevó apresuradamente al muchacho a otra habitación mientras Tecuntle era desnudado para meterse en una suntuosa tina que permanecía detrás de una cortina. Los sacerdotes, con miradas picaras entre sí, lavaron cada parte del cuerpo del sumo sacerdote. Mientras tanto, el otro hacia lo mismo con el joven Qaltal. Luego de un extenso lavamiento fue vestido con un taparrabos color verde y una túnica blanca con bordes igualmente verdes.
Luego de más de dos horas de preparación con ungüentos, perfumes, aceites y pócimas, Qaltal fue llevado hasta la cúspide de la pirámide. El sol del atardecer pegaba de frente en la estructura monolítica mientras el pueblo regresaba de sus labores y se concentraban en la cena ceremonial que les esperaba en sus casas. Pero al momento mismo en que la esfera solar desapareciera en el horizonte, Quetzalcóatl, el dios de la fertilidad, bajaría para reclamar su sacrificio mensual. Aquella noche era luna llena, y el ritual debía ser llevado a cabo por el sumo sacerdote con un joven virgen. El resto de los días, 27 del calendario lunar, mujeres vírgenes eran sacrificadas para el dios que prometía fertilidad si era satisfecho su deseo de sangre. Pero cuando la luna estaba llena, como aquella noche, un hombre virgen participaba de un ritual secreto con el sumo sacerdote. Y era el quien decidía al final si el joven era sacrificado o perdonado por el dios Quetzalcóatl.
El sacrificio de aquella tarde permaneció de pie junto a una alfombra circular hecha con plumas de aves. Paso su pie, ahora limpio y suave, por aquella superficie y le produjo deseos de acostarse sobre ella. Pero la luz proveniente del astro rey lo invito a acercarse a la puerta abierta en lo más alto de la pirámide. Sus ojos contemplaron todo el valle, con el agua de la laguna brillando como un tornasol. Era hermoso.
"Estas en la cumbre del mundo"- la voz de Tecuntle, fuerte, varonil, ronca, resonó a sus espaldas -"No te des vueltas, sigue contemplando la ciudad a tus pies"- le ordeno mientras se acercaba lentamente.
"Esto es lo que tu miras todos los días?"
"Esto es lo que el gran dios Quetzalcóatl hace producir todos los meses...esta es la razón de los sacrificios..."


El sumo sacerdote puso ambas manos alrededor de la cintura del joven.
"Ahora ya no tienes olor a humo"- le dijo Tecuntle mientras ponía sus labios en el hombro del muchacho -"Te ves, y hueles, como un hijo de los dioses".
"Y que se supone que debo hacer?"- pregunto Qaltal mientras sentía como las manos del sumo sacerdote apretaban su cintura y bajaban hacia sus partes nobles.
"No te preocupes, ya todo está arreglado...simplemente déjate llevar por tus sensaciones...por tus sentidos...el ritual ha comenzado desde que te pusieron el agua sagrada y los aceites..."- el sumo sacerdote había ahora puesto ambas manos en la polla caliente de Qaltal. La masajeo lentamente mientras bajaba a los huevos colgantes del muchacho quien se estiro instintivamente recostándose en el dintel de la puerta cerrando sus ojos ante aquella sensación desconocida para él. Sintió la mano suave del sacerdote que le ponía todos sus vellos al máximo mientras los dedos se enredaban en ellos.
"Ahh...que...que es esto?"
"Es el placer"- le dijo Tecuntle al oído mientras el muchacho sentía como se acercaba a él, y como un bulto macizo como el hierro se le topaba en sus nalgas.
"Ahh..."
"El placer de servirle a Quetzalcóatl"- agrego Tecuntle mientras sus manos continuaban enderezando la verga de Qaltal.
"Ahh...le sirvo...le sirvo..."- dijo el muchacho mientras una de sus manos se dirigía a aquel bulto que sentía en su trasero. Cuando lo palpo supo inmediatamente de lo que se trataba, pero lejos de rehuirse se detuvo a pajearlo. El mismo se sorprendió pues nunca antes había estado con un hombre.
"Y le estas sirviendo muy bien...sigue..."- le dijo el sacerdote mientras le bajaba la túnica dejando ver uno de los hombros morenos del joven. El cabello lacio y negro caía libremente por la espalda -"Eres un hombre guapo...muchas mujeres deben querer desposarte...pero ahora eres de Quetzalcóatl...estas destinado a ser uno con el..."- la voz del sacerdote resonaba en los oídos del muchacho mientras sentía como su túnica caía rápidamente al suelo.
"Si...ahh...esto es el placer de estar con..."- Qaltal no pudo terminar la frase pues el sacerdote comenzó a pasar su lengua húmeda por su cuello para luego bajar por el espinazo. Sintió que su cuerpo se estremecía por aquella sensación que no sabía guardaba en su interior. Tecuntle bajo lentamente por toda la espalda del muchacho hasta llegar al taparrabos.
"No te muevas"- le dijo mientras el muchacho escuchaba a sus espaldas un ruido agudo. Por el reflejo del sol naranja que se había ocultado ya, vio que el sacerdote tenía una daga en su mano. Quiso darse media vuelta, pero pensó que no era lo conveniente. La estocada vino de pronto, rápidamente, pero no sintió ningún dolor.
La tela del taparrabo cayó al suelo dejando al muchacho completamente desnudo. Su verga gruesa y erecta salto de inmediato hacia adelante. El sacerdote, poniendo el cuchillo a un lado lo contemplo de pies a cabeza. Sin duda alguna era uno de los mejores ejemplares que había conseguido en mucho tiempo. Viéndolo allí con los últimos destellos del sol le parecía realmente que algún dios bajaría a saludarlos y participar de aquella sesión sexual. La cabellera negra de Qaltal hacia juego con la cintura angosta y los amplios hombros morenos, asimismo las piernas fuertes culminaban en un par de nalgas redondas pobladas solo por algunos vellos que parecían una pera dura.
"Me siento raro"- le dijo mientras se daba media vuelta dejando ver al sacerdote su cuerpo de frente.
"Es lo que tomaste"- le explico Tecuntle acercándose al muchacho. Su mano se posó en el pecho de Qaltal mientras con la otra agarraba la verga excitada que le apuntaba.
"Quiero que Quetzalcóatl...me haga suyo..."- las palabras brotaron en medio del trance en el que el muchacho había entrado ya.





El sumo sacerdote lo observo una vez más a los ojos.
"Yo te hare suyo"- le contesto mientras bajaba su mirada hacia la verga que tenía en su mano. Se acercó aún más y le dijo al oído -"hazme feliz, y te perdonare la vida. Hazme gozar y te daré la vida".
"Soy tuyo...soy tuyo"- le dijo esta vez tomando la iniciativa y poniendo sus manos en el pecho aun cubierto del sacerdote. Este sonrió de satisfacción y bajo rápidamente hasta poner sus ojos a la altura de la verga del muchacho.
"Es una hermosura"- le dijo viéndola mientras el glande en forma de fresa silvestre se expandía y dejaba ver una raya coronada por una gota de líquido pre seminal que se había escapado de los huevos peludos del muchacho. Acerco sus labios mientras cerraba los ojos y se la trago golosamente.
Ahora Qaltal comenzaba a saber lo que era estar en las manos de un dios como Quetzalcóatl y de su siervo, el sumo sacerdote. Sintió los labios carnosos de Tecuntle que tragaban magistralmente su miembro duro y se sintió en el paraíso, allá de donde llegaba su dios cada mes. El sacerdote puso sus manos en cada una de las entrepiernas del muchacho abriéndolo como a una de las tenazas que le servían para sacar los corazones de las vírgenes que ocasionalmente sacrificaba en el altar de afuera. Metió su mentón en medio de ellas y saco su lengua para lamer los dos huevos de Qaltal. Este se estremeció con aquella sensación hasta ese momento desconocida. Cerró sus ojos y apretó sus labios mientras se abría mas para permitir que Tecuntle continuara ensalivándolo. El sacerdote metió su cabeza más allá llegando hasta el culo del muchacho, tomo sus nalgas con las manos y las abrió para permitirle entrar con su lengua en el esfínter virgen de Qaltal. Tecuntle permanecía acostado de espaldas sobre el piso mientras el muchacho abría sus piernas y se dejaba follar por aquella lengua diestramente caliente.
"Ahora"- le dijo Tecuntle mientras sacaba su cabeza de en medio de las piernas de Qaltal -"vámonos aquí, a la alfombra sagrada donde debo terminar el rito".
Qaltal hubiera preferido no interrumpir aquel momento de placer, pero quizá en la alfombra sagrada su placer incrementaría. El sacerdote se paró en el centro de la alfombra y con su mano le indico a el que se parara frente a él. Comenzó a recitar algún conjuro desconocido para la población azteca y con el cuchillo en la mano se abrió su propia túnica dejando ver su pecho amplio, libre de vello, y con su abdomen suavizado por los aceites sagrados. Su verga estaba parada al máximo, era larga, gruesa y circuncidada, contrario a la mayoría de sus paisanos.
"Ahora estas listos para el sacrificio"- le dijo soltando el cuchillo y quitándose por completo la rasgada túnica.
"Que quieres que haga?"- le pregunto el muchacho que no comprendía lo que le sucedía, pero que disfrutaba de cada segundo de aquel sacrificio sensual.
"Ya te lo dije, lo que Quetzalcóatl te diga hacer, hazlo"- Tecuntle lo miro una vez más a los ojos y luego bajo su mirada a su propia verga parada.
El muchacho no lo pensó dos veces, se puso de rodillas delante del cuerpo desnudo y con ambas manos agarro la verga gruesa de su sacerdote. La beso casi con dulzura, como disfrutando de una fruta dulcísima. Paso sus labios por el hermoso glande haciendo que las venitas que llegaban hasta allí bombearan con más rapidez. Luego su boca comenzó el difícil trabajo de tragarse aquellos 18 centimetros de carne pura, suave al tacto pero dura como una roca. Las pócimas, sin lugar a dudas, estaban dando resultado, pues Qaltal se tragó aquella verga en solo un par de minutos.
"Oh...así...así...mi dulce sacrificio...así...que rico...ahhh"- Tecuntle se balanceaba al ritmo de la mamada que estaba recibiendo mientras afuera el sol ya no irradiaba ninguna luz. En el horizonte, al otro lado de la pirámide, una luna que parecía una naranja recién cortada comenzaba a salir en el horizonte.
Qaltal, siguiendo el ejemplo del sacerdote, bajo hasta los huevos de este y comenzó a lamerlos mientras su mano subía hacia el pene y lo masturbaba lentamente.
"Ponte aquí, como un perro"- le dijo Tecuntle mientras le indicaba el lugar a un lado suyo. Qaltal se acomodó en cuatro patas dejando al descubierto su culo virgen.
"Hazme tuyo oh gran Quetzalcóatl"- dijo mientras todos sus sentidos se embriagaban con la sensación de sensualidad que le embargaba.
Tecuntle se puso de rodillas detrás del muchacho mientras tomaba un instrumento color verde esmeralda.


"Este es el falo sagrado de Quetzalcóatl"- le informo mientras se lo mostraba: era como una verga cabezona hecha de jade de unos 16 centimetros de largo con agarradero y de unos 3cms de diámetro -"ahora te poseerá y llegaras a ser el sacrificio para él".
"Hazlo, hazlo..."- Qaltal sentía que su esfínter se abría y cerraba rítmicamente mientras esperaba con ansias el falo de su dios.
Tecuntle comenzó a decir otra plegaria mientras ponía la punta del falo sagrado en el esfínter del muchacho. El aceite que le había sido untado con anterioridad hacia que aquel orificio estuviera lo suficientemente lubricado así que cuando finalmente comenzó a empujarlo entro con mucha facilidad.
"Allí te va Quetzalcóatl"- le dijo el sacerdote mientras él se tomaba su verga con la mano que le quedaba libre y se la masturbaba.
"Ay...ay...que rico...ay...que rico..."- dijo Qaltal mientras sentía como su orto era abierto por primera vez por aquel objeto frio que le perforaba su culo -"Ahh...ahhh..."
"Así, así, así"- ahora el sacerdote también había caído en el éxtasis que solo un sacrificio con otro hombre le proporcionaba. Le metió el falo sagrado una y otra vez sin compasión. Pero para el joven sacrificado además de ser un honor, era también una causa de inmenso placer, como nunca antes lo había sentido y como nunca lo había imaginado.
"Ay...ay...que rico...ay..."
"Ahora vas a sentir una verga caliente...Quetzalcóatl es generoso y me ha permitido penetrarte"- le dijo Tecuntle mientras sacaba el falo sagrado del culo del joven y ponía su verga en aquel orificio recién desvirgado. Sintió como estaba ya dilatado y sin ninguna complicación introdujo su miembro. Las nalgas llenas de vellitos de Qaltal lo enloquecieron, y sentir aquellos vellos húmedos de la raja del muchacho lo llevaron al éxtasis mismo. Lo penetro por varios minutos en un vaivén salvaje mientras lo tomaba del largo cabello negro levantándolo y poniendo su pecho contra la espalda de Qaltal tomándole con la otra mano la verga prieta del muchacho y moviéndosela al mismo tiempo que lo penetraba.
"Ah...que delicia...ah...que rico..."- decía el muchacho mientras abría sus piernas y se dejaba coger por el sacerdote.
"Eres nuestro...eres mío...ay..."- decía Tecuntle mientras apretaba sus dientes en un loco movimiento de placer que le inundaba cada una de las células de su cuerpo -"ahora...para que seas completamente nuestro...date la vuelta..."- le indico mientras lo soltaba y se acomodaba con las manos y rodillas sobre la alfombra.
"Que...quieres que haga...?"- le pregunto Qaltal mientras observaba como su verga palpitaba por el placer obtenido y mientras observaba al sacerdote tirado como un perro delante de él.
"Tómame"- le dijo el mientras abría las piernas para que el muchacho lograra ver el orto purpureo que se abría delante de él.
Qaltal no pregunto y simplemente se puso detrás del sacerdote.
"Bésame el culo...dame tu saliva...que entre en mi cuerpo..."- la voz de Tecuntle jadeaba a medida que pronunciaba las palabras.
Qaltal se arrodillo y puso su boca en las nalgas limpias y perfumadas de Tecuntle. El olor a nardos era un afrodisiaco en sí mismo y a medida que besaba la carne del sacerdote su verga se hinchaba más dejando ver gotas que le cubrían el glande en un preámbulo del éxtasis que llegaría pronto. Su lengua ahora humedecía el esfínter del sacerdote abriéndolo rápidamente. Con seguridad aquel culo había sido cogido ya varias veces pues se dilato con una facilidad increíble.
"Entra...dame tu verga...poséeme...hagámonos uno..."
Qaltal se agarró su verga con las manos y la puso en la entrada de aquel orificio sagrado. Con un leve empujón estaba adentro, sintiendo ahora otra sensación insospechada para el hacía solo unas horas.
La luna estaba ahora tomando un color blanquizo y alumbraba las pirámides, las casas, las chozas y la selva que rodeaba el lago. Seguramente Quetzalcóatl estaba disfrutando del sacrificio pues hasta la luna alumbraba con fuerza aquella noche.
El muchacho sabía que el sacrificio estaba siendo aceptado, pues el sacerdote ahora pugia de placer.
"Ahh...ahh...que vergota...ahh...que ricooooo"
"Que delicia!"- dijo Qaltal mientras sentía como su verga entraba y salía de aquel culo que se expandía para recibirla pero que permanecía socado ante la embestida. Los huevos rebotaban en las nalgas morenas mientras el sacerdote se mantenía gritando -casi llorando de placer.
"Ahh...dale...ahh...que verga más rica...ah...."
En un instante, Qaltal se puso rígido, tenso, el clímax había llegado y podía ver como el sacerdote expulsaba chorros de semen que quedaban impregnados en la alfombra. Su propia verga se había hinchado tanto que la sintió explotar dentro del culo. Sus ojos se desorbitaron por la sensación mientras todo su cuerpo se ponía sobre el cuerpo de Tecuntle expulsando todo su semen en los intestinos del sacerdote.
"Oh...gran Quetzalcóatl...acepta este sacrificio...acéptalo..."- la voz del sacerdote, aun entrecortada y jadeante, retumbo en las paredes de piedra de la pirámide.
Aquel momento parecía suspendido en el tiempo. Sin duda, todos los dioses estaban masturbándose en ese instante.
Qaltal se separó instintivamente del sacerdote levantándose y poniéndose su bata.
"Eres el mejor de todos los sacrificios que he tenido en varias lunas"- le dijo Tecuntle parándose -"A partir de ahora, vivirás aquí...como uno de mis sacerdotes..."
El muchacho abrió sus ojos achinados que reflejaban la luz de los candiles que titilaban en el lugar.
"Quiere decir que no voy a morir?"
"Por supuesto que no...alguien como tu merece vivir...y vivir conmigo...a mi lado...mientras podamos cogernos...lo vamos a hacer...una y otra vez..."
La suerte de aquel joven azteca estaba echada. Y mientras el pueblo en silenciosa meditación esperaba que el dios aceptara el sacrificio, Qaltal era llevado a su nueva habitación...de donde seria llamado cada vez que el sumo sacerdote Tecuntle se le antojara un culo...o una verga...
Por supuesto, la historia del Imperio Azteca jamás incluyo este capítulo tan...sabroso.


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