El pecho
desnudo y libre de vellos del gran sacerdote Tecuntle brillaba con su sudor.
Sus tetillas negras estaban paradas por la excitación en la que se encontraba.
Contrario al resto de los hombres que estaban en la sala, Tecuntle tenía puesto
una capa blanca adornada por diminutos dibujos de aves en todo su borde. El
resto de hombres estaban cubiertos solamente por un taparrabos.
El sol
candente del mediodía había cedido a aquel que predecía el ocaso sobre la pirámide
y el resto del lago Tetzcoco. La pirámide dedicada a Quetzalcóatl se asentaba
en una isla sobre aquel lago (centurias después sería la Ciudad de México).
Tecuntle,
con su mirada penetrante que hacía que sus achinados ojos negros se movieran de
un lado a otro del lugar, caminaba en medio de la docena de hombres que estaba allí.
Todos habían sido escogidos personalmente por el gran sacerdote de los aztecas
y todos sabían que el elegiría solamente a uno de ellos.
Al
sacerdote no le tomo mucho tiempo decidir. Acercándose a un muchacho con una
gran melena negra que le llegaba hasta la cintura, se detuvo, lo observo y
tomando su mentón con su mano le pregunto:
"Hueles
a humo"- le dijo con su voz sonora que reboto en las paredes de piedra de
la pirámide.
"Es
seguramente el humo del incienso"- le contesto el muchacho que no llegaría
a sus 20 sin levantar la vista.
Tecuntle
observo que el muchacho tenía brazos fuertes y un pecho bien formado. Sus
pezones eran grandes, redondos, prietos. Una leve línea de vellos bajaba desde
su tórax hasta donde el taparrabos comenzaba. Las piernas eran fuertes y los
pies protegidos por una especie de sandalias eran grandes y tostados por el
sol.
"Cómo
te llamas?"- le pregunto Tecuntle mientras su mano libidinosa tocaba
levemente los brazos del muchacho.
"Qaltal"-
le contesto mientras sus vellos sentían el roce del hombre que tenía frente a él
y que lo observaba como si fuera a comérselo.
"Ave
en movimiento"- dijo casi en susurros el sacerdote pensando en el
significado del nombre -"Sabes que si te escojo esta noche será
inolvidable para ti, verdad?"
"Lo sé"-
le contesto Qaltal levantando la vista. Su mirada denotaba un escondido deseo,
algo de lo que nunca había hablado con nadie, algo que el sacerdote en su vasto
conocimiento supo de inmediato.
"Entonces,
te escojo a ti"- le respondió mientras le dirigía su profunda mirada.
Los dos
guerreros apostados en la puerta despidieron rápidamente al resto de los hombres
semi desnudos. Al mismo tiempo cuatro sacerdotes, tres flacos y uno gordo,
entraron al lugar corriendo mientras el sumo sacerdote era despojado del manto
largo que llevaba puesto. Uno de los sacerdotes, el gordo, se llevó
apresuradamente al muchacho a otra habitación mientras Tecuntle era desnudado
para meterse en una suntuosa tina que permanecía detrás de una cortina. Los
sacerdotes, con miradas picaras entre sí, lavaron cada parte del cuerpo del
sumo sacerdote. Mientras tanto, el otro hacia lo mismo con el joven Qaltal.
Luego de un extenso lavamiento fue vestido con un taparrabos color verde y una túnica
blanca con bordes igualmente verdes.
Luego de más
de dos horas de preparación con ungüentos, perfumes, aceites y pócimas, Qaltal
fue llevado hasta la cúspide de la pirámide. El sol del atardecer pegaba de
frente en la estructura monolítica mientras el pueblo regresaba de sus labores
y se concentraban en la cena ceremonial que les esperaba en sus casas. Pero al
momento mismo en que la esfera solar desapareciera en el horizonte, Quetzalcóatl,
el dios de la fertilidad, bajaría para reclamar su sacrificio mensual. Aquella
noche era luna llena, y el ritual debía ser llevado a cabo por el sumo
sacerdote con un joven virgen. El resto de los días, 27 del calendario lunar,
mujeres vírgenes eran sacrificadas para el dios que prometía fertilidad si era
satisfecho su deseo de sangre. Pero cuando la luna estaba llena, como aquella
noche, un hombre virgen participaba de un ritual secreto con el sumo sacerdote.
Y era el quien decidía al final si el joven era sacrificado o perdonado por el
dios Quetzalcóatl.
El
sacrificio de aquella tarde permaneció de pie junto a una alfombra circular
hecha con plumas de aves. Paso su pie, ahora limpio y suave, por aquella
superficie y le produjo deseos de acostarse sobre ella. Pero la luz proveniente
del astro rey lo invito a acercarse a la puerta abierta en lo más alto de la pirámide.
Sus ojos contemplaron todo el valle, con el agua de la laguna brillando como un
tornasol. Era hermoso.
"Estas
en la cumbre del mundo"- la voz de Tecuntle, fuerte, varonil, ronca, resonó
a sus espaldas -"No te des vueltas, sigue contemplando la ciudad a tus
pies"- le ordeno mientras se acercaba lentamente.
"Esto
es lo que tu miras todos los días?"
"Esto
es lo que el gran dios Quetzalcóatl hace producir todos los meses...esta es la razón
de los sacrificios..."
El sumo
sacerdote puso ambas manos alrededor de la cintura del joven.
"Ahora
ya no tienes olor a humo"- le dijo Tecuntle mientras ponía sus labios en
el hombro del muchacho -"Te ves, y hueles, como un hijo de los
dioses".
"Y
que se supone que debo hacer?"- pregunto Qaltal mientras sentía como las
manos del sumo sacerdote apretaban su cintura y bajaban hacia sus partes
nobles.
"No
te preocupes, ya todo está arreglado...simplemente déjate llevar por tus
sensaciones...por tus sentidos...el ritual ha comenzado desde que te pusieron
el agua sagrada y los aceites..."- el sumo sacerdote había ahora puesto
ambas manos en la polla caliente de Qaltal. La masajeo lentamente mientras
bajaba a los huevos colgantes del muchacho quien se estiro instintivamente recostándose
en el dintel de la puerta cerrando sus ojos ante aquella sensación desconocida
para él. Sintió la mano suave del sacerdote que le ponía todos sus vellos al máximo
mientras los dedos se enredaban en ellos.
"Ahh...que...que
es esto?"
"Es
el placer"- le dijo Tecuntle al oído mientras el muchacho sentía como se
acercaba a él, y como un bulto macizo como el hierro se le topaba en sus
nalgas.
"Ahh..."
"El
placer de servirle a Quetzalcóatl"- agrego Tecuntle mientras sus manos
continuaban enderezando la verga de Qaltal.
"Ahh...le
sirvo...le sirvo..."- dijo el muchacho mientras una de sus manos se dirigía
a aquel bulto que sentía en su trasero. Cuando lo palpo supo inmediatamente de
lo que se trataba, pero lejos de rehuirse se detuvo a pajearlo. El mismo se sorprendió
pues nunca antes había estado con un hombre.
"Y
le estas sirviendo muy bien...sigue..."- le dijo el sacerdote mientras le
bajaba la túnica dejando ver uno de los hombros morenos del joven. El cabello
lacio y negro caía libremente por la espalda -"Eres un hombre
guapo...muchas mujeres deben querer desposarte...pero ahora eres de Quetzalcóatl...estas
destinado a ser uno con el..."- la voz del sacerdote resonaba en los oídos
del muchacho mientras sentía como su túnica caía rápidamente al suelo.
"Si...ahh...esto
es el placer de estar con..."- Qaltal no pudo terminar la frase pues el
sacerdote comenzó a pasar su lengua húmeda por su cuello para luego bajar por
el espinazo. Sintió que su cuerpo se estremecía por aquella sensación que no sabía
guardaba en su interior. Tecuntle bajo lentamente por toda la espalda del
muchacho hasta llegar al taparrabos.
"No
te muevas"- le dijo mientras el muchacho escuchaba a sus espaldas un ruido
agudo. Por el reflejo del sol naranja que se había ocultado ya, vio que el
sacerdote tenía una daga en su mano. Quiso darse media vuelta, pero pensó que
no era lo conveniente. La estocada vino de pronto, rápidamente, pero no sintió ningún
dolor.
La tela
del taparrabo cayó al suelo dejando al muchacho completamente desnudo. Su verga
gruesa y erecta salto de inmediato hacia adelante. El sacerdote, poniendo el
cuchillo a un lado lo contemplo de pies a cabeza. Sin duda alguna era uno de
los mejores ejemplares que había conseguido en mucho tiempo. Viéndolo allí con
los últimos destellos del sol le parecía realmente que algún dios bajaría a
saludarlos y participar de aquella sesión sexual. La cabellera negra de Qaltal
hacia juego con la cintura angosta y los amplios hombros morenos, asimismo las
piernas fuertes culminaban en un par de nalgas redondas pobladas solo por
algunos vellos que parecían una pera dura.
"Me
siento raro"- le dijo mientras se daba media vuelta dejando ver al
sacerdote su cuerpo de frente.
"Es
lo que tomaste"- le explico Tecuntle acercándose al muchacho. Su mano se posó
en el pecho de Qaltal mientras con la otra agarraba la verga excitada que le
apuntaba.
"Quiero
que Quetzalcóatl...me haga suyo..."- las palabras brotaron en medio del
trance en el que el muchacho había entrado ya.
El sumo
sacerdote lo observo una vez más a los ojos.
"Yo
te hare suyo"- le contesto mientras bajaba su mirada hacia la verga que tenía
en su mano. Se acercó aún más y le dijo al oído -"hazme feliz, y te
perdonare la vida. Hazme gozar y te daré la vida".
"Soy
tuyo...soy tuyo"- le dijo esta vez tomando la iniciativa y poniendo sus
manos en el pecho aun cubierto del sacerdote. Este sonrió de satisfacción y
bajo rápidamente hasta poner sus ojos a la altura de la verga del muchacho.
"Es
una hermosura"- le dijo viéndola mientras el glande en forma de fresa
silvestre se expandía y dejaba ver una raya coronada por una gota de líquido pre
seminal que se había escapado de los huevos peludos del muchacho. Acerco sus
labios mientras cerraba los ojos y se la trago golosamente.
Ahora
Qaltal comenzaba a saber lo que era estar en las manos de un dios como Quetzalcóatl
y de su siervo, el sumo sacerdote. Sintió los labios carnosos de Tecuntle que
tragaban magistralmente su miembro duro y se sintió en el paraíso, allá de
donde llegaba su dios cada mes. El sacerdote puso sus manos en cada una de las
entrepiernas del muchacho abriéndolo como a una de las tenazas que le servían
para sacar los corazones de las vírgenes que ocasionalmente sacrificaba en el
altar de afuera. Metió su mentón en medio de ellas y saco su lengua para lamer
los dos huevos de Qaltal. Este se estremeció con aquella sensación hasta ese
momento desconocida. Cerró sus ojos y apretó sus labios mientras se abría mas
para permitir que Tecuntle continuara ensalivándolo. El sacerdote metió su
cabeza más allá llegando hasta el culo del muchacho, tomo sus nalgas con las
manos y las abrió para permitirle entrar con su lengua en el esfínter virgen de
Qaltal. Tecuntle permanecía acostado de espaldas sobre el piso mientras el
muchacho abría sus piernas y se dejaba follar por aquella lengua diestramente
caliente.
"Ahora"-
le dijo Tecuntle mientras sacaba su cabeza de en medio de las piernas de Qaltal
-"vámonos aquí, a la alfombra sagrada donde debo terminar el rito".
Qaltal
hubiera preferido no interrumpir aquel momento de placer, pero quizá en la
alfombra sagrada su placer incrementaría. El sacerdote se paró en el centro de
la alfombra y con su mano le indico a el que se parara frente a él. Comenzó a
recitar algún conjuro desconocido para la población azteca y con el cuchillo en
la mano se abrió su propia túnica dejando ver su pecho amplio, libre de vello,
y con su abdomen suavizado por los aceites sagrados. Su verga estaba parada al máximo,
era larga, gruesa y circuncidada, contrario a la mayoría de sus paisanos.
"Ahora
estas listos para el sacrificio"- le dijo soltando el cuchillo y quitándose
por completo la rasgada túnica.
"Que
quieres que haga?"- le pregunto el muchacho que no comprendía lo que le sucedía,
pero que disfrutaba de cada segundo de aquel sacrificio sensual.
"Ya
te lo dije, lo que Quetzalcóatl te diga hacer, hazlo"- Tecuntle lo miro
una vez más a los ojos y luego bajo su mirada a su propia verga parada.
El
muchacho no lo pensó dos veces, se puso de rodillas delante del cuerpo desnudo
y con ambas manos agarro la verga gruesa de su sacerdote. La beso casi con
dulzura, como disfrutando de una fruta dulcísima. Paso sus labios por el
hermoso glande haciendo que las venitas que llegaban hasta allí bombearan con más
rapidez. Luego su boca comenzó el difícil trabajo de tragarse aquellos 18 centimetros
de carne pura, suave al tacto pero dura como una roca. Las pócimas, sin lugar a
dudas, estaban dando resultado, pues Qaltal se tragó aquella verga en solo un
par de minutos.
"Oh...así...así...mi
dulce sacrificio...así...que rico...ahhh"- Tecuntle se balanceaba al ritmo
de la mamada que estaba recibiendo mientras afuera el sol ya no irradiaba
ninguna luz. En el horizonte, al otro lado de la pirámide, una luna que parecía
una naranja recién cortada comenzaba a salir en el horizonte.
Qaltal,
siguiendo el ejemplo del sacerdote, bajo hasta los huevos de este y comenzó a
lamerlos mientras su mano subía hacia el pene y lo masturbaba lentamente.
"Ponte
aquí, como un perro"- le dijo Tecuntle mientras le indicaba el lugar a un
lado suyo. Qaltal se acomodó en cuatro patas dejando al descubierto su culo
virgen.
"Hazme
tuyo oh gran Quetzalcóatl"- dijo mientras todos sus sentidos se
embriagaban con la sensación de sensualidad que le embargaba.
Tecuntle
se puso de rodillas detrás del muchacho mientras tomaba un instrumento color
verde esmeralda.
"Este
es el falo sagrado de Quetzalcóatl"- le informo mientras se lo mostraba:
era como una verga cabezona hecha de jade de unos 16 centimetros de largo con
agarradero y de unos 3cms de diámetro -"ahora te poseerá y llegaras a ser
el sacrificio para él".
"Hazlo,
hazlo..."- Qaltal sentía que su esfínter se abría y cerraba rítmicamente
mientras esperaba con ansias el falo de su dios.
Tecuntle comenzó
a decir otra plegaria mientras ponía la punta del falo sagrado en el esfínter
del muchacho. El aceite que le había sido untado con anterioridad hacia que
aquel orificio estuviera lo suficientemente lubricado así que cuando finalmente
comenzó a empujarlo entro con mucha facilidad.
"Allí
te va Quetzalcóatl"- le dijo el sacerdote mientras él se tomaba su verga
con la mano que le quedaba libre y se la masturbaba.
"Ay...ay...que
rico...ay...que rico..."- dijo Qaltal mientras sentía como su orto era
abierto por primera vez por aquel objeto frio que le perforaba su culo
-"Ahh...ahhh..."
"Así,
así, así"- ahora el sacerdote también había caído en el éxtasis que solo
un sacrificio con otro hombre le proporcionaba. Le metió el falo sagrado una y
otra vez sin compasión. Pero para el joven sacrificado además de ser un honor,
era también una causa de inmenso placer, como nunca antes lo había sentido y
como nunca lo había imaginado.
"Ay...ay...que
rico...ay..."
"Ahora
vas a sentir una verga caliente...Quetzalcóatl es generoso y me ha permitido
penetrarte"- le dijo Tecuntle mientras sacaba el falo sagrado del culo del
joven y ponía su verga en aquel orificio recién desvirgado. Sintió como estaba
ya dilatado y sin ninguna complicación introdujo su miembro. Las nalgas llenas
de vellitos de Qaltal lo enloquecieron, y sentir aquellos vellos húmedos de la
raja del muchacho lo llevaron al éxtasis mismo. Lo penetro por varios minutos
en un vaivén salvaje mientras lo tomaba del largo cabello negro levantándolo y
poniendo su pecho contra la espalda de Qaltal tomándole con la otra mano la
verga prieta del muchacho y moviéndosela al mismo tiempo que lo penetraba.
"Ah...que
delicia...ah...que rico..."- decía el muchacho mientras abría sus piernas
y se dejaba coger por el sacerdote.
"Eres
nuestro...eres mío...ay..."- decía Tecuntle mientras apretaba sus dientes
en un loco movimiento de placer que le inundaba cada una de las células de su
cuerpo -"ahora...para que seas completamente nuestro...date la
vuelta..."- le indico mientras lo soltaba y se acomodaba con las manos y
rodillas sobre la alfombra.
"Que...quieres
que haga...?"- le pregunto Qaltal mientras observaba como su verga
palpitaba por el placer obtenido y mientras observaba al sacerdote tirado como
un perro delante de él.
"Tómame"-
le dijo el mientras abría las piernas para que el muchacho lograra ver el orto
purpureo que se abría delante de él.
Qaltal no
pregunto y simplemente se puso detrás del sacerdote.
"Bésame
el culo...dame tu saliva...que entre en mi cuerpo..."- la voz de Tecuntle
jadeaba a medida que pronunciaba las palabras.
Qaltal se
arrodillo y puso su boca en las nalgas limpias y perfumadas de Tecuntle. El
olor a nardos era un afrodisiaco en sí mismo y a medida que besaba la carne del
sacerdote su verga se hinchaba más dejando ver gotas que le cubrían el glande
en un preámbulo del éxtasis que llegaría pronto. Su lengua ahora humedecía el esfínter
del sacerdote abriéndolo rápidamente. Con seguridad aquel culo había sido
cogido ya varias veces pues se dilato con una facilidad increíble.
"Entra...dame
tu verga...poséeme...hagámonos uno..."
Qaltal se
agarró su verga con las manos y la puso en la entrada de aquel orificio
sagrado. Con un leve empujón estaba adentro, sintiendo ahora otra sensación
insospechada para el hacía solo unas horas.
La luna
estaba ahora tomando un color blanquizo y alumbraba las pirámides, las casas,
las chozas y la selva que rodeaba el lago. Seguramente Quetzalcóatl estaba
disfrutando del sacrificio pues hasta la luna alumbraba con fuerza aquella
noche.
El
muchacho sabía que el sacrificio estaba siendo aceptado, pues el sacerdote
ahora pugia de placer.
"Ahh...ahh...que
vergota...ahh...que ricooooo"
"Que
delicia!"- dijo Qaltal mientras sentía como su verga entraba y salía de
aquel culo que se expandía para recibirla pero que permanecía socado ante la
embestida. Los huevos rebotaban en las nalgas morenas mientras el sacerdote se mantenía
gritando -casi llorando de placer.
"Ahh...dale...ahh...que
verga más rica...ah...."
En un
instante, Qaltal se puso rígido, tenso, el clímax había llegado y podía ver
como el sacerdote expulsaba chorros de semen que quedaban impregnados en la
alfombra. Su propia verga se había hinchado tanto que la sintió explotar dentro
del culo. Sus ojos se desorbitaron por la sensación mientras todo su cuerpo se ponía
sobre el cuerpo de Tecuntle expulsando todo su semen en los intestinos del
sacerdote.
"Oh...gran
Quetzalcóatl...acepta este sacrificio...acéptalo..."- la voz del
sacerdote, aun entrecortada y jadeante, retumbo en las paredes de piedra de la pirámide.
Aquel
momento parecía suspendido en el tiempo. Sin duda, todos los dioses estaban masturbándose
en ese instante.
Qaltal se
separó instintivamente del sacerdote levantándose y poniéndose su bata.
"Eres
el mejor de todos los sacrificios que he tenido en varias lunas"- le dijo
Tecuntle parándose -"A partir de ahora, vivirás aquí...como uno de mis
sacerdotes..."
El
muchacho abrió sus ojos achinados que reflejaban la luz de los candiles que
titilaban en el lugar.
"Quiere
decir que no voy a morir?"
"Por
supuesto que no...alguien como tu merece vivir...y vivir conmigo...a mi
lado...mientras podamos cogernos...lo vamos a hacer...una y otra vez..."
La suerte
de aquel joven azteca estaba echada. Y mientras el pueblo en silenciosa meditación
esperaba que el dios aceptara el sacrificio, Qaltal era llevado a su nueva habitación...de
donde seria llamado cada vez que el sumo sacerdote Tecuntle se le antojara un
culo...o una verga...
Por
supuesto, la historia del Imperio Azteca jamás incluyo este capítulo tan...sabroso.
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