Por Gisshic
¿Has
tenido alguna vez un deseo incontrolable con tu pareja o con alguna persona con
la que Has estado? A mí esto me ocurría con mi pareja, y era algo que me
descontrolaba enormemente, pero hay veces que una tiene que poner de su parte
para conseguir lo que desea, y creedme lectores, a veces este placer y este
disfrute, aunque cueste, llega a ser muy, muy sabroso.
Mi
pareja y yo nos conocimos de improvisto, lo normal que ocurre hoy en día, estás
completamente aburrida, y te pones a chatear por internet para ver si hay un
chico interesante para salir a dar una vuelta, tomar una copa, o simple y
llanamente, para que te quite las telarañas, que hacía más de dos años que no
tenía un buen sexo y quería darme el gustazo. Bueno, debo reconocer que esa frase
puede llevar a engaño, llevaba dos años sin tener que me cogieran, ni bueno ni
malo, ninguno, aunque si tenía mis queridos dedos, esos nunca me fallaban a la
hora de hacerme vibrar mientras me tocaba, mientras iba disfrutando del placer
que se tiene cuando se está en el baño o en el sofá y quieres sentir placer en
tu interior.
Cuando
conocí a mi hombre, lo conocí a fondo, muy a fondo e íntimamente, durante toda
la noche estuvimos cogiendo como si no hubiese mañana. ¿Quién sabía si después
de esa noche ya no volviera? Lo iba a exprimir al máximo y si lo hice. Adoro
sentir su pene erecto en mi interior, tiene una buena cabeza para abrirse paso
dentro de mí que me vuelve loca, y en aquel entonces, cuando llevaba tanto
tiempo sin ahondar en mi vagina, la sintió como agua miel. Además, era un matador
embistiéndome, sabía acoplarse a mi como ninguna otra persona había conseguido
hacer, pero a mí también me gustaba llevar el control de la situación y
teniéndolo con violencia en la cama, me subí sobre él para cabalgarlo
intensamente, notando como su miembro se movía alocadamente en mi interior,
estaba llegando al éxtasis y él lo sabía, por eso, agarrándome por detrás me
apoyaba para que los movimientos sean más duros, más intensos y pudiera tener
un orgasmo de campeonato.
Con
el paso del tiempo la relación fue forjándose, y el sexo con él ha seguido
siendo maravilloso, increíble lo que puede hacer, haciéndome vibrar cada vez
que lo hacemos, hemos probado innumerables posturas, desde las clásicas como el
misionero, en el que él me embiste una y otra vez, hasta otras más elaboradas,
que serían complicadas de explicar con pocas palabras pero que son de las que
te hacen sentir todo el placer y su miembro abriéndose paso. Lo único que no
había conseguido hasta hace poco fue que se corriese en mi boca. Todos tenemos
nuestras fantasías y la mía era esta, ya había sentido su semen caliente y
cuantioso en mi vagina, haciendo incluso que se corriese en mi ano, algo que me
provocó directamente un orgasmo y me dejase tumbada en la cama durante unos
segundos de lo excitada y sin fuerzas que me había dejado. Sin embargo, quería
saborear su semen disparado directamente en mi boca, sentir como su pene
expulsaba la corrida como se contraía y como me llegaba hasta la garganta
viéndole a él doblarse de placer, y lo conseguí con unos masajes para hombres, que aprendí y que, gracias a
una buena amiga, me recomendó que le hiciera, ya que ella lo había hecho con su
novio, consiguiendo maravillas. El tantra es una técnica que dicen que es
milenaria budista, pero a mí lo que me importaba es que pudiera saborear la
leche de mi pareja desde el envase, como si fuese un biberón. Después de unos calentamientos
previos en los que nos tocábamos, nos masajeábamos, y jugábamos un poco con
nuestros miembros, me propuse ponerlos en práctica, lamiendo su miembro,
notándose como iba poniéndose más erecto con cada caricia, y sentía en él la
presión y la tensión, las ganas, el deseo de poder penetrarme, pero ese día no
iba a hacerlo, al menos en ese momento, porque su miembro era mío, me
pertenecía, y si yo quería comérmela y sentirla hasta la garganta, iba a
hacerlo. Le fui comiendo y mordiendo su sexo lentamente, como quien tiene un
helado de su sabor favorito y no quiere que se acabe, pues igual, con pequeñas
lamidas, y con miradas sensuales para que se pusiera a tono. Poco a poco fui
notando como aquello fue mejorando y después de unos largos minutos conseguí
que me llenara la boca de su corrida, que había sido bastante grande, me dijo
que, si había disfrutado, porque él estaba sin palabras, y para seguir siendo
una chica mala, le abrí la boca y le enseñe su semen, contándole al oído que
estaba saboreándolo y que estaba delicioso.
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