Por Gervasio
de Silos
Siendo aún
chavalete me vi arrojado por mis padres de la aldea parea sumergirme en el
mundo laboral de la ciudad, y aquí me tienen ustedes con 17 años y disfrutando
ahora de los placeres de las mujeres maduras. Algo que sino cuento exploto.
Con 17 años
aterricé en la ciudad de la mano de mi alter ego Alejandrín que ya rayaba el
cuarto de siglo, y de cuya mano por trasteos de la vida y de sus enredos
me vi colocado como su ayudante en el reparto de productos cosméticos y de
perfumería en una importante tienda de la capital, donde como digo me llevó
Alejandrín que me iba embrollando en su submundo se venderme sus fotos porno, o
dejarme de vez en cuando alguna revista, aunque a la que me descuidaba lo tenía
sobándome el paquete o en el culo, no era que mi amigo fuera maricón, pero le
iba la carne y el pescado, y como él decía había que probar el producto ante de
ver a quien ofrecerlo.
Cuando
entré en aquella antigua perfumería, de amplios espejos y salones, quedé
maravillado y más aún cuando me vi enfrente de aquella enjuta mujer enlutada,
de facciones duras, y pero de angelicales maneras y cabellos rubios que
asomaban por doquier, esa es mi jefa, su nombre no le hacía justicia: Doña
Petronila, Petro.. para los más allegados, detrás de ella siempre andaba Doña Carmen,
una morenaza de toma pan y moja, morena, de formas rotundas, e incipiente
bigotillo, esta era la Encargada, luego había dos dependientas, sin más, chicas
de pueblo que apenas si se relacionaban con nadie y menos con los mozos del
almacén.
Poco Alejandrín
me fue incorporando a sus talayas y escondrijos para ver las pechugas de las
dependientas desde los pisos altos, o como espiar a las clientas a la señora y
sus empleadas cuando comían o se solazaban un rato en el cuarto de las visitas,
en cual se refugiaban para comer o darse un descanso, incluida Doña Petro.
Era todo un
juego se sube y baja y siempre detrás de las faldas de las señoras de la tienda,
de momento solo fue eso ver los escotes, y las pechugas de la susodichas, ver
algún cruce de piernas que dejaban ver algo más y para de contar.
Hasta
que un buen día el Alejandrín me sacó unos buenos cuartos por
dejarme disfrutar de sus “vistas” más golosas, o sea una serie de agujeros
practicados en el WC de las señoras, y desde los cuales podía ver a estas desde
distintos ángulos.
Tras irse
de vacaciones el tal Alejandrín, en base a mis buenos dineros, me dispuse a
disfrutar de mis nuevos periscopios, y la verdad es que el salto fue increíble,
ver chochos y culos fue toda una pasión sobre todo los cuerpazos de Carmen, la
encargada y de Doña Petro, las cuales parecían que hasta lo hacían a propósito,
lucir sus pompis y chuminos. Era una delicia verlas limpiarse hasta a veces
manosearse.., aunque yo creo que a veces intuían que detrás estábamos los mirones,
y lo hacían con la luz apagada, y otras en cambio, yo creo que lo hacían para
perrearnos y ponernos berracos.
En uno de
esos días del verano que ya uno se levanta con el mástil empinado cogí un
empalme de carajo cuando Doña Petro llevó a Carmen, para que le ayudara a
observar unos granos que le habían salido en la espalda a Doña Petro, y allí vi
a esta bajar el vestido de cremallera y enseñar la espalda a la Carmen,
que tras un profundo examen pidió a la Petro, que se subiese los refajos, pues
parecía que tenía más granos más abajo, y así fue como la Carmen se fue
refocilando con el culamen de la jefa, lleno de picaduras.
Le bajó la
Carmen las bragas de encaje negra a la jefa que se resistía a verse en pelota,
allí la dejó, y fue una delicia ver aquella espalda y el moderado culo de la
jefa perlado de pelitos rubios, Carmen había ido a tienda a por unos ungüentos
que y sin más preámbulos le fue esparciendo por la espalda a Doña Petro, que se
dejaba hacer dado el alivio que tenía.
Le contaba
Doña Petro, que había estado en la casa el pueblo y que cree que allí había
chinches, y la habían dejado guapa, y dado que no tenía con quien contar para
ver el efecto de las chinches, y sobre todo con alguien que tuviera confianza.
La Carmen,
confianza no se sí tenía, pero se la tomó lamia el culo de su jefa diciendo que
la saliva también era buena para esas picaduras, y que no se moviera que iba al
jardín a por unos caracoles, cuyas babas decía la Carmen eran mano de santo. Se
resistía la jefa a tales tratamientos, pero la envergadura de los picotazos, y
supongo que los manoseos de la Carmen la habían puesto caliente, pues hasta
ella misma metía la mano por entre el nalgatorio, pues decía la Carmen que
hasta allí habían llegado las chinches.
Llegó la
Carmen con cuatro grandes caracoles que por alguna acción de la Carmen
empezaron a dejar unos salivazos de órdago por la espalda y por el culo..
Cuando Carmen le dijo a la jefa que se inclinara más y abriera los cachetes del
culo, ya fue la reostia, Carmen se puso en cuclillas, le dio a la jefa una
serie de lametones en pleno ojete, y le dejó luego en el comienzo del canalillo
un par de caracoles, que pronto sus babas se iban culo abajo.
La Carmen
con la jefa medio imposibilitada de movimientos, la postura, la calentura y también
la vergüenza, supongo dejaba hacer a la experta Carmen, que ya tenía una mano
metida en sus bragas mientras se hurgaba ponía a la jefa al tris del éxtasis.
Estaban en
las nubes la dos, cuando la Carmen dio un grito, y se puso de pie sacando
rápidamente la mano de las bragas de Doña Petro, esta azorada se remangó toda y
se vistió en un santiamén, quedándome si el cinema porno de ambas maduras.
Cada una
fue a sus cosas…, y estuvieron unos días que se evitaban, y hasta casi que no
iban al baño, por lo cual me quedé sin poder pajearme.
En una de
esas acaloradas mañanas, con la tienda cerrada al mediodía y las chicas y
Alejandrín de vacaciones, y la jefa creyendo que yo andaba de recados, pero lo
que estaba era deleitándome con el botín que había encontrado de revista porno
de Alejandrín, estaba en pleno sobeo de polla, cuando oí unos suspiros y a
Carmen, diciendo que no se lo podía creer. ¡Qué bueno y cojonudo su famoso
grillo, Doña Petro ¡pero dado el ángulo yo no podía ver el famoso grillo, más
allá de ver a Doña Petro con las tetas al aire, los refajos levantados debajo
de los cuales sorbía como una marrana la Carmen, y las manos de la jefa que tiraban
de la melena de Carmen, mientras le decía. ¡Que jodía eres Carmen ¡
Debieron
oírme en el pajoteo, pues pronto deshicieron el nudo del encame, y cada una se
fue a sus quehaceres, aunque Carmen había quedado enardecida y pronto fue al
baño a saciarse para mi gusto y placer, se sentó en wáter, se abrió el peludo
chumino en el cual metía el mango romo de un cepillo y se daba placer mientras
se restregaba las tetas.
Estaba ya
en pleno pajoteo, con los pantalones bajado y la minga en la afanada mano, sube
y baja... cuando en esto noto que me pilla de los huevos y las orejas y me
dicen a cara perro: o sea que estas tenemos, mirones y pajilleros, salió la
Carmen echa un basilisco, me miró me retorció los huevos a tutiplén y me dio un
ostión que me levantó del suelo.
Me llamó
minutos después Doña Petro, indicándome que el viernes a la tarde quería verme
en su casa a eso de las 8 de la tarde, cuando cerraran la tienda. Yo ya me veía
despedido y salvaba si no me llevaban a los guardias. Acojonado estaba y mi
polla igual, el vergajo colgaba con un higo seco.
Allí me
presenté, ante Doña Carmen y Doña Petro, las dos muy serias y reñidoras, aunque
muy apetecibles Carmen de unos 40 años envuelta en sus amplios vestidos dejando
bambolear sus carnes, Doña Petro, como se unos 50 a cerca de los 60 años,
comprimida en sus falda de tubo y sus camisas ceñidas de institutriz, el
complemento eran unos zapatos de alto tacón y una cinta al pelo, Doña Carmen
tenía en la mano una larga regla de madera con la que dada suaves pero
continuos golpes sobre su otra mano.
¡Vaya…,
aquí tenemos al mirón y pajillero ¡Ese fue todo su saludo que Doña Carmen.
Estaba
azorado y cagado de miedo, y más parado me quedé cuando Doña Carmen metió las
manos entre la camisa de Doña Petro y la otra por debajo de sus faldas
tubo. Seguía mirando de reojo, y con pocas ganas que le vergajo se subiera al
pino, pero l madre naturaleza ya se sabe., y cuando el príapo se iba subiendo
la cabrona de la Carmen, me atizó un reglazo en plena bragueta. Que hija de
puta ¡
Me
indicaron que me desnudara, y me quedara en pelota picada, y eso pareció
gustarles, pues al poco se amarraron a mi polla que ya iba luciendo
estilo, Doña Petro me anudó a la polla y los huevos su cinta del pelo, con
lo cual todo el conjunto se puso rojo y lleno de sangre adquiriendo un
buen tamaño.
Era la
primera vez en mi vida que estaba ante dos señoras que pronto quedaron como
desarregladas, faldas y camisas abiertas, bragas a medio bajar, en fin todo un
cuadro.
Doña Carmen
le indicó a Doña Petro que se echase sobre el gran sofá, pues le quería poner
el “grillo” a tono, y a ello se pudo a bajarle las bragas a su jefa y chuparle
chumino hasta decir basta, le dio la regla a Doña Petro, por si se venía abajo
el mástil, y mientras chupaba a la jefa, me hacía una buena paja.. Era la
primera vez que alguien me manoseaba el pito que estaba a punto de explotar.
Eso..-
decía Doña Petro- sácamelo y ponlo a vivir que desde que en la noche de bodas
mi marido se murió encima de mí, no he podio resarcirme, pues cuando el grillo
se asusta salen corriendo.
Supe lo que
era el grillo, cuando el pajoteo estaba a punto culmen del escupitajo, y Doña
Carmen dejado de chupar me ordenó correrme encima de un pijo de unos 6
centímetros, cuando Doña Petro sitió el lechazo encima de su pequeña polla y la
Carmen sorbiendo esta de desmadejó total, así que la Carmen me indicó que me
pusiese detrás y se la encalomara , y así fue como de un pajoteo pase a un
folleteo en plena adolescencia, con el beneficio de que a Doña Carmen en vez de
metérsela en el coño, se la metí por esos de las confusiones y las prisas
en el culo, y la otra al sentir el pirulón abriéndose paspo por el ojee, se
abrí la nalgas, y me decía: ¡No te salgas cabrón, dale más fuerte¡
No solo le di
con todo lo que tenía, sino que me corrí para su gusto y placer hasta quedar
seco… Hasta Doña Petro se dejaba ir regando las tetas de Doña Carmen. Vaya
jodidas maduras, y hasta le metió su grillo en ambas cuevas, para deleite de
ambas y sorpresa mía de ver como un grillo de esa naturaleza y tamaño hacia las
delicias de las maduras, la que daba y la que recibía.
Terminada
la sesión de jodienda, creí que vendría mi despido, pero la que se despidió fue
Doña Carmen, indicando que me quedaba en las manos de Doña Petro, y que no le
faltara al respeto, que ella tenía hijos y marido que atender, y Doña Petro
estaba sola en el mundo y era para mí atenderla y obedecerla.
Así lo hice,
hoy con 25 años, soy el jefe de la tienda, Alejandrín está exiliado en un viejo
almacén lejos de nosotros, y yo disfruto del placer de las dos maduras, que ya
están buscando entre sus nuevas empleadas nuevas candidatas para nuevas aventuras
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