Por
Anónimo
Estaba
con mi hermana gemela y nos acostamos en la misma cama, se sentía tan rico,
pronto el miedo pasó y su mano acariciando mi barriguita me hacía saber que no
dormía, no sé si era la situación, su aroma, su cuerpo pegado al mío, sus
caricias o qué, pero como si yo misma me estuviera tocando sentí mis pezones
endurecerse, sentí una electricidad pecaminosa en mi clítoris y mi vagina
inundarse en flujos. Traté de apartar esos pecados de mi mente, pero como
siempre mi gemela y yo estábamos en la misma sintonía, como si mi mente tuviera
poder sobre ella la mano de mi dulce hermana fue subiendo lentamente, colándose
bajo el top para dedicarse a acariciar mis pechos, la dejé hacer, me encantaba
y fue como si yo misma lo estuviese haciendo, apretando con delicadeza mis
pezones, no podía creerlo…
Ella
me apretaba más y más, sus tetas me quemaban en la espalda, y su mano hacía
maravillas en mis pechos, estaba perdida, mojada, inundada, sin decir palabra
tomé su mano con la mía y la deslicé hacia abajo, lentamente, para colarla bajo
mi tanga, en mis bellos púbicos, ahí la dejé, Roxana fue más abajo, acariciando
rítmicamente mi clítoris entre sus dedos, me sentía acabar, me iba a acabar…
Giré de repente, no era el momento, no todavía, levanté su remerita para apoyar
mis grandes tetas contra sus grandes tetas, las tetas de mi hermana, era un
espejo, un espejo al que daba y del que recibía placer, mi boca buscó su boca,
nos besamos, nos fundimos en una, nos revolcamos, y gemimos, sus besos supieron
hermosos, a pecado, a locura, dejé sus labios y fui a lamer sus pezones, a
llenarlos de saliva, luego fue su turno, y volvieron los besos, nuestras manos
recorriendo nuestros cuerpos, acaso quien hubiera podido entenderme mejor que
ella?
Los
minutos pasaron lentamente mientras la temperatura se elevaba en el cuarto,
lejos habían quedado los miedos, Roxana me susurro al oído mientras besaba su
cuello.
–
Hermana… quisiera lamerte la conchita…
Me
estremecí, una vez más nuestras ideas parecían estar conectadas… saqué con
premura mi bombacha y me aseguré que ella hiciera lo mismo, no quería recibir
sin dar, por lo que me acomodé de costado en un perfecto sesenta y nueve, bajo
los quejidos de la pobre cama que soportaba ambos cuerpos, le ofrecí mi sexo
desnudo mientras abrí sus piernas para comer el suyo, estaba tan mojada como yo
y la excitación de lamerle la concha a mi hermana me enloquecía, su sabor
áspero inundó mi boca, su clítoris estaba enorme y fácil de comer entre mis
labios, su conchita regordeta se abría ante mis lengüetazos y no quería
soltarla…
Pero
era difícil, porque ella me chupaba la mía al mismo tiempo y me hacía perder
concentración, no podía estar en ambos lados al mismo tiempo, sus manos se
mostraron hábiles acariciando mis piernas y glúteos y sus dedos se perdieron en
lo profundo de mi concha para luego rasgarme rítmicamente sin despegar sus
labios de mi clítoris…Ella pudo más, me entregué a su lamida, apenas me estiré
un poco más, tomé una de mis tetas y solo acaricié su clítoris con mi pezón,
una y otra vez, no lo podía creer, pero estallé en un interminable orgasmo en
la boca de mi hermana, como nunca había acabado, por suerte los ruidos de la
fuerte lluvia aplacaron mis gemidos…
Volvió
a mí y nos fundimos en un beso placentero, se notó satisfecha, con su objetivo
cumplido entonces volvió a pedir
–
Sabes que quiero? Que me chupes el culito…
Roxana
se acomodó en cuatro patas casi sin dejarme lugar sobre el colchón, arqueó su
espalda sobre y sus ancas quedaron disponibles, esbeltas, con sus piernas
abiertas, fui sobre ella, directo al objetivo, abrí sus nalgas y rodee una y
otra vez su esfínter, en círculos, con delicadeza, sentí la rugosidad de su
piel en mi lengua, fui haciendo los círculos más pequeños hasta hacer centro en
su orificio, la sentí excitada, caliente, y al ir lamiendo y besando busqué
penetrarlo lentamente con la puntita, ella se mostraba receptiva, el calor
volvía a mi sexo, pasé nuevamente uno de mis pezones recorriendo su culito y su
conchita, volví a lamerlo, una y otra vez…
Me
sentí dueña de la situación, me acomodé tras ella, junté mis dedos índice,
mayor y anular y se los metí en la concha hasta el fondo, estaba inundada,
hasta que la palma hizo tope en la entrada, literalmente empecé a cogerla como
si mis dedos fueran un pene y Roxy empezó a retorcerse de placer, sentí sus
dedos masturbar su clítoris y sabía que llegaría si seguía, yo hubiera llegado…
Mientras la cogía con mis dedos apoyé el pulgar en su esfínter que permanecía
lubricado por los besos que le había dado, y la leve presión que hacía solo
enloquecía a mi hermana.
No
lo busqué, solo que ella se fue relajando y su orificio fue cediendo al punto
que la falange se introdujo en él. Así llegó, acariciándose, con varios dedos
inundados en su concha y mi pulgar en su cultito, fue excitante sentir las
contracciones espasmódicas de su anillito marrón apretando mi dedo... Volvimos
a besarnos, a comernos las bocas, dulcemente, mujer a mujer, hermana a hermana,
gemela a gemela, sentadas frente a frente.
Sin
decirlo, sin proponerlo, ambas fuimos por lo mismo, conectadas mentalmente,
abrimos nuestras piernas y las cruzamos, nos entrelazamos, una por arriba, otra
por abajo, su argolla hirviendo se pegó a la mía, empezamos a refregarnos,
arriba, abajo, clítoris contra clítoris, fue increíble, gozamos como putas en
celo, gozaba con su placer, gozaba con mi placer, gemíamos, transpiramos, nos
esperamos, llegamos nuevamente, ambas al mismo tiempo, juntas como buenas
gemelas…
Fue
suficiente por esa noche, nos vestimos en la oscuridad, lejos habían quedado
los miedos, era tarde, nos abrazamos solo que ahora frente a frente, y nos
seguimos besando y acariciando, suavemente, lentamente hasta quedarnos
dormidas.
La
claridad de la mañana siguiente nos sorprendió aun enredadas, abrí los ojos y
el rostro de mi hermana estaba centímetros del mío, era mirarme en un espejo,
solo esperé observándola hasta que ella abrió los suyos, solo sonreímos,
estábamos adoloridas puesta que la cama era pequeña para dos…
Fue
nuestro secreto, nadie lo supo, solo ella, solo yo…Pasaron ya siete años, y esa
primera noche comenzó a repetirse, noche tras noche, una y otra vez.
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