Saturday, July 27, 2019

Servicio de gas, plomería, jardinería y hasta el lechero



Por Carolina

Quien iba a pensar que una mujer como yo, resultaría siendo una completa puta, una de esas zorras capaces de acostarse con quien fuera, con tal de obtener el placer que en casa, el tarado de mi amante hombre casado no sabía darme.
Pero vamos, que tampoco las cosas son así como la gente de afuera habla,
uno siempre (sea hombre o mujer), tiene aunque sea el más mínimo "pretexto" para hacer lo que está haciendo.
Pero dejemos fuera la plática sin sentido, y vamos a lo que vinimos, les contaré cómo comenzó todo, pero omitiré los detalles e iré directo al grano.
Era un día domingo por la mañana, lo recuerdo claramente, el tarado de mi amante, para variar me había dejado sola en casa, haciendo lo que él consideraba "mis deberes".
Vamos, ambos trabajábamos, y el fin de semana él se dedicaba a sus hijos y disque esposa y salir con sus amigos, mientras la esclava se quedaba en casa con montaña de ropa por lavar , la cena, el aseo, y cuidar a mis 2 bendiciones vamos, que ustedes ese cuento ya se lo saben de memoria, así que volvamos a aquel domingo.
Mientras él daba en sus dominicales paseos por la cancha con sus hijos, sus refrescantes cervezas, sus deliciosos asados, y de seguro más de alguna zorrita porque claro no soy la única amante.
Yo me quedaba en casa, hasta que ese día cuando iba a hacer la comida, al prender el horno me quedé sin gas, no me quedó otra opción que llamar al camión. Cuento corto, demoró increíblemente menos de veinte minutos, para mí sorpresa, el tipo era nuevo, además era alto, de barba contundente, y un cuerpo bastante atlético, en resumidas cuentas, desde el momento que lo vi me dejó la entrepierna mojada.
Yo inmediatamente le empecé a coquetear, lo hice pasar, le ofrecí un vaso de refresco, él inmediatamente se dio cuenta de mis interesantes intensiones.
Pasó a la cocina, dejó el gas ahí, y mientras le servía un refresco me acerqué y le agarré inmediatamente el paquete.
Ufff... que sensación, créanme o no, jamás lo había hecho con un desconocido.
Apenas le agarré la verga, a este se le endureció inmediatamente, me miró, se sacó su playera y se abalanzó sobre mí,
Me empezó a besar cómo desesperado, moviendo sus manos, tocándome las tetas, cómo jamás nadie lo había hecho.
En cosa de segundos mi vientre ardía, la humedad de mi entrepierna comenzaba a mojar mis diminutos calzones, mis pezones erectos al máximo.
Jadeaba como desesperada, lo único que quería, es que este tipo sacara su verga y me la hundiera hasta los más profundo de mi ser.
Nos comenzamos a desvestir rápidamente, ya estando ambos sin ropa, nos besábamos, el me chupaba las tetas, su lengua recorría mis duros pezones, y podía sentir su duro pene, apoyado en mi caliente vagina.
Nos besábamos, yo agarraba su verga, lo masturbaba, e intentaba ponerla en mi entrepierna.
Él mientras me llevaba a la mesa, me seguía besando, amasando mis tetas, comiéndome la boca y el cuello.
Llegamos a la mesa, me sentó sobre ella, su altura, dejaba justo esa durísima verga a la altura de la mesa, abrió con picardía mis piernas, yo mojada al máximo, ya me corría la gota por las piernas.
Me miró, y mientras me chupaba las tetas, comenzó a metérmela con total desenfreno.
Qué placer sentí, y que calentura, podía sentir como entraba y salía, que rica verga tenía este hijo de puta, y que ricos movimientos. Entraba y salía, y yo totalmente extasiada.
En cosa de minuto logró lo que el tarado de mi amante no logró en un año que tengo con él porque para ser sincera es el que paga renta y caprichos.
Seguía entrando y saliendo, besando mi cuello, lamiendo mis senos.
Jamás sentí una calentura así, no iban ni cinco minutos de esta exquisita danza frenética, y ya sentía como estaba acabando por segunda vez.
En tanto él comenzaba a subir la velocidad de sus movimientos, era claro que después de yo haber acabado (Cosa que él notó).
Le tocaba venirse y derramar toda su leche dentro de mí, empecé a moverme también, más rápido, quería tener esa exquisita sensación cuando acaban dentro de uno, y sientes como sus fluidos te llenan el interior.
Qué sensación, acabó con un gemido magistral.
Y yo, yo más caliente aún, quería seguir, pero el tiempo no lo permitiría.
Le dije que se vistiera, para mí sorpresa, no me dejó pagarle el gas que había ido a dejar.
Me miró mientras me vestía, se sonrió, quiso besarme la boca, yo no lo dejé, se dio media vuelta y se fue.
Desde ese día, cada vez que necesitaba gas, llamaba a su empresa, así que, cada mes y medio aproximadamente era brutalmente cogida por el chico del gas.
Sin contar con los innumerables servicios que contrataba, nunca faltaba la escusa, para llamar un plomero, un electricista, el lechero, o lo que hiciera falta por reparar, no solo en mi interior, sino también en mi hogar.



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