Hola Larry:
El ser sometida por un macho alfa, siempre resulta excitante!! y nada compara a ese placer (al menos yo, como otras mujeres). Pero siempre debemos estar en conocimiento de que debemos respetar ciertos límites; es como cuando una cajetilla de cigarros dice: ESTE PRODUCTO PUEDE PRODUCIR CANCER (así mi relato)...
Y es que además, tú sabes, que existen muchas personas que son capaces de hacerte daño verdadero (es decir; Fuera del juego), y para estos es la advertencia. También puede ocurrirte como hombre, lo que fue el caso de PLACIDO DOMINGO, quien luego fuera acusado por varias mujeres; mientras el mismo expresa que sometió y filmó a varias mujeres.
Se trata pues, de una advertencia tanto para mujeres, como para HOMBRES (estos sobre todo), quienes pueden interpretar mal las señales de una mujer, y luego ser acusados (como el jugador de futbol americano Winslow, caso reciente).
Por otra parte, mi historia cuenta de 5 partes, en donde el marido, lentamente se va convirtiendo en sumiso, y en donde la mujer lo OBLIGA a él, a dejarse penetrar por otros hombres, y mamarles juntos a otros, y tomarse la leche entre Yolanda y este.
Mi historia, tiene un contenido real del 90%, y solo la acomodé para fines de hacer fácil la lectura...
Tuya cariñosamente:
Sandra Rosalía.
Por Sandra Rosalía
Yolanda, era una mujer profesionista de
vasta cultura, y segura de sí misma. Se trataba de una hembra dominante,
testaruda, y acostumbrada a avasallar a todos sus colegas de trabajo. Era
odiada y temida por todos; su actitud con el esposo, no era muy diferente: este
hombre, compartía su vida con ella, pero su relación en casa, era tensa, por el
modo de ser de Yolanda.
A pesar de todo, ella suponía que amaba a
su esposo, y detenía un poco su carácter neurótico; y negociaba con el marido,
para tratar de conducir su matrimonio, dentro de un margen de respeto para
ambos. En el terreno sexual, Yolanda, quien se trataba de una apetitosa hembra,
de enormes muslos, nalgas apropiadas, y busto generoso, era quien llevaba la
voz cantante en esto también. Ella no soportaba las relaciones sexuales
variadas, y mucho menos, en donde el esposo quisiera nalguearla; tampoco que le
metiera el dedo en el trasero, ni mucho menos cogérsela analmente. Detestaba
los jalones de greñas, aunque fuera como parte de un juego consensuado, y sus
actos de sexo oral para su esposo, era insípido y monótono.
Yolanda, durante su infancia, fue una niña
maltratada y abusada sexualmente por adultos cercanos a la familia; todo ello
derivado por la necesidad de la madre por trabajar, y hacerse cargo del hogar,
dejándola a merced de un padrastro y tíos alcohólicos, lo cual la llevó a
desarrollar una intensa misandria, u odio hacia los hombres. Con todo y que
Yolanda, tuvo un novio antes de casarse, cuando ella estudiaba, y con quien
sostuvo relaciones sexuales; este joven, bisoño, solo la llevo a frustrarse
enormemente en su desarrollo sexual, acentuando aún más profundamente, su
rechazo hacia el género masculino. Todo ello, la condujo a un matrimonio, en
donde Yolanda, siempre estaba peleando por el control en todo, principalmente
su vida sexual; lo cual estaba llevando a su esposo, a pensar en separarse de
ella. La mujer, reaccionaba ante estas advertencias de su marido, en forma
iracunda, y como si no le importara perderlo todo, aunque en el fondo,
reconocía que esto no era así; hasta que cierto día, su vida tuvo un vuelco
inesperado… Cierta tarde, el fontanero fue a reparar algunas viejas tuberías de
la casa de Yolanda, y esta mujer, al no parecerle el trabajo del hombre,
procedió a reclamarle de manera tajante, lo que, a su esposo, si le había
parecido un buen trabajo; pero ella, en forma altanera, dijo que no estaba de
acuerdo, quedando el trabajador de ir a otro día a dejar las cosas al gusto de
la prepotente como atractiva señora.
Yolanda, a causa de su vasta neurosis,
paso una noche terrible, y a la mañana siguiente, tomo un baño rápido, con la
finalidad de cerrar el flujo de agua dentro de su hogar, para que el inepto
fontanero, como ella lo había llamado, hiciera su trabajo, cuando llegara más
tarde. Despidió a su marido con un insípido beso, como ya era su costumbre;
pero esta vez, con mayor razón, ya que lo consideraba parte de la supuesta
ineptitud del trabajador. Una vez que el hombre contratado para arreglar las
tuberías, le hablara a Yolanda, avisándole que ya había concluido el trabajo,
la mujer, bajo de su recamara, aun en bata, y recién maquillada; y sin dejar de
decir indirectas ofensivas al trabajador, ella le pagó lo convenido, mientras
que el hombre, irritado por su conducta, le dijo en tono molesto:
- ¿Sabe qué? Es usted una mujer déspota,
majadera y prepotente; quien supone, que puede humillar a cualquiera debido a
su posición social. Esta actitud del fontanero, desequilibró momentáneamente a
la bella mujer, y queriéndose reponer del insulto, intento hablar. Súbitamente,
ella noto, que el hombre se encontraba con el torso desnudo, debido al tremendo
calor que hacia abajo en el sótano, en donde se vio forzado a trabajar;
llevando además, unos shorts muy cortos de viejos pantalones de mezclilla, y
sintió un raro estremecimiento, al recordar cuando un vecino, en ese entonces
de una edad similar a la del fontanero, y el cual fuera a trabajar a su casa,
la había poseído sexualmente, siendo ella una jovencita de 15 años; y de quien
ella, estuvo enamorada un buen tiempo.
- ¡Es usted un igualado…mendigo mugroso!
Y
sin esperar respuesta de parte de ella, la tomó de su -para entonces- bien
peinado cabello, atrayéndola fuertemente hacia él, mientras la sorprendida
mujer, exclamaba maldiciéndolo, y en eso, una sonora bofetada, se estrelló en
su bello y recién maquillado rostro; mientras que el fontanero, la arrojaba
enérgicamente sobre el amplio sofá de la sala, y sin darle tiempo a nada, le
arrancó a jalones, su fina y bella bata de seda, que cubría el atractivo cuerpo
de Yolanda; dejándola desnuda a la vista, solo con sus bonitas pantaletas.
Ella, con el cabello deshecho por los jaloneos, hizo el intento de pararse,
indignada y enojada; pero el fuerte individuo, se montó encima del abdomen de
la mujer, mientras abría la cremallera de su viejo short, extrayéndose sin
escrúpulo alguno, la verga parada, delante de los estupefactos ojos de la
mujer. Yolanda no era capaz de creer todo aquello, y pataleando, intentaba
empujarlo de arriba de ella, pero le resultaba imposible; a la vez que otra
bofetada, cimbraba nuevamente su rostro, ahora deslavado a besos de parte del
hombre, y de los manotazos. Esta vez, ella permaneció inmóvil, y algo aturdida;
mientras el hombre, la tomaba nuevamente del cabello, introduciéndole su verga
en la boca, con tal fuerza, que casi le provocaba el vómito; mientras ella,
intentaba inútilmente, zafarse de la intubada, a la vez que aquel, la amenazaba
con propinarle otra tanda de bofetadas, si acaso se le ocurría a ella, llegar a
morderlo. En un momento de respiro, Yolanda jalando aire, se extrajo la parada
verga de su boca, y grito lloriqueando, una serie de insultos, a lo que el
fontanero, la giro rápidamente boca abajo, rompiendo con sus toscas manos, las
bellas pantaletas cubriendo el hermoso trasero de la mujer, y sus genitales;
dando paso a una fuerte tanda de nalgadas en contra de las sublimes nalgas de
yola, mientras este le decía:
- Ándele escuincla malcriada, grosera…
- Suélteme…mendigo cobarde, hijo de
puta…gritaba la fina dama; mientras una retahíla de groserías de grueso
calibre, brotaban como sapos y culebras, de la dulce boquita de la educada
mujer. Ante esto, el hombre aumento la frecuencia y la intensidad de las
nalgadas, dejando las bellas posaderas de la mujer, al rojo vivo. Finalmente, ella,
pidió que cesara el castigo, y entonces el fontanero dijo:
- Bien, escuincla malcriada…pero antes
pídame perdón…
- Ni lo piense, estúpido cobarde,
respondió la mujer, ante lo cual, el hombre, reinició otra feroz tanda de
nalgadas; pataleando ella, recostada sobre el sofá, a la vez que gritaba
quejándose del maltrato.
- Perdóneme por favor, dijo cediendo la
dama…
- ¿que? No la escucho, dijo el hombre
fingiendo…
- Que me perdone usted por favor…
- Ok…dijo el hombre, permitiendo que ella
se volteara, quedando sus lindas nalgas sobre el sofá; mientras Yolanda, lo
miraba con furia inaudita, amenazándolo:
- Lo voy a meter a la cárcel…
- ¿Ah sí?, exclamó el hombre en tono
enérgico, y botándola mediante un fuerte empellón, la hizo caer de nuevo sobre
el amplio sofá, emitiendo ella, un grito; montándose inmediatamente encima de
su abdomen, e introduciendo su parada verga en la boca de ella como al
principio, intentando de manera salvaje, introducir toda aquella larga y gorda
longaniza humana, hasta topar con los dientes de la bella dama; algo imposible
de lograr. Yola no era capaz de exclamar nada, por encontrarse casi asfixiada,
y arqueándose por la náusea, intentando no vomitar; debido al enorme esfuerzo.
Ella manoteaba y cabeceaba, hasta que por fin, logro extraer la enorme manguera
de su boca, y jadeando, pronunció con gruesas lágrimas en sus ojos:
- Por favor…ya…
- Le voy a quitar lo grosera escuincla,
respondió el nervudo fontanero.
Y de tal manera, colocándose este de pie,
el fontanero la elevó en sus brazos, y acto seguido, subió con ella las
escaleras; llevándola fácilmente, y ella, muy a su pesar y enojo, sintió un
raro placer de tal acto, y sin saber de qué manera interpretarlo, ya iba
caliente sexualmente cuando subían, rumbo a la recamara nupcial perteneciente a
la bella mujer y a su esposo. Sin saber cómo ni el porqué, ella tuvo el impulso
instintivo de recargar su cabeza en el fuerte torso del desconocido; dejando
escapar un leve sollozo, y dijo algo fingido a este:
- Por favor…no me haga daño…de verdad me
arrepiento…por favor…
El hombre no respondió nada, y la arrojó
de nuevo bruscamente sobre la bella cama King size, emitiendo ella, un
chillido; observándolo con cara de asustada, una situación que de verdad, ella
estaba empezando secretamente a disfrutar. El hombre se arrojó de nuevo sobre
de ella, y la hizo girar boca abajo, completamente desnuda. Sin demora, le
separó bruscamente ambas nalgas, hasta dolerle a ella un poco, e inició a besar
sus nalgas y a lamerlas. Ella, girando su cabeza, observaba a los ojos de su
dominante macho, elevando una leve protesta, pero el hombre, alzando su mano
amenazante, en señal de volverla a nalguear, hizo que ella desistiera. Luego el
fontanero, como en un intento de sanar las fuertes nalgadas, inició un
lengüeteo sobre el sonrosado ano de la dama, lo cual la enloqueció como nunca;
para luego, intentar introducir la lengua de reptil, lo mayormente posible
dentro del culo de la mujer. Electrizantes estímulos recorrían el bello cuerpo
de Yolanda, mientras ella se mordía los labios, en un intento de no gritar, ni
de realizar exclamación placentera alguna; recurriendo también, a morder la
almohada para evitarlo, y que el macho se pudiera dar cuenta de su placer, y de
su triunfo sobre la orgullosa mujer.
No obstante, el enorme disfrute, ella no
era capaz de aceptar tal bajeza, y cochinada de parte de este inmundo cerdo; ya
que, jamás nadie había hecho tal cosa de meter la lengua en su ano. Al mismo
tiempo, estuvo a punto de gritar llena de gozo, pero su enorme orgullo se lo impidió.
Después de un rato, el hombre escupió en torno a su dilatado ano, y girándola
de nueva cuenta boca arriba, se prendió cual ventosa de su inflamada panocha,
mamando el clítoris de una manera increíblemente satisfactoria. La otrora
arrogante dama, se venció, y elevando sus hermosos muslos, empezó a gritar como
una desquiciada:
- Ay ay ay…exclamaba…
- Qué le ocurre? Dijo triunfante el
hombre, separando su cara llena de saliva y de secreción vaginal, de sobre el
monte de venus de la hermosa mujer…
- Cállese infeliz cobarde…
- ¡Ah! ¿seguimos? Dijo el fontanero… ¿No
ha aprendido usted la lección, escuincla grosera?
- Esta bien…respondió Yolanda sollozando,
llena de indignación…usted gana, por favor ya no más nalgadas…
Al escuchar esto, el fontanero dijo a la
mujer sonriendo:
- Sólo que me lo pida usted diciéndome:
“Esta bien papacito” Y mientras Yolanda, sentía la cara arder de humillación y
rencor, tuvo que decir quedamente:
- Está bien papacito…
En ese instante, el hombre la tomó de
nuevo del cabello, y jalándola bruscamente, la elevó un poco cercano a su
rostro, y besándola en la boca, le dijo:
- Mejor quiero que me diga: Está bien,
papacito mi amor… La mujer, pegó un salto fuerte e inesperado, y logró arrojar
a un lado, al hombre de encima de ella, tomándolo por sorpresa; saliendo
disparada de la habitación, pero el ágil individuo, rápidamente le dio alcance,
y de nuevo la trajo a rastras de las greñas a la cama, a la vez que ella
gritaba intensamente que la dejara. La feroz “nalgacera”, no se hizo esperar,
pero esta vez, la orgullosa mujer, tuvo un intenso orgasmo durante la sesión,
mismo que pudo disimular mediante gritos de dolor, para no ceder ante la
imposición del estúpido macho abusivo; a la vez que ella yacía boca abajo en la
cama, pataleando como niña berrinchuda. El hombre, cubría la boca de Yolanda
para que sus estentóreos alaridos, no pudieran ser escuchados por los vecinos;
mientras que, con la otra mano, introducía tres dedos en su vagina, y con el
pulgar frotaba fuertemente su clítoris, e introducía el meñique, en el ano de
la dama. El individuo, la elevaba de la cama de la intensidad del juego de
dedos, a la vez que chupaba la nuca de ella, dejándola impregnada de saliva.
Yolanda creía enloquecer de excitación
sexual, una sucesión de orgasmos repetidos, le venían en cascada; recordando a
un tío político que la cogiera cuando ella era jovencita de 14 años, y que, muy
a su pesar, la ahora exitosa y bella mujer, no era capaz de olvidar;
principalmente la forma como aquel abusivo sujeto, le provocaba aquellos
intensos orgasmos. De hecho, era su fantasía predilecta cuando ella se
masturbaba en la privacidad, o también, recordaba dicho evento, para ser capaz
de tener orgasmos, cuando cogía con su esposo. Ahora este bruto, como ella le
llamaba entre gritos: salvaje animal, la bombeaba sin misericordia alguna por
su trasero; dilatándola increíblemente, mientras que ella, escandalosamente se
afianzaba de las sabanas con sus uñas, a la vez que sentía la manera como el
macho la penetraba, sin la mínima consideración, encajando media estaca, y
moviéndola de un lado a otro; hasta que entre la escandalosa algarabía de ella,
el salvaje, la clavó hasta los huevos; a la vez que el individuo exclamaba
jadeando:
- ¡Así escandalosa putita de mi alma…así
mero grita…me excitas más!
Bruscamente, el fontanero, le extrajo la
tumefacta verga, chasqueando su lindo trasero ante la abrupta salida de la
tranca, salpicando de líquido, emanado de la jugosa verga, todas sus nalgas; y
entonces, girándola boca arriba, subió los hermosos perniles de ella, hasta
pegar sus dedos gordos contra la cabecera de la cama, y escupiendo el dulce
agujero oscuro, la dejo ir hasta dentro, sin piedad alguna; fuertes pedos se
escucharon, y la hermosa mujer, intentaba fruncir su culo, en un intento por
evitar, la salida de tales gases. Súbitamente, Yolanda, escupió el rostro al
hombre, y lo maldijo; intentando sacarse la longaniza de su culo, y en ese
instante, fue sujetada de su frondosa cabellera, y recibió dos leves bofetadas;
a la vez que: la velocidad de la enculada, se hizo rápida e intensa; y en ese
instante yola, como la llamaba cariñosamente su esposo, exclamo con loco
frenesí, traicionándola su excitación del momento:
- Ay papacito…ay, hijo de puta…si más
más…que rico amor mío…
Ella se mordió sus labios arrepentida de
tal exabrupto, y el plomero, se detuvo momentáneamente, y le beso suave en su
boca, y jadeando como animal herido, le dijo:
- Gracias reina mía…gracias, amor…
Así, estuvieron trenzados, ahora en forma
loca, y luego paso a paso suave, y tiernamente; en veces ella, con sus piernas
en torno al fuerte tórax del hombre, mientras otras, abierta de par en par,
sujetándolas ella, con ambas manos; como buscando que aquella verga, se fuera
lo más adentro posible, si tal pudiese ser. El hombre la bombeaba, y ella,
intentaba tragarse hasta los huevos del macho por su culo, hasta que, en cierto
instante, el fontanero, enloquecidamente, derramó todo su semen muy adentro de
sus sonrosados intestinos. La quietud llegó, y los dos permanecieron jadeando
como perros pegados; mezclando su sudor, ella sollozaba quedamente,
sacudiéndose entre uno y otro en espasmo, mientras el, la besaba ahora
tiernamente, lamiendo como cachorro sus lágrimas, y hasta sus mocos, aunque
ella intentaba evitarlo.
Yolanda, se encontraba vencida, y fue
ayudada por su avasallante poseedor, a colocarse de pie, quien dulcemente la
condujo a la regadera de la casa, y la baño como quien lo hace con un tierno
bebé; ella ya no decía nada, se encontraba con la vista clavada al suelo, en
aparente estado de shock; muy profundamente, reconocía que había sido violada,
y humillada, pero a la vez, reconocía que la experiencia vivida, la había hecho
vibrar sexualmente de una manera poco común, y entonces recordó de nuevo, su
niñez y adolescencia, en donde experimentaba tales eventos encontrados, a manos
de unos hombres salvajes.
Ahora, al igual que en su infancia, cierto
odio hacia este hombre, se intercambiaba por un loco arrebato sexual, casi
incontenible, y a veces, hasta ternura; especialmente, al observarlo como un
chiquillo arrepentido de su travesura, intentando componer todo. Yolanda, fue
recostada suavemente, por el hombre sobre su cama; y este, se fue directo a
bañarse. Durante ese lapso, estando el fontanero en la regadera, sorpresivamente
entro de nuevo la hermosa mujer, y sin aviso alguno, se colocó de hinojos, e
inició a mamar al sorprendido individuo. Este, no cabía de asombro, de tan
agradable y sexual sorpresa; y escurriendo agua de su nervudo cuerpo, llevo a
la mujer de nuevo a la alborotada cama, pero esta vez, sin mediar nalgadas ni
mucho menos bofetadas, en donde volvieron a reiniciar su candente actividad
sexual. Súbitamente, Yolanda, empujó al hombre, y exclamó:
- No…no…animal, salvaje, desgraciado,
déjame…
A lo que el hombre, reacciono tomándola
del cabello, y colocándola culo para arriba, procedió a nalguearla, entre los
intensos lloriqueos y lamentos de ella; y así, procedió a cogerla por la
vagina, mediante tremendos bombazos, diciéndole:
- ¡Eres mi puta cabrona!...que ¿ya se te
olvidó?, pues tenga usted más nalgadas, y bofetadas, para que no se le olvide
quien es su verga… ¡Órale cabrona!
Y volvió a zambullir su parado palo,
dentro de la dulce boquita de ella, quien, tosiendo y en arcadas nauseosas,
exclamaba:
- Ay ay papacito…me ahogas…ya mi rey…ya
por favor, te juro que te voy a obedecer.
Sin que Yolanda se diera cuenta, ya casi
era la hora en que su esposo habitualmente regresaba a casa; además, de que
ella no se había presentado a trabajar, y no había avisado de ello a nadie. El
celular, si acaso había timbrado, nunca lo escuchó. Antes de salir, Carlos, que
así se llamaba el fontanero que la había cogido de manera tan salvaje, la
volvió a besar en los labios, entre tierno y fuerte, y le dijo:
- Recuerda putita mía, que he de venir a
culearte, cuantas veces se me pegue la gana ¿ok?
- Eres un cobarde…pero, soy tu sumisa…Te
amo…
- Yo también te amo, exclamó
inesperadamente Carlos.
Cuando este hombre se fue, Yolanda subió
rápidamente a su recamara, y separando sus atractivas nalgas frente al espejo,
se puso a observar el estado de su ano, y apreció que este se encontraba un
poco dilatado, pero lo que llamó poderosamente su atención fue, la forma como
le brotaba de dentro, un hilillo de semen, de toda la abundante cantidad, que
su amo, le había aventado; liquido el cual, ella, pujando en el baño, lo
arrojara en su mayoría, dentro de la tasa. Fue incapaz de resistir aquel
recuerdo, y sin dudarlo cayó sobre su revuelta cama, y frenéticamente, procedió
a masturbarse.
El esposo de Yolanda, llegó a casa una
hora más tarde de lo habitual, y desde luego, todo se encontraba ya, en
completo orden. La posible evidencia del aquelarre sexual, había desaparecido;
incluyendo las bragas rotas que Yolanda llevara puestas, aquella mañana,
cubriendo su dulce culo, y genitales, durante el sometimiento sexual del macho.
La mujer, acudió corriendo al encuentro del esposo, cuando este abrió la puerta
de su casa, como nunca lo había hecho, ni siquiera de recién casada; besándolo
en la boca sin mayor preámbulo, y dejando caer su bata, mostrándose en un fino
neglige negro, el cual cubría el delicado torso femenino, hasta los sensuales
pies; completamente trasparente, sin bragas debajo, y con las tetas
desafiantes, muestran do los pezones erectos.
Esto fue algo inesperado para el esposo,
quien no cabía de asombro; y sin dudarlo, se desnudó, y sin esperar a nada,
cayó sobre su esposa, aventando picones con su pene erecto, a diestra y
siniestra, hasta ensartarla por la vagina, con las piernas de ella reposando en
los hombros de este. Una sorpresa tras otra, se daba dentro de la recamara, en
donde unas horas antes, Yolanda estuviera en brazos de otro hombre; los enromes
gritos de ella, mantenían atónito al esposo, pero lo inesperado llego, cuando
ella, destrabándose de la tranca del marido, se giró quedando nalgas para
arriba, y colocándose de perrito, separó sus glúteos con ambas manos; mostrando
su ano, antes fuertemente perforado por el otro hombre, y pujando y
reposándolo, con el fin de que el anillo se floreara un poco, enviaba besitos
con el culo, invitando con ello a su marido a traspasarlo; cosa que este hizo
de inmediato, con una estocada desperada, como diciendo: “No se vaya a
arrepentir”. Los gritos de Yola eran increíbles, el esposo la culeaba con gran
fuerza, rebotando sus ingurgitados huevos en contra del periné de la
apasionante como bella mujer.
Secretamente, Yolanda recordaba al hombre
que tuvo por la mañana, y parte de la tarde, sometiéndola, y cogiéndola
intensamente. En cierto instante, el esposo la tomó del pelo, y propinándole
intensas nalgadas, la cabalgó como a una yegua bronca, a la vez que le decía:
- Te adoro pinche puta, elevándola a cada
piquetazo.
Todo aquello, resulto ser como un filme de
la relación pasada, vivida con el salvaje fontanero; y tanto yola, como el
esposo, estaban engarzados en un apasionado bullicio. El estero, sonaba
intensamente, amortiguando con ello, los alaridos de la extraordinaria mujer.
En cierto instante, el hombre se arqueo, y mediante un gruñido parecido al de
un cerdo, arrojó gran cantidad de semen dentro del intestino de la mujer; y
extrayendo su pene aun erecto, y a la vez separando con sus manos las nalgas de
ella, observo extasiado su obra maestra: El culo dilatado de Yolanda,
chorreando su semen hacia el exterior, y la volvió a meter, chillando ella,
levemente. Todavía la bombeó un poco, y al fin la extrajo, cayendo rendido al
lado de ella, quien lo besaba, para sorpresa del esposo. Dentro del matrimonio,
todo fue presentándose poco a poco mejor; pero Yolanda, aunque era su plan
contarle en cierto momento, todo a su marido, acerca de lo ocurrido con el
plomero, no se atrevía a hacerlo; ya que secreta y ansiosamente, esperaba que
algún día, apareciera este hombre de nuevo, y la atacara sexualmente, sometiéndola;
y llegar a sentir, aquel loco y apasionado desenfreno sexual experimentado,
pero temía que su esposo, al llegar a enterarse de aquello, intentara dar aviso
a las autoridades, o bien, hacerse justicia el mismo. Yola se mantenía con la
esperanza de encontrarse con esta persona de nuevo, y en cierta ocasión, se
atrevió incluso, a ir a buscarlo; por el barrio en donde este le había dicho
aquel día, que tenía su hogar; sin atreverse a preguntar a nadie, dado lo
alejado y posiblemente peligroso del sitio.
Transcurrieron algunos meses, y Yolanda ya
había perdido toda esperanza de un nuevo encuentro. Cierta tarde, dentro de un
bar, se encontraban dos individuos, platicando y bebiendo una cerveza, mientras
que uno le decía al otro:
- Mira, dijo aquel hombre, quien resultó
ser el plomero: Yo no deseo recibir tu dinero, yo sólo deseo estar con ella,
porque desde aquella vez, cuando la forcé sexualmente, de acuerdo con el plan
hecho entre tu y yo, nunca fui capaz de olvidarla.
- La verdad, continuó diciendo el hombre,
me he enamorado; y sólo pido que no me quites nunca la oportunidad de estar con
ella. Recuerda que después de todo, yo me expuse a que ella pudiera escapar de
la casa, y pedir auxilio, en cuyo caso, yo hubiese quedado muy mal parado;
exponiendo mi libertad, y hasta quizá, llegar a ser atacado y detenido por los
vecinos.
El esposo de Yolanda guardó silencio,
aquello había tomado un giro inesperado. Sabía por medio de dos cámaras, que el
mismo había colocado a escondidas, en un lugar estratégico, y que solo él
conocía el lugar, la intensidad de aquella fenomenal cogida; y por medio de
ellas, también sabía, que Yolanda lo había disfrutado tremendamente. Cuando se
despidieron, el fontanero Carlos y el marido de yola, quedaron en una nueva
cita; en la cual, este llegaría de nuevo con aquel hombre, fingiendo un nuevo
desperfecto en la casa, y luego saldría a la calle, ante una llamada ficticia
de urgencia del trabajo del esposo; dejando obviamente, al hombre dentro de la
casa, y las cámaras colocadas en un lugar estratégico.
El esposo, difícilmente era capaz de
esperar a que llegara tal instante. Coincidentemente, unos días después, Yola,
llorando, y sumamente apenada, le contó a su esposo lo ocurrido; y como era
mujer quien valoraba mucho la honestidad, le dijo, con todo y gran vergüenza,
que también había gozado ella de manera intensa, durante aquel terrible
encuentro con el rudo y fuerte plomero. A ella, le costaba mucho cargar con tal
secreto, ya que sabía perfectamente, que le había encantado; y no pudiendo con
tal carga, describió todo al marido, y este, sólo respondió suspirando:
- Yola mi amor… creo que lo ocurrido, de
una forma u otra, sirvió para fortalecer nuestro matrimonio, y fingiendo
desconocer todo al respecto, le dijo enseguida:
- ¿Sabes qué? Yo mismo le acabo de hablar
al fontanero, para que la semana entrante, venga de nuevo a reparar otra fuga
que encontré abajo, y te voy a dejar sola con él, para que se repita esto; a mí
también me excitó mucho lo que me acabas de contar. Yola, no cabía de asombro…No
se esperaba esta reacción de parte de su marido, y a decir verdad, ni a el
mismo esperaba que esto, le fuera a agradar tan profundamente. Y luego, durante
unos breves segundos de silencio, el marido se extrajo la goteante verga de su
pantalón, y Yola lo observó consternada, pero inmediatamente, sin dejar que
llegara ningún otro pensamiento a su mente, se introdujo aquello en su dulce
boca, para luego dar paso a tremenda cogida por todos lados.
FIN.
(NOTA: La violación es un grave delito, y
la filmación sin conocimiento del otro, también).
No comments:
Post a Comment