Por Raquel Gr
eddardstark1307@gmail.com
Con
frecuencia me han preguntado hasta donde ha llegado mi vicio. Y con frecuencia
me gusta contar la siguiente historia.
Yo
acababa de cumplir los 20 años. Según consumía porno, iba adquiriendo nuevas
destrezas y conocimientos. Así, descubrí de la existencia de los llamados pubs
liberales. Estos locales me resultaban misteriosos a la par que excitantes.
Necesitaba probar alguno. Indagué opiniones, fotos, páginas web… y
finalmente me decidí.
Era
martes. Serian sobre las diez de la noche. Yo caminaba hacia una sinuosa calle
oscura, guiada por mapas hacia el dicho pub liberal. No sabía lo que me
encontraría. Finalmente, llegué a la puerta del local, marcada con neón morado.
Entré.
Nada
más entrar, tras una ventanilla, una mujer de unos cincuenta años, me
cobró la entrada y me dio una pulsera azul. También, me dio un albornoz y unas
chanclas. Tras este primer paso, pasé a los vestuarios, donde me desnudé,
procurando parecer atractiva. Al salir, se abriría ante mí un mundo de placer y
diversión.
Entre
a una sala con piscina. Allí había varias parejas magreándose, charlando y
besándose. De repente, noté como una mano femenina rozaba mi nalga y envolvía
mi cintura. Alcé la vista. Se trataba de una hermosa rubia, de pechos firmes y
rosados, que con su pareja me propuso entrar en la piscina. El agua estaba
fría. Mis pezones se endurecieron mientras la chica me besaba el cuello. El,
acariciaba mis pechos bajo el agua, mientras yo únicamente era capaz de emitir
leves gemidos de placer.
-
Normalmente no se puede ponerse uno cariñoso en la piscina… pero hoy el
vigilante no parece estar, así que tenemos vía libre.-dijo ella.
Yo
apenas podía responder, mi placer al sentir sus dedos jugando con mis labios
era extraordinario. Él había comenzado a besarme en la boca. Su lengua
jugaba con la mía, a la par que mi mano pajeaba su dura polla.
Poco
a poco más hombres llegaban y comenzaban a acorralarme. Hasta hacerme flotar en
el agua, para meterme mano entre todos. Sentía tantos brazos, tanto placer… no
podía mantener el control de la situación. Debía abandonarme al placer. Uno de
los muchachos comenzó a apretar mis pezones, hasta extraerme un extenuado grito
mudo. Y trataba de pajearlos a todos por igual…pero no podía… eran muchos.
Finalmente entre tanto contacto me corrí.
De
repente, el vigilante apareció, desbaratando a la turba, y permitiéndome salir.
Sin lugar a duda la piscina había sido una grata experiencia.
Pasé
después a la sauna. Al llegar, el vapor y la luz tenue me cegaron.
Difícilmente, pude sentarme, y ver a una pareja de tíos chupándosela el uno al
otro en un 69. Aquello me ponía muchísimo. Comencé a masturbarme. Aquella
escena era excitante. De repente, una mano agarró mi pierna. La aparto, y
comenzó a meterme los dedos dentro. Yo me mordía el labio. El placer y el morbo
eran muy intensos. Aquél desconocido comenzó al poco tiempo a comerme el coño.
Su lengua era larga y húmeda, hacía calor, y aquella pareja, ahora disfrutaba
de darse el uno al otro sexo anal. No aguanté mucho antes de pringar la
boca del desconocido con mis fluidos. Pero no pretendía acabar ahí. Comencé a
comérsela. Era mi agradecimiento. Trataba de darle el máximo placer. Movía la
lengua en círculos. Jugaba con su glande. No hube terminado de sacarla de mi
boca, cuando eyaculó sobre la comisura de mis labios. Casi desmayada salí de
aquella habitación húmeda, dejando al desconocido y a la pareja.
Me
acerqué a la barra, a pedir algo de beber. Aun goteaba algo de semen sobre mi
pecho derecho. De repente, mientras tomaba mi bebida, unas manos frías cogieron
mis pechos. Noté un aliento en mi oreja y unos pechos en mi espalda. Me
giré. Se trataba de la rubia de antes. Sus ojos azules estaban fijos en mi
boca.
-
Te estábamos buscando, pensábamos que te habías ido.
Agarró
mi mano y me llevó a una cama rodeada por una jaula. En aquella cama no había
más que un arnés. Ella cerró la puerta. De repente de las sombras
empezaron a aparecer muchos hombres. Me giré. Ella tenía el arnés puesto.
Me empujó. Estaba a cuatro patas con el pecho hundido, tocando el suelo. Mirara
donde mirara sólo había hombres masturbándose. Ella me penetraba, a la
par que jugaba con mi clítoris y yo gemía. Pronto me dio la vuelta con el único
propósito de verme la cara mientras me follaba. Mis manos se extendían hasta sus
pechos, que masajeaba. Eran tiernos y jugosos. Estábamos sudando. Olía fuerte.
Pronto todo aquello se llenaría de feromonas. Casi como en una batalla
medieval, comenzó una lluvia de gotas blancas sobre toda la cama y nuestros
cuerpos. Todos los hombres que estaban en primera fila, eyaculaban sobre
nosotras, mientras la habitación se renovaba de candidatos. Finalmente, ella
tocó en el punto mágico. Me corrí, quedándome totalmente relajada. Ella
salió de la cama, y abrió la jaula. Pronto su figura desapareció ante los
hombres que aún quedaban y que comenzaron a agolparse para entrar. De nuevo
muchas manos me tocaban, me alzaban. Tocaban mis tetas y mi vagina. Metían sus
dedos en mi boca. Uno a uno, fueron penetrándome oral y vaginalmente, hasta que
el último, se corrió en mi boca.
Casi
sin fuerzas salí de la habitación. Me dirigí a la ducha. Estaba sudada y
cubierta de semen. El agua fría me reconfortó. Finalmente, abandoné
aquel lugar de placer, donde las parejas y los individuos seguían copulando.
Volví al vestuario, donde encontré a la rubia cambiándose. Me preguntó qué tal
me había ido. Yo solamente me acerqué y le metí mi sucia lengua en su boca.
Ella lo entendió rápido. Salió por la puerta y me dijo con una voz seductora:
-
Todos los sábados.
Yo
asentí. Mi pelo rizado empapado cubría mi cuello, tapando algunos de los
chupetones que dicha mujer me había hecho. Aun casi sin fuerzas, me terminé de
vestir y aproveché para salir del vestuario. Incluso al salir algunas voces
masculinas gritaban:
-
Adiós guapa
Finalmente,
volví a la calle. Eran las 5 de la mañana. Había sido un gran noche, y había
conseguido mi objetivo, disfrutar de una nueva experiencia sexual.
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