NOTA DEL EDITOR: Para evitar la censura del Blogger, las ilustraciones de esta historia serán publicadas en ENCUENTROS MAGAZINE del Vol. 4 # 4. Pida su ejemplar gratuito a: encuentros.relatoseros@gmail.com
Por Raquel Gr
eddardstark1307@gmail.com
Estoy
en el metro. Entre las caras lánguidas de la gente, mi mente divaga imaginando
distintas escenas obscenas que podrían darse en ese mismo vagón. Sonrió
levemente y me muerdo el labio. Un hombre mayor me mira. Puedo ver cómo me
desnuda con la mirada. Le miro, con esa picardía que oculta el más profundo
deseo carnal. Le abro mis piernas a su vista. Sus ojos lo dicen todo. Me siento
bien, me gusta exhibirme. Llega mi parada. Ante su extraña impresión salgo,
satisfecha del resultado que he dejado.
Llego
a casa. Estoy sola, como siempre. Preparo el termostato de la bañera.
Despacio, comienzo a desnudarme. Empiezo por quitarme el vestido negro, dejando
a la vista esa lencería negra de encaje que tanto me gusta. Se notan las
semanas en el gimnasio. Tengo el vientre algo más plano, los glúteos firmes, y
mis pechos firmes. Me miro en el espejo. Me hago un selfie, me gusta que me
vean. Pongo una lista erótica en spotify. Sutilmente libero mis pechos. La
sensación es fascinante. Acaricio mis pechos, con delicadeza, rozo mis pezones
con mis dedos. Estoy ardiendo. Me quito las bragas. Están sucias y huelen a las
humedades que mi sucia mente ha tenido a lo largo del día. Abro el segundo
cajón de mi armario. Saco de allí un bote de lubricante, un dildo rosa, y un
plug anal. Ese cajón es mi cajón sucio. Allí guardo la lencería erótica y los
juguetes.
Entro
en el cuarto de baño. El agua de la bañera esta templada. Me ruboriza pensar
que pudiera haber alguien espiándome. Me meto lentamente en la bañera. El agua
resulta relajante. Mi cuerpo se vuelve resbaladizo, mientras yo relajo mi
cabeza sobre el borde de la bañera. Imagino la escena del metro. Aquel hombre.
Me lo imagino pajeándose delante de mí. Con esa mirada. Me lo imagino
espiándome ahora mismo, sacudiendo su pene como un mandril. Me excita ser el
centro de atención. Me excita provocar la erección de los hombres.
De
repente abro los ojos. Descubro que mi mano derecha, obrando por sí misma, se
halla estimulando mis labios externos. Gimo de placer. Vuelvo a recostarme.
Cierro los ojos y me relajo. Mis dedos dibujan círculos en mi vagina. Pasan por
encima y mueven los labios. La sensación es placentera a la par que relajante.
Comienzo a meter un dedo. Me estremezco. Tiemblo y respiro hondo. Comienzo a
repetir el gesto. Emito leves gemidos. Acelero lentamente. Con la otra mano
meso mi pecho izquierdo. De repente, mis ojos se abren repentinamente y me
incorporo, puedo sentir el flujo saliendo de mi interior. El placer es total.
Lentamente me levanto. Mi cuerpo mojado brilla ante la luz del baño. Me enrollo
una toalla alrededor del cuerpo y salgo del baño.
Llego
al salón. Me tumbo en el sofá, abierta de piernas, y con mis juguetes a mi
lado. Agarro el lubricante y el plug. Me echo un poco de lubricante en la mano.
Esta frio. Lo restriego contra el plug. El tacto del lubricante y la goma me
excita. Lentamente, lo introduzco en mi ano. Duele, pero trato de concentrarme
en el placer. Mientras lo introduzco, trato de estimular mi clítoris, con el
fin de reducir el dolor. Tomo aire, me concentro y lo introduzco hasta el
final. Duele mucho. Necesito un tiempo para asimilarlo. Pasados unos minutos,
introduzco el dildo en mi vagina. La sensación es extraña. Placentera y
dolorosa a la vez. Con una mano, penetro y con la otra estimulo el
clítoris. Este orgasmo promete ser distinto, más intenso. Se acerca. El sonido
que produce el dildo, induce a la humedad de mi vagina. De repente, un chorro
de un líquido viscoso y transparente sale de mi vagina. Grito de placer. Me
quedo adormilada. De repente, alguien llama al timbre. Rápidamente me
pongo una bata y salgo a recibirle. Me encuentro incomoda. Viene a quejarse de
mis ruidos. No respondo, solo asiento. De repente, mi molestia se exterioriza,
cayendo al suelo el plug, iluminando la cara del vecino con una expresión de
incredulidad. Cierro la puerta. La vergüenza me inunda. Respiro profundamente y
vuelvo al salón, me quito la bata. Recojo mis juguetes y los devuelvo al
cajón. Me tumbo en el sofá, desnuda. Como una modelo renacentista, con mi pecho
descubierto. Meto mi mano entre mis muslos. Finalmente, entre caricias y
gemidos me duermo, allí, desnuda, bajo la luz de la luna que recompensa mi
sacrificio sexual con un intenso sueño húmedo.
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