Por AdictoATodo
Hacía ya tiempo que mi boca me pedía
tragarme una polla de verdad. Por entonces tenía 21 años y vivía con mi novia,
pero de vez en cuando se tenía que irse a otras ciudades por unos días por
temas de trabajo. En una de esas salidas lo preparé todo para un fin de semana
de desenfreno sexual.
Siempre me he considerado un adicto
al sexo, o mejor dicho, a la perversión. Me gusta probar cosas nuevas y llegar
a placeres nuevos, y ese fin de semana iba a ser uno de los mejores de mi vida.
Mi primera idea era comprar una gran cantidad de juguetes sexuales por internet
y ropa de mujer. Se me pone dura solo de pensar en ponerme unos leggins
ajustados o unas medias altas, me gusta mucho comprar pantalones de mujer y
agujerearlos en la parte del culo, lubricarme bien y meterme un consolador
imaginando que alguien me está usando como si fuese una puta a la que debes
rellenar de semen. Para ese fin de semana decidí pedir un buen consolador negro
de tamaño grande al que poder sentarme, una mordaza que me hiciese salivar como
la puta que soy, un par de tejanos de mujer a los que iba a agujerear, lencería
variada, un equipo de enema anal para limpiarme bien, unas bolas chinas anales
y una sábana de plástico para proteger el sofá o la cama de mis actividades
perversas. Esto no era algo nuevo para mí, ya lo había hecho antes pero al
vivir con alguien tenía que deshacerme de ello y volverlo a comprar cada vez
que quisiera pasarlo bien. Pero esta vez mi pedido fue un poco distinto.
Mientras surfeaba en una de las páginas de
juguetes eróticos y Amazon, encontré un artículo que despertó mi imaginación,
una media para ponerte en la cabeza con un agujero para la boca. Al ver el
artículo me surgió la idea de por primera vez comerme una polla usando la media
para cubrir mi identidad. Empecé a pensar en ello y un calentón tremendo se
apoderó de mí. La idea de comerle la polla a alguien me excitaba muchísimo,
aunque detesto al cuerpo masculino y no me atrae para nada, las pollas me
parecen algo deseable. Muchas veces había practicado la garganta profunda con
consoladores y era un profesional en ello. Mi fantasía de toda la vida era
comerle la polla a un transexual, puesto a que su cuerpo es femenino y no me
genera rechazo, pero la única forma posible de hacer esto para mí era pagar a
una escort, lo cual suponía dinero pero más importante, no había transexuales
de mi agrado en mi ciudad, por lo que era algo que por el momento no era
posible.
Seguí dándole vueltas a la posibilidad de
comerme una polla en el anonimato pero no veía la forma. No quería ir a casa de
un desconocido, no me gustaba el cuerpo masculino y no veía la forma de ir por
ahí con la media en la cabeza. Finalmente encontré una idea mejor: fabricar un
gloryhole en casa. Mi plan era el siguiente: comprar una sábana de
plástico negra, pegarla alrededor del marco de la puerta del salón y recortar
un agujero en el medio. Simple, barato y efectivo. No sabía si sería capaz de
dar el paso pero compre una sábana por si me animaba.
Todo mi pedido llegó el viernes en la
oficina de correos. Mi novia ya estaba fuera así que lo recogí y con máxima
ansia me fui hacia mi piso a darme una buena sesión de auto placer.
Empecé con lo habitual: un buen enema para
limpiar mis interiores, un poco de porno, empezar a chupar el consolador,
metérmelo hasta la garganta y cuando estuviese suficiente baboso, insertarlo en
mi culo abierto, por el agujero de los pantalones que había comprado. Me
encantaba imaginar que un negro me rellenaba el culo. Tenía en mi boca la mordaza
y mi saliva no paraba de chorrear por mis labios. Me sentía una autentica puta.
A pesar de que me resultaba muy fácil correrme con toda esa escena, noté que me
faltaba algo. Me faltaba notar el sabor de una polla real. Me faltaba el morbo
de que alguien me agarrase del pelo y empujara mi cabeza hacia su polla. Pensé
en la idea del gloryhole, en poner un anuncio en internet y chupar por lo menos
una polla. Le tenía miedo. Tenía miedo a poner mi teléfono, a revelar mi
vivienda y miedo a que alguien entrase a robar o algo parecido. Miedo a que
alguien se presentase días después con mi novia en el piso. Pensé en otra cosa.
El barrio en la ciudad en la que vivía
(una ciudad pequeña de España) estaba bastante humilde, frecuentado por
inmigrantes y era donde se encontraban la mayoría de las escorts independientes
que había visto por internet, por lo que asocié que a lo mejor podía encontrar
por la calle o por el parque de enfrente algún negro dispuesto a meterme la
polla en la garganta. Me vestí y dejando un tanga y lencería puestos debajo de
mi ropa, salí en busca de algún semental. Eran casi las 12 de la noche. Sali y
había actividad por la zona, pero no me atrevía a insinuarme a nadie. Para que
lo sepas, entonces (y ahora, vaya) era un joven sin vello facial, con todo mi
culo y polla depilados, bastante guapo y con cara de buen chico, bastante
atractivo para los homosexuales por lo que me había dicho un amigo gay. Sin
embargo, si me insinuaba a alguien por la calle lo más probable es que me
metiera en problemas. Aun así disfruté mi primer paseo con ropa interior
femenina y por cierto, que me he olvidado mencionarlo, con bolas chinas en el
culo vibrando a cada paso que daba. Volví a casa contento pero insatisfecho.
Sabía perfectamente lo que tenía que hacer para satisfacerme: el gloryhole.
Decidí que era la hora. Pegué con cinta la
sábana tapando el marco de la puerta del comedor de forma que al entrar al
apartamento te encontrabas directamente con el gloryhole y sólo tenías acceso
al pasillo. Dejé sin pegar la parte inferior por lo que podía pasar de un lado
a otro de la sábana escurriéndome por abajo. Hice una raja a la sábana por la
que se podía meter el pene. Llegó el momento decisivo, el de poner un anuncio
en internet. Mientras lo escribía me di cuenta de que tenía en mis manos la
oportunidad de ganar dinero y así cubrir mis gastos en juguetes sexuales y a lo
mejor para pagarme mi primera experiencia trans (de la que hablaré en otro
relato). Decidí poner precio a mi gloryhole. 15 euros por paja, 20 euros por mamada
con protección, 30 euros por mamada sin y una serie de extras que comentaré a
continuación.
Antes de publicar el anuncio decidí poner
un cartel en el pasillo con lo siguiente escrito:
Prohibido hacer ruidos fuertes y prohibido
intentar cruzar la sábana. Si se intenta recurriré a la violencia con un
cuchillo. Antes de empezar, soltar el dinero por el agujero del gloryhole y
decir en voz alta lo que se quiere. Sin regateos.
Seguidamente puse los precios mencionados
y estos extras:
Corrida en mi boca +10 euros.
Chupar mi polla +10 euros.
Garganta profunda +5 euros (puse eso
barato porque realmente deseaba hacerlo)
Una vez terminado, procedí a publicar el
anuncio.
En 10 minutos tenía a 5 personas
hablándome en WhatsApp, por lo que retire el anuncio de internet. Ya tenía a
gente interesada y no hacía falta exponer mi número de teléfono a más gente.
Después de revisar un poco los perfiles de WhatsApp de cada uno de ellos,
concreté cita con dos de ellos. El primero era un chaval joven como yo y ya
estaba en camino de mi apartamento. No podía aguantarme de los nervios y la
excitación. Estaba todo preparado, luz tenue y me deje un cuchillo al lado por
si acaso. Finalmente sonó el timbre de la calle como música angelical. abrí la
puerta de la calle con el botón del interfono, abrí la puerta del apartamento y
corrí a meterme al otro lado de la sábana. Desde allí oía como subía el
ascensor. Los pocos segundos que tarda en subir me parecieron horas. Finalmente
oí como se abrían las puertas del ascensor y alguien salía de él. Escuché a
alguien entrar y cerrar la puerta. Mi corazón iba a mil por hora. El silencio
dominaba el ambiente. Esperaba, y esperaba y nada pasaba. Finalmente llegó el
momento, un billete de 20, uno de 10 y otro de 5. El joven dijo "quiero
mamada sin condón con garganta profunda". Oí como se desabrochaba y un
pene flácido salió torpemente de la raja de la sábana. Un pene bastante grande,
que iba creciendo poco a poco. Mis ganas de metérmelo hasta lo más profundo de
mi garganta eran terribles, pero quería hacerlo bien. Lo agarré con una mano y
empecé a pajearlo. Era super agradable al tacto, como tocar mi propio pene pero
distinto, me gustaba más. Empezó a crecer con mucha velocidad y me lo puse en
la boca. La sensación y el morbo que me dio eran alucinantes. Era una buena
polla de un poco menos de 20 cm super suave y olía bien. Empecé a metérmelo
hasta la garganta y la saliva no dejaba de salir. Mi boca chorreaba y el pene
se puso tan duro que me resultaba muy difícil realizar la garganta profunda.
Chupaba el pene mientras lo pajeba y le acariciaba los huevos. En algunos
momentos no me resistía y me dejaba de agarrarlo con la mano para pajearme. Yo
estaba vestido entonces con un vestidito con faldita corta sin ropa interior,
con medias largas. Agarré el consolador que
dejé cerca y empecé a metérmelo por el culo. Mientras me sentaba en el
consolador (que tenía soporte para pegar en el suelo de piedra) seguía
tragándome la polla hasta que empecé a notar como chorreaba semen en mi
garganta. El chaval no había pagado por correrse dentro pero me dio igual. Tuve
el reflejo de toser pero intenté contenerme y entonces yo también empecé a
correrme y el semen me dejó de molestar, metí la polla aún más adentro de mi
garganta y empecé a sacudir mi cabeza a toda velocidad. La polla entraba y
salía con toda facilidad y el semen salía a borbotones de mi boca deslizándose
hasta mi pecho y mi polla erecta, que no paraba de soltar corrida. El cliente
no paraba de decir "joder si joder que rico". Cuando terminé de
correrme, saque su polla de mi boca y a continuación desapareció. Oí como se
subía los pantalones, abría la puerta y se iba. No podía creer lo que había
hecho. Pocos segundos después de correrme me empecé a arrepentir de todo pero a
su vez mi culo estaba super dilatado y mi polla parecía pedir otro asalto.
Estaba aún más excitado que antes. La idea de que otra polla me rellenase me
ponía cachóndisimo, así que planeé algo distinto para
el siguiente encuentro.
Explicaré mi segundo encuentro en
otro relato si veo que este gusta. Hasta la otra!
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