Divina y Consuelo
Mi historia se remonta a la frontera de Estados Unidos y la
República Mexicana. Ya en mi tercera edad, disfrutando lo que la vida me
pudiera brindar en aspecto sexual. Para
no amargarme de estar en la llamada vejez, mantengo una vida social, que a
pesar de mis canas y de una disfunción eréctil, pero con una testosterona al
1000 por ciento; sigo siendo muy sociable, con mucha suerte con mujeres
cuarentonas, cincuentonas y sesentonas, que han estado abandonadas, descuidadas,
frígidas y hasta hambrientas de que alguien las atienda íntimamente.
Les relato que por medio de las páginas sociales de
contactos por internet con mujeres que buscan hombres, conocí a una mujer
madura que la naturaleza la hizo ser llenita, pero con una pechonalidad que a
cualquier hombre lo volvería loco. Sus senos y su trasero eran su mejor carta
de presentación.
Nos empezamos a cartear electrónicamente, hasta el punto en
que descubrimos los atributos de cada quien. Durante nuestras conversaciones
por video llamada, sin tocar temas sexuales, ella se mostraba con una
vestimenta ligera que al agacharse o recostada salían a relucir Divina y
Consuelo, sus dos grandes tetas, sus senos.
Las ganas por tener el contacto directo con las nenas, hicieron
que hiciera un viaje a uno de los estados colindantes con Estados Unidos. Al
llegar a su estado en la República Mexicana, nos saludamos, abrazamos y nos
dimos un beso como sello de bienvenida y con gustó viajamos rumbo a la ciudad
dónde ella vivía. Durante el viaje sus atributos se marcaban en la blusa que
traía puesta. Y pensé que esas dos nenas iban a ser mías ese mismo día.
Llegamos a la habitación, acomodé mis cosas y sin más
preámbulo, fuimos a comer a un restaurante. Bebimos ‘mojitos’ y ‘piñas coladas’
y llevamos al hotel el vino tinto. Brindamos por conocernos y llegar al hotel, nos aseamos y pude ver ya de
cercas que realmente que tenía buenas tetas y un buen culo, algo que a
los hombres nos encanta. Ella se pegó a mí para abrazarla, y se volteó pegando
su culo en mi verga y empezamos con un cachondeo, un tocadero de sus senos, ella
toma mi mano derecha y la mete bajo su pantaleta y paseo mis dedos por su clítoris
y al llegar a sus labios vaginales, siento lo húmedo, mejor dicho, siento lo empapado en
que se encontraba su cueva vaginal, escurriendo sus néctares entre sus piernas.
Ella se frota su culo sobre mi intimidad, algo que
inevitablemente hizo que tuviera una pequeña erección, me estaba excitando,
mientras tanto sus pezones ya estaban erguidos y con mis dedos de la mano
izquierda los acaricio con frenesí, hasta que se da vuelta y me pide que se los
bese.
No pude evitarlo, mi calentura pudo más que la razón, le
comencé a besar los pechos, metiéndome sus pezones a la boca, agarrándole solo
una teta con ambas manos de gustando su sabor. Las tenía tan ricas que me
descontrolé y comencé a chupárselas fuertemente, mientras ella ronroneaba de
placer. La tendí sobre la cama y ya directamente, le devoré las tetas,
acostándola de espaldas, se las devoré con alevosía, mientras ella me
acariciaba los cabellos gimiendo suavemente. Estaba enfermo de caliente, con la
verga activa, pero no erecta por mi impotencia. Mi amiga estaba muy caliente y
se retorcía de gusto, con las piernas abiertas, pidiéndome que le chupara sus senos más fuerte. Divina y Consuelo, son
en ella su punto G.
Me tenía loco, que tetas más ricas, realmente exquisitas,
ella movía sus piernas abiertas de lado a lado, hasta que no me controlé y le
agarré el culo, manoseándoselo, calentándome cada vez más, ambos calientes ,
hasta que pasé mi boca sobre su sexo y comencé a masturbándola.
Estaba loca, se descontroló completamente, afirmó mi rostro
con su intimidad fuertemente, para que no me alejara y comenzó a gemir
muy fuerte, pidiéndome entre gemidos que no parara. Me tenía enfermo de
caliente, me dediqué solo a masturbarla con mi lengua, mano y dedos sobre su
vagina y clítoris. Ella convulsionaba de placer gimiendo y al poco rato
junta las piernas, dejando aprisionada mi cabeza indicándome que iba a acabar.
Y así fue, logró un orgasmo que por lo fuerte de su gemido,
sintió que llegó al cielo. Me dijo que nunca en la vida había tenido un orgasmo
de esa forma. Rápidamente en un segundo, la di vuelta, dejándola boca abajo, me
subí sobre su espalda, me comencé a frotar contra ella como si me la estuviese penetrando
por detrás, cosa que le encantó y pidiéndome que no parara, comenzó a gemir
mucho más fuerte, diciéndome “¡dale!, ¡dale!” , yo caliente a
más no poder, descargué acabando deliciosamente entre sus glúteos. Me quedé
unos minutos encima de ella, frotándome contra el culo, hasta que mi
verga descargó la última gota de semen. Quedé acostado a su lado, con la
respiración agitada pensando en lo rico que había terminado, algo que había añorado
por mucho tiempo. Mi amiga no me miraba,
estaba de boca con la cara mirando hacia la pared, agitada igual que yo.
Luego de un rato, da vuelta la cabeza y me dice que le había
encantado, le confesé que a mí también. Se paró y me dijo que tenía que irse,
pero que temprano llegaría al día siguiente. Nos despedimos con un beso. Esa
noche dormí plácidamente con una sonrisa en mi rostro.
Al día siguiente llegó a la habitación y se fue a la ducha y
salió con una toalla envuelta en su cuerpo, me pidió que pusiera una canción en
mi celular y lentamente se acercó a mí, dejando caer la toalla que traía ceñida
a su cuerpo, y bailó conmigo al ritmo de la música. Después nos acomodamos en
la cama, preguntándome si acaso no me había gustado lo que habíamos hecho ayer.
Mi respuesta fue afirmativa y más al tenerla
a mi lado, con sus tetas tan cerca de mí, me estaba incitando y girándome hacia
ella le metí mi cabeza entre Divina y Consuelo y una mano a su culo.
Enseguida mi amiga se encendió, sus tetas ya estaban al aire
y me las comía deliciosamente mientras ella con su mano me tocaba el vientre
cada vez más abajo. Me tenía enfermo de caliente , su mano cada vez bajaba más
mientras yo no dejaba de chuparle las tetas y escuchar su calientes gemidos ,
hasta que ya decidido a todo , le tome la mano y se la metí dentro de mi pijama
donde ya ella tomó mi verga.
Al poco rato, me quitó el pijama, dejándome al descubierto
mi desnudez, tocando nuestras partes íntimas afanosamente. No me soltaba
la verga ningún segundo, masturbándome suavemente, mientras yo como un pulpo la
tocaba por todos lados. Me descontrolé y la coloque boca abajo, le comí las
nalgas, besándoselas, mordiéndoselas, pasándole la legua por el culo, cosa le
fascino. Me monté sobre ella y le metí la verga entre sus nalgas, solo
frotándome con ella, en ningún momento se la traté de meter, mientras ella se
quejaba como si de verdad me la estuviese cogiendo.
Era una locura, una morbosa y exquisita locura, dos maduros
tocándose, lo prohibido, lo inmoral. La di vuelta y le abrí las piernas,
admirando su rosada vagina rasurada, tocándosela, viendo en su mirada el deseo
y el placer de recibir mis caricias. No me contuve y me acomodé para
besarle esa parte tan íntima, metiéndole la lengua haciéndola estremecer.
Le abría sus labios vaginales y le pasaba mi lengua, jugando con su clítoris,
mientras con mis manos le agarraba las nalgas. Ella disfrutaba a más no poder,
hasta que no pudo aguantar más y acabó en mi boca. Le di un trabajo oral
excelente, y continué por un largo rato lamiendo y chupando su vagina luego de
que había acabado.
Ella después me pidió sentir mi verga flácida sobre su
vagina. Se montó sobre pene, sintiendo la humedad de su sexo en la punta de mi
verga. Ella con las piernas abiertas, sintiendo el contacto de nuestros
genitales respiraba agitada con la boca abierta, cabalgó como buena rejoneadora
hasta llegar a un orgasmo profundo y alargado. Dejó de cabalgar y con voz agitada,
me dice - ¿Te la puedo chupar? - . Como decirle que no a semejante
pregunta, me coloqué de espaldas, mientras mi amiga gateó con sus tetas
colgando, colocándose entre mis piernas, tomando mi verga de la base, con el
culo en pompa, mirándome a los ojos con una cara de caliente, admirando lo que
tenía en su mano, moviendo su pelo muy sensualmente hacia un lado, para abrir
su boca suculenta con labios carnoso y meterse mi verga en ella, chupándomela
muy suavemente.
Fue exquisito ver a mi amiga engullirse mi verga, con que
ganas lo hacía, con que dedicación, me la tocaba, acariciando mis huevos,
recorriéndola con sus manos de principio a fin, admirándola, deseándola, besándola.
A ratos me besaba la base y mis testículos, insertaba dos dedos sobre mi culo
para tocar el periné, mi punto G.
Realmente estaba recibiendo la mejor mamada que me habían
dado en mucho tiempo. Le pedí que colocara mi verga entre sus tetas y así lo
hizo. Consuelo y Divina empezaron a masturbarme, hasta al punto en que iba a explotar. No puso
ningún reparo, con su vista pegada a mi verga, esperando el momento que saliera
mi leche hasta que exploté. Entre mis fuertes gemidos, Consuelo y Divina me
exprimían hasta que comencé a descargar
mi semen dejando a las nenas completamente mojadas con mi líquido espeso y caliente.
Minutos después, ya relajado le dije a mi amiga que terminara su gran labor succionándome
hasta la última gota, y ella muy obediente abrió su boca metiendo mi verga en
ella y succiono hasta recibir tres descargas suculentas.
Pasaron semanas de fogosos encuentros, caricias,
masturbaciones mutuas, pero no más allá de sexo oral, a pesar que ella me pedía
una y otra vez que de una vez la penetrara. Yo no podía penetrarla por no tener
una erección firme debido a mi impotencia, aunque me moría de ganas de cogérmela,
hasta que una tarde que estábamos muy calientes, le propuse hacerlo por detrás con
un juguete-dildo-vibrador. Sorpresivamente ella aceptó, estaba deseosa de
sentir algo dentro de ella, aunque fuese por detrás. Acostada boca abajo, con sus
piernas abiertas, le separé sus grandes nalgas y me dedique largo rato a dilatarle
el ano, preocupándome de dejárselo muy mojado. Mi amiga disfrutaba a morir
de mi lengua lamiendo esa parte de su cuerpo, hasta que luego de un buen
rato, con poco lubricante le metí primero un dedo, luego dos, y hasta tres,
luego le unté más lubricante y poco a poco le empecé a meter el juguete de seis
pulgadas de largo y una pulgada de grosor, la misma medida que tenía mi verga
en mis mejores años. Poco a poco, muy lentamente el juguete entraba por primera
vez en el cuerpo de mi amiga, lentamente, mientras ella valientemente aguantaba
el dolor provocado, pidiéndome a cada rato que me detuviera, tomando fuerzas
para proseguir con la faena, hasta que conseguí metérselo completamente. Movía
el juguete lentamente, disfrutando del virgen ano de mi amiga que se quejaba de
dolor, pero aguantado, a pesar del dolor comenzó a disfrutar. Ella
después me confesó que en un principio le había dolido, pero que después sintió
muy rico, en especial después de lubricarlo, ya que entraba con mucha más
facilidad.
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