Por Torux
Viene del relato: https://encuentrosyrelatos.blogspot.com/2018/12/verito-con-su-vecino.html
Capítulo III: Mi padrino
Esta ha sido una semana maravillosa. Rafa
vino al día siguiente y conversó con mi madrina y mi padrino. No vino antes
porque su papá lo retuvo en el trabajo. Nos hemos visto todas las tardes, pero
sólo en la puerta porque mi padrino no quiere que estemos solos en la casa y yo
soy muy obediente… aunque a veces nos metemos un ratito a la salita. Nos
ponemos a escuchar música y él me abraza en el sillón. Me gusta cuando me
recuesto en su pecho y él cruza sus brazos por delante mío y me besa en el
pelo, es tan rico sentirlo así, cerquita mío. Ayer estábamos así, acurrucaditos
los dos y yo por tratar de acomodarme me afirmé en su pierna y me dio vergüenza
porque mi mano quedó muy cerca de… bueno, de ahí. No pude evitar acordarme de
que algunos hombres tienen un bulto muy grande en ese lugar, ¿cómo lo tendrá el
Rafa?
Hoy es domingo y mi madrina y yo hemos ido
a la parroquia y mi padrino se ha quedado durmiendo. A él no le gusta
acompañarnos, no sé por qué. Al volver, mi madrina me mandó a despertarlo,
aunque ya era tarde. ¡Soy tan tonta!, ¡tantas veces que me han dicho que toque
antes de entrar!. Abrí la puerta y no lo ví en su cama, entré y allí estaba mi
padrino.
—¿Ya volvieron?, dijo, sin mirar.
— … (Yo, muda)
—No encuentro calzoncillos, negra –dice él—
y justo entonces mira y me ve.
Yo sigo muda, mirándolo, paralizada. Él se
encuentra desnudo al lado de la cómoda, su pene es más grande de lo que pensaba
y cuelga entre sus piernas sobre dos enormes bolsas oscuras llenas de pelos. Se
le ve poderoso, grueso, oscuro y no puedo dejar de mirarlo. Siento lo mismo que
el día que recibí al pordiosero aquel. Mi padrino no se cubre ni hace nada,
sólo me mira fijamente mientras yo estoy toda coloradita de vergüenza y… y me
siento rara.
—Pensé que era mi mujer, dice.
—Está en la cocina, replico, me mandó a
despertarlo.
—Ah, es que no encuentro los calzoncillos,
me dice muy bajito.
—A lo mejor están en el segundo cajón,
respondo también bajando mi voz y agachándome para buscar yo sus calzoncillos.
Cuando levanto la vista, su miembro es un
garrote inmenso que apunta al frente, muy cerquita de mi rostro. Su cabeza a
medias descapullada se ve húmeda y nuevamente siento ese olor que sentí el día
que el caballero ese me la puso en la boca. ¡Siento tantas ganas! y la verga
está tan cerca que hasta siento el calor que despide. No puedo quitarle la
vista de encima, es como si fuese una cobra que me tiene hipnotizada. Ya casi
me toca y yo tiemblo.
—Padrino… —susurro con mi voz temblorosa.
—Shhh —me hace callar tomando mi mano y
llevándola hacia su falo palpitante.
Quema. Siento mi mano arder en ese fuego
que irradia. Mi padrino me levanta y toma el calzoncillo que tengo en una mano
y lo tira a la cama, luego me abraza fuertemente con una mano en la espalda y
la otra incrustada en la hendidura de mis nalgas y mi cara se hunde en su pecho
peludo. Su pene lo siento ardiente en mi barriga y me da miedo, mucho miedo. Me
suelto de su abrazo y corro hacia mi pieza, allí me siento en mi cama, con mi
corazón palpitante, queriendo salírseme del pecho y muy asustada de sentir
tantas cosas que no conozco. Pienso en Rafael y en lo sano que es él, ¿por qué
yo tendré que ser así?, ¡me siento tan culpable!, ¡pobrecito mi padrino,
víctima inocente de mi lujuria inexcusable!
No salgo de mi pieza hasta que me llama mi
madrina a almorzar, creo que me quedé dormida. Ya la mesa está puesta y no sé
qué cara tengo; mi madrina piensa que estoy enferma porque apenas pruebo la
comida. Mi padrino a ratos me mira, preocupado. Terminan ellos de almorzar y mi
padrino comenta que dormirá una siesta, que lo despierten para ver el fútbol y
se va a su cuarto.
Lavamos la loza con mi madrina y mi ánimo
mejora porque me pregunta por Rafael y me dice que lo invite a pasar la tarde
conmigo ya que ellos estarán en su pieza y así lo hago, llamo a Rafa y cuando
este llega, siento que ya todo está bien.
Lo que no me gusta de Rafa es que a él le
gusta una música muy rara, trajo unos cd’s de rock de su casa y a mí lo que me
gusta es la música romántica, pero aun así lo pasamos bien, nos reímos harto,
cuidando de no meter mucha bulla, ¡qué lindo besa mi Rafita! Me besa los labios
primero, luego los chupa muy suavemente, muy lento, y los toca con su lengua;
luego me mete su lengua en la boca y toca mi lengua. Tiene un sabor tan rico y
me encanta todo lo que me hace. Cuando me besa en el cuello siento una
contracción en mi chorito, ¡qué cosa tan rara!
A la hora baja mi madrina de su cuarto y
nos dice que saldrá un momento a visitar a su comadre y me pide que despierte a
mi padrino en una media hora más, pero con el Rafa a mi lado me acordé cuando
ya había pasado una hora así es que subí rápido al dormitorio de mi padrino y
toqué a la puerta, mi padrino me gritó que pasara y así lo hice, estaba
despierto y tenía ya la TV encendida.
—¿Y la negra?, pregunta.
—Fue donde la señora Norma, respondo.
—¿Me traería una cervecita, mija?, me dice.
—Sí, padrino, le respondo y salgo a buscar
una botella de cerveza del refrigerador.
Vuelvo y esta vez entro a la pieza sin
golpear, mi padrino está sentado en la cama, con almohadones en su espalda; su
pecho desnudo se ve muy peludo igual que sus brazos, la sábana lo cubre de la
cintura para abajo.
—¿No quiere hacerme compañía un ratito,
mija?
—Es que estoy con el Rafa, padrinito.
—Ah, está el muchacho, bueno, si se va luego,
se viene para acá ¿quiere?
—Bueno, padrino, le digo y siento como unas
cosquillitas en el estómago y mis orejas se encienden. No quiero pensar en eso,
pero la imagen de la verga de mi padrino se me aparece enfrente y me da
vergüenza que mi padrino se entere de lo que estoy pensando.
Creo que el Rafa me siente distinta, porque
al rato me dice que se va a buscar al Diego y me pide que nos juntemos con él
más tarde, no le insisto en que se quede, me siento nerviosa y creo que sé por
qué.
Subo al dormitorio de mi padrino y entro.
Él sigue igual que antes, recostado en su cama con el pecho desnudo. Me mira y
se corre un poco hacia el centro de la cama haciéndome una seña para que me
ubique a su lado, me pasa un brazo por debajo de los hombros y quedo así muy
pegadita a él, me toma de una mano y la pone en su barriga haciéndome cariños
en el dorso. Luego se inclina a besarme en la cabeza mientras siento sus
abundantes pelos en su cuerpo. Eso me hace temblar y sólo atino a cerrar los
ojos y pensar en todo esto que me está ocurriendo. Me gusta estar así con mi
padrino porque yo lo quiero mucho a él, ha sido siempre un papá para mí, pero a
la vez sé que no debería, ¡si mi madrinita supiera!
Yo me vine de chiquita a vivir con mis
padrinos porque mi mamá no podía criar tanto niño chico, aunque por unos años
viví en ambos lugares por temporadas. Algunos años después de que yo nací, mi
mamá se juntó con el papá de mis hermanos. Tres hijos más tuvieron mi mamita,
pero igual terminó dejando a ese caballero; yo ya vivía con mis padrinos así es
que mucho no me acuerdo de él. Bueno, sí me acuerdo de algunas cosas, pero
prefiero no pensar en eso porque… bueno, hay cosas que preferiría no recordar,
aunque igual a veces pienso en eso. Aparte de que me da pena porque a mi papá nunca
lo conocí. Mi mamá nunca me quiso contar de él, pero yo creo que debe haberlo
conocido cuando trabajaba para mis padrinos. Mi madrinita dice que mi mami
trabajaba ayudándole en los quehaceres de la casa, pero yo sé que era la
empleada y no sé por qué a mí madrina no le gusta usar esa palabra, pero es la
verdad, mi mamá era la empleada de la casa de mi madrina y cuando yo nací ellos
fueron mis padrinos de bautizo y por eso me quieren como una hija y yo los
quiero mucho a los dos.
Poco a poco comienzo para acariciarlo, mi
mano recorre su cuerpo haciéndome sentir tantas cosas que no puedo explicar; él
se inclina hacia mí y busca mi boca, cierro los ojos y abro los labios, recibo
su lengua que se enrosca con la mía. Esto es distinto, su lengua muestra una
exigencia madura, experimentada, recia e intensa. La cara de mi padrino es
áspera y se siente tan viril que siento que en sus brazos no tengo voluntad.
Poco a poco abre los botones de mi blusa y saca mis pechitos al aire. Se
abalanza hacia ellos y apretándolos toma un pezón entre sus labios y chupa
fuertemente haciendo ruidos con la succión. Me aprieta las tetas enloquecido
haciendo que mil sensaciones recorran desde mi vagina hasta mis pezones que se
introducen en su boca absorbidos, a ratos violentamente, provocándome un
delicioso dolor, un estremecimiento que me hace retorcerme, sobrecogida por la
pasión y el deseo. Con los pies, mi padrino se deshace de las sábanas y todo su
cuerpo queda al descubierto, su pene se bambolea potente y viscoso ante mi
vista nublada.
Cierro los ojos, no creo poder ser capaz de
sentir tantas cosas al mismo tiempo, me concentro un rato en sus chupadas a mis
tetas, luego en el roce de sus piernas rudas, luego en su verga que se
restriega en mis piernas. ¡Oh!, ¡es demasiado!, no creo poder resistir. Siento
una corriente eléctrica que recorre desde mi chorito hasta mi cara y como que
me hago pipí de gusto. Mi padrino me desnuda, me quita la faldita, ya me ha
sacado el sujetador, ahora son los calzones, me los quita rápidamente y sin preámbulo
se zambulle allí abriendo mis piernas con sus manos fuertes, un escalofrío
recorre mi ser; quiero gritar de gusto al sentir su lengua entre mis piernas;
nunca imaginé siquiera que eso se pudiera sentir. Mi cara arde, ¡Aghhh!, ha
metido su lengua entre mis pliegues. ¡Qué está haciendo!, me chupa algo que me
hace desfallecer, ¡Ahhh!
—¡Pa…dri…noooo! ¡Ahhh! ¡¿qué me…
está….ahhhhhh….! ¡AGGHHHH!, ¡QUE ME MUEROOO!
Luego se pone de espaldas en el centro de
la cama y me sube al revés sobre él, tira de mis piernas y nuevamente me ataca
en ese lugar que ni yo sabía que podía hacerme sentir eso; su verga queda
frente a mí, palpitante, chorreando sus jugos que caen en hilitos sobre sus
bolas inmensas, puedo ver sus venas gruesas y salientes, me vuelvo loca de placer.
La tomo entre mis manos y chupo con todas mis fuerzas, mi padrino tiembla. La
siento salada, caliente y dura; se estremece en mi boca.
Mete un dedo en mi cuevita y me hace saltar
de gusto; estoy muy mojada allí. Luego pone el dedo en mi botoncito y casi me
desmayo de placer. Sigo chupando mientras él cada vez entra más en mi boca,
siento que algo me viene, creo que me hago… mi vista se nubla, ¡Aghhhhh!, mi
cuerpo se convulsiona y luego todo se me hace negro; mi cabeza cae entre sobre
sus bolas y su pene lo siento en mi cuello quemándome la piel.
Poquito a poco reacciono. Mi padrino me ha
acostado de espaldas y está sobre mí, su pene está tocando mi cuevita y sus
manos sostienen mis piernas; siento como su cabeza entra en mi ser, se queda
quieto y me mira con los ojos entrecerrados, su cara demudada de placer. Se
inclina sobre mí y lo mete, no me duele nada, solo siento que resbala hacia
adentro; me siento llena de su carne ardiente. Me besa y comienza un salvaje
ritmo que hace que me falte el aire. No siento dolor en mi conchita, sino más
bien un ardor, una sensación de que no me cabe ahí, pero no me duele realmente.
Su pecho me aplasta las tetas, siento sus
pelos en mis pezones, su cuello está mojado de transpiración. Lo abrazo fuerte
y aprieto su cabeza contra mí mientras muevo mis caderas en un baile que recién
me doy cuenta de que conozco sin que nadie me lo haya enseñado. ¡Se siente tan
rico!, sus bolas golpean contra mis nalgas y su pene me aserrucha con
violencia; levanta su cabeza con la boca abierta y emite un rugido seguido de
convulsiones de su cuerpo todo y luego escupe su leche en mi interior; ¡Ahhhhh!
¡Qué rico, mijiiiita!!! –grita, mientras siento como su líquido resbala en mis
paredes interiores en un sinfín de estertores de su verga magnífica; me
retuerzo de placer mientras un segundo orgasmo se apodera de mí. Desfallezco.
—Te amo, hijita querida, —balbucea—, y nos
quedamos abrazados así, él sobre mí, sin sacar su verga que me ha hecho mujer
al fin.
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