Saturday, May 19, 2018

Recordando el inicio del milenio




Por Larry G. Álvarez

Ante el umbral del siglo XXI, estaba en un pequeño poblado en la República Mexicana, de paseo en una hacienda colonial, turística, donde entre semana no hay mucha gente. Unos cuantos turistas, parejas ya grandes de edad, yo un extranjero de origen latino, y una mujer de buen ver.
Al caminar por las alcobas de la hacienda, me intereso entrar a una de ellas, muy amplia. Con dos literas a los costados, antiguas con excepción de los colchones. Me extrañó que fuera así, y para comprobarlo, me senté en uno de ellos. Muy cómodos. Me puse de pie y fui a la puerta de la alcoba, quise fijarme que no había nadie, me asome a los pasillos, nadie. Decidí recostarme un rato, ya casando del viaje a ese lugar. Cerré los ojos. Cuando sentí que alguien abría la puerta y entró la mujer de buen ver.
Me vio, me incorporé, y no me puse de pie, sino solamente me disculpé, le dije que estaba algo cansado y que el colchón invitaba a recostarme, así que lo hice. Ella me dijo que no me preocupara, sino que ella también buscaba un lugar donde sentarse a descansar. Me dijo, que si pudiera sentarse a mi lado. Claro, por supuesto. Se sentó, platicamos un poco sobre el lugar, ella dijo que estaba cansada y se recostó. Luego ella me dijo que me recostara a su lado, lo hice. Estando a mi lado pude ver sus pechos, voluminosos. Me hicieron estremecer. Me puse de pie rápidamente. Y me dirigí a la puerta de salida. Ella me detuvo con su voz, preguntándome que hacía, y le dije que la dejaba para que descansara. Ella contestó, no quieres estar conmigo, me le quede mirando y me pidió que la escuchara.
Me platicó que desde que me vio entrar a la hacienda, ella se fijó en mí, me siguió hasta que entré a la alcoba. Me dijo que ya viéndome de cerca, comprobaba su deseo de tener intimidad conmigo, ya desde que me vio, se le había estremecido el cuerpo, y se dijo así misma, que yo iba a ser suyo.
Me sorprendió mucho su atrevimiento. Yo le dije que cuando la vía en la hacienda, me gustó mucho su buen ver, pero siendo tan extraños uno del otro, nunca me imaginé un encuentro tan cercano y menos un ofrecimiento de tal naturaleza. Ella dijo, que ya los dos estábamos maduros, y que no había necesidad de andar de manita sudada.
 Se paró del colchón de litera, se colgó de mi cuello y empezamos a besarnos. Me empujo hasta la puerta. Alcancé a ponerle pasador, mientras ella me desabotonó la camisa, me quitó el cinturón, yo le arrebaté la blusa, desabroché su brasier, saltaron sus senos, los lamí, los succioné, los devoré, le levanté su falda, metí mano, su vagina húmeda, me hinqué, y arrebaté su pantaleta, y metí mi lengua en su vagina, mi dedo pulgar atacó su clítoris, mi mano sostenía su entrepierna tocando su trasero. Humedecí mis dedos con saliva y la humedad de su néctar. Unté nuestros sabores en su culo. Así estuvimos un buen rato, ella me dijo no la dejara gritar cuando se viniera, para que nadie se diera cuenta. La recostee en la cama, le di una almohada y la mordió, mientras le mamaba su intimidad.
Coloqué mi mano encima de sus labios vaginales y con mis dedos anulares y corazón empecé a hacer movimientos circulares moviendo sus labios. Instantes después dejé bien a la vista su clítoris y dirigí mi boca a él. Lo atrapé con mi boca. Comencé a lamérselo suave y despacito. Escuché un “ohhhhhhhhh”  profundo salir de su boca cuando ella sintió el contacto de mi lengua en su parte más erógena. Luego con mi boca bien colocada en su entrepierna situé mis manos agarrando la parte exterior de sus muslos. De ese modo podría agarrar sus nalgas si debido al placer ella levantaba su pelvis de la cama. Empecé a aumentar poco a poco la velocidad de movimiento de mi lengua.  De izquierda a derecha para producir un mayor frotamiento con el clítoris. Luego en movimientos circulares. Y más tarde a la mayor velocidad de movimiento le incluí una mayor presión aumentando el estado de dureza de mi lengua. Cuando apliqué esa presión adicional sobre su clítoris fue cuando su soltó un grito de placer, se escuchó agudo porque estaba mordiendo la almohada.
Volví a dejar a la vista su clítoris con ayuda de mis dedos y nuevamente se lo atrapé con mi boca. Estuve varios minutos dando lengua en su clítoris con diferentes tipos de movimientos y presiones: movimientos suaves circulares, movimientos suaves de izquierda a derecha, succión con la boca, suaves caricias con la punta de la lengua. En algunos momentos ella colocaba sus manos sobre mi cabeza y agarraba fuertemente mi pelo, otras veces estiraba los brazos sobre la cama y en otros momentos se estrujaba los pechos por encima de su ropa.
Bajé a sus labios vaginales, lamí toda su intimidad. Ella empezó a suspirar de placer. Ella empezó a suspirar y gemir con más intensidad. De su boca salían algunos susurros “ay, que rico cielo, no pares ahora, sigue”. Seguí lamiendo con fuerza. Su pelvis nuevamente se levantaba de la cama. Yo agarré su culo con mis manos para sujetar su cuerpo mientras ella se movía convulsamente arriba y abajo. Mi boca pegada a su vagina mientras mi lengua no dejaba de moverse en ningún momento. Escuché su voz: “sigue cielo que me corro, sigue, sigue”. De repente su cuerpo empezó a moverse en forma de sacudidas mientras de su boca salió un gemido intenso “ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh”. Se había venido. Escurría su néctar, seguí lamiendo, hasta que puse mis manos en su intimidad, ella retiró mi mano, colocó la suya sobándose. Dejé que ella disfrutara de su placer mientras su respiración sonaba agitada. Yo permanecí sentado a su lado encima de la cama.
Minutos después, me levanté, le puse su ropa en la cama, y me dirigí a la puerta de la alcoba, me asomé, no había nadie. Salí por un instante para tomar aire, regresé a la habitación y ella ya se había vestido. Me vio y me dijo que pensó que ya la había dejado. Le dije que había salido para tomar aire y estar seguro que nadie nos había escuchado. Me pidió que me acercara a ella, lo hice. Y me dio las gracias por haberla hecho venir con tan sabroso orgasmo. Pero que no me iba a dejar ir, hasta que yo terminara en ella.
Abrió la bragueta de mi pantalón, buscó mi herramienta, algo flácida, los primeros síntomas de la disfunción eréctil, no le molestó, al contrario, la empezó a saborear, y poco a poco empezó a crecer dentro de su boca. Sujetándole la cabeza la puse a la distancia perfecta para empezar a mover mi cintura y así penetrar mejor su boca al ritmo que yo quería. Poco a poco fui forzando más la situación, metiéndola hasta el fondo y obligándola a aguantar unos segundos así, le daba después unos segundos de respiro, y de nuevo volvía a metérsela en la boca y a bombearle con buen ritmo, así durante un buen rato, disfrutando el momento,  penetraba su boca con velocidad hasta que noté que llegaba al orgasmo, paré en seco y le retuve la cabeza, el primer chorro salió disparado a su garganta, ella intentó zafarse de mí pero no pudo, el segundo chorro, con menos intensidad no le resultó tan violento, pero aun así pude ver en su rostro cómo lo recibía e intentaba contenerlo, y el resto de espasmos de semen los fue distribuyendo por su boca como pudo. Estuve así durante un minuto, dejando que mis testículos descargaran todo en su boca, y mi pene se fuera desinflando. Ella se tragó toda mi leche y terminó limpiando mi pene, saboreando mi elixir. Se levantó me besó, compartió conmigo mi sabor y pudo probar en mi paladar su sabor, el buen sabor que había dejado ella minutos antes en mi boca Minutos después nos arreglamos, acomódanos lo desarreglado de la alcoba, salimos y seguimos turisteando. Entremos a la tienda de regalos, y en cuestión de minutos, ya se había ido. Nunca supe su nombre. Nunca más supe de ella. Sin duda una experiencia inolvidable.
Ya ha pasado más de una década, debido a mi falta de erección por la disfunción eréctil no he tenido una experiencia tan plena como la de un orgasmo dentro de una boca tan caliente como la de esa mujer, de buen ver, en una hacienda de la República Mexicana a ante el umbral del Siglo XXI.



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