Por
Larry G. Álvarez
Ante el
umbral del siglo XXI, estaba en un pequeño poblado en la República Mexicana, de
paseo en una hacienda colonial, turística, donde entre semana no hay mucha
gente. Unos cuantos turistas, parejas ya grandes de edad, yo un extranjero de
origen latino, y una mujer de buen ver.
Al
caminar por las alcobas de la hacienda, me intereso entrar a una de ellas, muy
amplia. Con dos literas a los costados, antiguas con excepción de los
colchones. Me extrañó que fuera así, y para comprobarlo, me senté en uno de
ellos. Muy cómodos. Me puse de pie y fui a la puerta de la alcoba, quise fijarme
que no había nadie, me asome a los pasillos, nadie. Decidí recostarme un rato,
ya casando del viaje a ese lugar. Cerré los ojos. Cuando sentí que alguien abría
la puerta y entró la mujer de buen ver.
Me
vio, me incorporé, y no me puse de pie, sino solamente me disculpé, le dije que
estaba algo cansado y que el colchón invitaba a recostarme, así que lo hice.
Ella me dijo que no me preocupara, sino que ella también buscaba un lugar donde
sentarse a descansar. Me dijo, que si pudiera sentarse a mi lado. Claro, por
supuesto. Se sentó, platicamos un poco sobre el lugar, ella dijo que estaba
cansada y se recostó. Luego ella me dijo que me recostara a su lado, lo hice.
Estando a mi lado pude ver sus pechos, voluminosos. Me hicieron estremecer. Me puse
de pie rápidamente. Y me dirigí a la puerta de salida. Ella me detuvo con su
voz, preguntándome que hacía, y le dije que la dejaba para que descansara. Ella
contestó, no quieres estar conmigo, me le quede mirando y me pidió que la
escuchara.
Me platicó
que desde que me vio entrar a la hacienda, ella se fijó en mí, me siguió hasta
que entré a la alcoba. Me dijo que ya viéndome de cerca, comprobaba su deseo de
tener intimidad conmigo, ya desde que me vio, se le había estremecido el
cuerpo, y se dijo así misma, que yo iba a ser suyo.
Me sorprendió
mucho su atrevimiento. Yo le dije que cuando la vía en la hacienda, me gustó
mucho su buen ver, pero siendo tan extraños uno del otro, nunca me imaginé un
encuentro tan cercano y menos un ofrecimiento de tal naturaleza. Ella dijo, que
ya los dos estábamos maduros, y que no había necesidad de andar de manita
sudada.
Se paró del colchón de litera, se colgó de mi
cuello y empezamos a besarnos. Me empujo hasta la puerta. Alcancé a ponerle
pasador, mientras ella me desabotonó la camisa, me quitó el cinturón, yo le arrebaté
la blusa, desabroché su brasier, saltaron sus senos, los lamí, los succioné,
los devoré, le levanté su falda, metí mano, su vagina húmeda, me hinqué, y arrebaté
su pantaleta, y metí mi lengua en su vagina, mi dedo pulgar atacó su clítoris,
mi mano sostenía su entrepierna tocando su trasero. Humedecí mis dedos con
saliva y la humedad de su néctar. Unté nuestros sabores en su culo. Así
estuvimos un buen rato, ella me dijo no la dejara gritar cuando se viniera, para
que nadie se diera cuenta. La recostee en la cama, le di una almohada y la mordió,
mientras le mamaba su intimidad.
Coloqué
mi mano encima de sus labios vaginales y con mis dedos anulares y corazón
empecé a hacer movimientos circulares moviendo sus labios. Instantes después dejé
bien a la vista su clítoris y dirigí mi boca a él. Lo atrapé con mi boca. Comencé
a lamérselo suave y despacito. Escuché un “ohhhhhhhhh”
profundo salir de su boca cuando ella sintió el contacto de mi lengua en su
parte más erógena. Luego con mi boca bien colocada en su entrepierna situé mis
manos agarrando la parte exterior de sus muslos. De ese modo podría agarrar sus
nalgas si debido al placer ella levantaba su pelvis de la cama. Empecé a
aumentar poco a poco la velocidad de movimiento de mi lengua. De
izquierda a derecha para producir un mayor frotamiento con el clítoris. Luego
en movimientos circulares. Y más tarde a la mayor velocidad de movimiento le incluí
una mayor presión aumentando el estado de dureza de mi lengua. Cuando apliqué
esa presión adicional sobre su clítoris fue cuando su soltó un grito de placer,
se escuchó agudo porque estaba mordiendo la almohada.
Volví
a dejar a la vista su clítoris con ayuda de mis dedos y nuevamente se lo atrapé
con mi boca. Estuve varios minutos dando lengua en su clítoris con diferentes
tipos de movimientos y presiones: movimientos suaves circulares, movimientos
suaves de izquierda a derecha, succión con la boca, suaves caricias con la
punta de la lengua. En algunos momentos ella colocaba sus manos sobre mi cabeza
y agarraba fuertemente mi pelo, otras veces estiraba los brazos sobre la cama y
en otros momentos se estrujaba los pechos por encima de su ropa.
Bajé
a sus labios vaginales, lamí toda su intimidad. Ella empezó a suspirar de
placer. Ella empezó a suspirar y gemir con más intensidad. De su boca salían
algunos susurros “ay, que rico cielo, no
pares ahora, sigue”. Seguí lamiendo con fuerza. Su pelvis nuevamente se
levantaba de la cama. Yo agarré su culo con mis manos para sujetar su cuerpo
mientras ella se movía convulsamente arriba y abajo. Mi boca pegada a su vagina
mientras mi lengua no dejaba de moverse en ningún momento. Escuché su voz: “sigue cielo que me corro, sigue, sigue”.
De repente su cuerpo empezó a moverse en forma de sacudidas mientras de su boca
salió un gemido intenso “ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh”.
Se había venido. Escurría su néctar, seguí lamiendo, hasta que puse mis manos
en su intimidad, ella retiró mi mano, colocó la suya sobándose. Dejé que ella
disfrutara de su placer mientras su respiración sonaba agitada. Yo permanecí
sentado a su lado encima de la cama.
Minutos
después, me levanté, le puse su ropa en la cama, y me dirigí a la puerta de la
alcoba, me asomé, no había nadie. Salí por un instante para tomar aire, regresé
a la habitación y ella ya se había vestido. Me vio y me dijo que pensó que ya
la había dejado. Le dije que había salido para tomar aire y estar seguro que
nadie nos había escuchado. Me pidió que me acercara a ella, lo hice. Y me dio
las gracias por haberla hecho venir con tan sabroso orgasmo. Pero que no me iba
a dejar ir, hasta que yo terminara en ella.
Abrió
la bragueta de mi pantalón, buscó mi herramienta, algo flácida, los primeros
síntomas de la disfunción eréctil, no le molestó, al contrario, la empezó a
saborear, y poco a poco empezó a crecer dentro de su boca. Sujetándole la
cabeza la puse a la distancia perfecta para empezar a mover mi cintura y así penetrar
mejor su boca al ritmo que yo quería. Poco a poco fui forzando más la
situación, metiéndola hasta el fondo y obligándola a aguantar unos segundos
así, le daba después unos segundos de respiro, y de nuevo volvía a metérsela en
la boca y a bombearle con buen ritmo, así durante un buen rato, disfrutando el
momento, penetraba su boca con velocidad
hasta que noté que llegaba al orgasmo, paré en seco y le retuve la cabeza, el
primer chorro salió disparado a su garganta, ella intentó zafarse de mí pero no
pudo, el segundo chorro, con menos intensidad no le resultó tan violento, pero aun
así pude ver en su rostro cómo lo recibía e intentaba contenerlo, y el resto de
espasmos de semen los fue distribuyendo por su boca como pudo. Estuve así
durante un minuto, dejando que mis testículos descargaran todo en su boca, y mi
pene se fuera desinflando. Ella se tragó toda mi leche y terminó limpiando mi
pene, saboreando mi elixir. Se levantó me besó, compartió conmigo mi sabor y
pudo probar en mi paladar su sabor, el buen sabor que había dejado ella minutos
antes en mi boca Minutos después nos arreglamos, acomódanos lo desarreglado de
la alcoba, salimos y seguimos turisteando. Entremos a la tienda de regalos, y
en cuestión de minutos, ya se había ido. Nunca supe su nombre. Nunca más supe
de ella. Sin duda una experiencia inolvidable.
Ya ha
pasado más de una década, debido a mi falta de erección por la disfunción
eréctil no he tenido una experiencia tan plena como la de un orgasmo dentro de
una boca tan caliente como la de esa mujer, de buen ver, en una hacienda de la República
Mexicana a ante el umbral del Siglo XXI.
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